VII. Conversión.

André, advirtiendo mi estado de nerviosismo, decidió dar por terminada nuestra asistencia a la fiesta y me sacó de allí de inmediato, despidiéndose apresuradamente de Isobelle. Ni siquiera se detuvo a despedirse de una manera mucho más educada de los humanos que antes nos habían retenido.

El aire nocturno me golpeó en la cara, ayudando a despejarme un poco. Aún me encontraba demasiado exhausta por haberme topado con una de las criaturas que habían sido el motivo directo de que toda mi familia estuviera muerta y la sed de venganza golpeaba las paredes de su prisión, exigiéndome que la dejara libre.

Pero no podía hacerlo.

Dejé que André tirara de mí y llamara casi a voz en grito a un humano para exigirle que trajera nuestro coche de inmediato. Ni siquiera tuvo cuidado y noté que usaba un tanto de su persuasión. Mis piernas estaban flojas, como si hubieran perdido fuerza y no fueran capaces de sostener el peso del resto del cuerpo, y en mis ojos veía puntitos de color negro. Pensaba que iba a desmayarme allí mismo.

Deseaba hacerlo, de verdad.

André me ayudó a subir al coche y me sostuvo mientras le pedía al chófer que se diera prisa en salir de allí.

-Un… un dhampiro –gemí-. Estaba tan cerca de mí…

-Quizá debería disculparme por no haberte advertido que podría suceder –me interrumpió André con sinceridad-. Pero no sabía que pudiera venir. Ethan Cavill es muy esquivo y no suele dejarse ver mucho.

-¿Cuándo… cuándo pensabas decirme que podría toparme con alguno de ellos? –grazné.

André me estrechó la mano con fuerza y no la aparté. Aún estaba demasiado extasiada por aquel reencuentro tan desagradable. Ni siquiera le estaba prestando atención a lo que ocurría fuera del coche. En mi mente se había quedado grabado el rostro de aquel dhampiro y las advertencias que habían hecho André e Isobelle resonaban en mis oídos.

Ethan Cavill. Un dhampiro. Un dhampiro que me recordaba dolorosamente a aquel chiquillo asustadizo que había sido testigo mudo de la dureza de su padre contra mis hermanos…

Cerré los ojos con fuerza mientras respiraba entrecortadamente y notaba un molesto escozor que anunciaba la proximidad de las lágrimas.

-Si te sirve de consuelo –dijo la voz de André a mi lado-, esta noche lo has hecho muy bien. Estoy orgulloso de ti.

Si sus palabras habían tenido intención de hacerme sentir bien, no lo lograron.

-Quiero llegar a casa –soné como una niña pequeña, pero no me importó en absoluto.

El coche se detuvo y oí a André bajar del vehículo. Me había mantenido en la misma posición y ni siquiera había abierto los ojos, sentía todo mi cuerpo agarrotado, como si me hubieran atravesado el corazón con una estaca y se hubiera quedado ahí atascada; no me resistí cuando los fuertes brazos de André me rodearon y sacaron del coche en volandas. Me atreví incluso a esconder el rostro contra su pecho mientras él se dirigía hacia los ascensores; odiaba a André, pero no podía evitar sentirme agradecida de que me hubiera sacado de aquel sitio antes de que pudiera haber perdido el control.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron y escuché un gruñido al otro lado del pasillo acompañado de unas pisadas fuertes.

-¿Qué ha sucedido? –exigió saber una voz que pertenecía a Luka Hodges.

Nos pusimos en marcha.

-Tuvimos un pequeño encontronazo con un dhampiro –respondió al fin André.

-¿Quién? –preguntó Luka.

El pecho de André se contrajo al soltar un sonoro suspiro.

-Ethan Cavill.

Seguíamos avanzando y yo estaba deseando llegar a mi habitación para poder encerrarme de nuevo allí.

-Deberías haber sido más cuidadoso, Daskalov –dijo Luka con resentimiento-. ¿Qué hubiera sucedido de haberla descubierto?

-Él no sabe lo que somos –replicó André con altanería-. Y tampoco sabe que nosotros sabemos que es un dhampiro. Contamos con ventaja.

-¿La princesa…? –empezó Luka con un timbre de auténtica preocupación.

-Estaba muy alterada –respondió André-. Tuve que sacarla de allí antes de que pudiera lanzársele al cuello. Ahora, como es evidente, está agotada; lo único que necesita es descansar.

-Quizá debería quedarme haciendo guardia –se ofreció Luka.

-Hoy me quedaré yo con ella, Hodges –lo cortó André-. Soy su prometido. Forma parte de mi responsabilidad.

Me hubiera gustado debatirme y gritar que no quería estar cerca de él esta noche, pero estaba sin fuerzas. No quería que André pasara la noche conmigo, lo quería bien lejos de mi habitación, pero no podía siquiera ni abrir la boca.

Ni siquiera salió sonido alguno de mi boca cuando noté que André me depositaba con cuidado sobre la cama. Lo sucedido la noche que André se coló en aquella misma habitación y se burló de la pobre seguridad que había volvieron con fuerza a mi cabeza.

Abrí los ojos de golpe y busqué con la mirada a André, intentando mantenerlo bajo mi control.

La silueta de André estaba frente la cama, pero no era capaz de ver sus ojos. Tenía que tener cuidado con sus ojos, me recordé; ahí es donde estaba el verdadero peligro de aquel vampiro. Le observé con cautela mientras él se quitaba la chaqueta del traje y se desabotonaba parte de la camisa que llevaba debajo, quitándose después la corbata de color morado que había llevado aquella noche.

Tenía miedo de la cercanía de André. De su presencia allí.

Me encogí de puro terror cuando el cuerpo de André descendió hacia la cama y se quedó tumbado a mi lado.

-Estás despierta –murmuró.

Por supuesto que estaba despierta, el hecho de que André le hubiera asegurado a Luka que se quedaría conmigo toda la noche porque era mi prometido; hubiera preferido que se quedara el otro vampiro antes que André.

Me moví discretamente hacia el otro lado de la cama, poniendo toda la distancia que aquella cama permitía de André.

-No puedo… no puedo –tartamudeé-. Tú no… no…

Era incapaz de expresarme con claridad debido al miedo que me inspiraba André en mi habitación aquella noche. Sabía que debía superarlo, que él no podría hacerme nada porque respetaba la tradición y debía esperar hasta la noche de bodas; pero eso no le había impedido hacer otras cosas conmigo sin dejarme elección a negarme.

-Prometo portarme bien esta noche –me aseguró André, leyéndome el pensamiento-. Te estoy intentando convencer que soy un buen chico, ¿recuerdas? Me portaré como un caballero.

A pesar de su promesa, no me quedé más tranquila. En vez de ponerme a montar un espectáculo, fingí que lo creía y cerré los ojos; debía mostrarme tranquila y fingir que había empezado a confiar en él. Tras un buen rato fingiendo que, finalmente, me había quedado dormida, sentí que André también parecía haberse relajado tanto que él sí que se había quedado dormido.

Abrí los ojos y me quedé estudiando a André: se había puesto bocarriba y respiraba de manera regular, profunda. Me pregunté por qué motivo se había vuelto un hombre tan calculador y distante, centrado únicamente en conseguir sus objetivos sin importarle las consecuencias o posibles perjudicados. Era una criatura perversa y egocéntrica cuyo círculo de preocupación se extendía únicamente a su persona.

No podía imaginarme a un André bueno y generoso. Eran términos que no congeniaban con su persona.

Aquella iba a ser una noche muy larga para mí. No pensaba bajar la guardia teniendo a alguien como André durmiendo a mi lado. Aunque eso significara que no pudiera dormir por temor a que André no cumpliera con su palabra.

Mientras André descansaba a mi lado, ajeno y confiado, pensé en mi familia de nuevo. Pensé en esa vampira que André me había presentado, Isobelle, y en la extraña sensación de familiaridad que había tenido al verla y, más aún, al estrecharle la mano. Pensé en Ethan Cavill y en su terrorífico parecido con aquel dhampiro que nos había observado con lástima al ser consciente de cuál iba a ser nuestro destino.

En aquellos días había tenido demasiados reencuentros con personas de mi pasado y, ese en concreto, no era ni de lejos agradable. Nunca me habían interesado los dhampiros y nunca había preguntado respecto al tema, ya que era una niña y mis padres, o cualquier adulto al que le hiciera la pregunta, se enfadaría conmigo. ¿Podría ser que Ethan Cavill fuera aquel dhampiro al que le había gritado aquellas cosas tan horribles en aquella cámara de tortura?

André comenzó a removerse a mi lado y yo fingí que seguía durmiendo. Escuché cómo se deslizaba por su lado de la cama y un escalofrío me recorrió la espalda cuando las sospechas de lo que podría significar eso comenzaron a bombardearme la cabeza. Me aferré con fuerza a las sábanas y trate de taparme aún más con ellas; no me había quitado el vestido de anoche y me resultaba un tanto incómodo para poder seguir con aquella pantomima y hacerle creer a André que estaba durmiendo. Permanecí con los ojos cerrados mientras escuchaba a mi prometido vestirse de nuevo y salir de manera silenciosa de mi habitación.

Algo que me sorprendió: André había cumplido con su palabra.

Se había mantenido en su parte de la cama y no había intentado hacer nada conmigo. Salí de la cama de un brinco, ya que mis doncellas no iban a tardar mucho en venir a prepararme, y me quité a toda prisa el vestido negro, sustituyéndolo por uno de mis camisones.

Me quedé parada en medio de mi propia habitación. ¿André volvería? Esperaba que no, ya que mi cambio de atuendo podía darle alguna idea y no era partidaria de ello. Sabía que ese momento tendría que llegar, tarde o temprano, pero aún no me había hecho a la idea de que tendría que compartir con André más de lo que estaba dispuesta a darle.

De todas formas, para quedarme un poco más tranquila, decidí asomarme tímidamente al pasillo, intentando escuchar si se acercaba alguien; el rostro de Luka apareció al otro lado de la puerta y ambos soltamos un respingo.

Mis mejillas comenzaron a arderme como si tuviera brasas sobre ellas.

-Alteza –me saludó Luka, poniendo distancia entre ambos.

Me aferré con fuerza al marco de la puerta, tratando de mostrarme… normal. El hecho de que hubiera escuchado la conversación que habían mantenido André y él anoche, más el hecho de que André había dormido en mi propia habitación… ¿qué ideas prejuiciosas habían creado en la mente de Luka? Me mordí el interior de la mejilla para contener las ganas de ir a buscar a André y abofetearlo.

-Buenos días, Luka –respondí tras unos minutos en silencio-. ¿Has… has estado toda la noche aquí?

Ni siquiera sé que se me pasó por la cabeza para formularle aquella estúpida pregunta. Quizá debería haber optado por lo más importante: si sabía cuántos dhampiros había sueltos por Londres y si los tenían identificados.

Luka se irguió y su postura me recordó a mi padre.

-He estado de guardia toda la noche, princesa –respondió y me molestó soberanamente que usara aquel tono tan formal después de haberle casi suplicado que se quedara conmigo-. Cuando llegaste con el Conde… -hizo una pausa y sus comisuras se torcieron en un gesto despectivo- creí que era lo más correcto. Aunque, apenas unos minutos antes, he podido comprobar que no hacía falta siquiera aquí mi presencia puesto que tu prometido se ha encargado de ello.

La forma en que lo dijo, con un trasfondo cargado de decepción, me dolió profundamente. Me dolió que pensara que podía haber algo más que un simple compromiso entre André y yo. Y me dolió aún más que creyera que podía haber sucedido algo entre nosotros aquella noche y que, para su desgracia, no era la princesa y la mujer que él había creído.

Yo no era una mujer así. Luka debía saberlo si había estado vigilándome o viéndome en alguna ocasión en el castillo de Rumanía. Sabía dónde estaban los límites y sabía lo que sucedía si los transgredía.

No era tan estúpida para entregarme a un hombre de la forma en la que Luka se lo había imaginado. «Pero recordemos ese episodio con André, cuando aceptaste de buena gana casarte con él. Ni siquiera te resististe…», oí una vocecilla insidiosa al fondo de mi mente. ¿Sería cierto lo que había dicho André respecto a su persuasión? No. No podía creerlo.

No quería creerlo.

Crucé los brazos por delante de mi pecho y lo miré fijamente, esperando que comprendiera que no había sucedido nada. Que me creyera.

-Le dije que se fuera –le expliqué-. Pero él no quiso hacerme caso…

Luka alzó una mano, silenciándome de golpe.

-¿Y tú no pudiste hacer nada por evitarlo? –completó mi frase con un tono cargado de sarcasmo-. Alteza, creo…

-¡No pasó nada! –ahora fui yo quien lo cortó de golpe con mi salida de tono-. No quiero a André Daskalov y no lo quería en mi habitación bajo ningún motivo, pero él no me escuchó y decidió quedarse. Yo… yo… yo no soy ese tipo de mujeres, ¿sabes? -¿por qué le estaba diciendo todas aquellas cosas si, seguramente, ni siquiera le interesaran? Tenía la imperiosa necesidad de justificarme frente a él para que me creyera… ¿y algo más?

Luka soltó un suspiro de derrota y apoyó todo su cuerpo sobre la pared, frotándose la frente con insistencia.

-No creo que tengas que darme tantas explicaciones –me confesó en voz baja-. Simplemente soy… ¿qué soy? Un guardia más. Un vampiro que ha jurado proteger a la familia real. Mi única misión aquí es protegerte a ti y ahora también al Conde. Sois el futuro de la familia real.

De nuevo, sus palabras me hirieron profundamente. Sabía que me estaba comportando como una niñita enrabietada, pero estaba cansada de que todo el mundo que me rodeaba estuviera mangoneándome como si no tuviera idea de nada. Pensaba que había encontrado en Luka un amigo; alguien que me veía como realmente era. No una princesa, ni una vampira: sino como una persona.

Pero estaba equivocada. Lo único que Luka veía en mí era a un miembro de la familia real. Alguien con quien no debía mezclarse más de lo necesario.

Tenía ganas de llorar allí mismo. Pero me contuve.

Me erguí y coloqué bien los hombros mientras mi cara se convertía en una máscara de pura indiferencia.

-Creí haber encontrado un amigo en ti, alguien que comprendía por lo que estaba pasando –comencé y sus ojos verdes se oscurecieron-, pero creo que confié demasiado en mis ilusiones y que no vi la realidad. Quizá el aviso que me dio André sobre en quién debía confiar iba de verdad…

Durante el tiempo que había estado hablando, sacando parte de lo que me consumía por dentro, mantuve la vista clavada en sus ojos y, al terminar, Luka los desvió, incapaz de sostenerme la mirada por mucho más tiempo.

-Yo estuve allí –replicó-. Por supuesto que te entiendo, princesa, pero debes entender que mi papel es pasajero. El del Conde, por el contrario, no. En él puedes encontrar todo lo que buscas: un amigo, un confidente, un…

Sacudí la cabeza, apesadumbrada de los intentos de Luka de hacerme entender que André era la persona que yo buscaba en él. Lo que el vampiro no sabía eran las malas artes que había usado André para que nos comprometiéramos y la clara amenaza que me había hecho después, tras contarme cómo lo había conseguido. Si le contaba aquella verdad que me había prometido mantener en secreto para hacer perdurar el acuerdo a Luka, ¿me creería o me tacharía de embaucadora?

No tenía forma de descubrirlo si no era diciéndoselo en aquel preciso momento.

-Es un mentiroso –declaré y Luka abrió los ojos de par en par-. Cuando Vladimir le pidió ayuda, pocos días después de mi despertar, se presentó aquí con falsas modestias y, esa misma noche, se coló en mi habitación –mis mejillas, en aquel punto, parecían arderme de nuevo de la vergüenza-. Me persuadió y… y… me obligó a comprometerme con él. Dijo que, de romper el compromiso, me derrocaría… me haría perder lo poco que poseo. ¿Cómo puedes pensar que pueda sentir algo hacia ese… ese monstruo? –le espeté con más fiereza de la deseada.

Me sequé con furia una huidiza lágrima que corría por mi mejilla y mantuve una postura firme, a pesar de mis irrefrenables deseos de encerrarme de nuevo en mi habitación, aguardando a la reacción de Luka.

Era un movimiento peligroso el que acababa de dar. ¿Y si Luka decidía ir contando por ahí lo que le había confesado? ¿Y si llegaba a oídos de André? Todo nuestro compromiso y trato se derrumbaría como un castillo de naipes y el Conde me lo arrebataría todo. Perdería lo último que me había dejado mi familia… ¿y qué sería de mí? Me despojaría del sitio que me correspondía y podría usarme a su merced. Y sería peor que lo que aquel dhampiro hizo con Irina, de eso estaba segura.

Quizá había cavado mi propia tumba, después de todo.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de contener el llanto.

Los fuertes brazos de Luka me rodearon y mi rostro chocó con suavidad contra su pecho cuando el vampiro salvó la distancia que nos separaba para abrazarme. El simple gesto me provocó más ganas de llorar; hacía muchísimo tiempo que nadie me abrazaba y, aunque fuera una nimiedad, lo echaba en falta. Igual que echaba en falta a toda mi familia y echaba de menos los buenos ratos que pasaba junto a ellos. Quería volver a esconderme en el jardín junto a mis hermanos mientras jugábamos al escondite con Mihaela; quería colarme en la biblioteca de mi padre junto a mi hermano Miklós para buscar libros prohibidos.

Simplemente quería recuperar mi antigua vida.

Había ido acumulando todos aquellos malos momentos y angustia sin dejarla salir y, al final, se había desbordado.

Se me escapó un sollozo y Luka me estrechó con más fuerza. Rememoré cómo había irrumpido en aquella cámara de tortura y cómo había echado correr hacia mí mientras yo seguía observando el cuerpo arder de mi hermana pequeña. Luka me había tendido una mano y yo había dudado unos segundos antes de aceptarla. El viaje de regreso al castillo era borroso debido al estado en el que me encontraba, pero sí recordaba con claridad que había sido él el único que se había quedado conmigo en mi antigua habitación mientras el resto había salido a buscar ayuda.

Luka era todo lo opuesto a lo que era André.

-Perdóname –se disculpó el vampiro-. No sabía por todo lo que estás pasando… Todo el mundo creímos que vuestro compromiso era…

-Me obligó –murmuré, con un escalofrío, y Luka se calló-. No he querido decírselo a nadie porque… porque tengo miedo de lo que pueda hacerme. No quiero perder el reino pero no puedo negarme a casarme con él. André tiene poder y dinero. Puede influir en la gente…

-Podrás con ello, princesa –me aseguró Luka y deseé que me hubiera llamado por mi nombre-. Si el Conde intenta hacer algún movimiento en falso… Caeremos sobre él. Creo que ya puedo entender por qué busca la desaparición de la Orden del Dragón.

-Quiere controlarlo todo –musité, aún con el rostro pegado al pecho de él-. Está ávido de poder y no parará hasta que lo consiga.

-Nadie te quitará lo que te pertenece –me prometió Luka con decisión-. El Conde podrá intentarlo, pero lo refrenaremos si es preciso. No conseguirá su objetivo.

»Yo estaré contigo. Te lo prometo.

Aquella mañana dispensé a mis doncellas de ayudarme. Me arreglé yo sola porque no quería que nadie pudiera ver el estado tan deplorable en el que me encontraba; tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar contra el pecho de Luka, cuya camisa quedó completamente empapada, y, como colofón final, las profundas ojeras que marcaban el contorno. Tenía la pinta de una pobre desequilibrada y sabía que, de haberme visto así mis doncellas, el rumor de que algo pasaba con la princesa se extendería por todo el edificio y entonces vendrían las preguntas. Y no solamente por parte de André.

No había visto en dos días a Anya y me estaba preocupando terriblemente por ella.

Terminé de vestirme y salí de mi habitación dispuesta a encontrarla. Me topé con Luka al torcer en el pasillo y él me dirigió una sonrisa vacilante; aún no había terminado de creerme que le hubiera contado el motivo por el cual acepté la proposición de André y, más aún, que me hubiera creído.

Me acompañó mientras recorría casi todo el edificio, buscando a Anya, sin decir ni una palabra. La actividad parecía haber aumentado considerablemente, ya que veía a más vampiros recorrer los pasillos y sus uniformes los delataban como miembros de la Orden del Dragón (ropa de color granate y el blasón del dragón sobre el pecho) y como miembros de la guardia personal de André (trajes oscuros y aspecto de guardaespaldas con muy mal genio).

Justo cuando iba a entrar en el despacho que pertenecía a Vladimir, dispuesta a exigirle que me dijera dónde estaba Anya, una voz femenina me llamó desde el otro lado del pasillo.

-¡Alteza, por fin os encuentro!

Compuse mi mejor sonrisa y entrelacé mis manos por delante mientras esperaba a que Victoria nos alcanzara. Luka se irguió a mi lado y la vampira le dedicó un estudio exhaustivo antes de mirarme de nuevo.

-Victoria –la saludé con educación.

La vampira me dedicó una reverencia antes de alisarse la falda. No entendía cómo era posible que pudiera salir a la calle con aquel modelo victoriano, pero ella parecía encontrarse bastante cómoda con aquel aspecto y yo tampoco era nadie para exigirle que cambiara su forma de vestir.

-Lamento terriblemente no haber acudido ayer a nuestra cita, pero otros asuntos me entretuvieron –se disculpó y sus pálidas mejillas se tiñeron de un leve rubor.

A mi lado, Luka desvió la mirada hacia un grupo de guardias que pasaban a nuestro lado justo en ese momento y se entretuvo en saludarlos. Era su forma de darnos un poco de intimidad.

-No importa –respondí-. Creo que lo hice bastante bien, dadas las circunstancias.

Le di un doble mensaje con eso: que quizá no necesitara su ayuda tanto como ella y André estaban cansados de repetirme. Había tenido buenos profesores en el pasado y sus lecciones las recordaba con facilidad. No había me habían instruido en el arte de la política y las leyes, puesto que el trono no iba a ser para mí, pero suponía que no tendría que ser tan difícil.

Quizá incluso Anya pudiera ayudarme.

No quería tener a esa vampira cerca de mí porque, sospechaba, que, aparte de darme lecciones de lo más variopintas, informaba a André de todos mis movimientos. Mi prometido quería tenerme lo más controlada posible.

-El Conde ya me ha informado de ello, Alteza –me aseguró con docilidad-. Y me ha pedido que os busque para que os acompañe a desayunar; todos están esperándola.

Seguimos en silencio a Victoria y, cuando alcanzamos las puertas que conducían al comedor, Luka se despidió de nosotras rápidamente para desaparecer por otro de los pasillos. Victoria me sostuvo la puerta para que pudiera pasar yo primero; en aquella ocasión, André me observó desde su asiento y me señaló con la cabeza el hueco vacío que había a su lado.

Victoria se sentó frente a él.

El resto de comensales, que habían estado en todo momento en silencio, comenzaron a hablar entre ellos mientras yo observaba a Victoria, que estaba bastante absorta en su plato. Sin embargo, dudando entre si hablar con Victoria o no, capté un fragmento de la conversación que mantenían un par de vampiros que debían ser conocidos de André con el propio André:

-No han tardado ni un día en demostrar que siguen ahí fuera deseando acabar con nosotros. El asesinato de ese vampiro solamente ha sido el inicio.

André carraspeó al descubrirme espiando conversaciones ajenas y yo le dediqué una mirada con un mensaje claro: «Tengo derecho a saberlo».

-Creo que es momento de hacerle a la princesa un pequeño resumen de las novedades con las que hemos amanecido –comentó.

Los vampiros clavaron todos sus miradas en mi rostro y, en aquella ocasión, no sentí nervios algunos. Era la futura soberana de todos ellos y, por ende, debía mostrarme como la reina que iba a ser. Como lo había sido antes mi madre.

Quería ser como ella.

André, a mi lado, parecía estar saboreando la pequeña victoria de estar al tanto de lo que sucedía allí fuera antes que yo misma, que era la más interesada en saberlo.

-Los dhampiros han decidido atacarnos, princesa –me desveló André casi con un ronroneo-. Esta misma mañana han descubierto los cadáveres de un par de nobles en sus respectivas casas. Además, nos han dejado un mensaje de aviso con su sangre.

La garganta se me cerró y no emití sonido alguno. No me sorprendía la brutalidad con la que habían actuado aquellas criaturas y lamentaba profundamente la pérdida de aquellas dos personas inocentes que habían muerto a manos de los dhampiros; André no necesitaba desvelarme el contenido del mensaje que habían dejado porque podía imaginármelo perfectamente: «Sabemos que estás viva. Vamos a por ti. Nadie podrá salvarte esta vez».

Me aferré a mis rodillas por debajo de la mesa mientras recordaba de nuevo cómo habían sido asesinados todos los miembros de mi familia. Recordaba perfectamente la amenaza velada de aquel dhampiro tan brusco que había violado a mi hermana delante de todos nosotros.

-Debemos acabar con los dhampiros –sentencié-. No podemos permitir que se crean superiores a nosotros. Nos cazan como si fuéramos animales y nos asesinan a sangre fría; se creen que somos unos asesinos, pero están muy equivocados: nosotros no matamos, ellos sí. Nosotros nos alimentamos de los humanos, sí, pero los dejamos con vida.

»Perseguimos y castigamos duramente a aquellos vampiros que matan por alimentarse. Somos seres más civilizados que esos dhampiros. Debemos demostrarles nuestra superioridad. Tenemos que acabar con ellos.

-Pero andamos faltos de personas, Alteza –intervino el vampiro que había visto ayer al lado de Victoria y que hoy ocupaba un sitio separado de ella-. Los dhampiros se reproducen con… rapidez.

-Debemos actuar –insistí.

-Podríamos convertir humanos –propuso un vampiro que parecía rondar la cuarentena y que tenía el pelo completamente negro y cuyos ojos marrones estudiaban mi rostro con atención-. Así conseguiríamos más efectivos para enfrentarnos a los dhampiros.

Fruncí el ceño ante la proposición de aquel siniestro vampiro que parecía estar ansioso por asesinar humanos para unirlos a nuestra causa. En nuestro mundo existían dos tipos de vampiros: los vampiros originales, que éramos bastante similares a los humanos a excepción de que teníamos que beber sangre humana para que pudiéramos mantenernos fuertes y que no envejecíamos a no ser que dejáramos de tomar sangre humana; los vampiros convertidos, que eran las personas que eran mordidas y contaminadas con la ponzoña de nuestros dientes, eran algo diferentes a nosotros: su piel era mucho más pálida que la nuestra, solamente podían alimentarse de sangre humana, no podían reproducirse y, además, eran más difíciles de controlar cuando tenía lugar la conversión. Sus sentimientos y emociones se magnificaban hasta volverlos auténticas bombas de relojería que necesitaban de varios vampiros experimentados para poder tenerlos bajo control.

-Ya sabemos cómo son los conversos –replicó desdeñosamente André-. Son muy complicados de tratar y tardaríamos meses en poder darles el suficiente entrenamiento para poder hacer frente a los vampiros.

-Pero podríamos dejarles a merced de los dhampiros como una distracción –intervino el mismo vampiro que había propuesto crear más vampiros-. Dejemos que maten a los conversos que consigamos reclutar, distrayéndolos y permitiéndonos poder atacarlos por la espalda.

Miré al vampiro tan siniestro con atención. No lo conocía de nada pero tenía bastante claro que había que tener mucho cuidado con él; sus ojos marrones brillaban como estrellas con la simple idea de convertir a humanos, de obligarlos a convertirse en algo que, de conocer todos los riesgos e impedimentos que conllevaban, no lo aceptarían en absoluto.

Era un ser retorcido y oscuro, como André, que buscaba desesperadamente llevar a su terreno el asunto. Estaba ávido de sangre humana y estaba deseando desangrar a inocentes para reclutarlos en una guerra que no era la suya. Una guerra a la que no pertenecían. De la que no tenían que formar parte.

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