Epílogo.

Dejé que Lukas cargara con nuestro equipaje tras una breve discusión en la recepción del hotel que arrancó una risita a la recepcionista que, a su vez, hizo la pregunta de rigor: «¿Recién casados?». Aquel viaje había sido un regalo que me había hecho Luka por pura cabezonería, ya que creía firmemente que necesitábamos disfrutar de nuestra luna de miel y que yo debía tomarme un breve respiro de mis obligaciones.

A pesar de haberme convertido en la soberana más joven, lo cierto es que estaba haciendo bastante bien mi papel. Aún había vampiros y dhampiros que no respetaban la tregua a la que habíamos llegado Ethan y yo para mantener la paz entre ambas razas para preservarnos en un futuro; los vampiros aún seguíamos bastante tocados después de la larga guerra que había tenido lugar entre nosotros.

Sin embargo, no iba a permitir que aquellos pensamientos turbios estropearan por completo aquel momento. Abrí con la tarjeta magnética la puerta que conducía a nuestra habitación y se me escapó un gritito al comprobar lo grande y lujosa que era; a mi espalda escuché a Luka tratando de disimular con una tos la carcajada al ver mi reacción.

Lo miré con el ceño fruncido, tratando de parecer enfadada.

-¿Qué se supone que es esto? –le exigí saber.

Luka se encogió de hombros, dejando todas nuestras maletas en la entrada de la habitación para poder acercarse hasta donde estaba yo, aún absorta con todo aquel lujo que me rodeaba.

-Es parte de mi sorpresa –respondió, rodeándome entre sus brazos.

Antes, cuando estaba casada con André, siempre había creído que el matrimonio era algo horrible y que, si alguna vez terminaba, no volvería a pensar en ello. Odiaba cada segundo que pasaba en su compañía y me odiaba a mí misma por haber sido tan débil, por no haber podido detenerlo a tiempo.

Sin embargo, con Luka, todo era distinto. Y todo ello era así porque aquella había sido mi elección; porque yo había elegido a Luka para compartir el resto de mi vida. Mientras que André siempre se había mostrado como alguien dañino, Luka era todo lo contrario. En cierto modo mi nuevo matrimonio me recordaba al que habían mantenido mis padres.

Me giré entre sus brazos y lo miré fijamente, manteniendo aún mi actitud de fingido enfado.

-¿Debo esperarme algo más? –le pregunté con una media sonrisa-. Es mejor que confieses ahora…

Luka inclinó su rostro hasta dejarlo a una poca distancia del mío. Sin duda alguna se estaba burlando de mí y estaba disfrutando de todo aquello. Al igual que yo, a decir verdad.

-¿Si no lo hago me castigarás? –me respondió con otra pregunta.

Mi sonrisa se hizo mucho más amplia.

-Soy la reina de los vampiros –repuse, con suavidad-. Puedo hacerlo.

Se me escapó un chillido cuando los brazos de Luka rodearon mis rodillas y me alzó en volandas, apoyándome sobre su hombro mientras avanzaba hacia la zona del dormitorio. Escuché la risa burlona de Luka y le golpeé en la espalda mientras me unía a sus risas.

-¡Bájame! –chillé, pataleando y disfrutando como si fuera una niña pequeña.

Mi cuerpo cayó con suavidad sobre el colchón de la cama y Luka se apoyó sobre él, quedándose encima de mí. Sus ojos verdes parecían haberse vuelto más oscuros y su respiración se había agitado.

No pude evitar recordar lo mucho que me había costado reparar lo nuestro. Desde que había intercedido por él cuando lo habían declarado culpable por traición, él parecía haberse cerrado en sí; me esquivaba deliberadamente y tuve miedo de que volviera a Estados Unidos, alejándose de mí para siempre. Nos habíamos hecho daño mutuamente y ¿qué le retenía en Londres? Solamente más sufrimiento y dolor. Estaba segura de que aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara para huir y regresar a su verdadero hogar. Sin embargo, gracias a Anya, había descubierto que había decidido quedarse en Londres durante un tiempo indefinido, lo que tomé como una señal para poder arreglar la situación.

Tras varios meses intercalando mi nuevo papel como reina de todos los vampiros y tratando de acercarme más a Luka, al final habíamos conseguido perdonarnos mutuamente. Y ahí estaba el resultado: una bonita alianza que había sustituido a la anterior.

Acaricié la mejilla de Luka con suavidad mientras notaba un cosquilleo en el vientre. Habíamos pasado por mucho, pero habíamos logrado llegar hasta allí. Había pasado de ser una tímida y moldeable muchacha que se había visto obligada a permanecer apartada de algo que, básicamente, era mío a una mujer que había madurado de golpe y había hecho frente a multitud de situaciones y decisiones demasiado duras para alguien de mi edad.

Mientras que con André me había sentido como una inútil, teniendo que actuar a espaldas de él, ahora que no estaba había recuperado mi autoridad y poder con el que estaba más que legitimada para actuar conforme yo quería. Mi primera boda había sido resultado de las decisiones de André y su familia, siendo yo un simple objeto con un bonito vestido de novia que solamente tenía que asentir y afirmar; ésta, la que realmente me importaba y la única que valía para mí, había sido una mezcla de ideas entre Anya y yo. Me había divertido profundamente ultimando detalles y preparándolo todo, sintiéndome como una adolescente.

-Nunca he tenido una auténtica luna de miel –confesé en un susurro, notando cómo mis mejillas se encendían levemente.

André había decidido que nos quedáramos en la mansión, haciendo de mí lo que quería y yéndose después a las camas de otras mujeres.

Los ojos de Luka se estrecharon antes de esbozar una sonrisa tranquilizadora. Había adivinado por dónde habían ido mis pensamientos.

-Ha llegado un mes tarde, pero aquí está –respondió con suavidad.

Entrelacé mis manos por su nuca y me acerqué a él. Aquello le arrancó una risita.

-¿Quieres que pasemos directamente a eso o quieres conocer un poco la ciudad? –preguntó.

Fingí que me lo pensaba y puse un mohín.

-Siempre he querido conocer París –contesté y Luka se apartó de mí riendo.

Era cierto que, antes de que Delphina comenzara a odiarme con tanta fuerza, había conseguido con sus historias que deseara ir a visitar aquella mágica ciudad. André me había prometido que iríamos en alguna ocasión, olvidándose demasiado pronto de aquella promesa. Luka, sin embargo, lo había planeado todo a mis espaldas, atento al mínimo detalle.

No podían ser más diferentes.

Nos levantamos de la cama y nos dirigimos de nuevo a la puerta. La noche había caído sobre la ciudad y, lo cierto, es que me moría de hambre; cogí de la mano a Luka mientras avanzábamos por el vestíbulo del hotel y recibíamos por parte de la recepcionista una sonrisa cómplice.

Salimos a las frías calles de París y mi corazón comenzó a latir con fuerza. Había sido la primera vez que había salido del país consciente y estaba emocionada por conocer más a fondo la ciudad; Luka paró un taxi con un simple gesto y me invitó a que subiera primero, sujetándome la puerta. Habló con el taxista en un impoluto francés, llegando a bromear en un par de ocasiones, y le dictó la dirección.

Cuando el taxi frenó delante de la puerta del restaurante, me quedé muda. La fachada era sencilla y podía leerse en un cartel «L’Arôme»; le dirigí una mirada escéptica a Luka mientras él le pagaba al taxista. Después, cogiéndome de nuevo de la mano, tiró de mí para que entráramos allí.

-Espero que sea de tu agrado –susurró a mi oído, provocándome un escalofrío.

André también había pronunciado aquellas mismas palabras cuando me había mostrado una ostentosa gargantilla, pero en su tono no percibí emoción alguna. En cambio, Luka parecía estar igual de emocionado como yo.

El hecho de haber conseguido superar las adversidades y logrado estar juntos, además de permitirnos un pequeño descanso, habían relajado nuestros ánimos. Aquella continua sensación de estar en peligro y estar en constante vigilia había desaparecido, permitiéndome disfrutar de la vida sin muchas preocupaciones.

Me había permitido, en cierto modo, comportarme como alguien acorde a mi edad… humana. El tiempo había pasado también para mí y en aquel casi año completo había logrado madurar físicamente; ya no parecía una niña de dieciséis años, sino la de una joven de diecinueve años. Luka, por el contrario, se encontraba igual que siempre.

Le di un apretón y sonreí con ganas.

Luka se encargó de hablar con el maître, que nos condujo hacia una mesita para dos situada al fondo del restaurante y nos tendió dos cartas forradas en terciopelo rojo. Mi marido pidió la bebida y, cuando el hombre se marchó, me guiñó un ojo.

Bajé la mirada a la carta y fruncí el ceño al ver que estaba escrita en su mayoría en francés. Espié a Luka por encima de mi carta y vi que me estaba mirando fijamente, mordiéndose el interior de la mejilla.

-Está casi todo en francés –musité y no pude contener una risita nerviosa.

Mi marido dejó su carta a un lado, con una sonrisa de satisfacción, y me tradujo diligentemente toda la carta, acariciándome el interior de la muñeca mientras lo hacía. André nunca había tenido ningún gesto así conmigo… a no ser que estuviéramos rodeados de gente, en cuyo caso lo hacía para demostrar su posesión sobre mí, como si fuera un simple objeto.

Con Luka me sentía valorada como persona.

El hombre vino de nuevo, con una botella de champán y la dejó al lado de mi marido mientras nos miraba a ambos, esperando pacientemente a que le dijéramos lo que íbamos a cenar. Luka fue el primero en escoger y, cuando llegó mi turno, me demoré unos instantes, repitiéndome en mi cabeza todo lo que había dicho Luka respecto a la carta.

Una vez hube terminado, recogió nuestras cartas y se marchó de nuevo. Luka volvió a sonreírme y me tendió una mano por encima de la mesa; la estreché con fuerza y me quedé observando lo que sucedía en la calle.

-No puedo creerme que estemos aquí –suspiré, pensativa-. Hace apenas unos meses… lo veía todo tan mal…

Ahora fue él quien me estrechó la mano con fuerza. Después de despertar de la hibernación, mi vida se había convertido en una vorágine en la que ni siquiera podía opinar o elegir; había sufrido mucho y, en un punto, incluso había llegado a creer firmemente que no iba a lograr salir.

Pero parecía que la vida me había vuelto a sonreír y que me estaba dando una oportunidad para poder ser feliz.

-Tienes que concentrarte ahora en el presente –me aconsejó Luka, frunciendo el ceño-. Concéntrate en lo que has conseguido. Lo lograste, Zsóka. Tu familia estaría muy orgullosa de ti.

Forcé una sonrisa, pero mis pensamientos se removieron de nuevo. Le había pedido a Vladimir que me contara qué había sido de los cuerpos de mi familia y el vampiro me confesó que, debido a las prisas por huir del país conmigo, los habían enterrado en el bosque que había al lado del castillo.

Tumbas sin nombre.

Ahora que había conseguido matar a Isobelle y vengar así a todos ellos, me sentía más en paz con respecto al tema. Me había prometido a mí misma ir de nuevo a Rumanía para visitar sus tumbas, pero aún no había reunido el valor suficiente para pedírselo a Luka. Aquel lugar tampoco le traía buenos recuerdos a él.

Sin embargo, y a pesar de tener los ataúdes de Miklós, André y Delphina bajo custodia, en una de las habitaciones acorazadas que había mandado remodelar, no había podido dormir tranquila. Por las noches me asolaban las pesadillas, en las que conseguían despertarse de la hibernación y venían a por mí; por mucho que trataba de huir, siempre lograban alcanzarme y hundirme una estaca en lo más profundo de mi corazón, devolviéndome el golpe.

Era más que obvio que no había hablado a nadie de las pesadillas y me avergonzaba tener que reconocer que tenía mucho miedo de que aquellos sueños se hicieran realidad. Y aún más en mi estado.

Me obligué a echarme a reír ante una broma que había hecho Luka con respecto a lo diferente que era la gastronomía entre Inglaterra y Francia y nos trajeron la comida, dándonos una oportunidad de reflexionar en silencio. Sin embargo, quería disfrutar de todo aquello sin que nada pudiera hundírmelo; ambos, tanto Luka como yo, habíamos trabajo muy duro para poder llegar hasta aquí. Empecé a cortar lentamente el trozo de carne que me había pedido casi crudo y estudié a Luka en silencio, concentrándome en cada uno de sus rasgos, como si quisiera grabármelos a fuego en la mente.

Lo que sentía hacia Luka, esos sentimientos tan fuertes que me empujaban hacia él, era demasiado nuevo para mí. Nunca antes había conseguido enamorarme y no tenía un margen de error o experiencia con la que poder comparar; Anya se había burlado de mí, diciendo que era afortunada por haber encontrado mi primer amor y haber conseguido que fuera el único.

Para el resto de vampiros que habían creído fervientemente que estaba enamorada de André, mi segundo matrimonio había sido un acto mucho más cuidado y mucho más lento en el que había podido consolidar mis sentimientos. Muchos de ellos creían que era por miedo o por no haber logrado superar aún la pérdida de André.

Todos ellos se equivocaban.

No había querido precipitarme, quería estar segura de haber tomado una decisión correcta. Y lo había sido.

Animada de nuevo por la conversación que estábamos manteniendo sobre lo que íbamos a hacer en aquellos días que habíamos escogido para tener nuestra propia luna de miel. Tras habernos prometido, el carácter de Luka había cambiado por completo; sin traiciones de por medio ni vampiras legendarias que pretendían asesinarme para ocupar mi trono, Luka se mostraba como alguien mucho más alegre y divertido. Había dejado a cargo de la Orden del Dragón a Thomas, mientras que él se encargaba de ayudarme diligentemente con la toma de decisiones.

Además, teníamos nuestra vida pública. André siempre había sido un personaje influyente dentro de la sociedad humana y, al morir, había ocupado yo ese lugar; las empresas de André habían pasado a ser mías y Luka había accedido a fusionar las que tenía él con las que había conseguido. Acudía junto a Luka a todas aquellas invitaciones y era consciente de todas las miradas que suscitaba mi presencia junto a él; muchos de aquellos humanos veían con malos ojos que me hubiera vuelto a casar un par de meses después del fallecimiento de André, pero otros parecían conmovidos por ello y me felicitaban al acercarse a mí.

A pesar de ello, disfrutaba de aquellas fiestas en las que Luka había logrado hacerse un hueco gracias a ese carácter tan abierto que había mantenido escondido durante aquel tiempo atrás.

Terminamos de cenar y salimos del restaurante; Luka se encargó de conseguirnos otro taxi que consiguiera llevarnos de vuelta al hotel. Nada más cruzar las puertas, la recepcionista compuso su mejor sonrisa y, mientras nos entregaba la llave, nos deseó buenas noches. En la zona de los ascensores, esperando a que bajara alguno, me giré hacia Luka y le dije:

-¿No le dolerá la boca de tanto sonreír?

Luka se echó a reír.

-Es parte de su trabajo.

Ya en el pasillo, Luka pasó la tarjeta por la ranura de la puerta y me invitó con un gesto a que entrara yo primero; avancé lentamente hacia el pequeño saloncito de la habitación y me quedé mirando el paisaje que se vislumbraba desde las ventanas. Escuché a Luka moverse detrás de mí y noté su aliento en mi cuello, antes de depositar ahí un pequeño y tierno beso.

-Lamento haber retrasado la luna de miel –se disculpó, con los labios pegados contra mi piel.

-Espero que la espera valga la pena –bromeé-. Pero, ¿en estos casos el novio no tiene que llevar en brazos a la novia?

Luka volvió a besarme antes de cogerme en volandas entre sus brazos y conducirnos hacia el dormitorio. Nada más dejarme sobre el colchón pegó su cuerpo al mío y comenzó a besarme con suavidad. Gemí contra sus labios y metí mis manos por debajo de la camisa que llevaba, acariciando sus duros músculos.

Era increíble cómo nuestros cuerpos encajaban de aquella manera y de lo mucho que había estado esperando aquel momento. Era cierto que no era la primera vez que nos acostábamos juntos pero, en cierto modo, había anhelado muchísimo tener una auténtica luna de miel.

Las manos de Luka acariciaron todo el contorno de mi cuerpo y se detuvieron en el broche del vestido. Su respiración se había acelerado, al igual que la mía, y sus ojos ardían como brasas, consumiéndome en una espiral de deseo; empecé a desabrocharle los botones y, al ver que era demasiado torpe, los arranqué de golpe.

Luka se separó de mí y enarcó una ceja.

-Esa camisa me gustaba.

Le sonreí, coqueta.

-Te compraré diez si tanto te gustaba pero, ahora, bésame.

Me devolvió la sonrisa y bajó de nuevo la cabeza para seguir besándome; paseó sus labios por el contorno de los míos y continuó hacia la barbilla, pasando de ahí hacia mi garganta hasta el valle que había entre mis pechos. Sus manos se aferraron a la tela del vestido que llevaba antes de arrancármelo de golpe, tal y como había hecho yo con su camisa; gimoteé al ver destrozada aquella prenda de ropa que había terminado por convertirse en uno de mis vestidos favoritos y Luka me silenció cubriendo mi boca con la suya.

Apreté mis muslos contra su cadera y arqueé la espalda, pidiéndole más. Luka me arrastró consigo hacia el centro de la cama mientras se deshacía en el camino de mi ropa interior; le mordí el labio inferior, provocándolo, y él gimió, bajando sus manos hacia mi vientre. Mis manos buscaron a tientas el borde de sus pantalones y calzoncillos, Luka me ayudó a quitárselos, tirándolos por encima de su hombro sin importarle lo más mínimo dónde pudieran caer.

Mi corazón iba a mil por hora y mi respiración se había descontrolado. Aquello no era nada nuevo para mí, pero cada vez que estaba con Luka… era muy diferente a cuando lo hacía con André; con él sí podía sentir que había un sentimiento más profundo que el deseo.

Luka me hacía sentir amada.

Jadeé con fuerza cuando Luka alcanzó mi zona íntima y comenzó a acariciarla con cuidado, trazando círculos mientras me mordisqueaba el cuello. Volví a arquear la espalda, apretando los dientes con fuerza y aferrando las sábanas de la cama; se me escapó un gemido ahogado cuando noté a Luka deslizándose en mi interior lentamente.

Le acaricié la espalda, repasando los músculos que se le marcaban mientras él comenzaba a moverse dentro de mí, apoyando todo su peso en los antebrazos que había colocado a cada lado de mi cabeza. Después, besé su mandíbula, que estaba tensa, mientras notaba cómo nuestros cuerpos se cubrían por una fina capa de sudor.

En aquella ocasión no me reprimí ni me sentí culpable por sentir lo que Luka me hacía sentir.

Luka depositó un beso en mi sien mientras nos arropaba a ambos bajo las mantas. Me di la vuelta hasta quedar cara a cara con él; le aparté con cuidado los mechones de cabello que se le habían quedado pegados a la frente por el sudor y cogí aire. Había esperado mucho tiempo hasta estar segura de ello y no sabía cómo se lo podía tomar Luka aquel secretismo por mi parte.

-Estoy embarazada –le confesé en un susurro.

Luka me estrechó más contra él mientras sus ojos se abrían mucho, cogido por la sorpresa.

-¿Estás segura? –preguntó en voz baja.

Asentí varias veces.

No habíamos hablado del tema en profundidad porque aún no había recuperado las fuerzas suficientes después de mi aborto. Sin embargo, en el fondo y recordando las palabras que me había dicho cuando le había preguntado si había escuchado mi conversación con André tras haberle confesado toda la verdad con respecto a cómo se produjo, sabía que Luka quería tener hijos. No de manera tan repentina, pero sí en un futuro.

-Es un niño –continué, respondiendo a las preguntas que no había llegado a pronunciar en voz alta-. Y estoy de dos meses. Anya me acompañó a hacerme las pruebas y… y todo está bien –se me quebró la voz-. Vamos a ser padres, Luka.

Él me besó de nuevo y en sus ojos verdes pude comprobar la emoción contenida por el nacimiento del futuro bebé. De nuestro bebé.

Me sentía emocionada y asustada a la vez. En esta ocasión estaba segura de seguir adelante porque sabía perfectamente que Luka sería un buen padre para ese bebé; lo que no significaba que me hubiera olvidado por completo del que me había obligado a perder; él siempre estaría presente todos los días de mi vida en mis pensamientos. Quería tomarme aquel embarazo como una señal de que podía empezar a perdonarme a mí misma por lo que había hecho.

Esta vez todo sería diferente.

Tenía que serlo.

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De nuevo pido disculpas por haber tardado más de lo esperado en subir el epílogo... ¡Gracias por todos los votos y comentarios que he ido recibiendo de vosotros conforme trascurría la historia, aunque no los he respondido todos, quiero que sepáis que los he leído y, gracias a ellos, he podido cambiar algunas cosillas de la historia como, por ejemplo, el epílogo!

Respecto a hacer una segunda parte de la historia... Bueno, ciertamente tenía pensado que fuera un único libro... Pero dejaré la puerta abierta en un futuro por si acaso decido continuarla. Gracias de nuevo a todos vosotros por ser tan constantes y por haber acogido tan bien la historia <'3

Pd: el nombre del bebé es Nicolae ;)

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