Capítulo XXXVII
Se me hizo muy tarde TwT, ¿me perdonan?
.
[Un día antes de la boda]
—Mi señorito Meliodas. — el hombre de cabellos verdes apareció en su ambiente silencioso. —Hay algo importante que recordarle. — el aludido gruño en bajo; detestaba la actitud de su tutor. Diferente a lo que era Cusack con Zel, este lo alababa por el simple hecho de ser el mayor. Odiaba la idolatría por sordidez.
—¿Qué sucede Chandler? — esté le entregó el portafolio que contenía una documentación conocida. Aquel que fue el inicio de su repentina y forzada relación con la platinada que tendría como esposa.
—El contrato expiró. Debe formalizar ahora con la chiquilla esa. — el rubio arqueó la ceja a la vez que analizaba el dicho contrato.
—¿Formalizar?
—Ya sabe. Discutir lo que conlleva el contrato dentro y fuera del mismo, así como los contratos prematrimoniales. ¿No le ha mencionado que tiene obligaciones una vez que usted tome el cargo de su padre? — este negó. Olvidó por completo esos términos legales, aunque ya no había oposición alguna, ella tenía que acceder. —Tiene que hacerlo, tiene que prepararse y por lo visto, la actitud berrinchuda de esa jovencita no ha mejorado.
—¿Ella está aquí? — el contrario asintió con pesadez.
—La mande a hablar ayer, mi amo. Estuve anticipando todo para este día.
—Bien; con permiso. — tomó los papeles y salió de la pequeña oficina hasta la sala donde su prometida esperaba inquieta por su tardanza. —Elizabeth. — la aludida le miró con una leve sonrisa. —Es bueno verte, necesito hablar contigo sobre el contrato.
Se sentía agobiada en una fosa de recuerdos. Hacía un año atrás se encontraba en esa misma sala de aire severo y hermética al igual que el rostro con el que conoció por primera vez a ese rubio de actitud cerrada. Nostálgico y caótico a la vez.
—Yo también tengo que hablar contigo sobre eso. Más bien, es una duda que aún tengo. — se incorporó en su lugar observando con detenimiento al hombre frente suyo.
—Dime.
—Por lo que me dijo Chandler, ya que el contrato está roto, ¿Cuánto tiempo dura este matrimonio antes de que pueda marcharme? — preguntó por fin temiendo por una razón a la respuesta que le daría.
—¿Cuánto? — arrugó un poco el entrecejo sin entender el rumbo de la conversación.
—Si. Tengo entendido que una vez tengas tu herencia yo me puedo divorciar de ti, pero quiero saber cuánto tiempo tengo que esperar para...
—¿Divorcio? — le vio asentir. —Elizabeth, el matrimonio es real. El contrato no menciona nada sobre el divorcio. Solo es de confidencialidad y que aceptarás ser mi esposa de por vida. — sus ojos se ampliaron con el alma escapándose entre los labios después de escuchar sus palabras. ¡Debía ser un error!
—Espera, ¿no fue lo que dijo tu tutor? Creí que había un plazo, por eso firmé... ¡¿para qué querías hablar entonces?! — Demon aclaró su garganta; la mujer había confundido las cosas y no se enteró de las políticas debido a su negativa al insistirle que leyera el documento.
—Quería hablar contigo para recordarte tu posición en esta familia. Como mi esposa, serás mi mano derecha de por vida. — dijo con tal frialdad que erizó su piel y una mirada severa que dejaba sin duda de su franqueza. —Ni tu ni yo tenemos la autoridad de romper con el compromiso ya que el contrato ni siquiera mi padre lo ejecutó.
—Se supone que el contrato se rompía y yo... yo... — su voz tembló ligeramente, debía ser un error. ¡Escuchó cada indicación! No debía pasar esto. —No puede ser. — se escondió entre sus cabellos plateados tratando de comprender lo que sucedía a su alrededor. ¡La había engañado! No; él fue claro, pero pudo ser más específico desde un principio o mínimo ser más tenaz al obligarle a leer hasta las letras más pequeñas.
El rubio simplemente se inclinó sobre su lugar sin cambiar su rostro sereno; sin embargo, sus ojos desprendían una chispa traviesa apenas perceptible. Sus manos apoyadas sobre sus rodillas se entrelazaron mientras continuaba analizando el lenguaje corporal de la fémina frente a él; aclaró su garganta en espera de una respuesta sarcástica.
—Es asequible, preciosa. — sus verdes oscuros y opacos la observaron con detenimiento. —Accede a ser mi mujer y yo compartiré contigo todos mis bienes. Ese era el trato. — su expresión se mantuvo a la par de su tono de voz inexpresivo y carente de emoción. El jadeo confuso no se hizo de esperar en la inquilina, su pierna se movía con rapidez en un tic nervioso tratando de ordenar sus ideas.
—Me pusieron a prueba, el contrato decía solo un año. — titubeo la peli plata frente a él asimilando la situación en la que se encontraba atrapada. —Se supone que hoy se rompía.
—Exacto. Un año de prueba mientras el resto de tu vida estarás a mi lado, los papeles de divorcio son inexistentes en este matrimonio. Debiste leer antes firmar. — explicó con tranquilidad; la joven solo se dio un golpe mental, era cierto, no leyó todo el bendito papel ese día y nunca se preocupó por ello. —Puedes estar tranquila, te he dicho antes que no me interesa el romance y no soy un mujeriego, así que no tendrás razones para ser cariñosa conmigo por compromiso u optar una actitud celosa en caso de que te enamores de mí. — frunció el ceño, ¿cómo era posible que alguien tan serio como él sea vanidoso?
—¿Por qué lo haría?, parece que no te conozco después de todo. — bufó arisca volteando la mirada.
—Preciosa, compartirás conmigo el resto de tu vida, en un punto lo harás. — apretó sus labios alzando ambas cejas, indiferente; poco le importaba si lo hacía o no. —Aunque es mejor a que me seas infiel. ¿Sabes?, una infidelidad arruinaría mi reputación. — ella era consciente de ello, no era conveniente para ninguno de los dos después de un año de noviazgo falso, y mucho menos para ella.
Sin embargo, como el primer día en esa habitación, dudas e inseguridades se le atravesaban en su mente, si se casaban era obvio que... ¿Harían cosas de casados?
—¿Y en caso de que... quieras...? eh. — se ruborizo ante sus pensamientos —...cuando tengas ganas de desestresarte... ya sabes. Nosotros no hemos llegamos a más de los roces. — este arqueo la ceja haciéndose el ignorante. —Supongo que tendrás un sin fin de mujeres para pasar la noche o conocer lugares donde... — esté interrumpió rechistando.
—Elizabeth, ¿Qué parte de "no te seré infiel", es la que no comprendiste? — talló el puente de su nariz y es que, aunque no lo demostraba, esto lo había avergonzado. —Serás mi esposa y es normal que las parejas tengan encuentros íntimos; además, tienes que darme descendencia. Tendremos que hacerlo. — la albina parpadeo un par de veces. —Por otro lado, si quieres que te toque o te complazca, si lo quieres aquí y ahora... solo dilo. No es la primera vez que estamos juntos. — dijo inclinándose hacia ella de manera atrevida posando su mano en su rodilla descubierta, olvidando su caballerosidad. —Después de todo, yo tambien soy humano y tengo... necesidades. — sus ojos oscuros encogieron las pupilas de la contraria, erizándose con solo su voz grave cerca de ella y su mano trazando círculos en su pierna, odiaba la manera en que lograba provocarla.
Este soltó un suspiro se alzándose de hombros regresando a su compostura.
Por un momento dudó de sí mismo, parte de lo que dijo era cierto, no era un casanova que pasaba de cama en cama, ni siquiera había dormido con una mujer antes, ya que ninguna lo había provocado y cautivado como la albina de hermosa figura, sus impulsos solo la habían escogido a ella por lo que no podía evitar ser atrevido a su alrededor. Sin embargo, su carácter sereno sobrepasaba su perversión interna, convenciéndose de que esto era el resultado de convivir por un largo periodo con ella.
Por otro lado, la fémina se cubrió el rostro, avergonzada ¿cómo podía decir algo como eso tan tranquilo?, ¿Cómo le hacía para ser tan perverso y serio en un segundo?, soltó un suspiro, no era como si le interesa ser una cualquiera con cada hombre que se le cruzaba, pero las cadenas comenzaban a pesar. No tenía alternativa, no tenía vuelta atrás.
—¿Qué hay de ti? Tú lo harás también, te enamoraras. — la desconfianza se vio reflejado en sus ojos bicolores y este lo evadió.
—Soy un corazón estéril; este órgano solo sirve para distribuir sangre, no más que eso. Te lo dije desde un principio, jamás me enamoraré. — hizo una mueca. Soltó un suspiro recargándose sobre el respaldo de la silla. —No te preocupes, prometo no ser cruel contigo, no soy ese tipo de persona y lo sabes. — su sinceridad flechó su corazón, no tenía escapatoria.
Sus alas fueron finalmente cortadas.
—Entonces, no tengo opción. — bajo la mirada.
—No. Mañana nos casaremos... — se levantó de su lugar para ir a su lado. La tomó por la barbilla analizando su actitud abatida. —Y a partir de ese día serás conocida como: la Señora de Demon.
—Señora de Demon, que ridículo. — rechistó apartándose bruscamente del rubio mirándole con un profundo rencor no justificado. —Para empezar, ¿de dónde sacaron esa estupidez? — el contrario soltó un suspiro volteando la vista, pensativo al respecto.
—Eso es familiar y desconozco toda veracidad del término. — finalizó clavando sus esmeraldas contra el azul y el dorado. —Perdóname, quisiera que fuese de otra manera, pero no solo se trata de ti. Lamento que esto te resulte ofensivo, pero el único sentimiento recíproco que tengo contigo es nuestra mutua decepción. Veo que aun necesitas pensar, con permiso. — con esto, Demon salió de la sala con un mal sabor de boca, ¿por qué fácilmente no podía ser más tiento con el tema?
Mientras tanto, el pobre corazón vacilante de la albina se encontraba entre dilemas de amor y desamor, decepción y angustias... ¿Tan necesario era aprender a tener afecto? Simplemente no podía controlarlo, a pesar de su frialdad, a pesar de esa oscuridad que aguardaba y sus complejos; comenzaba a gustarle ese hombre.
—Maldita seas, Demon. — no iba a llorar, por una razón no sentía la necesidad de hacerlo, solo eran un intermitente choque de pensamientos incongruentes debido a su propia estupidez. Debió leer el contrato, pero ingenuamente se conformó con una breve explicación de Chandler. ¡Maldito anciano! Pudo darle más detalles. Meliodas pudo advertirle. Ella debió cuestionar más.
Como la morgue que era el tiempo, lo minutos muertos no volverían y solo quedarían como simple fosa de recuerdos de sus malas decisiones precipitadas, recordándole de su error. Golpeó la superficie del mueble y salió del lugar.
—Eli... ¿Eh? — la mujer evadió al menor de los Demon, no deseaba ser grosera con él, pero lo que menos quería era interactuar; en cambio, Zeldris quedó petrificado por esa aura furiosa, tan colosal que cargaba consigo.
—Oh diosas, nunca la había visto tan enojada. — comentó su esposa que justo bajaba por las escaleras. La pareja perdió de vista a la nueva integrante de su familia en el camino, quizás solo necesitaba un momento a solas para terminar de asimilar.
Tanto Meliodas y Elizabeth, interconectados por un subconsciente que gritaba lo opuestos que eran que se atraían, a la vez que tan complementarios que les asustaba. Decepción a sí mismos, como lo mencionó el rubio; él le tomó tanto afecto y aun así no podía demostrárselo, ella solo se aferraba más a la terquedad de no serlo más.
El ojiverde se frustró en la oficina de su padre, encerrado en lo que serían sus obligaciones mientras la albina apretaba los labios perdida en las pocas nubes que decoraban el cielo, pensando: tuvo una oportunidad de irse un año atrás aún después del contrato firmado y, aun así, no lo hizo.
[...]
Peligrosamente, el anochecer se acercaba y su teléfono insistía sobre el escritorio obligando al rubio a despertarse con pesadez. Soltó un largo bostezo, ¿Cómo es que termino dormido? Solo fue un dolor de cabeza al pensar su situación con su pareja mientras volvía a releer una y otra vez dicho documento con finalidad de encontrar algo que se contradijera, pero no lo halló. Las palabras eran firmes y estrictas que no pensó que le diera un desgaste tanto emocional como mental; solo cayó dormido en la fría superficie sin importarle su alrededor.
Talló su rostro con fatiga para tomar el teléfono y responder con una tenue voz apagada.
—¿Hola?
"¡Meliodas! "; frunció un poco confuso por la alterada voz femenina.
—Señora Inés, ¿Qué sucede?, ¿todo está bien? — algo no le dio una buena coraza después de escuchar un jadeo alterado por parte de la mujer en un intento por calmar su angustia.
"Es Elizabeth, no aparece en ningún lado. " Amplió los ojos repentinamente expulsando despavorido el poco cansancio de su cuerpo, obligándose a levantarse de golpe de su lugar.
—¡¿Qué?!
"No responde mis llamadas. Hace dos horas tenía una cita con un estilista, pero no aparece por ningún lado y Gelda me dijo que la vio salir de tu hogar. " Y creía que no podía sentirse más culpable, ahora se sentía de lo peor. Si salió de la casa, seguramente cabreada y decepcionada; Elizabeth era alguien impredecible que temía a cualquier acción que hubiese podido asumir después de eso.
—Tranquila señora, deme su ubicación y voy recogerla. — colgó la llamada y en seguida buscó las llaves del auto ignorando sus manos ansiosas. "Mierda, si algo le paso a Elizabeth no me lo voy a perdonar nunca "; maldijo mentalmente saliendo del despacho ignorando a su padre y hermano.
—Hey, hermano ¿a dónde vas tan apurado? — no recibió respuesta. ¿Acaso era día de evitar a Zeldris?, eso pensaba el pobre azabache.
—¿Qué pasó? Va como alma lleva el diablo. — cuestionó el mayor.
—No sé, nunca lo había visto tan angustiado.
Siguiendo las indicaciones, el rubio solo aceleraba la velocidad, buscando con desesperación en cada rincón de las calles mientras se destinaba a la ubicación de la Goddess, pero no había rastro de la albina escurridiza. Trataba de llamarla sin cesar con tal de siquiera escuchar su voz, saber que estuviese bien, pero ni sus notificaciones ni mensajes llegaban; esto era la borda del colapso para el oji verde.
¡Para empeorar, estaba anocheciendo! Podría pasarle algo, estaba expuesta a múltiples peligros y por su torpeza la dejó sola. ¿Por qué tenía que ser tan escurridizamente obstinada y rencorosa? No pensaba con calidad como para a detenerse a pensar en los sustos que tenía envueltos a su madre y a él.
—¡Maldita sea! contesta por favor Elizabeth. —, pero la línea fue declinada por doceava vez, a lo que lanzó el teléfono al asiento del copiloto con violencia soltando un gruñido. —Es mi culpa, es mi culpa, es mi culpa, es mi maldita culpa... Fui muy frío e indiferente con ella y ahora... — tensó su mandíbula obligándose a mantener bajo control ese huracán de emociones y pensamientos paranoicos. —Cálmate Demon. Calmante; así no lograrás nada.
Tan rápido como salió de su hogar, incluso sobrepasando los límites de velocidad y algunas leyes de tránsito, Meliodas llegó hasta donde la señora platinada esperaba con angustia por su hija.
—Lo siento señora Inés, fui muy directo con ella y eso pudo haberla molestado. — comenzó dando marcha al auto, buscando en lugares en el que quizás esta podría encontrase. —Prometo encontrarla.
—Clama. Elizabeth es muy impulsiva y hace mucho sin pensar, estoy segura que aparecerá. — trató de persuadir a calmarlo, pero ella se encontraba incluso peor. — Solo espero que esté bien mi niña.
Recorriendo la ciudad, intentando localizar por llamadas a Elizabeth, parecía que no deseaba responder porque su teléfono no estaba apagado. Trató de llamar a su cuñada, pero corrió con la misma suerte de no encontrar indicios de su paradero; sin embargo, al momento de llamar a Liz, curiosamente tampoco respondía, por lo que tenía una baja probabilidad de saber algo. Aun así, no se rindió.
Esta vez marcó el número correspondiente a su primo, siendo este quien respondiera después del segundo intento.
"Meliodas, ¡que cuentas! "; habló con su típica voz animada y relajada.
—Estarossa, ¿Liz está ahí contigo? — rezó internamente.
"Claro que sí, ¿por qué lo preguntas?
—Por favor, pásamela, no responde su teléfono. — sin embargo, su rostro cambio a confusión después de escuchar un quejido de vacilación por parte del de ojos ónix.
"Y no lo va a hacer. Ella y tu noviecita están muy... festivas."
—Espera, ¿ahí está Elizabeth? — su acompañante le miró aliviada. —¿En dónde están?
"Estoy en la casa de los Goddess; Elizabeth me pidió de favor que trajera "; una ola de alivio refresco su cuerpo después de escuchar esto último.
—No te muevas, voy para allá. — colgó la llamada cambiando de ruta para ir a la dicha residencia. —Su hija está en casa.
—¡Maldita hija de la...! — Meliodas no evitó temblar a la vez que le veía de reojo. —Lo siento, pero estoy temblando de preocupación y seguramente fue una de sus tretas para llamar la atención.
[...]
Con actitud precipitada y respiración agitada, el blondo ingresó con brusquedad a la casa de Goddess, confirmando que lo dicho por su primo era verdad. Elizabeth yacía tranquila con su pijama puesta dando un trago largo a una bebida extraña, totalmente sonrojada y sonriente a su alrededor mientras veía lo que parecían ser telerrealidades nocturnas.
—¡Elizabeth! — sin dudarlo, como si fuese el consuelo para su cuerpo tenso, Meliodas no dudó en abrazar a su prometida de manera protectora escondiendo su cabeza en su pecho librándose de esos pesados suspiros. —¡Diosas! Me alegra que estés bien.
—¿Huh? — la sonrojada chica se apartó torpemente del rubio dejándolo algo extrañado por su actitud tambaleante.
—¿Eli? — se acercó su madre con el alma casi escapando por sus labios; sin embargo, lo que ninguno de los dos esperaba era la actitud exaltada de la peli plata.
—¡Mami!... hip... Qué bueno que llegas, ¿me compraste algo?... ¡hip!, tengo hambre. — ambos parpadearon a la par de sus palabras enredadas y por entendibles. Su progenitora vio las botellas de coñac vacías y esparcidas en el suelo, agregando a la pelirroja de maquillaje escurrido, durmiendo en el sofá totalmente ida de sí.
La preocupación de Goddess se evaporó en una nube de enfado que causaba terror en los varones presentes.
—¡Goddess!, ¡¿en serio te emborrachas un día antes de tu boda?! ¿Qué es lo que te pasa señorita? — la albina parecía dudar, pero muy apenas sabía que responder. ¿Qué fue lo que la mantuvo enojada para empezar? Ahora mismo tenía un buen humor.
—Madre querida, solo... hip... olvido las desgracias de la...hip... vida. — la mujer negó tallando el puente de su nariz mientras los bicolores se enfocaron en el blondo. —¡Pero qué ven mis oídos!, es Demon... hip... alias, señor Mentiroso, y corrupto, y tonto, y loco, y lo que rima con "o" y... ¡hip!... ¿por qué hay dos señores Meliodas? — mientras esta jugaba con sus visiones, este no tenía más remedio que sujetarla por los brazos para evitar que se cayera.
—¡Oh dios!, está muy ebria. Por lo menos no le pasó nada. — la madre a regañadientes comenzó a recoger las botellas tiradas mientras pensaba el largo sermón que le daría a la albina en la primera hora de la mañana.
—Gracias Estarossa, ¿en dónde estaban? — el aludido ladeó una mueca.
—Me las encontré en un bar. Liz me llamó hace unas horas algo alterada por Elizabeth, estaba muy ebria. Decidí ir a recogerla y ayudarle, pero cuando llegué estaba cantando en el karaoke con Elizabeth pasadas de copas, y todavía bebieron más. — terminó de explicar.
—Elizabeth, tranquilízate. — imploró en vano ya que la mujer, como niña en parque de diversiones, jugueteaba con el físico del más bajo.
—Nadie me quiere, todos me odian... hip... Iré a suicidarme... — tarareo con extraño optimismo en una oración tan deprimente. —Mejor no, porque le hago un favor al mundo... ¡hip!... y yo no hago favores, ¡hip! — su progenitora rechisto en voz alta tomándola por los hombros.
—A ver, ¿por qué te pusiste así si nunca bebes? — la sonrojada soltó una risa a la vez que se hundía.
—Me pareció divertido y estaba aburrida.
Mientras tanto, el hombre peli blanco sacudía levemente el cuerpo de Liz con afán de despertarla.
—Liz, ven, hay que irnos. — la mujer pestañeo un par de veces con mareo.
—Si se me cae el jabón, ¿se ensucia el jabón o se limpia el piso? — la interrogante no tardó en aparecer por encima de la cabeza. Liz era de las que cambiaba constantemente de conversación y, a diferencia de su actitud agresiva cuando se encontraba sobria, borracha era totalmente inofensiva.
—Elizabeth, compórtate como señorita. — exigió su madre, pero su hija estaba completamente extasiada por el alcohol, como si en vez de relajarse, su energía aumentara considerablemente.
—Permítame señora, yo la llevo a dormir. — dicho esto, Meliodas la cargó de forma nupcial evitando así que se siguiera moviendo a su alrededor; la jovencita soltó un quejido a la vez que pataleaba.
—Gracias Meliodas.
—Suel...¡hip!... suéltame.
—Con permiso. — dicho esto, se retiró hacia la planta de arriba en busca de la habitación. —Bien Elizabeth, déjame llevarte a tu cama, debes dormir. — esta se cruzó de brazos.
—Maldito imbécil, me siento estafada...hip... creí que solo me querías como muñeca en vitrina, pero... veo que querías jugar. ¿Y por qué hay cinco tu? — su cabeza daba vueltas, quizás porque este la mantenía quieta, pero el calor de sus mejillas continuaba opacando su molestia. Poco a poco recordaba la razón de su ebriedad.
—Mujer impertinente; —comenzó con claro enojo entrando a la pieza. —Primero, casi me das un susto. Segundo, tomaste demasiado, me sorprende que no te haya dado una congestión alcohólica; y tercero, debiste leer el... No tiene caso, no piensas coherentemente.
—Oww. Mi papi me regaña. — hizo un puchero con falsos ojos de niña reprendida por sus travesuras.
—Necesitas dormir, aunque del dolor de cabeza no te salvas mañana. — sus manos titubeantes tiraron del cuello de su camisa a modo de amenaza.
—Bien solo de una vez te digo... ¡hip!, nuestro primer hijo se llamará Tristán y luego tendremos dos más y otros dos... — hizo un mohín pensativo dejándolo un poco crédulo por sus disparates. —Hum... y un ave y un gato también, y se llamará Hawk.
—Estas delirando. Duérmete. — con cuidado la depositó en su cama, arropándola con una sábana esperando a que esta se durmiera, pero la mujer tenía mejores planes.
—¡Ya sé!... hip. Hagamos a Tristán aquí y ahora. — sin esperarlo, la desorientada albina tomó la muñeca del rubio para posteriormente colocar su palma en uno de sus senos. —No hay que... hip... esperar a la noche de bodas. — logró decir entre tropiezos en su lengua.
—Elizabeth, detente ahora. — hizo caso omiso, posando ambas manos sobre su dorso para evitar que este se retirara, motivándolo a que masajeara su pecho que poco a poco reaccionaba al calor.
—Muy curioso que te detengas ahora mismo... cuando las otras veces no ponías objeción alguna. Solo debes... tocarme. — soltó un jadeo dulce al momento de mover la mano ajena en círculos sobre su pezón erecto y sensible; sin embargo, para su decepción, la mano libre del rubio intervino en sus movimientos, obligando a quitar las manos de encima para que lo dejara libre.
Por más tentador que fuese la suavidad de su pecho, por más dulce que haya sido ese suspiro de sus labios rosados, ninguno causó efecto en el rubio, por una simple razón.
—No podré resistirme a ti, pero jamás me aprovecharía de ti. —su mirada endureció. —Elizabeth ni, aunque me lo concedieras, no lo haré estés ebria o sobria, no sin antes de que me digas que estés completamente segura. Si lo vamos a hacer en algún momento será cuando tengas la confianza y te sientas preparada, y suficientemente consciente para decirme cómo lo quieres, lo que quieres y lo que no. — acaricio su cabeza enredando sus dedos en la sedosidad de sus cabellos. —No seas terca y duérmete que mañana será un día ocupado.
—Voy a casarme, vestida de blanco... ¡hurra! — el humor de la mujer no cambió, como si hubiese ignorado las palabras del rubio. Solo lo tomó por el cuello y lo acoplo a su lado, abrazándolo como si se tratase de un peluche.
—¿Elizabeth?
—Hmm, quédate. — su nariz se escondió en la tela de su camisa, adorando su aroma masculino, sintiéndose protegida por él. Meliodas oprimió una mueca sorpresiva, solo siguiendo con sus mimos en la coronilla soltando un suspiro.
—Bien, solo serán unos minutos.
Mientras tanto, Estarossa se echó encima a la pelirroja por los hombros como si fuese un costal de papas, lo peor es que aparte de pesada en varios sentidos, solo se removía inquieta con unas intensas náuseas.
—Vamos Liz no seas brusca. — se quejo
—¡No quiero! — espetó.
—Vámonos. — replicó sin notar a la señora Goddess a sus espaldas soltando risitas por la actitud reacia de la ojizarca.
—¡No!
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.
.
'toy llorando, no literalmente xD, pero ¡¡AAaaaAAaaaAah!!... ya llegamos a esta escena del prologo tan rápido TwT me empiezo a inquietar *suspira y se da un golpe* ¡Bien! a lo que voy, ¿qué les pareció?
Elizabeth tuvo una pequeña recaída emocional, pero tranquilos que ella sabrá como levantarse, aunque quiero darle un golpe a Meliodas por ser insensible *justo en la doble moral* Anyways...
Espero les haya gustado el capítulo de hoy y prepárense que mañana hay boda XD
Sin más, gracias por leer.
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