Capítulo XXXV

—A ver, a ver, a ver. — se expresó con un aire nervioso frente al mayor esperando que realmente fuera solo una mala jugada por parte de los progenitores o solo fuese una simple broma. Suficiente era el contrato y la estúpida boda como para tener que lidiar con esto. —Padre, eso no es...

—Shh, tu no hables. — interrumpió. Sabía que se negaría y no le brindaría esa pequeña oportunidad. Por el contrario, se dirigió a la peli plata. —Elizabeth, hermosa, tu deseabas viajar ¿no? ¿Te parece un lugar en específico? —, pero esta no respondió.

—¿Eli? — su mirada tensa y sonrojada no daba más de que hablar, la tomó más que por sorpresa. ¡No! ¿Ella y él solos? No se escuchaba como una buena propuesta y no por el hecho que seguramente no regresaría virgen, esto iba más allá de lo que deseaba sentir, no simple atracción física, si no que... ¿Y si se enamoraba?

Las probabilidades eran cada vez más altas y ahora aún más que sus sentimientos parecían susurrar que comenzaban a dudar.

—Vaya, no le sentó bien la idea.

—¿Ves?, no creo que sea buena idea y... — Meliodas gruñó en bajo, detestaba ser interrumpido incontables veces.

—Pero es un regalo y lo aceptan. Tal vez a un lugar bonito que quieran ir. Hmm, ¿París?

"Primero me lanzo desde la punta de la torre Eiffel o me dejo caer al río Sena". Pensó dicha albina recuperándose poco a poco de aquella sorpresiva idea.

—¿En serio?, ¿el lugar más cliché y turístico? — contradijo el rubio cruzándose de brazos. ¿Qué tenía de especial una pequeña ciudad apretada y llena de turismo?

Contaminación, aglomeraciones, lugares muy concurridos, personas antipáticas... No era diferente a otras ciudades en realidad.

—¿Quizás Roma, Florencia o Venecia? — claro; Venecia, el lugar más inundado y con advertencias de desaparecer del mapa, increíble. Roma era sinónimo de París, pero más artística y Florencia... ¿A quién le importaba?

—La verdad señor Demon, no me interesa viajar ahora, además me aterran los aviones.

—Hm, debe haber un lugar que quieran. Insisto y no desistiré hasta que acepten. — la pareja se miró por unos momentos inquietos mientras Froi caminaba de un lado a otro pensando y pensando un lugar apropiado. Cosa que en pocos minutos lo consiguió. —¡Lo tengo!, en una de las islas privadas de Maldivas.

—¿Qué?, eso es exagerado. — espetó. Bien era un lugar muy... exótico, pero exageradamente ostentoso, en su opinión.

—¿Por qué no?, la playa, un clima maravilloso, sin exceso de población ni turismo, alejados del mundo... — comenzaba a divagar.

—¿No crees que es mucho?

—Si yo quiero puedo comprar la isla. — alzó los hombros como si fuese lo más normal del mundo. Era inútil, ni él ni la bicolor lograrían hacerlo retroceder en su decisión. —Ya está decidido, un día después de la boda ustedes dos se irán por tres semanas.

—¡Tres semanas es mucho! Tres días. — respondió alarmada la albina. Demon negó.

—Muy poco.

—¿Cinco días? — esta vez hablo el rubio, pero no logró convencerlo.

—Diez días, no más no menos. A menos que quieran que tambien los mande a vivir a Japón. — definitivamente ninguna era buena idea, pero ¿Cómo escapar de eso? —Bien, diez días para que pasen tiempo juntos y después de eso ayudaras a Elizabeth a mudarse aquí. Eso me dará tiempo para hacer cambios en tu habitación y hacerla sentir cómoda. — ¿es que su suerte podía empeorar? A este paso tenía que ignorar aún más al rubio si es que quería salir viva. —Es todo lo que quería hablar; creo que es hora que lleves a Elizabeth a casa.

El rubio estaba resignado, detestaba la exaltación y emoción de su padre en cuanto al tema. Sus intentos por no incomodar aún más a su pareja eran en vano sobre todo cuando él resultaba aún más inquieto que ella; cosa que le hacía perder la paciencia.

Respiró profundo clamando su alteración.

—Ven, vámonos Eli, ya es tarde. — trato de tomarla por la muñeca, pero esta se adelantó caminado frente suyo con aires de indignación al mismo tiempo que trataba de ocultar ese sonrojo y palpitar extraño de su corazón.

—Ni te emociones, no pienso dormir contigo. — el contrario rodó los ojos. Tenía hasta entonces para pensar cómo sabotear esos planes, aunque debía hacerse la idea que era imposible.

[...]

—¿En serio madre?, debes estar bromeando. Yo no pienso ir a ningún lado con Meliodas. — la mujer le vio por unos segundos antes de volver a concentrase en su trabajo. —Dime que bromeas, por favor.

—Si, claro; estoy bromeando. — Elizabeth parpadeo un par de veces, dudando de sus palabras por su manera irónica de hablar.

—¿En serio?

—Por supuesto, solo voy a gastar dinero innecesario a un viaje por diversión. — definitivamente estaba usando el sarcasmo de su lado.

—¡Hablo en serio!

—¿Y crees que yo no? Me dijiste que dijera que bromeaba. — la menor suspiró tumbándose en el sillón dándole la espalda a la mayor, quien soltó una risa por su puchero. —¿Ahora entiendes como es hablar contigo y tu bendito acento sarcástico? — liberó un berrido quedito.

—¡Me opongo a ir! — Inés ladeo la cabeza en negación, ¿por qué era tan terca? —No pueden obligarme.

—Vamos, nena. Necesitas relajarte y pasarla bien. ¿Sabes? cuando uno habla de "luna de miel" y "pasarla bien" no significa a que precisamente vayan a.... ya sabes. — explicó, pero la menor se mantenía reacia. —Déjalo que se tome el tiempo y tú el tuyo, y dejen que suceda lo que vaya a suceder. — su cabeza se sucumbió sin cesar entre negativas y reproches.

—¡No!, entre él y yo no sucederá nada de nada, no. — aunque eso ni ella se lo creía; tanta tensión e insinuaciones entre ellos que solo despertaban su curiosidad carnal. Estar solos sin absolutamente nada ni nadie que interviniera era un paso firme a que algo pudiese suceder entre los dos.

—Eso le dije a tu padre y saliste tú. — ladeó una mueca en silencio. —Si se da algo pues, ¿Qué más da? Mientras sea decisión de ambos todo está bien; mientras solo relájate y disfruta tu viaje. Y asegúrate de broncearte un poco, te falta color. — finalizó con un suave y elocuente carcajeo que causó una reacción onerosa en su hija.

—¡¡Mamá!!

[Dos meses antes de la boda]

Frustración e impaciencia. Durante este tiempo la albina lo traía de un lado a otro confirmando detalles y más detalles de la boda y él, por no romper con su emoción, accedía a acompañarla a cada lugar que le pedía; sin embargo, estaba atareado. De la oficina, a un centro comercial, y de regreso. Salidas imprevistas, lidiar con los desacuerdos de la albina y la pelirroja que también los acompañaba.

¡¿Cómo no iba a frustrarse?! Al menos esto fue más tranquilo, pero no comprendía, ¿por qué tardaban buscando ropa? Un pequeño detalle insignificante no les parecía y desechaban sus opciones. En fin, dramas innecesarios.

—Entonces, ¿Ban está ahora mismo en el hospital con Elaine? — el rubio asintió.

—Si. Su hijo ya nació y ahora, más que nunca se hará más responsable. Ya era hora que dejará de tomarse tanta libertad. — Zeldris soltó una bocanada sorpresiva y a la vez irónica.

—Como pasa el tiempo, cada vez más rápido. No te veo nervioso. — arqueo la ceja.

—¿Por qué he de estarlo?

—No lo sé; quizás porque pronto te casaras. Es algo estresante, pero buscar ropa es divertido. — Meliodas soltó un resoplido. Se supone que las mujeres terminaron con el detalle de la ropa, ¿por qué seguían buscando? Tal vez él no lo entendía, pero su hermano menor estaba más que embobado admirando a su mujer probándose vestido tras vestido.

—¿Es eso o solo porque quieres ver a Gelda modelar? — el menor no se molestó en ocultar sus intenciones.

—Eso no tiene por qué saberlo.

Mientras tanto, una pelirroja, una rubia y la de largos cabellos plateados suspiraron después de una larga compra de ropa para tan esperada ceremonia que, para al menos a dos de ellas, les entusiasmaba. Sin embargo, los ojos zarcos como la pequeña nariz se vieron distraída por una tienda de aroma dulce y colores llamativos apartada del centro comercial.

La idea cruzó en su mente como rayo a luz.

—Mira Elizabeth... — los bicolores y bermejos se desviaron a la sección de lencería que la pelirroja señalaba. Elizabeth se sonrojó, pero Gelda exhaló ansiosa. —¡Vamos a comprarte algo! Lo necesitaras para la noche de bodas.

—Interesante, me gustaría ver la variedad. — admitió la de ojos rojos. —Hay que ir Eli.

—No creo que... — sin esperar, la tomaron por ambas muñecas, jalándola en dirección en dicha tienda de colores afrodisíacos. —No es necesario comprar lencería, digo él y yo no creo que hagamos algo de todos modos. — se detuvo abruptamente a verle con negación.

—No seas aburrida, en tu noche de bodas debes usar algo que lo incite, creo que ya sabes a qué me refiero. — guiño el ojo su concuñada.

—Tiene razón; tú tienes bonito cuerpo, solo hay que buscar algo que quede bien, además se irán de viaje para la luna de miel; debes llevar un traje de baño, las Maldivas son un paraíso hermoso. — Liz terminó suspirando a la vez que el trío entraba a la tienda. —Hacer nada, que buen chiste.

—Oye, pero es en serio. ¡Liz!, ¡Gelda!

Estaba atrapada y rodeada de ropa interior exageradamente obscenos y lascivos. Podría perderse desde simple ropa común hasta extraños trajes en maniquíes. Quería morirse de vergüenza, más esas femeninas no mostraban pudor.

Por otro lado, el rubio buscaba a las mujeres que hace unos segundos tenía en frente en la mira.

—¿En dónde se metieron ahora? — gruñó en bajo.

—Hmm, estaban aquí hace un rato. — respondió el contrario oji verde buscando a su alrededor hasta encontrar a su esposa en el interior de la tienda de ropa interior. —Están allá. — el mayor suspiró dándose la vuelta.

—Bien, hay que esperar aquí. — contrario a los planes del azabache, se dio la vuelta indiferente. Zeldris no se quedaría lejos de tan hermosa vista que seguramente la rubia le proporcionaría.

—Como quieras, yo voy a entrar. — dicho esto, los ojos jades del menor brillaron con inocente perversión. Tal vez ayudar a su hermosa esposa con la ropa sería un acto amable de su parte.

Meliodas vaciló un poco, tal vez no era mala idea; después de todo él no iba con las mismas intenciones morbosas que su hermano.

[...]

—Bien, déjame verte. — insistió Liz por segunda vez esperando en uno de los vestidores, más la peli plata se negaba a salir.

—¡No!, ¡es muy vergonzoso! — habló desde el otro lado de la cortina roja.

—No digas tonterías y sal de ahí, ahora. — en contra de su voluntad, sacó a la sonrojada chica que vestía un babydoll tan blanco que podría perderse en contraste con su piel. —Hm, el blanco es el más tradicional, pero no creo que sea necesario. — el conjunto no le convenció en lo absoluto, tanto el color como el diseño eran muy inocentes.

—Esto no es necesario.

—Ya sé, ya vuelvo. — salió dejando del vestidor en busca del rubio, mismo que no tardó en encontrar. —Meliodas, aquí estas. ¿Cuál es tu color favorito? El que más te atrae para ser más específico.

—El rojo, supongo. — respondió dudoso. —Pero para que... ¿Liz?

Sus palabras quedaron en el aire después de ver que esa escurridiza mujer se alejara rápidamente sin darle respuesta a las preguntas en su cabeza.

La ojizarca no dejó pasar más de cinco minutos en aparecer nuevamente en el vestidor con un conjunto de color rojo brillante.

—Rojo será. — enunció para su mala suerte. —Tiene buen gusto, así que si buscamos todos los conjuntos rojos tengas suerte y puedan mover las caderas. — Elizabeth se derrumbó con una mueca. —Si se resiste podemos buscar algunas esposas en la sex shop.

—No, no, no. ¡¡Nada de eso!! — exigió. Ella era aún muy inocente para tales barbaridades; ni siquiera ha pasado a ese extremo, ¿cómo se supone que debía intentar algo más?

Meliodas no dejo de dar vueltas, perdido en su propia burbuja e ignorando a los compradores, incluso logró divisar como su hermano entraba al vestidor junto a su cuñada (seguramente haciendo de las suyas).

—Ya tardaron. — musito en bajo. Liz salió del vestidor poco después con lo que parecían ser conjuntos pálidos entre sus manos. —¿En dónde está Elizabeth?

—Aún se está cambiando, ya vuelvo. — su mirada se dirigió al pequeño cuarto. ¿Cuánto tiempo tardaría exactamente?

"¿En serio tengo que usar esto? "; se miró de pies a cabeza. El camisón no era muy escotado, pero presionaba sus pechos dejando la tela fluyendo hasta mitad de sus muslos donde se alcanzaban a ver el liguero que sostenía las medias rojas en sus largas piernas.

¡Definitivamente no lo iba a usar!, ni siquiera compraría nada de eso y se encargaría de convencer a la terca y testaruda pelirroja, aunque le costara una posible rabieta. Soltó un largo suspiro antes de correr la cortina del vestidor dispuesta a discutir con la mujer.

—Oye Liz, no creo que esto sea... — sus luceros parpadearon un par de veces observando al rubio tranquilamente sentado viéndola sin ningún descaro. —¡¡Kyaaa!! — sus mejillas enrojecieron con violencia cubriéndose rápidamente con la cortina. —Q-Q-Q-Q... ¡¡¡¿Qué haces aquí Demon?!!! — este se hundió de hombros con desdén.

—Cuidando que nadie más entre. — su mirada verduzca detalló cautelosamente lo poco que lograba ver de su cuerpo. —¿Por eso me preguntaron el color?, creí que el tradicional era blanco, pero supongo que el rojo es un buen color. Te queda bien. — su ceño frunció enrojeciendo hasta los hombros desviando su mirada.

—Pervertido. — el oji verde ladeo una mueca burlesca.

—Lo siento. Solo te vi poco, además ¿Qué te molesta? En otras veces no te viste tímida. — recalcó con un ligero arqueo de ceja, logrando una mirada fulminante por parte de la albina.

—¡¡E-Es diferente!! — ajustó el agarre de la cortina en su cuerpo y le dio la espalda, privándolo de cualquier vista exhibicionista. —Vete de aquí, ¡pervertido!

Quería lanzarse de una ventana y desaparecer; el rubio no solo la había visto con un conjunto muy provocativo, ahora tenía el descaro de hablar tan tranquilamente de lo sucedido en situaciones anteriores. Escucho a Demon suspirar sosegado como si no le interesara verla de esa manera.

—Si quieres una opinión, es lindo; te ves adorable. — ¿adorable decía? No sabía con qué razón la decía o era otra manera para decirle que era "atractivo", pero si era para retarla, pues estaba funcionando.

—¿Adorable? — exigió dándose la vuelta y salir a su vista deliberadamente sin pudor alguno. Meliodas no cambió su expresión como si fuese lo más normal del mundo. —¡¿A esto dices que es adorable?! — sus ojos viajaron por su cuerpo; el rojo resaltaba en su piel, la tela fluida dejando todo a la imaginación; sin embargo, sus nervios exaltaban a flor de piel.

—Si, lo es. — se atrevió a decir manteniéndose distante al extraño hormigueo en sus manos, aquel que le pedía tocarla. —No hay mucho que puedas lograr en mi con un simple atuendo adorable de lencería. — sus cejas plateadas se fruncieron; él buscaba provocarla y lo estaba logrando.

—¡No me quiero ver adorable! —, pero el rubio era fácilmente convincente, su indiferencia delataba la veracidad de sus palabras. Sin embargo, su mente no se daba por vencida y menos con aquella ladina sonrisa. —Y supongo que esto es adorable...

Sus pies deslizándose con aires sicalípticas, moviendo sus caderas seductoramente logrando atrapar su atención; fue suficiente ventaja para la fémina. Aprovechó su momento de efímera conmoción para sentarse sobre sus piernas con las suyas a cada lado de sus caderas logrando que este diera un pequeño respingo involuntario.

—¿En serio crees que soy adorable? — tensó la mandíbula tratando de quitarse de ese agarre tentativo de sus hombros y sus ojos revoltoso pestañeando aires libidinosos. Mantuvo la compostura contra una lucha interna por mantener sus manos quietas.

—Que busques mimos de mi parte, lo es. — reto en una voz ronca soltando un suspiro en su oído. Elizabeth se revivió contra él. —Aunque lo intentes, no me vas a provocar aquí.

—Eso suena como un reto. — aquel par de ojos desafiaron a los verdes vacilantes.

—No lo es. — tembló pues la mano de la albina se deslizaba lentamente sobre la tela que lo cubría terminado poco a poco con su autocontrol. —Espera Elizabeth...

—Oye, Elizabeth... — ambos ampliaron los ojos con nerviosismo después del llamado de la de cabello corto. —Oye ¿te parece color carmín o escarlata? ¿Huh? — sus azules se fruncieron después de ver al tranquilo rubio con un pequeño tic inquieto en la pierna. —¿Y tú qué haces aquí?

Meliodas suspiró; fue una suerte que su prometida fuese rápida y se halla escondido antes de que esta ingresara al vestidor con más conjuntos de lencería.

—Cuido que nadie entre a ver mi prometida. — excuso mientras analizaba los atuendos. —Me gusta el carmín, es más brillante. — mencionó en tono neutral como si fuese lo más común. Esta le dedicó una mirada interrogativa.

—Seguramente andabas de mirón, maldito degenerado. ¿No te puedes esperar a después de la boda? — se alzó de hombros. —Salte de aquí, ¡¡shu!! Mejor vete a buscar corbatas azules o verdes. — el más bajo salió de aquel vestidor para darle la privacidad a las mujeres. —Toma Eli, tengo algunos otros que encontré.

Esta suspiró. Aún se encontraba atolondrada después de aquel acto impudoroso, ¿Cómo es que se le ocurrió hacer semejante acción precipitada?, ¿de dónde salieron las agallas para siquiera salir vestida de esa manera frente a él?

Su rostro fácilmente competía con aquella ropa interior que llevaba puesta, y empeoró más con las nuevas sugerencias de Liz.

—Estos son más reveladores, más que los anteriores. — una sonrisa se amplió en sus labios rojizos.

—¿Y eso que?, entre más muestres una buena comida más hambre, después de todo te lo va a arrancar. — no, definitivamente esto no le ayudaba a mejorar después de aquel "incidente". —Dicen que los serios son más activos, pero eso no signifique que no tomes la iniciativa. Te puedo dar algunas sugerencias.

—No, gracias. — una sonrisa se curveó en sus comisuras.

—No es de que no quieras, vas a escuchar mis recomendaciones si es que no quieres un accidente.

Un puchero por parte de la futura novia fue suficiente para delatar que esta conversación sería incómodamente larga. 

.

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No voy a bromear, no actualice porque me entusiasme investigando sobre playas (ya que la mayoría lo sugerio XD) ... hasta que termine frustrada por lo mismo, esto se va a hacer más largo de lo que pensé ಠ_ಠ...

En fin, terminé convencida por isla privada de Maldivas y ahora me siento preparada para ser guía turística gracias a toda la información innecesaria que tengo en la cabeza sobre lugares concurridos (╥﹏╥)

Volviendo al capítulo, ¿Qué les pareció? Les mencioné que Liz era esa que ayudaría y pues las cosas se pusieron más intensas 7w7

En fín, no se desesperen que el prólogo está a dos capítulos, mientras se tratara información relevante sobre alguien que no se ha mencionado, ¿de quién creen que se trate?

Sin más, gracias por leer.

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