Capítulo XXXIX

Ahora si, disfrútenlo 7w7

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Las miradas no se apartaban, los minutos torturaban con sus juegos de segundos lentos mientras desviaban sus miradas avergonzadas. Los bicolores de la albina buscaron ayuda con su madre, pero esta parecía estar igual que el resto, esperando a esa última firma que diera comienzo su vida juntos.

—Adelante, no sean tímidos. — insistió Froi con una sonrisa mientras ojos ilusionados como los de Zeldris y Liz esperaban ansiosos por ver dicho contacto como si de una comedia romántica se tratase donde los protagonistas por fin declaraban su amor. Solo eran un poco fantasiosos como algunos otros.

—No nos dejaran en paz ¿verdad? — alcanzó a murmurar la albina mirándole a los ojos, indeterminada a que hacer. Meliodas lo medito un poco dudoso.

—Supongo que no. — no había otra forma de salirse de esa sin verse forzados a ese rechazo, solo debía ser un casto beso y eso debía ser suficiente. Respiró profundo, armándose de valor para mirarle con seguridad certera que él sería quien daría ese peligroso paso. —Elizabeth, ¿me permites? — está jadeo totalmente confusa, pero no retrocedió.

—Hum... — Meliodas acunó su rostro acendrado, acercándose lo suficiente a ella como para plasmar sus labios sobre sus mohines rosados cerrando sus ojos para evitar sentirse sofocado por las miradas ajenas.

Elizabeth por su parte, amplió los ojos tornándose roja de sus mejillas, ignorando los elogios eufóricos de su alrededor, solo concentrada en los labios de su (ahora) esposo, presionándolos titubeantemente contra los de ella como si tuviese miedo a continuar. Suavemente correspondió sin mover los labios, solo un contacto superficial y momentáneo pues sabía que, si ese beso intensificaba, no había vuelta atrás. Después de todo, a pesar de ser el gesto más inocente que se haya dado entre ellos dos, les gustaba.

—¡Es lo más lindo que he presenciado! — chilló con emoción la pelirroja aferrada el brazo de Estarossa a modo de consuelo mientras borraba las gotas saladas que resbalaban de sus mejillas. —No creí que realmente lo fueran a hacer. — soltó un largo suspiro.

Para lo que a los invitados solo fueron unos cortos siete segundos entre ambos, ese contacto fue muy largo y significativo para el nuevo matrimonio. Ella le vio con un rubor marcado a lo largo de sus mejillas y labios entreabiertos, solo deseando algo más profundo mientras su pareja solo desvío su mirada avergonzada por tal atrevimiento, acto que le pareció sumamente adorable.

Los padres se ambos se acercaron a cada lado de sus hijos con unas sonrisas de oreja a oreja.

—Bien, felicidades a ambos. Esto es solo un comienzo. — Demon abrazó al muchacho que aún se mantenía desviando la mirada con una expresión difícil de leer; por su parte, Inés dio un beso en la sien de su hija abrazándola maternalmente por los hombros.

—No tienen porqué sentirse agobiados, el matrimonio no tiene que ser monótono. — comenzó la platinada. —Te llegas a sorprender lo mucho que tu pareja puede dar y ya saben, la felicidad es opcional. — esa mujer y sus palabras que, a pesar de no tener un sentido, era muy comprensible lo que trataba decir y cuando aplicarlas.

—Eres muy cursi y filosófica Inés, déjalos que lo logren por su cuenta. — interrumpió el rubio mayor a lo que la aludida solo se cruzó de brazos encorvando su ceja.

—Pero es mejor a tus consejos persuasivos. — rodó los ojos, nuca podía llevarle la contraria ni contrarrestar sus palabras.

—Bien, nosotros nos encargamos de que empiecen con el servicio. Encárguense del resto que se ve que estarán muy agobiados con los invitados. Diviértanse. — animó antes de desaparecer del ambiente de la pareja que aún trataba de asimilar lo que había ocurrido, ¿Cómo debían sentirse al respecto?, ¿Por qué el corazón de la novia bailaba en un campo de hermosos sentimientos?, ¿por qué el rubio sentía que eso había sido un golpe en contra ese muro que el mismo había forjado con los años?; sin embargo, sería imposible conseguir algo de tiempo entre ambos.

Las primeras en lazarse contra la chica de blanco fueron sus primas con un sollozante sonrojo motivacional, igual de conmovidas que el resto.

—Tonta Eli, estamos realmente felices por ti. Bienvenida al mundo del matrimonio. — no pudo evitar ladear una mueca por las palabras de la peli morada que ahora miraba retadoramente al más bajo. —Y tu, oxigenado, cuídala o te juro que encontrare donde más te duele.

—¡Verónica! — regañó la mayor. —Perdónala, es muy apegada a Elizabeth. Mis mejores deseos para ambos. — finalizo una pequeña inclinación con la cabeza y una hermosa curva soñadora en sus labios. Los ojos observaron fugazmente a su esposa.

—Tranquila señorita, ella es mi prioridad ahora. Y gracias. — esto quizás llego a oídos de la platinada o de que otra manera se justificaría su segundo sonrojo del momento.

—¡¡Caaapiiitááán!! — su voz melódica viajo hasta sus oídos causándole un escalofrío. El albino de rostro jovial se acercó a los recién casados estrechando entre sus brazos al rubio, ignorando sus quejidos. —¡No creí que este día llegaría! Y miren aquí a la señora de Demon; felicidades princesa.

—Me alegra que Elaine y tú hayan podido venir. — agregó con suavidad riendo por la manera infantil en que el par de amigos se trataban. Desde hacía un tiempo, poco a poco fue familiarizándose con el oji rojo, olvidando casi por completo los malos entendidos del pasado, descubriendo al verdadero hombre expedito y cantarín; aunque aún no formaba un lazo más cercano más que simple compañerismo.

—No me lo iba a perder por nada, aunque fue difícil encontrar a una niñera que quisiera hacerse cargo de Lancelot. — rascó su nuca con algo de nerviosismo pues era sabido que, para un niño de pocos meses de vida, era muy hiperactivo e inquieto que llegaba a desesperar.

—¡Eli! — dejó la conversación para voltear a ver a su cuñada y amiga, ambas de sonrisas carmines. —¡Vaya beso! Por un momento creí que tu tomarías iniciativa. Fue una sorpresa que haya sido Meliodas. No me lo esperé. — comenzó la pelirroja desbordándose en emoción. —Lo hizo tan romántico que hasta les tomé una fotografía. — mostró el teléfono donde claramente se podía apreciar la imagen de ellos dos en pleno acto entre sus labios. La pobre jovencita brilló en rojo, ¿por qué se veía tan natural? Ninguno de los dos se mostraba tenso, solo una enmarcada toma llena de ilusiones. —¡¿Verdad que se ven lindos?!

—Elizabeth ¿estás bien? — cuestionó la rubia burlona de su gesto. Devolvió el teléfono con rapidez antes de alzar la falda del vestido y caminar entre sus familiares.

—Necesito un tomar algo.

[...]

A mitad de la celebración, los novios eran separados por sus respectivas familias llenándose de congratulaciones y miles de fotografías que conmemorarían dicho día. La música era tenue y bien ambientada para el momento, algunos grupos se encerraban y hablaban de negocios o vidas triviales; el Demon se veía cansado de las mismas charlas con familiares y algunos conocidos del trabajo. Encargarse de la boda desde esa mañana lo mareó mucho que no entendía cómo es que la albina pudo montar todo eso sola. Solo esperaba librarse de sus parientes para darse el privilegio de respirar en paz sin más recordatorios del trabajo.

Por otro lado, Elizabeth fue más escurridiza y astuta al evitar a sus primos y conocidos; era ingeniosa y sabía cómo desviar la atención de ella, pero no podía evitar avergonzarse de vez en cuando cada vez con los comentarios de "bonita pareja", "se ven muy lindos juntos", "tu esposo es atractivo", "que suerte tienes", etcétera y demás palabrerías de altruismo, sin descartar de las fotografías y su falta de energía. Con suerte podía disfrutar un momento en soledad para tomar un poco de vino para calmar su estrés.

—Cuida la cantidad que bebes Elizabeth. — la albina se sobresaltó al escuchar la voz almibarada a sus espaldas. —No queremos que te emborraches antes de que empiece la fiesta.

—¡Nerobasta! — tragó duro. —Esto, yo no... — la de cabellos rosados le apartó la bebida de sus manos; desde hace un tiempo la había estado mirando y por su actitud ligeramente exaltada deducía que el alcohol empezaba con su trabajo de atolondrar su cerebro.

—Te recomiendo que tomes un poco de agua o algo cítrico, empezaras a actuar extraño en cualquier momento. Con que seas la novia es suficiente llamada de atención, ¿no lo crees? — no lo pensó, seguramente daría de que hablar por lo que accedió y tomó un vaso de agua esperando aclarar su mente. —Estoy muy feliz por ustedes, es una boda hermosa. ¿Para qué tantas margaritas? — su mirada se enfocó en el hermoso arreglo de rosas blancas, amarillas y enormes de las dichas flores.

La noche oscura tomó posesión de la ciudad, las luces de alrededor podían presumirse para iluminar la hermosa velada dándole un ambiente más rustico en contraste de los generosos adornos florales.

—Me parecieron hermosas. — fue su excusa más convincente solo viendo todo a su alrededor.

—Ya veo... — lejos de lo que pensaba, las margaritas presentes entre rosas tenían un claro significado relevante y subconsciente en su matrimonio. Elizabeth dudaba. —Te veo ansiosa. — el azul y dorado regresaron a la ojizarca. —Estrés, angustia, miedo...

—No lo estoy, solo... — frunció la mirada al caer en cuenta lo que la mujer hacía. —¿Estas analizando mi lenguaje corporal?

—Está en mí, lo siento. — dijo sin dudar antes de enfocarse en el rubio rodeado de sus cercanos. —Tu esposo es muy centrado. Lo digo porque parece actuar de inmediato en situaciones de estrés. — comenzó refiriéndose al beso. —Ahora mismo está inquieto, solo quiere acabar con la conversación. Hm, veo que es alguien de pensar mucho, así que no es tan impulsivo.

—¡Déjalo!, no andes leyendo a la gente como libros abiertos y mejor aprovecha tus conocimientos para acércate a Ludociel, está ahí. — señaló al dicho hombre trajeado de largos cabellos sujetos en una coleta bebiendo en la soledad de una mesa junto a Sariel y Tarmiel.

—¡Touché! Parece que tampoco soy buena para disimular.

—Tal vez. — agregó sin notar que su esposo se acercaba soltando un suspiro de alivio. —Hola Meliodas, ¿entretenido en la charla? — sus ojos rodaron por su gesto burlón. —No seas amargado. Mira, te presento a Nerobasta, es una amiga muy cercana.

—Un placer. — extendió su mano a la mencionada siendo correspondido con un suave apretón.

—El placer es mío. Elizabeth me ha hablado mucho de ti. — está se sonrojó terriblemente con una mirada fulminante a la vez que este, sorpresivo alzaba una ceja.

—¿En serio? — esta asintió.

—Claro. Me ha dicho que, a pesar de ser tan sereno, eres un amor de persona. — el colmó.

—¡No es cierto! — sin esperarlo, tomo la muñeca de su pareja y lo apartó de la mujer voluptuosa sin esperar a que terminara de hablar o siquiera despedirse; dejándola solo con una risa por su jugada.

—Eso fue muy grosero de tu parte. — regaño a la albina, pero esta no respondió. —Entonces, ¿crees que soy un amor? — está le miró furiosa por el hecho que parece que le divertía su pudor por verse expuesta por traición de Nerobasta.

—No creas nada a menos que yo lo diga. No eres tan relevante.

—De acuerdo, está bien. No te enojes. — trató de calmar a la alterada chica; aunque le pareció curioso pensar que ella tuviese esa idea de su persona a pesar de su personalidad.

—¿Qué es lo que querías, Demon? — se cruzó de brazos resaltando más su escote, pero antes de que pudiese responder, su madre interrumpió en la escena con ajena ilusión.

—Aquí están. Hora de su primer baile como esposos. — para el rubio no era ya una sorpresa, su padre le avisó esa misma mañana, por el contrario para la de ojos bicolor era lo que seguía de vergonzoso. ¿Tan necesario era?

—Me rehúso.

—Qué mal mi niña, pero es ahora. — con esto, la mujer dio indicio con la cabeza en dirección a la amplia área libre y caliza donde serían el blanco de las miradas que se resguardaban en mesas alrededor.

—P-Pero yo no...

—Elizabeth ¿Me concedes? — una mirada verde que la atrapaba entre celdas, su mano extendida con caballerismo hacia ella y un semblante paciente con una somnolienta melodía de fondo. Rechistó rendida.

—Vamos. — menciono antes de tomar su mano y ser guiada en el centro de atención. Una sonrisa se curveo en los labios masculinos tomándola por arriba de la cintura y la otra aferrada a su mano. —Pero te advierto que no sé bailar y puedo tropezar. — el puchero se torció ligeramente.

—En dado caso, caeremos los dos. — se alzó de hombros rezando internamente que no fuese así, aunque pensarlo le resultaba gracioso.

Sus pasos eran lentos y suaves, y por supuesto, torpes que la albina se enredaba contra el vestido. Por suerte y un poco de esfuerzo, lograron coordinar entre ellos hasta predeterminar un compás que les hizo olvidar que eran admirados por sus familiares convividos. Entre ellos, una rubia soltando aires enamorada.

Volteo a ver a su marido quien estaba entretenido dándole a su hija uno de los postres para mantenerla quieta y entretenida, a la vez que cuidaba que esta no se ensuciara por sus juegos.

—Vamos Zel, quiero bailar también. — el azabache hizo un puchero berrinchudo al ver a la blonda dispuesta.

—¡Si!, ¡mami y papi bailaran, así como mis tíos! — señaló con emoción; el azabache claramente no quería romper ni la más mínima ilusión de su pequeña.

—De acuerdo, pero se supone que yo tenía que pedírtelo antes. — Gelda no tuvo consideración y lo jaló de la mano dejando a la infanta en cuidado de las gemelas de ojos verdes agua.

—Lo siento cariño, ¿me lo permites por esta vez? — este lo pensó unos breves segundos optando por atraerla aún más a su cuerpo con su ceño arrugado.

—Bien, pero si para la próxima pieza me dejas ser yo quien te lo pida. — su mujer asintió encariñada, bastando ese gesto solo para sumergirse en las caricias de la hermosa melodía de fondo, enmarcando con sus pies el ritmo lento y suave.

Zeldris sentía como adolescente enamorado recostado en el pecho de la blonda, suspirando tratando de mantener quieto ese corazón cuyo ritmo se manifestaba rebelde e hiperactivo. Respiraba profundo de su cuello disfrutando de las manos pálidas acariciar su nuca. ¿No podía vivir aún más enamorado? O solo era que el amor se veía mejor desde ojos ajenos.

Estarossa mordió su labio inferior observando con envidia a las parejas que se unían a crear su propio espacio en la improvisada pista de baile y él claramente estaba reacio a estar ahí y compartir un momento con la mujer que llevaba años enamorado. Los ónix admiraron a la pelirroja bebiendo indiferente a las ondas de romanticismo. Aflojó un poco su corbata tragando para aclarar su garganta acercándose con seguridad a Liz.

Los azules captaron al hombre ligeramente tembloroso frente a ella.

—¿Quieres...?

—Sip. — ni lo dejó terminar de formular su pregunta, esta solo se lanzó a tomarlo de la mano y tirar de él, acompañando al resto. Y el pobre chico aún no terminaba de creérselo.

Elizabeth salió de su burbuja observando a su alrededor en la suya propia, deprendiendo su afecto entre parejas o compañeros.

—Al menos así ya no me siento tan cohibida. — esto llamó la atención del rubio quien confirmo. —Pero me alegra que todo saliera bien; creo que es algo de lo que me reiré en el futuro.

—No todo podía ser perfecto, pero hiciste un gran trabajo. — halagó. —También me alegra que todo hubiese salido bien a pesar de los tropiezos. ¿Qué tal te fue con el sermón de tu madre? — ladeo una mueca al recordar el suceso de la mañana.

—Me dijo hasta lo que no.

Mientras tanto, a lo lejos donde los meseros se encargaban de servir las bebidas y tragos, Inés Goddess y Froi Demon veían el resultado de una forzosa relación, tranquilos y con una sonrisa apacible en el rostro.

—Bien, creo que esto resultó mejor de lo que esperaba. — los pensamientos de Goddess siempre fueron mucho más realistas y exageradas; estaba más que convencida que esa boda ni siquiera llegaría a estructurarse por el hecho que subestimo a su hija y su carácter hostil. Temió por un momento que ambos pudieran llegar a odiarse por el hecho de ser opuestos, ¿quién diría que eso era lo que necesitaban para complementarse?

—Y pensar que nosotros pensamos en hacer la misma tontería. — comentó el rubio dando un trago de su copa. —Mi padre debe estar retorciéndose de rabia en su tumba en estos momentos. ¿Recuerdas cuando le dijimos la verdad de nuestra amistad? — un escalofrío recorrió su columna por tal recuerdo.

—¡Ay no!, temí por mi vida ese día que mando a sus hombres a mi casa. Fue tu idea y tu culpa mentirle de esa manera. — este soltó una carcajada al contrario del estado angustiado de la mujer.

—Sabes que siempre le llevé la contraria. — excusó. —Aunque eso no se llegó a lograr con nosotros, tal vez era porque tu hija y mi hijo eran más que los indicados.

La noche se dispersaba entre las altas horas, algunos ya se encontraban ebrios, otros se divertían sin más mientras algunos ya poco a poco se retiraban de tan exhaustivo día. Monspeet y Derieri no se despegaron de la pista y sus muestras de afecto a escondidas ya que la mujer detestaba ser vista en su faceta romántica. Gelda solo cuidaba de su esposo e hija ya que, como par de pequeños, estaban comiendo de más todo lo que contuviera azúcar y claro, los coqueteos pervertidos del azabache no podían faltar por debajo del mantel provocando a su esposa. Por otro lado, Estarossa solo se encargaba de cuidar a la pelirroja aturdida por el alcohol en su organismo y sus incontrolables ganas de dormir en el suelo.

En cambio, algunos conocidos por parte de la novia se fueron retirando, como los Lionés sin antes dejar sus palabras de felicitaciones. Todo culminaría con la misma tranquilidad en la que comenzó.

La albina se levantó de su asiento dejando los tacones de lado, relajándose con el picor de el pasto fresco en la planta de sus pies, aventurándose en lo más alejado de las personas sin saber que el blondo la siguió en silencio e intrigado por su actitud.

—¿Qué sucede Elizabeth? — su mirada bicolor se dirigió al rubio entre las tenues luces del apartado lugar. Suspiró regresado la mirada al cielo nocturno.

—Solo quería un momento lejos del ruido. Fue un día estresante, pero siento que puedo respirar en paz a pesar de perder de cierta manera mi libertad. — el rubio se resintió incómodo. —Pero está bien. Honestamente la he pasado muy bien. Fue divertido planear, buscar, organizar y me emocione sin querer. No lo niego, me aterraba la idea del matrimonio por las absurdas ideas planteadas en mi cabeza, por dejarme manipular por terceros, pero tal vez, en el fondo siempre desee casarme profundamente enamorada.

Meliodas bajó la mirada apretando en una línea los labios; sabía que ese riesgo no solo era por ella, él también, por más que lo negara, en algún punto podría enredarse en esa red, pero tenía miedo. Un profundo miedo de sus emociones y un sentimiento como el amor traía consigo una enorme colección de las mismas, tanto positivas como negativas.

—Lamento quitarte esa libertad. Supongo que si en algún punto lo haces, sufrirás. — esta negó con la cabeza.

—Es más fácil que me enamore de ti antes que de alguien más. — aseguró dejándolo pensativo. —Quizás no mañana, ni pronto, pero si lo hago, será por mi propia voluntad y ¿sabes?... — se tomó la molestia de mirarle a los ojos. —Ya corre por mi cuenta si ser feliz con solo aceptar tu cariño o no. Aún no me quiero preocupar por eso, y sea lo que sea que se vaya a dar, que suceda en su tiempo. — era un hecho, nada de lo que le dijera haría sentirla mejor de ese destino que solo podía ser completamente honesto con sus pensamientos.

—¿Te digo algo? Siendo sincero, me alegra haberme casado contigo y, por mucho hayamos pasado, no me arrepiento de haberte elegido. Puede que no sienta algo más que cariño y me consta que es menos de lo que mereces, pero... — admitió. — Si puedo hacer lo mejor en mí para que seas feliz, lo haré.

Una repentina risa salió de los labios de su esposa, una risa que pasó a las carcajadas que la libraron de ese nerviosismo dejando al más bajo desconcertado.

—Lo siento, no me burlo de lo que dijiste, solo que... — jadeo. —No puedo creer que hayamos hecho esto. Tanto hablo con ironía que mi vida se convirtió literalmente en completa ironía. — ambos se cubrieron entre risas. Era extraña la manera de ver la situación que, en vez de terminar en lamentos, solo se burlaban de su propia mala suerte.

Esposo o esposa era un término insignificante en esos momentos, todas esas cadenas que Elizabeth creía tener solo fueron creadas por su mente y en realidad no estaba atada a menos que ella lo consintiera.

—¿Te digo algo más? — habló una vez sus carcajadas cesaron. Sus esmeraldas recorrieron su delicada silueta sin ser imprudente. —Te vez hermosa.

Sus ojos brillaron sin querer después de su sonrisa, una que nunca le había visto. Era más sincera y sin vacilaciones, una frase corta que provocó más de lo que hubiese pedido sentir, pero no podía controlarlo. Pocas eran sus muestras de afecto que cuando se las demostraba las apreciaba como ninguna otra de sus virtudes, pero ¿qué tan perdida se encontraba cuando incluso comenzaba a querer sus defectos?

"Tranquila Elizabeth, contrólalo; no te puedes permitir sentir esto, aún no. "

—Por cierto... — llamó su atención. — No me disculpé por besarte, pero solo quería decirte que no fue por simple impulso. Solo lo hice. — rascó su cabeza inquieto; sin embargo, Elizabeth estaba tan concentrada recordando las palabras de Nerobasta que le sorprendió lo certera que fue.

—¿Por qué te disculpas? Era algo que teníamos que hacer de todos modos. — soltó un resoplido. "A pesar que no fue como esperaba"; pensó para sus adentros. Recordar la escena solo le retorcía el cuerpo con ansiedad de volverlo a hacer, pero sin tener limitación.

—Porqué lo hice sin preguntarte. — respondió. Bien, ella no tenía ya nada de orgullo que perder y estaba mejor sin él; así que, sin esperárselo, lo inmovilizo posando sus pálidas manos en sus mejillas y presionar sus mohines cerezas sobre los del rubio, dejándolo sorprendido de su repentina acción.

A diferencia de aquel que el varón le plantó, ella fue más insistente y vehemente, succionando levemente su labio inferior dejando deslizar sus manos de sus mejillas rojas hasta su cuello, dándole cosquilleos, jugueteando con sus cabellos dorados. Soltó un suspiro cuando él por fin correspondió, pero el contacto no duró mucho.

—Con esto estamos a mano. — murmuro apartándose de él levemente. —Regresemos, ha sido un día muy agotador y realmente quiero dormir, pero que conste que no dormiré contigo. — con una sonrisa victoria por el rostro ruborizado, se alejó sabiendo que esto solo era un juego peligroso y, aun así iba a arriesgarlo todo sin importar el dolor que traería consigo al final.

—Esa mujer... 

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Hay, las bodas tan conmovedoras *snif* Nunca he ido a ninguna :v

Unos decían que Meliodas tomaría la iniciativa, otros que llegaron a pensar que Elizabeth e incluso que ninguno... pero esta victoria se lo llevo el rubio, pero nuestra Eli tomó revancha. Ya saben como son estos dos :v

¿Qué les pareció?, espero hayan prestado atención a la conversación entre Inés y Froi que ahí se reveló algo minúsculo, pero muy relevante.

Fuera de eso, Elizabeth va con todo y sin medirse, creo que sabemos quien será el primero en caer. Tranquilos que no la haré sufrir, creo.

Sin más, es todo. Gracias por leer y vayan preparándose para dar un largo e interesante viaje por las hermosas playas y, no sé... cualquier  cosa puede pasa 7w7

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