Capítulo XXXII
—¿Elizabeth? — la albina pestañeo un par de veces con su corazón temblando en la garganta impidiendo el paso de palabras.
¿Realmente él le pedía matrimonio?
Estaba mareada de tantos sentimientos, las emociones juntas saturaron su cerebro dejándola en un temporal shock sorpresivo; ¿ahora qué? Se supone que debía aceptar, pero pensarlo solo le causaba náuseas y ganas de perderse en el bosque para no volver jamás.
—Eh yo... — relamió sus labios. —Es... es sorpresivo y eh... precipitado ¿no crees? No es rechazo, digo ¿Quién te rechazaría?, pero tampoco digo que me quiera casar, no es que no quiera eso y eh... — dio un paso hacia atrás en un intento por buscar las palabras, pero solo salieron huyendo sin coherencia y trenzadas entre sí.
Un brillo en aquella pequeña piedra celeste parecía ser el repelente contra sus ojos, no lo soportaba, no deseaba... ¡No quería casarse!, ¡definitivamente no!
—Estás balbuceando mucho. — comenzaba a arrepentirse, ¿no fue el momento indicado?, ¿debió esperar más tiempo?
Elizabeth bufo en seguida.
—¿Yo balbuceando?, ¡pff! claro que no, no, no. Solo creo que... que... — volteo a su alrededor con desesperación, aun estando al aire libre se sentía atrapada y sin escapatoria. —¡Quiero ir al baño!, me siento mal, si eso y...
¿Qué tan nerviosa debía estar? Solo retrocedía cada vez que él se intentaba acercarse; sin embargo, entre sus malos pasos y vacilación de palabras solo logró tropezar cayendo sobre su trasero asustando a su pareja por su actitud tan agitada.
—¿Estás bien Eli...? — se colocó tan rápido como pudo de pie ignorando sus piernas temblorosas y el sudor en su frente riendo nerviosamente.
—¡Estoy bien!, no me esperes, yo vuelvo. — Meliodas se mantuvo quieto con las palabras en la boca, solo tratando de preguntarse ¿tan mal lo hizo? Ver a la chica casi corriendo para ocultarse se le hizo tan curioso que no dudo en ir detrás de ella después de soltar un suspiro.
Por otro lado, Elizabeth huía como si su vida dependiera de eso; ¿Por qué tuvo que recordarle que era una niña caprichosa con fobia al compromiso sentimental? ¿Tan difícil era decir "si"? No era como si tuviera más opciones, pero...
—¡Ugh!, p-p-perdón señor Demon — se disculpó enseguida. Su torpeza nerviosa no le dejó en claro a donde iba que terminó chocando contra el cuerpo del mayor que recién llegaba al lugar con su madre. —¿me presta su baño? ¡Gracias! — no le dio tiempo de responder ya que corrió en seguida a la planta alta dejando a los adultos confundidos.
—Eeh... Claro. — su mirada se encontró con el de su hijo mayor caminando con su misma mirada trivial; debió suponer que ese pequeño tuvo algo que ver con la actitud asustada de la peli plata. —¿Ahora que le hiciste tu hijo de ...? Ooh. — tanto la mujer como su padre quedaron callados después de que Meliodas solo les mostrara el anillo de compromiso.
—Salió huyendo por esto. — se alzó de hombros sin percatarse de otro par de ojos curiosos.
—¡Pft! ¿te rechazó? — Zeldris lucho por no soltarse a las carcajadas por la desgracia de su hermano mayor. Este suspiró por segunda vez.
—Sabía que pasaría esto. — soltó el aire. —Elizabeth odia el compromiso.
—Creí que exagerabas. — el mayor se mantuvo de brazos cruzados tratando de asimilar la situación. Inés le advirtió en algún punto que Meliodas no siempre era él del problema, Elizabeth solía complicar las cosas, aunque no fueran graves.
—Será mejor que vaya a verla y hablar con ella al respecto. — se ofreció Goddess. Bien conocía a su hija y obligarla era algo difícil de lograr; solo esperaba que su defensiva no fuera mucho más agresiva. — Quizás pueda...
—No se preocupe, yo iré señora. — Meliodas escondió la joya de nuevo en su bolsillo subiendo las escaleras hasta el baño donde la mujer se encontraba refugiada de aquel candado que sellaría las cadenas.
Mientras tanto, la albina caminaba de un lado a otro sintiéndose un animal salvaje encerrado para actuar en un ridículo circo lleno de payasos. Simplemente el aire le faltaba y su estómago se retorcía ansioso.
No tenía idea si realmente se sentía mal por el hecho de aceptar formalmente el compromiso o será que muy de fondo comenzaba a albergar sentimientos genuinos que el matrimonio seguramente intensificaría.
—Tranquila Eli, tranquila; solo es un matrimonio de corto plazo, solo dile que "si" y ya. — murmuraba para sí misma tratando de buscar en vano algo de motivación. Solo di s.... s.... s....
Toc, toc. Un par de golpes al llamado de la puerta llamó su atención; ni siquiera estaba cerrada y aun así la persona se quedó afuera.
—¿Elizabeth? — se tensó al reconocer la voz del rubio. —Elizabeth, ¿estás bien? — ¿Qué debería responder? No estaba lista, aunque fuera patraña, no lo estaba. Lo sentía muy real.
—¿Qué sucede? — aclaró antes de titubear.
—¿Puedes salir? Vamos a hablar. — ni siquiera podía verlo de frente después de salir cobardemente sin darle una respuesta concreta. Su miedo se transformó en vergüenza.
—Eh, si, ya voy, solo... me sigo sintiendo mal. — Meliodas se recargó en la puerta soltando un suspiro. No estaba alterada, eso era bueno.
—Escucha; lamento esto, pero traté de ser lo más directo posible. — la Goddess torció una mueca tomando un poco de agua y esparcirlo en su cara para calmar ese tornado de emociones.
—No te preocupes, está bien, solo... dame un momento.
El rubio esperaría pacientemente a que ella se dignara a verlo y hablar de esto; escucharía sus berrinches y sus palabras insultantes y sarcásticas si era necesario, pero esperaría a que ella estuviese tranquila hasta llegar a un acuerdo. Eso hacían las parejas, llegar a soluciones más congruentes ¿no?
Lo sabía, han pasado por situaciones peores; lo que no podía saber era que, a los pies de la escalera, los integrantes de la familia se mantenían atentos a cualquier conversación que pudiesen estar teniendo la pareja.
—Debería acercarme un poco más. — antes de que el azabache pudiese acercarse más, su esposa lo tomó por la oreja negando con la cabeza. —¡Hey!, pero yo quiero ver lo que hacen. — realizó un puchero tallando su zona afectada.
—No seas chismoso Zel, déjalos solos que arreglen sus problemas. — regaño frunciendo el ceño. A veces su marido era algo infantil o igual que su hija. A veces parecía madre soltera de dos pequeños muy hiperactivos y dramáticos.
—¿Quieren callarse? no escucho lo que hablan. — esta vez se quejó el mayor Demon que también se encontraba tratando de escuchar algo tangible por parte de ambos jóvenes.
—Cállate Froi, tú eres el que no deja oír con tus quejidos. — los cuatro "adultos" solo acercaron sus oídos tratando de hacer el mínimo ruido posible.
—Mami, ¿por qué nos quedamos callados? ¿y por qué espiamos al tío Meliodas y la señorita bonita? — la de ojos bermejos se quedó desconcertada. Ni siquiera se percató del momento en que esta salió de su habitación sin ser vista siquiera.
—Pero si a ti ya te había dejado en tu cama. — hizo un adorable puchero. No podía explicarle lo que pasaba o hacían, ¿Qué pensaría de eso? o peor, podría decírselo al rubio que todos espiaban su momento íntimo con su pareja. —¡Agh! Bien; solo no hagas ruido Amice.
Elizabeth volvió a respirar profundo frente la puerta antes de abrirla y toparse cara a cara con el más bajo que se mantenía inexpresivo, pero no con su típica indiferencia; parecía más un intento de no incomodarla con su presencia.
—No digas nada aún. — se adelantó antes de que pudiese decir algo. —Se que no es tan formal esto, pero de cualquier forma me siento algo cohibida. No esperaba que fueras considerado.
—¿Por qué no he de serlo? Solo tienes que llevar la sortija puesta, no es nada de otro mundo. — alzó ambos hombros, incomprendido, ¿por qué teme si sabe que este enredo entre ellos no llevaba sentimientos incluidos? A menos...
—Si, pero... — no podía decirle que quizás podría sentir un poco más que atracción física, era un riesgo admitirlo antes de saberlo con certeza, pero tenía sus dudas. —Me siento nerviosa, no sé qué hacer después de esto.
—Planear la boda tal vez te guste y te relaje; honestamente yo tampoco sé nada al respecto, pero ten en cuenta que tienes antes de la fecha acordada, cinco meses para ser exactos.
—¿Por qué yo? — escondió sus manos en los bolsillos sonriéndole desmesurado.
—Quiero que te sientas cómoda y sin presiones, así que te dejo la libertad de planearla como tu gustes. El dinero no es un problema para mí, así que siéntete libre. — la idea era tentadora, claro era; sin embargo, la incomodidad seguía tomada de la mano.
—Eh, ¿no puede ser solo una firma de papeles y ya sin tanto show? No hay que hacer tanta celebración por una "farsa". — el contrario negó con una mueca. No estaba en contra de la idea, pero tampoco era una opción.
—Yo también hubiese preferido eso, pero...
—Nuestros padres. — descifró la albina. Debió suponerlo. —Seguramente mi madre querrá hacer muchas reuniones por eso y tu padre tiene una familia grande sin olvidar a los malditos reporteros. Bien... — se dio por vencida. Maldijo la hora en que subestimó a su madre cuando dijo que podría obligarla a casarse si así lo decretaba. Relamió sus labios preparando a soltar aquellas palabras que dudo que nunca diría. —Yo acepto. Acepto s-ser tu esposa.
No esperó a que él le sonriera con tranquilidad, una faz comprensiva que relataba "todo estará bien". ¿Cómo debía interpretar eso sin confundir a su corazón? El rubio sacó nuevamente el anillo plateado.
—¿Me permites? — pidió su mano. Esta tembló ligeramente, más no había vuelta atrás; le cedió su mano izquierda donde este deslizó el pequeño aro en su dedo anular deteniéndose a acariciar sus nudillos con el pulgar. —Tranquila, todo estará bien, no tenemos que actuar como cursis enamorados, podemos seguir siendo simples amigos. — era tan fácil decirlo, el reto era cumplirlo. Elizabeth asintió admirando aquel anillo. —Vayamos con el resto, seguramente están escuchando desde abajo.
—Te dije que no hicieras ruido. — se escuchó el regaño Froi hacia el pelinegro.
—Hey, ¿yo qué? — la pareja soltó una pequeña risita. ¿Seguro eran una familia normal?
Ambos bajaron por la escalera hasta la sala con una actitud de lo más tranquila y ajena a la situación enrevesado de hacía unos minutos antes, encontrándose a los mayores actuando con normalidad, escondiendo sus intenciones anteriores.
—¿Y qué pasó hijo? — arqueo la ceja. Primero lo espiaban en sus conversaciones ajenas y ahora tenía el descaro de preguntar.
—¿En serio, padre? — Froi guardo una risa.
—¿Qué? Solo pregunto; por cierto, déjame ver linda. — la aludida se acercó al rubio mayor quien tomo su mano analizando la joya cerúlea. —Al menos no tienes mal gusto. — felicitó a su hijo quien solo chasqueo la lengua.
—Oh, estoy tan feliz por esto. — chilló la señora Goddess con emoción y es que simplemente no podía evitarlo, ver esa extraña y minúscula emoción en los ojos del futuro matrimonio era un comienzo. Tal vez tardarían mucho antes de aceptarlo, pero sería con el tiempo.
—Bien, espero tengan energía que hay que mínimo brindar por esto.
[...]
Al fin estaba en la tranquilidad y privacidad que solo su habitación le podría brindar mientras se encargaba de avisar su compromiso a sus más cercanos sin parar de mirar el anillo como una especie de enemigo en su cuerpo. ¿Tal vez podría quitárselo mientras estuviera en su hogar? Sería grosero de su parte, pero no acostumbraba a usar anillos, para empezar ¿Cómo adivinó su talla?
Un suspiro largo al otro lado de la línea fue la advertencia de, seguramente, una explosión de emoción y euforia.
"Entonces, ¿vas a casarte oficialmente? "; la albina tragó duro antes de responder, preparándose mentalmente mientras alejaba el teléfono de su oído a una distancia prudente para no quedar sorda.
—Si.
"¡¡¡Kyaa!!! ¡¡¡muchas felicidades Eli!!!" , ambas féminas gritaron al unísono desde el otro lado.
—Si... No me griten que me dejan sorda. — avisó entre risas. ¿Realmente les emocionaba tanto?
"Lo siento, pero sabes que me emociono mucho con las bodas. Que mal momento para no estar ahí y abrazarte. " Mencionó Margaret mientras Verónica continuaba celebrando por su cuenta a todo pulmón.
—Tranquila, está bien, con que lleguen para la boda yo seré más que feliz.
"¡Por supuesto que estaremos ahí tonta Eli! y espero ser alguna de tus damas. " Anunció esta vez la menor de las Lionés. Elizabeth rio en alto.
—Claro que sí. — eso le recordaba, ¡tenía mucho que planear!
Los días transcurrían sin normalidad alguna para ambos, pues la noticia no quedo bien guardada después de todo. Dos días exactamente, dos días fueron necesarios para que se difundiera por la capital, para avisar al país, incluso llegaron a oídos de importantes empresarios de cada esquina del continente y con ello, se abrió controversia al escuchar tan sorprendente noticia.
¿Realmente Meliodas Demon se casará? Era más fácil encontrarse un cerdo parlante a que ese cultipicaño desinteresado y arromántico casándose. El tema de su "novia" no era tan impresionante, siempre terminaba con ellas después de un mes, pero que haya llegado a tomar esa decisión de formalizar era toda una anécdota para todos lo que lo llegaron a conocer. Y Meliodas estaba al tanto de esas opiniones.
—"Según se rumoran los hechos, el primogénito de los Demon ha decidido formalizar con la única hija de los Goddess al tomar su mano en matrimonio, ¿Será que realmente por fin una mujer se ganó el corazón del tan espetado y frío Demon o será una alianza organizada y disfrazada de un falso romance?" — Zeldris admiraba el enorme (y dramático) titular "La tierra dejó de girar". Realmente no se lo terminaban de creen.
—Solo léeme lo que escribió esta imprenta. — los ojos verdes rodaron tomando un cuarto periódico.
—Uh, esta noticia es buena. "Se le ha visto a Gloxinia y Drole almorzando en un puesto tacos de la esquina..." ¡Vaya! Y Gelda que no quiere ir conmigo por lo mismo. — soltó una carcajada.
—Zel, eso no me importa. — regaño después de que el menor dejara de reír. Buscó por las secciones del diario en blanco en negro hasta el apartado de sociales.
—"El joven Demon por fin contrae matrimonio después de seis meses de relación; ha sido toda una sorpresa para el mundo de las fianzas." ¡Vaya!, estos están más pendientes de nuestra vida que en la propia. Mira, hasta recopilaron fotos de ustedes. Están en finanzas y sociales. — Meliodas no evitó sentirse pudoroso en todas esas imágenes donde se le veía con la albina.
En algunas se les veía indiferentes el uno al otro, en otras parecían un simple par de amigos riéndose de la vida y lo extraña que puede ser, mientras en algunas se veían más comprometedoras con gran cercanía e inclusive castos toques de manos. Oprimió un pequeño sonrojo desviando la mirada.
—No es más que gente cizañera e insidiosa que no respeta la privacidad Zel. — aclaró la garganta. —¡¡Y calla ese maldito teléfono!! — maldijo a los ruidosos aparatos que sonaban, vibraban, notificaban la llegada de mensajes y llamadas sin parar.
Soltó un gruñido; desde hace un momento empezaron a llegar sin control en su teléfono, el teléfono de la oficina, el de su hermano. Solo faltaba que Elizabeth le reclamara por sentirse agobiada.
—Todos son felicitaciones por tu compromiso. — sostenía su teléfono leyendo la gran cantidad de mensajes de sus conocidos, compañeros de trabajo y algunos familiares.
—¿Y estos recados? — señaló la pila de papeles que Deldry le dejo minutos antes.
—Más congratulaciones. — se burló del mayor que ni se molestaba en leer dichas hojas. ¿Tanto por un estúpido compromiso que ni les importa? —Por cierto, ¿ya le avisaste a Liz de tal novedad? — negó.
—Seguramente se enteró por su cuenta y llamará gritándome.
Mientras tanto, en un pequeño departamento en medio de la gran ciudad, la pelirroja gozaba de su café matutino mientras reía en bajo a sus cómicos programas diurnas en blanco y negro; era tranquilo y cómodo en su sofá blanco sin nadie que alterara su mañana; sin embargo, a veces olvidaba que no vivía sola.
—Oye cherry. — entró entonando una larga y melódica presentación arruinado su tranquilidad. Soltó una brusca bocanada.
—Vuelves a decirme así y te rompo el brazo. — amenazó sin despegar sus garzos fruncidos de la pantalla. A Estarossa le dio un escalofrío punzante de pies a cabeza.
—Eres tan perfecta. — suspiró en cambio con aires soñadores. —¿Ya viste esto? — mostró el artículo que tenía entre sus manos. Liz lo tomó de mala gana al verse interrumpida.
—Si es otra de tus bromas con tus revistas pornográficas, te juro que te arranco el... — no dijo más que ampliar los ojos después de leer el encabezado que presentaba a la imagen de aquel molesto rubio con la chica.
—Al parecer se van a casar en unos meses; el mundo se va a acabar.
—Maldito hijo de ... — tomó su teléfono pulsando los números correspondientes esperando aquel Demon respondiera. Tardó un par de tonos antes de que su llamada fuese tomada.
"Hol...
—¡¿Te vas a casar y no me avisaste maldito imbécil sacado del infierno?! — gritó con traición ignorando la risa del contrario.
"Vaya, te escuchas alegre por eso. " La de cabello corto suspiró indignada.
—¡¡Pues lo soy!!; ¡¡me alegra por ti, idiota!! — Estarossa negaba una y otra vez con la cabeza preguntándose, ¿por qué amaba tanto a esa mujer?
[...]
—Estoy tan feliz por ustedes dos, debe ser emocionante saber que pasarán el resto de su vida juntos. ¡Apenas me lo creo! — Derieri felicitó a la albina con entusiasmo y es que, al igual que al resto, saber que su terco sobrino se casaría era algo inexplicablemente increíble.
—Si, claro. — al contrario de las dos rubias, esta no se encontraba tan entusiasmada al respecto. Estaba confusa y decaída, no por el matrimonio o por el hecho que no se casaría por amor; era una sensación externa a cualquier cosa que involucrara al rubio, era más a sí misma. Tanto alegó y se burló de los compromisos que terminó en uno que estaba tallado en piedra.
—Claro que lo es. Darán un gran paso que cambiará sus vidas. — interrumpió con unos ojos brillando en un profundo rosado amoroso. Parecía ser una mujer dura y segura de sí misma con un intenso fanatismo al romance, era curioso e inusual, al mismo tiempo admirable.
Derieri estaba feliz que su sobrino al menos no sería uno más de los que se mantenían sujetos a las exigencias de la dinastía de apellido Demon y con el simple hecho de desposar a una Goddess era más que suficiente.
—Déjame ver el anillo. — interrumpió su concuñada admirando la sortija. Sus carmines analizaron la piedra y el diseño de este y es que, si algo gustaba de ver por hobbie, eran las joyas. —Uh, parece ser un diseño único y exclusivo, nunca había visto un corte tan fino en un diamante; es algo que Meliodas haría por alguien especial. — no evito sonrojarse horrorizada por eso. Era hilarante pensar que ese pequeño hombre fuera tan atento, era mucho incluso para él.
—No digan tonterías, solo es un anillo. No es especial. — apartó su mano enseguida.
—Déjame decirte que si es diseño único es porque seguramente pensó mucho en ti. Lo cual confirmo ya que nunca había visto uno parecido. — se negaba a creerlo, pero no evitaba sentirse emotiva por eso.
—Las bodas son emocionantes y estresante o al menos mientras las preparas. — su mirada se guío a la de cabello cobrizo.
—¿Tanto así? — asintió.
—Yo estaba tan emocionada cuando planeé mi boda, aunque fue pequeña fue muy difícil, muchos inconvenientes. Supongo que tú ya sabes que hacer. — negó cabizbaja. Ha asistido a bodas enormes que imaginarse planear una de esas era casi imposible para ella, ¿Cómo debería ser la suya?
—Ese es el problema, no sé qué hacer primero exactamente.
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Bien, a partir de aquí muchas cosas se ponen interesantes, estamos más que nunca cerca de donde esta historia comenzó y créanme que cada vez se pone mejor entre los dos.
Díganme, ¿qué les pareció? Ya les había mencionado, puede que Meliodas sea un corazón de piedra, pero es considerado por nuestra Eli uwu
No se me desesperen, ya no habrá terceras personas que amenacen su relación, pero aun quedan cabos sueltos que ustedes han dejado pasar por desapercibidos. Aquí queda aún un misterio suelto así que hagamos un juego.
Díganme ¿cuál es ese misterio? Si mínimo hay tres respuestas correctas, les actualizo mañana arrhe >:3
Sin más, gracias por leer.
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