Capítulo XXXI
—¿Te quedarás ahí parado o es que acaso perdiste los modales, rubiecito? — pestañeo un par de veces antes de caer en cuanta que no era un mal juego de su cabeza, realmente la mujer pelirroja se encontraba frente a él mostrando una de sus sonrisas burlonas y traicioneros ojos inocentes.
Si que era una sorpresa y no por ser desagradable, pero realmente deseaba que al menos no llegara de imprevisto junto a su primo que ahora mismo mantenía una mirada grotescamente jocosa, seguramente por sus gestos y muecas silenciosas.
—Yo... Yo lo siento, pero realmente me sorprendió su llegada. — se reincorporó. —Y vaya sorpresa. — una mirada fugaz y cortante dirigido a su hermano menor quien tuvo agallas de ocultarle tan repentina visita. —Estarossa, quedamos en que me avisarías en dado caso que llegaras a Londres.
—Vamos primo, no me digas que no me extrañaste; yo te extrañé. — se acercó el carismático hombre de cabellos blancos para estrechar su mano con algo de rudeza, pero el rubio solo alzó la ceja dejando pasar su incomodidad.
—¿Se nota que tanto deseé tanto este momento?
—No me mires a mí, a él se le ocurrió de repente venir aquí. — se defendió el menor al sentirse amenazado por la mirada verde, una que escondía más de una intención fulminante. Rezó mentalmente por su vida.
—¿Cuánto tiempo se piensan quedar? — se atrevió a preguntar, después de todo no creyó que se fuesen a quedar mucho tiempo; el tema laboral era uno que los mantenía atados al continente americano; sin embargo, algo en esa mirada negruzca y alegre denotaba lo contrario.
—¿Cuánto tiempo preguntas? Meliodas, nosotros pensamos en quedarnos a vivir en la ciudad por los próximos cinco años. ¿No es agradable? Estaremos juntos. —, o quizás se adelantó a los hechos.
—Grandioso.
El hombre alto se vio atraído por el confuso mirar de unos ojos bicolores; algo tímida y hundida entre sus hombros esperando a una respuesta sobre los nuevos rostros presentes.
—Y ella debe ser tu novia. Elizabeth, ¿cierto? — la mirada oscura recorrió de coquetamente a la mujer albina de pies a cabeza tomando su mano para dar un casto beso en sus nudillos galante. La aludida confirmó silenciosamente con la cabeza sin evitar sentirse incomodada por su atrevimiento, acción que no pasó desapercibido por el más bajo. —Eres mucho más preciosa en persona que en esas fotos de revista donde hablan de los Demon. Ya sabes, paparazzis metiendo las narices en otras vidas ajenas.
—Elizabeth, él es mi primo: Estarossa. — presentó a la vez que sutilmente la apartaba de él en un ligero tirón de su brazo.
—Un placer, hermosa. —guiñó el ojo.
—Lo mismo digo.
—Y ella es Liz, una vieja amiga de la infancia. — unos azules mucho más predominantes como la misma fosa de las marianas, repelo contradictoria contra un azul cielo y un arrogante dorado. Sus comisuras ampliaron una sonrisa color carmín.
—Un placer conocer a la afortunada novia. — apenas y logró hacer contacto visual con la albina antes de tomar al rubio del brazo con fuerza y una mirada agridulce que empalagaba. —Ven cariño, hay mucho que hablar tu y yo. — Meliodas cambio su expresión a una confusa ante tal llamado apodo cariñoso.
La conocía lo suficientes como para saber que nunca fue de esas que gustara mostrar afecto y mucho menos de dar alias afectuosos. Bien, era una mujer amable filántropa, pero un temperamento fuerte que sobrepasaba su carácter sin importar la persona y la situación. Lo que la diferenciaba de Elizabeth es que mientras esta usaba la agresión verbal, la pelirroja se iba a la agresión física; y realmente prefería un golpe suyo a ese farisaico y suave abrazo.
—Oye, yo no...
—No rechiste, y recordemos el pasado de hermosos momentos juntos. — no lo dejó hablar y lo alejó de la peli plata que solo mantuvo una mirada expectante e incómoda por la nueva mujer.
Elizabeth rodó los ojos sin dejar de mirarlos, apretó los labios en una fina línea callando cualquier comentario. ¿Quién se creía? Debería de saber que al oji verde no le gustaba ese tipo de gestos, pero ahora se encontraba tranquilamente como si fuesen pareja.
[...]
—¿Por qué Liz actúa así?, ella no es de esas mujeres cariñosas. — cuestionó el pelinegro que, tanto a Estarossa como a Meliodas, se le hizo exageradamente ajena la manera radical en que cambió la actitud de Liz.
—Ni yo tengo idea; durante todo el camino estuvo reclamándome porque no le di suficiente tiempo para peinarse. — se hundió de hombros. —Mujeres, no las entendemos y ni ellas se entienden. Por un momento creí que llegaría dándole un golpe a Meliodas, pero esto sí que fue inesperado.
Ambos se quedaron discutiendo calmadamente sobre el reencuentro afectivo sobre aquellos viejos amigos mientras se perdían en recuerdos vagabundas de su niñez hasta estancarse en un callejón sin salida llena de risas, ignorando por completo a las féminas.
Por otro lado, Elizabeth soltó una bocanada antes de volver a sumergirse en la profundidad de aquella escena del rubio y su "amiguita" charlando tan cercanos que parecían la pareja ideal. Un descontrolado recelo emergió de su pecho, Liz lanzaba miradas amorosas y llenas de perversión cada vez que se daba cuenta que esta los observaba con... ¿Celos?
Era ridículo, apenas y la conocía, pero con ella cerca estaba algo insegura, ¿Meliodas la dejaría como un cero a la izquierda?
—¿Están muy unidos no lo crees? Ya ni contigo la había visto tan cercano como con ella. — se unió la rubia dando un sorbo burlón a su copa de vino. —No me malinterpretes, pero parece que de verdad le tiene un gran aprecio a pesar de no haberse visto después de años.
—Por mi está bien. No tengo porque reclamarle nada, puede hacer lo que se le ofrezca. — se dio la vuelta y decidió ignorarlos al igual que su fuerte curiosidad por saber qué es lo que pasaba entre ellos o al menos saber de qué tanto hablaban.
—¿Segura? porque parece que la matas con la mirada.
—¡Yo no hago tal niñería!, solo imaginas cosas. — sus mejillas enrojecieron exaltada. ¿Realmente le molestaba tanto? No tenía nada de malo, solo eran amigos sin mencionar que Meliodas era una especie de arromántico; no pasaba nada entre ellos ¿cierto? —¿Tú la conociste? A Liz.
—Hm. Un poco así. — ladeo su cabeza dudosa. —Tenemos una relación muy neutra, no intercambiamos muchas palabras que digamos, así que no te puedo responder con claridad. La recordaba más... exaltada. — la albina siguió curioseando. —Cuando visitaba a Zel solo la escuchaba discutir mucho con Meliodas, pero ya lo conoces a él, solo se mantenía tranquilo y esperando a que se le pasara el mal humor.
Los ojos bicolores se ampliaron para vaciarse en abatimiento disfrazado de molestia, ¿no era lo mismo que hacía con ella?
—¿Algo así como yo? Ya veo porque me escogió. — no podía evitar sentirse como un reemplazo. Meliodas nunca le dejó nada en claro más que el hecho que no deseaba que ella cambiara su personalidad, pero...
—Fueron buenos amigos a pesar de sus discusiones, pero él nunca estuvo interesado en ella y tampoco tuvieron una relación más cercana o no una que yo recuerde. — interrumpió la mujer. —Tranquila, estoy segura que si le preguntas sobre ella te responderá y no creo que tu fueras algo como un sustituto.
—Gelda, ayúdame que Amice hará otro berrinche y sabes que a mí solo me manipula. — la mujer rodó los ojos en un suspiro. Zeldris era demasiado susceptible a los pucheros de un infante y su propia hija no era la excepción.
—Debo ir; créeme que si Amice le pide a su padre un pony él se lo compra. — soltó una risita en bajo dejándola totalmente concentrada en sus pensamientos.
¿Preguntarle sobre su relación con Liz? Era demasiado directo como para tratar de hablarlo sin que él se cuestionara porque su insegura curiosidad. Tal vez pueda preguntárselo discretamente o a su hermano.
—Hey, Elizabeth. — Estarossa le brindó una sonrisa relajada manteniendo una distancia prudente. —¿Te molesta si me quedo un rato aquí a hacerte compañía?
—Para nada. — hubo un largo silencio entre ambos solo escuchando las lejanas y dulces risas de Liz y una postura rígida por parte del más bajo.
—Parece que desconfías de ellos, son muy buenos amigos desde pequeños. Aunque, todos creímos que pudieron ser algo más ya que siempre se les veían muy juntitos y con una química impresionante. — lejos de entristecerse, era como subirle a la flama que mantenía el agua hirviendo. —No estoy seguro, pero creo que alguna vez Meliodas sintió algo por ella.
Era el colmo, se negaba a detenerse a pensar si era cierto o no, pero solo tenía en claro una cosa. No quería a Liz cerca.
Mientras tanto, la pelirroja cesó su risa después de tal anécdota disfrutando de la compañía del rubio que, a diferencia de ella, este aún se mantenía sereno y hasta preocupado por su exaltación positiva.
—Liz ¿Por qué actúas así?
—¿Así como cariño? — otro escalofrío por su pestañeo coqueto. Soltó un largo suspiro ruidoso volviéndose más hosca. —No te veo en años y así me recibes, sin duda eres tú el que no ha cambiado en lo absoluto, ¿Cómo es que esa niña te soporta? — terminó cruzándose de brazos arrugando el entrecejo.
—También me alegra verte, pero sabes que no me gustan las visitas repentinas y mucho menos esa forzada actitud amigable. — la mujer soltó un quejido bufón.
—Yo con buenas intenciones y tu empiezas una pelea, pero no estoy aquí para discutir contigo. Mejor déjame conocer a tu novia, no me he presentado como tal. — una advertencia recorrió la columna de Meliodas.
—Espera, creo que debería...
—No cariño, yo puedo hablar con ella por mi cuenta, tu solo quédate callado. — no se detuvo en cuanto su objetivo, decidida se acercó a la peli plata que apenas intercambiaba palabras con el de cabello blanco. —Hola Elizabeth, lamento mi imprudencia de hace un rato — la aludida le volteo a ver. —, pero realmente necesitaba hablar con este rubio.
Esta se posó frente a ella sin dar esfuerzo alguno por no demostrar su ligero desagrado, dejándose ver una a la otra como dos gotas de agua de distintos ríos.
—Para nada, más vale tarde que nunca. Elizabeth Goddess, un placer. — más no se mostró grosera como lo pensó el rubio, o a menos que no lo fuera ella primero.
—Liz Barzad. — respondió. —Lamento mi curiosidad, pero tu ojo me llama la atención, ¿es real?
—Si. Un caso de heterocromía. — pudorosa intentó en vano cubrir su ojo coma antes, pero el flequillo solo creció por encima de sus ojos sin olvidad que constantemente estuvo recortándolo para mantenerlo así. Ahora se arrepentía.
—Bueno, yo creo que... — trató de intervenir en ese denso ambiente que empezaba a formarse.
—Espera cariño, aun no termino. Solo la examinaba. — Elizabeth encorvó una ceja cruzándose de brazos a modo de defensa.
—Esto parece examen, creo que es suficiente con la palabra de Meliodas ¿no crees? — el mencionado sudo en frío, debió suponer que ella no se quedaría callada a lo que le pareciera ofensivo y la pelirroja no se quedaría atrás.
—Vaya, eres segura de ti y crees que eres suficiente para Meliodas.
—Liz no empieces. — a este punto, el más bajo solo se sentía abatido. Liz quería provocar una discusión, una que llamaba la atención de Estarossa que solo disfrutaba del espectáculo, Zeldris luchaba por mantenerse callado mientras su esposa e hija se mantenían ajenas al pequeño problema.
—Me arriesgo a confiar en él, pero creo que eso es algo que a ti no te incumbe. — respondió con lo poco que le quedaba de control. —Te agradecería que no te metieras en ese asunto.
—Eres muy grosera e indecorosa abusiva. Ahora veo que adoras discutir. — mala elección de palabras; Elizabeth curveo una sonrisa que el rubio interpretó en seguida.
—Discúlpame, pero yo no comencé esta absurda discusión, pero si quieres una déjame decirte que no tengo problemas. — su voz se elevó consideradamente que solo retó a la contraria.
—Solo hablas porque tienes boca. — gruñó con fastidio.
—Así es y mientras la tenga no voy a callarme.
—A ver, a ver, a ver; deberían calmarse ambas y...
—¡¡¡TÚ CÁLLATE DEMON!!! — amenazaron al unísono al pobre hombre que permaneció tenso por unos segundos frente a ojos furiosos.
No le quedó más de otra que retroceder por su bien, dejándolas discutir y alzarse la voz la una contra la otra como pequeñas peleando por algo totalmente innecesario.
—Carajo, dudo que se calmen pronto a menos que alguien intervenga. — comentó el de ojos ónix con gracia. —Fue tu culpa Zel.
—¿Por qué la mía? — reprochó indignado.
—Debiste avisarle a Meliodas con antelación para que pudiese hablar con Elizabeth y contarle un poco de la neurótica de Liz. — el más bajo quiso golpearlo por oportunista y dejarle todo por su causa cuando claramente él fue el de la idea.
—Dejen de pelear ustedes dos. — regañó el rubio.
—Meliodas, mejor sepáralas, no se vayan a querer matar. — suspiro con fastidio y atolondrado de tanta discusión y palabrerías sin contexto.
—A ver, ¡ya basta! — tomó a su novia y la alejó de la ojizarca situándose entre ellas. —Elizabeth, Liz cálmense. — su pareja soltó un sofión ignorando la mirada verde.
—Claro que sí, cariño mío, lamento haberte gritado. — repentinamente, la pelirroja actuó mimosamente al abrazarlo de manera cariñosa por la espalda acto que solo le hizo alejarse.
—En serio, deja de actuar así.
—¿Así cómo?, ¿Qué no fue especial lo nuestro? — ¿lo suyo? ni siquiera hubo nada entre ellos, ¿Qué le hizo pesar en....? Espera, ella buscaba provocarla de nuevo. —Si ella no habla, no discutiré tampoco. — la de mirada bicolor torció una mueca harta de aquel circo de bufones.
—Bien, no pienso discutir más. — no dijo nada más, solo se dio la vuelta y caminó lejos de aquellos dos.
—Mierda. Espera Elizabeth. — lo que le faltaba; primero Liz actuaba cariñosamente a propósito para hacerla enojar y extrañamente resultó, solo faltaba esperar que esta se tranquilizara, pero no esperaría a que pasara.
—Te pasaste, ¿no lo crees? — se le acercó Estarossa a la de cabello corto que ahora, tarde, se dio cuenta que posiblemente no solo haya hecho enojar a la Goddess.
—Creo que sí. — admitió afligida. —No creí que Meliodas iría tras ella.
Por otro lado, Elizabeth daba pasos pesados y bruscos, algo incómodo para los zapatos altos que llevaba puestos, pero no podía evitarlo, estaba muy molesta ¿con Meliodas?, no. Ni siquiera tenía una respuesta clara para justificarse, solo lo estaba.
—Elizabeth, ¿Qué te sucede? Realmente no creí que te llevaras tan mal con ella. — la detuvo tomando su muñeca, contacto al que esta reaccionó de inmediato.
—Pudiste avisarme que tenías "amiguitas" que gustan de presentar los dramas al público. Y decías que no te gustaban las escenas. — apartó su brazo de su agarre bruscamente.
—¿Amiguita? No espera, te equivocas, Liz no es...
—¡Uy si!; bien a gusto por su lado como la hermosa pareja ejemplar que todos quieren. — imitó una falsa voz de amabilidad que solo estremeció al más bajo. —¡¿Sabes qué?! mejor pídele a ella que sea tu esposa y tienen su vida maravillosa mientras a mi puedes échame de lado. — no lo entendía, esperaba que ella reclamara sobre ella y lo competitiva que pudo ser, pero solo le reclamaba por su tiempo juntos. No tenía sentido, no lo tenía a menos...
—Espera, ¿estás celosa? — ambos ojos se ampliaron a la par.
Celos. No existía para definir esta mezcla de enojo y rechazo, tenía que ser otra cosa que excusara su actitud. No sentía algo sólido por él como para reclamarlo de su propiedad ni como para prohibirle a hablar con alguna mujer, pero no podía explicárselo, las palabras y pensamientos escaparon de su boca.
—Sigue soñando Demon. Hablo que me convendría a mí y me dejarías en paz. — suspiró de alivio internamente.
—Pareciera que no ya que lo dijiste en un tono molesto. — pareció dudarlo un poco, pero dejó pasarlo por alto, tal vez malinterpretaba su molestia. —Lamento decir esto, pero creo que ahora menos que nunca podrás echarte atrás.
—¿Por qué? — apretó los labios algo titubeante.
—Más tarde te lo digo, ahora tenemos que volver con los demás. — desconfiada accedió. Estaba sospechoso y algo inquieto, incluso sobresalía en su rostro tranquilo como si algo le ocultara.
"Vamos Elizabeth, solo estás delirando. " se recordó a sí misma siguiendo detrás de su pareja encontrándose con una Liz cabizbaja siendo regañada curiosamente por Estarossa.
No sabía cómo actuar después de ese inconveniente, incluso ahora le daba pudor tener que cruzar mirada con ella; sin embargo, fue esta quien buscó llamar su atención.
—Oye Elizabeth... — su mano se posó en su antebrazo contrario en arrepentimiento. —Lamento lo que dije hace rato, pero realmente mi temperamento sobre pasa mi carácter. Sé que no es una excusa, pero lo siento. — quedó algo desconcertada por aquella pequeña sonrisa roja. ¿Seguro era la misma chica de hace unos momentos? Y la llamaban a ella bipolar.
Le dirigió la mirada a Meliodas quien solo hablo con la mirada. Suspiró.
—También yo; también suelo perder mi postura y habló mucho sin pensar. — alzó los hombros soltando una risa baja.
—Déjame decirte que te defiendes bien.
[...]
Aún no confiaba en Liz en su totalidad, apenas comenzaba a ver su verdadera naturaleza: complicada, afectiva como relajada, algo cruda y de un humor burlón. Aunque aún se preguntaba, ¿por qué esa actitud empalagosa con el rubio?
No volvieron a discutir por el resto de la tarde, parecían hermanas incluso por sus extraordinarias coincidencias; sin embargo, no dejaban de ser distintas de cierto modo, o eso pensaba el rubio que ahora no sabía cómo tendría que lidiar con ambas juntas.
El atardecer advertía la llegada de la noche y se reflejaba en los arreboles en el cielo británico y el sonido de los grillos cual chillido de pequeños violines acompañando el ambiente.
—Ya es tarde — informó el de profundos ojos ónix. — y el departamento que alquilamos está muy lejos. Debemos irnos. — Liz asintió exhausta. —Fue un gusto verte de nuevo Gelda.
—Nos vemos, fue una grata visita. — la blonda tenía consigo a su pequeña roncando ligeramente entre sus brazos después de una larga tarde. —Zel, llevaré a Amice a dormir al cuarto de arriba.
—Adiós Elizabeth, fue un gusto conocer a la mujer de mi primo. — está se cubrió de un tenue sonrojo en sus mejillas, la palabra "mujer" fue un pequeño salto para su corazón confuso.
—Nos veremos pronto y de nuevo lamento lo que pasó en la tarde. — habló Liz posando sus manos en los hombros. —Si algo sucede entre tú y Meliodas no dudes en decírmelo, conozco sus puntos débiles. — este se estremeció, Liz era de las mujeres a las que debía tomar en serio sus palabras.
—Puedo por mi cuenta, pero gracias. Nos vemos Liz. — dibujó una sonrisa que le hizo suspirar tranquila.
—Nos vemos Meliodas.
Tanto la pelirroja como el de cabello blanco desaparecieron dentro del vehículo donde el chofer de la familia esperaba paciente mientras Elizabeth los veía marcharse desde la ventana ignorando que los hermanos aprovechaban su momento de distracción.
—¿Y? — Meliodas arqueo la ceja.
—¿Y qué? ¿Ahora? — el azabache asintió.
—Ahora es cuando. — animó silenciosamente. —Me voy a dormir, nuestro padre no tarda en llegar con la señora Goddess. — esta vez vociferó para que Elizabeth lo escuchase.
—De acuerdo; descansa Zeldris.— este se fue no sin antes darle una última porra de motivación al mayor que trago duro al verse solo con la mujer. —Supongo que la esperaré para irnos.
Todo era silencio, ni las empleadas se encontraban presentes, solo ambos.
—Oye Eli, ¿podemos hablar? — asintió en sin hablar. —Ven, vamos al jardín.
La albina lo siguió algo curiosa como insecto a la más mínima luz hasta el lugar predicho bajo las elegantes farolas que alumbraban la noche. Era como siempre, callado y misterioso, pero sus ojos ruidosos y las manos ocultas dentro de sus bolsillos.
—¿Qué sucede? — escuchó un resoplido.
—Primero, lamento no comentarte de Liz antes, pero tampoco sabía que llegaría ahora. — comenzó.
—Está bien, no me des explicaciones. Creo que ahora entiendo lo difícil que es lidiar con alguien como yo. — de nuevo ese incómodo sentimiento, pero esta vez menos intenso. —Aunque si te gustaba ese tipo de chica ¿por qué nunca se lo pediste a ella?, tal vez si le hablabas de tus sentimientos...
—¿Sentimientos hacia Liz? — interrumpió observándola asentir.
—Estarossa me dijo que tu...
—Una cosa clara de él: no creas todo lo que dice. Es poco sereno y solo le gusta provocar discusiones. — ladeo su cabeza confusa.
—Pero lo de Liz. — negó un par de veces.
—Liz no es mi novia y no lo fue. Jamás sentí algo más que un cariño de amistad. — su mirada se deformó en una mueca, ¿por qué dudó de él?, ¿por qué le afectó?
—Creí que sería una especie de sustituta o algo así. — se abrazó a sí misma.
—No vi a ella en ti, nunca te comparé con nadie. Puede que tengan cualidades en común, pero siguen siendo diferentes. — tomó una buena cantidad de aire. —La más grande diferencia es que tú serás mi esposa, bueno... — su misteriosa mano izquierda salió de su bolsillo dejándole frente a ella una pequeña sortija de compromiso brillando ante sus ojos, robándose consigo las palabras. —Al menos formalmente, solo tienes que acceder.
.
.
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Tuve un fuerte problema de internet (inesperadamente se iba y venía y de nuevo), y el capítulo no se guardaba, ni se subía :)
En fin, bajen las armas que Liz no es un problema para estos dos ':3
¿Qué les pareció?, ¿cuál será la reacción de Elizabeth?, ¿yo dejaré de dejarlos en suspenso algún día?
Sin más, gracias por leer.
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