Capítulo XXIX
—Es agradable pasar una tarde entre nosotras, ¿no lo creen? — suspiró la de cabellos cobrizos estirando sus brazos por encima de la cabeza. —Ya necesitaba hacer algo más que solo pasear por el jardín.
Aquellas mujeres transitaban por toda la plaza comercial a petición de Derieri ya que buscaba algo en particular para recibir a su tan excéntrico y amado esposo que tanto adoraba, aunque se demostraran una inextricable indiferencia. Al parecer cada pareja tenía una forma distinta de mostrarse amor mutuo a diferencia de las demás que solo sabían ser empalagosas.
—Odio admitirlo, pero es cierto, necesitaba un respiro fuera de casa; al menos me calma dejar a Amice en la guardería. — siguió la rubia de ojos rojos. —¡Dios mío! crece tan rápido mi bebé.
—Ya no es una bebé, cuando menos lo esperes ya estará en la universidad presentándote a sus parejas y saliendo como una adolescente rebelde con sus amigas. — agregó jocosa la peli plata logrando un pobre suspiro en respuesta.
—No quiero ni imaginarlo, Zel se volvería completamente loco. — relamió sus labios ansiosa. —La otra vez en el parque, un niño del vecindario la invitó a jugar y Zeldris tomó a Amice de la mano y se la llevó con la excusa que irían por helado. Me dio pena ver la cara decepcionada del pobre. — ambas mujeres soltaron una risa enternecida, no conocían ese lado del mencionado pelinegro, pero el instinto paternal de vez en cuando venía acompañado de celos.
—La mayoría de los padres son muy celosos. Conmigo no fue así; ¡es más!, el día más feliz de su vida fue cuando me comprometí con Monspeet. Creyó que me quedaría desaliñada y soltera para siempre. — rodó los ojos ofuscada. —Pero sí de padres de terror hablamos, nadie comparado con el señor Demon.
—¿Hablas de Froi Demon? — Derieri negó cínicamente.
—Froi no le llega ni a los talones de lo que fue su padre alguna vez. — tanto Gelda como Elizabeth se vieron intrigadas, ¿alguien podría ser peor que Froi? —Le teníamos miedo. — el recordar aquellos ojos negros del hombre solo fue un roce peligroso para su columna.
Gelda sudo en frío por una razón, sabía de lo que Demon era capaz de hacer que, imaginarse al padre de este ser aún peor, solo le inquietaba. En cambio, Elizabeth, ingenuamente tenía la mentalidad que Froi era una persona amable e indiferente a su estatus social y económico, el rubio que tenía por pareja era ese tipo de hombre al que lo creía capaz de cualquier barbaridad por protegerse; aunque es no le sacaba la atracción de tan misterioso hombre nombrado por Derieri.
—Meliodas y Zel no mencionaron nada de él. — respondió la rubia delatada por sus ojos su vacilación.
—No lo llegaron a conocer nunca, murió unos meses antes de que Meliodas naciera. — apretó los labios tornándose serena. —Hubo muchos rumores alrededor de los Demon en ese tiempo; desde su afición por los contratos y el poder hasta sus encubrimientos para guardar apariencias. Por él es que se hicieron de muchos enemigos, incluidos los Goddess y los Fairy. Muchas alianzas se rompieron.
—¿Un hombre muy hostil? — ladeo sus ojos pensativa.
—Era el tipo de hombre con el que no tenías que pensar para saber que con él jamás debías lidiar. Esa es una razón por la cual muchas de las ramas del apellido Demon nos vimos obligados a vivir fuera del país. — explicó dejando con más preguntas a las mujeres, ¿debían preocuparse por su seguridad? —Y ni hablar de su esposa, de ahí surgió el título de "La Señora de Demon", esa mujer era una servil, su mano derecha.
Elizabeth estaba temblando internamente después de escuchar esta peculiaridad en la historia de dicha familia, el simple hecho de ser Goddess la hacían un blanco fácil al igual que su madre, pero el mencionado Demon ya no vivía, no debía preocuparse por eso ahora, ¿cierto?
—¿Zeldris o Meliodas saben algo de esto?
—Froi ocultó muchas cosas de su padre, lo aborrecía en muchos aspectos, así que ellos nos saben nada. Cuando él tomó cargo de la empresa buscó nuevamente aliarse y dejar esos rencores atrás, así que no hay de qué preocuparse, pero aun así no comenten nada; no queremos problemas dentro. — un largo suspiro salió de sus labios. Sin embargo, una duda surgió repentinamente, ¿sería esa la verdadera razón por la cual querían que ambos se casaran?, ¿para olvidar esa enemistad entre ellos?
—¿Señorita Elizabeth? — una mujer alta de singulares coletas altas la saludó con una enorme sonrisa.
—¿Sí?
—¿Me recuerdas?, nos conocimos en la galería hace un tiempo. — ¿cómo olvidar a alguien con ese tipo de carisma? La albina sonrió.
—Diane, ¿cierto? Es un gusto verte. — la castaña pronto fue acompañada por un hombre alto de un cabello de tono más claro que el de su pareja y de un peinado elegante.
—Igualmente. Mira King, ella es la pareja de Demon. — el aludido dibujó una sonrisa arrogante a la jovencita. — Él es mi esposo.
—Un gusto. Creo que también mi hermana me hablo un poco de ti, estaba tan entusiasmada con su visita. — agregó agradecido.
—No fue nada, Elaine es realmente amable y encantadora.
—Lo sé, aunque no entiendo cómo es que llegó a aceptar ser esposa de Ban. — rechisto con cierto recelo hacia su cuñado, aquel con el que tuvo que soportar sus burlas amistosas. — En fin. — se hundió de hombros.
—Bien, nosotros solo pasábamos a saludar un rato; fue grato verte por aquí. Nos vemos. — tomó el brazo del hombre para posteriormente alejarse de la albina que solo se quedó algo atontada.
—Veo que conoces a muchas personas gracias a Meliodas. — tarareo la mayor de ojos rosados. Elizabeth solo negó incomodada.
—Creo que es sólo superioridad, no porque realmente les agrade o algo así. — debía admitir, si llegó a conocer buenas personas como la familia del rubio y unos de sus compañeros, pero pensar el simple hecho que solo se le acercaban por algún tipo de "afán altruista" le hacía dudar.
—¿A quién le importa lo que piensen de ti?, solo sé segura de ti y ya. Lo digo por experiencia propia. — guiñó el ojo con un sólido ego. —Ahora vayamos a buscar ese licor, estoy segura que a Monspeet le encantará.
—Te gusta consentirlo. — la aludida suspiro enamoradiza y sosegada.
—De vez en cuando, los pequeños detalles inesperados son los que mantienen viva la llama mientras las palabras sobran.
[...]
Soltó un gruñido en bajo queriendo darse por vencido por una mujer con una fuerza de voluntad fuerte y hostil que irradiaba peor que otra palabra hiriente. Durante el resto del mes, Meliodas no dio con Elizabeth más que cortos pasos en su búsqueda de recuperar esa confianza que él mismo destruyó y es que, la mujer lo ignoró tan bien que incluso dudaba de sí mismo. ¡Maldita mujer! Ni cuenta se daba que solo lograba fascinarlo más de lo que estaba y eso que ni se percató de ese detalle.
Sin embargo, ahora tenía un mayor problema. Uno que le revolvía el estómago con pensarlo y daba nerviosismo al mínimo pensamiento que tendría que hacerlo. Repentinamente, el temor al compromiso de la albina le fue contagiado como virus que no te dejaba respirar y lo ahogaba en inseguridades. ¡Nunca en su vida había sido tan temeroso!
—No puedo creer que vayas a hacer esto, debo grabarlo. — se escuchó la risa burlona por parte del azabache que nunca creyó poder apreciar el día en que vería a su hermano con los nervios a flor de piel. Algo que no pasaba ni en mil años.
—Ni yo. — vacilante continuó buscando sugerencias de "cómo pedir matrimonio" y, honestamente no le agradaba la idea. —¡Definitivamente no puedo hacerlo!, ¡¡No!! Si ni siquiera puedo escoger un anillo, ¿quién invento esta mierda del matrimonio? — dejó el móvil con pavor.
—¿Entonces porque no mandas a hacer uno y listo? Quieres uno diferente dices. — a veces no comprendía como su hermano mayor se complicaba solito.
—Yo no sé de esto. — una idea surgió de su cabeza volteando a ver a su hermano que solo ladeo una mueca al adivinar sus intenciones. —Tu ya te casaste, ayúdame. — este soltó una carcajada.
—Hermano; estás hablando con alguien que pidió matrimonio en medio de una orden en un local de comida rápida, ¿cómo quieres que te ayude? — Meliodas rodó los ojos, ¿tan difícil era que se tomara las cosas en serio? — Aunque fue buena idea, nos regalaron una orden de papas en congratulación.
—Solo necesito un anillo, ¿no? — el azabache asintió una vez tranquilizado.
—Tienes que saber las medidas de sus dedos también; que incómodo sería si resulta que no le queda o es muy grande. ¿Por qué crees que tuve que mandar a ajustar el anillo de Gelda.
—Bien. — el silencio no duró tanto, Zeldris aún se sentía curioso.
—¿Y ya sabes cómo se lo vas a pedir? — se tornó tenso ante esto.
—¿Eso importa? — luchó por no mostrar ni una pizca de inseguridad y no titubear en el intento.
—Por eso luego te digo bestia sin sentimientos.
—Gracias por ayudar. — torció los ojos. Era ridículo; nunca ha intentado ser romántico y ni, aunque lo intentara, las palabras y metáforas eran un serio problema, terminaría arruinado todo. Si intentaba darle un regalo, era muy simple y por simple complejo de odiar los clichés o incluso si intentaba llevarla a un lugar, ¿quién le aseguraba que ella estaría cómoda? No era como si fuera y le preguntara directamente como quería que le pidiese matrimonio, Elizabeth tendría el tiempo suficiente para escapar.
Espera...
—Aunque solo sea por un contrato y por el hecho que le estas arruinando la vida...— continuó el pelinegro. —Mínimo puedes ser considerado. No sé, llévala a....hum. — pensó un rato. —Un restaurante no, mucha gente y muy cliché. Hum ¿una playa?, o una cena en el exterior... — Meliodas trato de intervenir, pero este no escuchaba, parecía más emocionado por la propuesta que él mismo. —Eh, ¡ya sé! Llévala a la azotea de un edificio después de un espectáculo de luces, es lo último en moda y muy romántico para la ocasión. Conozco a alguien que puede ayudar con eso.
—Lo más seguro es que se lance por la borda después de que le pida matrimonio. — suspiró dejando a su hermano con las palabras.
—Eh, ¿en el cine? — negó.
—Huiría.
—¿En un restaurante? — una mueca.
—Diría que va al baño y después escaparía por una ventana.
—¿En un helicóptero? — un tono agobiado.
—Se dejaría caer libremente. — Zeldris parpadeo un par de veces tratando de analizar esa nueva información.
—¡¡¿A esa mujer no le gusta el compromiso o qué?!!
—No. — respondió en seco.
—¿Y cómo pensabas pedírselo entonces? — se cruzó de brazos desconcertado como intrigado.
—Solo le iba a dar el anillo para aparentar.
—Eres un... ¡No puedo creerlo! — su palma cubrió su rostro en negación. Era peor de lo que pudo imaginar. —Diosas, denme paciencia porque si me dan fuerza lo mato. — murmuró resignado soltando un falso sollozo dándose por vencido.
—Me harías un favor.
—¿Y quedarme yo con el cargo de esta mierda de empresa?, no gracias. — para ambos no era un misterio que ni uno ni otro quería quedarse con la responsabilidad de un negocio que solo les causó fatigas y algunos problemas, pero ese era otro tema a discusión.
—Solo dame una idea ¿de acuerdo? — rechistó impaciente. En ese instante, el Demon mayor de cabellos rubios ingresó a la oficina donde escuchó las dóciles voces de sus hijos discutir.
—¿De qué tanto parlotean ustedes dos?, no les pago para que holgazaneen. — ninguno de los dos se sorprendió al verlo entrometido en sus asuntos de hermanos.
—No nos pagas, compartimos la misma cuenta bancaria. — recordó el rubio menor. No les molestaba, pero tampoco se sentía a gusto; solo era una medida para mantener a los más bajos amarrados en su labor y obligaciones.
—No te quejes y cuéntale a tu viejo que tanto chismosean. — entonó algo relajado tomando una de las sillas giratorias y acomodarse frente a ambos.
—Meliodas no sabe pedir matrimonio.
—Eso no es un problema, solo debes...— su ceño frunció de inmediato al caer en cuenta de sus palabras. —Espera, ¿no terminaste con ella? — Meliodas soltó una gruesa bocanada negando levemente. Era el momento en que se enfrentaría a su mayor, pero esta vez sin perder su control.
—Yo tomé una decisión o más bien, tomamos la decisión Elizabeth y yo. — Froi intentó intimidarlo, pero no pareció dar resultado, su hijo era conciso. —Tu armaste esta relación, lo que suceda entre nosotros se debe quedar entre nosotros a menos que pidamos una opinión ajena.
—Creí que esa jovencita no te volvería a hablar o Inés te terminaría colgando de un árbol. — ladeo una mueca. Los Goddess no avisaban, solo sacaban las uñas cual gato salvaje, no sin antes jugar como si hubiesen cazado una presa antes de devórala lentamente de la manera más sanguinaria posible.
Fue víctima de la furia de su mejor amiga una vez en el pasado, le sorprendía que ella no hubiese intervenido por su hija.
—Ella y yo hablamos al respecto y personalmente me disculpe con la señora Goddess, al menos ella fue más prudente al respecto. — apretó los labios buscando la manera de contrarrestarlo con sus palabras. —El contrato no expira hasta dentro de seis meses más y por lo que Chandler me comento, ni tú puedes cancelarlo ya que no viene a tu nombre, por lo que aun así me veo obligado a cumplirlo. — suspiró profundo. —Tomaré mi tiempo para pedir la mano de Elizabeth en este próximo mes.
—Supongo que no puedo oponerme a eso, pero ¿qué hay de tu problema? — el rubio menor se obligó a calmarse, su padre buscaba de una manera u otra demostrar que aún no podía calmar su temperamento mientras el azabache solo sudaba ansioso por saber cómo culminaría la discusión más calmada que ha presenciado. —Elizabeth no tiene idea de cómo...
—No; y ya hablé con Zaratras, no necesito terapia solo en caso que tenga otra recaída la cual dudo mucho que vuelva a suceder y eso es algo que Elizabeth también sabe, así que deja de llamarlo "problema" cuando claramente un trauma es más que un simple problema.
—¿Estás seguro de esto Meliodas? — alzó la voz, el oji verde ladeo una de sus comisuras con tranquilidad.
—Más que nunca y no pienso dejar que me sigas controlando por temor. — Froi estaba sorprendido, regularmente esas discusiones, en especial con el mayor de sus hijos, siempre terminaban con pérdidas de composturas. Esta vez, no fue así.
Se levantó de su asiento totalmente resignado.
—Entonces, ya está el cargo sobre ti Meliodas. — el aludido comprendió y asintió sin borrar su expresión triunfal. —Zeldris, vuelve a tu labor, ahora. — dicho esto, se retiró a su oficina llevándose consigo ese tenso ambiente.
—¿Soy yo o ganaste está tranquila discusión? — dirigió la mirada al mayor. —Lamento que suene como broma, pero esta vez fuiste de lo más tranquilo y padre nunca se queda con las palabras.
—Si quiero demostrar que puedo hacerlo por mi cuenta, debo controlar mi ira primero. — uno de sus hombros se alzó.
—Creí que la querías eliminar. — su sonrisa se ensanchó moviendo su cabeza en negación.
—Es más fácil que tu pierdas la compostura a que yo anule mis emociones. — ambos soltaron una risa baja. El azabache era alguien más calmado y tranquilo y pocas se le ha visto violento, algo difícil de presenciar.
—En ese caso, tienes mi apoyo. — con aires perezosos también se levantó de la silla. —Me voy que el deber llama y Meliodas, averigua el tamaño del dedo de Elizabeth y piensa, aunque sea un poco en ella. Eso te ayudará a comprenderla.
Meliodas hizo un puchero dudoso. ¿Pensar más en ella como le ayudaría? ¿De qué forma? Nada era claro, después de todo ni siquiera estaba seguro si estaba listo para buscar aquel sentimiento con el riesgo de que esta solo rechazara, ella fue clara; ningún compromiso sentimental entre los dos habría. Estaba de acuerdo.
Negó levemente volviendo a su trabajo, ya tendría tiempo para pensar la manera en que tomaría su mano, una forma que no sea tan sorpresiva y cómoda para ella, mientras se preocuparía por lo básico: tener una relación más cercana a ella para volver a fortalecer ese lazo de confianza.
Por otro lado, un molesto Demon rubio tomó con algo de brusquedad el teléfono entre su escritorio buscando el número telefónico perteneciente de cierta peli plata. Espero unos segundos antes de que su llamada fuera tomada por la contraria.
"¿Froi?, que sorpresa que llamas"; este soltó un sonido de queja.
—Inés, tenemos que hablar. — emitió con voz grave alertando los sentidos de la mujer. Algo iba mal.
"¿Sucede algo?", un suave suspiro recibió en respuesta.
—¿En dónde te puedo ver?
.
.
.
Y se hace mención de un nuevo personaje de la familia Demon jsjsjs ¿Tienen alguna idea de lo que esté pasando aquí?
Otra cosa por si no les quedó claro, que Meliodas esté pensando en el matrimonio no significa que ya lo hará. Honestamente ni yo sé cómo va a suceder :v
Sin más, gracias por leer y no veremos pronto.
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