Capítulo XXIV

La albina contoneaba sus piernas, cruzándolas con gracia sobre el asiento mientras esperaba impacientemente a que aquel molesto rubio terminara con su junta. Había pasado poco de tres días y él le llama de imprevisto con la excusa de "hay algo de lo que quiero hablar".

Bufó cruzada de brazos.

—¡Maldito Demon!, ya llevo más de una hora aquí sentada esperando. — a su alrededor, más de un trabajador se alejó de aquella aura aterradora que esta desprendía, incluso llegaron a temer un poco ya que, si Meliodas Demon daba miedo con esa mirada frívola, aquella de facciones de ángel era capaz de demostrar que incluso el cielo tiene su propio infierno.

—Y creo que todavía tendrás que esperar. — los bicolores se desviaron al dueño del albino de ojos carmín. —Es un gusto verte de nuevo princesa, ha pasado ¿mucho no crees? — tomó su mano y besó sus nudillos en un acto cortés, pero Elizabeth no pudo evitar sentirse agobiada.

—Señor Ban, ¿le puedo pedir un poco de espacio?

Torció una mueca, ¿Cómo puede existir alguien tan excéntrico y galante? Solo ignoraba aquellas miradas vagantes que malinterpretaban la cercanía de esos dos.

—El capitán no saldrá hasta un rato más y tiene más juntas que atender. Me mandó para disculparme en su lugar y me pidió llevarte a la propiedad de los Demon. — simplemente se levantó de su asiento y le dio la espalda.

—Yo puedo ir sin ningún problema, gracias. —, pero Ban fue astuto al tomarla por el hombro causando una sensación arisca.

—El capitán me sepulta vivo si algo te pasa, me lo advirtió: "Ni un rasguño Ban", y pienso seguir sus órdenes al pie de la letra. — algo se le debía ocurrir para deshacerse de él. Continuó divagando en su cabeza buscando una excusa.

—Pero también debes estar ocupado, realmente no es...

—Insisto. — no tuvo opción, este solo la tomó deliberadamente de la mano, escena que llevo más de una mirada curiosa y algo sorpresiva. Podía escuchar cuchicheos de bocas ajenas y miradas fugaces.

"Mierda, se harán malas impresiones de mí y luego Meliodas se enfadará, ¡agh!" frunció el ceño. " De cualquier forma, es su culpa si algo se sale de contexto." Lo único que logró fue no más que una ligera distancia; golpear al albino sería mal visto.

Fue un largo recorrido desde las oficinas hasta el estacionamiento subterráneo del edificio, más con ese sentimiento de desilusión. Tenía curiosidad, ¿por qué su llamada tan repentina? Sea lo que hubiese sido, lo que realmente deseaba era intentar otras de sus travesuras como aquella última en su escritorio, realmente era tentador encenderlo para luego dejarlo a medias.

Ya tendría la oportunidad para sus maldades.

El sonido sordo de la puerta del auto llamó su atención. A diferencia de su mejor amigo, Ban usaba un estilo de auto más extravagante de color naranja rojizo, el espacio era aún más pequeño y, por ende, los asientos de frente eran más juntos; omitió un quejido y montó el vehículo esperando que el propietario comenzara a dar marcha.

—¿Y cómo vas con Meliodas?, supongo que todo mejoró entre ustedes. — por un momento arqueo la ceja, ¿ese rubio le contaría todo lo que pasaba entre ellos?

—Si; el sigue siendo el mismo egocéntrico empresario.

—Tiene muchas cualidades. — hizo un breve silencio algo pensativo y curioso. —Podríamos hacer una parada antes, te invito a mi casa a tomar un trago, ¿te parece? — sus ojos delataron terror sorpresivo. Trago saliva.

—No gracias, Gelda debe estarme esperando. Además, no me parece apropiado formar tanta cercanía con el mejor amigo de tu pareja. — el contrario apretó los labios evitando soltar alguna burla.

Era gracioso, de cierta forma, la abrupta actitud serena le parecía simular que con quien hablaba era con el rubio. Se podría decir que tenían buena química, pues como imanes opuestos se atraían y la interacción entre ellos era una rotunda irrupción en sus personalidades características. Un ejemplo de una relación equilibrada entre la exaltación y la serenidad.

Durante todo lo que restaba del trayecto, Ban se obstinó en continuar con aquellas insinuaciones insolentes; de vez en cuando no evitaba guardar ese temblor cada vez que la mirada furiosa de Goddess utilizaba su imagen como el blanco a matar. Bien entendía al oji verde y su aberración por aquella impredecible femenina, ¿Cómo es que le siguió pareciendo interesante?

Al fin habían llegado a aquella vivienda solariega.

—Nos vemos, princesa. — Elizabeth sonrió forzosa después de ese guiño coqueto. Cerró la puerta y solo apresuro el paso lejos de ese espécimen sin contar que se encontraría con la rubia de mirada algo indiscreta.

—Veo que Ban es muy amable contigo?, huh. — soltó un berrido. Una risa salió de la contraria después de ver su sueño fruncido. —Solo bromeo. Ha pasado mucho, Amice está emocionada por verte.

—¿Está aquí? —asintió ligeramente.

—Mi vida, mira quien llegó. — la pequeña aludida fue de inmediato con euforia en sus ojos castaños.

—¡Mi tía Eli! — sin dejarla hablar, solo tomó su muñeca y tiró de ella ligeramente. —Vamos, vamos.

Ambas mayores siguieron a la azabache por el patio frontal hasta donde la de cabello cobrizo reposaba en una de esas sillas de jardín, simplemente disfrutando del aroma a bosquejo que la brisa traía consigo.

—Hola señora Derieri. — la aludida amenguo una sonrisa.

—¿Señora?, me ofendes. Solo Derieri. — dio indicación a que le acompañaran en los asientos disponibles dejando que la infanta continuara con su pequeño juego de té en el verde suelo. —Le decía a Gelda que ahora que te integrarás pronto en la familia, supongo que debes estar consciente del trabajo que conlleva ser la nueva señora de Demon. — la platinada apretó los labios.

—Perdón mi ignorancia, pero siempre tuve esa duda. ¿Por qué Gelda no puede ser "la señora de Demon" si Zeldris es uno?, ¿a qué se refiere con señora? — ambas se vieron algo ingenuas.

—Tanto Meliodas como Zeldris heredarán la mitad de la herencia de Demon, pero solo puede existir un jefe y ese, por políticas le corresponde al hijo mayor, que es Meliodas; es por eso que él odia el oficio conservador de la familia. Por lo tanto, ser la esposa del mayor te convierte en la señora de Demon. — la de ojos bicolores se opacaron en indiferencia, ¿Qué tenía de especial eso?

—Créeme, aunque yo tuviera es privilegio, en serio agradezco no serlo. Tanto Zel como su hermano odian seguir tradiciones, pero ya es de familia. — continuó Gelda con una mueca. —Literalmente tu palabra es ley para el resto.

—¡Pft! ¿No creen que le dan mucha relevancia innecesaria? — era patético, ella no estaba a un margen tan elevado de prestigiosa importancia.

—Eli, serás esposa del próximo dueño de las líneas de banco más importantes del continente, ¿eso no es suficiente? Prácticamente serás su compañera, su aliada, su mano derecha. — ¡mierda! olvido ese insignificante detalle.

—Tengo entendido que incluso el padre de Froi lo condicionó a tener dos hijos para darle su herencia, ¿a ti te han dicho algo al respecto? — curioseo la de ojos fucsia.

—Solo del matrimonio y la herencia.

—Ya veo, pero ¿Cuántos hijos piensas tener? — torció una mueca por el repentino cambio en la conversación.

—No lo sé, pero es algo que aún no quiero discutir. — se refugió entre sus hombros.

—Veo que eres alguien que no piensa en el futuro. Eso en parte tiene sus ventajas, pero a veces te deja estancada en un mismo sitio. — soltó un suspiro. —Con respecto a los hijos; Monspeet y yo acordamos con que disfrutariamos nuestro matrimonio primero; no sé, unos tres o cinco años a lo mucho.

Interrogantes aparecieron tanto en la blonda como la albina.

—¿Cómo se conocieron? — esta liberó un segundo suspiro.

—Fue una historia graciosa, a decir verdad. Él siempre fue el mejor amigo de mi hermana mayor. Creí que ambos tenían algo más por la manera cercana en que convivían y eso me ponía algo celosa... — un ligero sonrojo apareció en sus mejillas. —, pero resulta que me iba a buscar. Con lo callado que es, nunca imagine que yo le llamara la atención. — la oji rojo soltó una risa traviesa dedicándole una mirada de perversión a su concuñada.

—Otra prueba que a los serios vienen quedándose con alguien opuesto a ellos.

En ese momento, Amice, quien estuvo indiferente a la conversación de las adultas, se dirigió a llamar la atención de Elizabeth, mostrando un puchero.

—Oye tía Eli. — esta espero a que terminara su oración. —Asegúrate de que cuando tengas hijos sean solo niñas. — su semblante se oscureció incómodamente, ¿por qué los niños eran tan ocurrentes?

—¿Por qué? — se atrevió a preguntar su madre a lo que esta solo se cruzó de brazos indignada.

—Porque las niñas son bonitas y querrán jugar conmigo, los niños son muy bruscos y solo quieren pelear.

—Buenos, de eso no depende de Eli si no de tu tío Meliodas. — se burló la mayor.

—¿Mi tío tiene que ayudar?, ¿Cómo lo hacen? — ladeó su cabeza algo dudosa con una ola de preguntas inundándola.

—Veras, cuando una abejita ve una flor muy bonita...

—No necesita saberlo aún, es una niña ¡por dios, no le arruines su infancia! — Gelda cubrió las pequeñas orejitas de su pequeña a la vez que la abrazaba protectoramente.

—¿Cómo llegan los bebés? — sus ojos grandes se dirigieron a su madre. No podía resistirse a esa mirada manipuladora.

—Los trae la cigüeña de parís. — respondió Derieri guardándose una carcajada.

—No mi cielo, los bebés no vienen de parís, eh... te lo explicaré cuando seas más grande. Mejor ve a traer más jugo a la cocina, ¿sí? — esta solo asintió y entre pequeños saltos tardeando, se adentró a la cocina. —Ella aún no necesita saber eso. — recriminó. La mujer solo soltó una risa irónica.

—Pero los niños son muy curiosos. — excuso. —Por cierto ¿no piensas tener hijos propios? — esta lo medito un poco.

Claro que los quería y su marido no la soltaría hasta que se asegurara que le diera los necesarios, pero...

—Lo hemos discutido y queremos que Amice sea un poco mayor para entenderlo. No quiero que se sienta excluida.

—Creí que sabía que era adoptada. — comentó la peli plateada.

—Lo sabe, pero traer un bebé requiere mucho cuidado como atención, y ella podría malinterpretar eso. De todos modos, no hay porque apresurarse, quiero verla crecer, ya habrá tiempo para divertirse. — guiño el ojo desvergonzado dando a entender su respuesta.

—Hablando de eso, ¿tú y Meliodas han...? — la albina pareció no entender su pregunta. —Solo es curiosidad.

Tardó unos momentos antes de que su rostro enrojeciera por completo y las palabras quedaran balbuceantes en su lengua. ¿Por qué tenían que ser tan triviales con ese tema?

—Yo no... Eh... Bueno solo...

—¿O sea que sí? — curioseo la rubia.

—¡No!, no hemos llegado a ese límite, es más...

—Ya tengo el jugo. — para su suerte, apareció la pequeña azabache desviando la atención de las otras féminas.

En ese momento la amó, pues la pequeña no paraba de hacer preguntas al azar sobre hechos comunes y menos penosos, eso le daba ventaja. Por un lado, se preguntaba, ¿Qué tan lejos llegaría con Meliodas? Sus juegos no eran más que simples tentaciones y el rubio tampoco había cruzado la línea, sus manos no pasaban de la cintura o sus brazos a los hombros, como si le también temiera.

Irónico; mientras ella esperaba a tocarlo, más respetuoso se volvía.

[...]

Tan tranquilo discutiendo asuntos del trabajo con su hermano menor, la albina solo le dirigió una mirada de reproche con los brazos cruzados. En cuanto Zeldris se apartó de para ir con su mujer, el rubio no evitó cuestionar con una mirada afligida.

—¿Se podría saber porque me dejas esperando? Detesto que me hagan esperar. — ahora lo entendió. Meliodas liberó un suspiro.

—No tenía de imprevisto que la reunión se adelantará, tuve que atenderlos. Tampoco que mi padre hiciera otra curiosa junta. — torció la mueca. Froi llegaba animadamente con la señora Goddess como si fuesen un par de adolescentes, cosa que sorprendió a la albina. —Últimamente pasa más tiempo de lo normal con nosotros, a veces lo siento muy hipócrita.

Elizabeth no entendía, ¿Por qué ese recelo por su propio padre? Bien, tal vez solo lo obligaba a seguir tradiciones familiares, quizás solo lo obligó a casarse, a lo mejor solo coloca en él el peso de toda una empresa... ¡Bien! eran muchas razones, pero eso no justificaba su desagrado, es lo que haría un padre por sus hijos, ¿no?

—Porque quizás realmente solo quiere pasar tiempo con su familia. — trato de justificar sin percatarse de la mirada grotesca que se alojó en los verdes de su pareja.

—Lo tuvo hace tiempo y no lo hizo.

Solo más y más preguntas le llegaban, ¿Qué era eso que ocultaban?, ¿Por qué se negaba a responder sus preguntas?, ¿Qué es lo que lo convirtió en ese hombre serio de sarcasmo agrio y trato impecable? Antes de que pudiese preguntar, el rubio mayor intervino.

—Elizabeth, un gusto verte. — esta sonrió.

—Veo que convenció a mi madre de salir. — la aludida solo frunció el ceño por su comportamiento.

—No seas grosera Elizabeth. — sin embargo, Froi vociferó una carcajada.

—No la regañes, que de algún lado tenía que sacarlo. — la mujer se cruzó de brazos con un rodar de ojos.

—Del inútil de mi ex marido solamente.

—Por favor, ¡pobre hombre! Ambos sabemos que siempre fuiste igual de grosera y malhumorada.

—Esto me huele a una historia que quiero escuchar. — mencionó Zeldris con cierta emoción e intriga por saber cómo es que estos dos tuvieron su historia en el pasado.

El señor Demon se preparó para comenzar a relatar.

—Cuando recién salía con su madre, en ese entonces, Inés y yo éramos los mejores amigos, pero ambas se repelaban porque Inés era más conflictiva y Briar era algo sumisa; le tenía miedo y no voy a negar yo también. — soltó titubeante. —Resultó que solo era algo desconfiada.

A este punto, la peli plateada mayor no se dignó a bajar la compostura, pero no iba a negar que ese hecho ahora parecía gracioso como pudoroso.

—¿Por qué era grosera con mi madre? — indagó el azabache que, al igual que el resto, escuchaban atentos.

—Por un mal entendido. — suspiró. —Creí que tenía otro tipo de intenciones, no confiaba en ella los suficiente ya que solo se apareció de la nada y solo estaba detrás de Froi. Creí que solo lo utilizaba por su dinero y prestigio, no iba a dejar que saliera lastimado. — hundió los hombros. —Todo cambió después de que la conocí, era la mujer más benevolente que haya conocido.

Una sonrisa se alojó en la mujer recordando aquellos buenos tiempos que pasó con su amiga de cabellos negros del bachillerato. Por otro lado, la oji bicolor menor seguía intrigada por aquella mujer que fue la madre del rubio, y si él no hablaría, buscaría sus medios.

—Si no es mucha molestia, ¿Cómo era la señora Demon? — la sala quedó en un interminable silencio.

Meliodas se tornó tenso, odiaba tener que tocar el tema de su madre por razones que uno consideraría absurdas, pero para él solo era una cicatriz abierta, un escenario grotesco y sanguinario que presenció cuando apenas tuvo la joven edad de siete años. Apretó los labios creyendo que su padre desviaría la conversación.

—Era muy tranquila, algo así como Zel, pero menos revoltosa. — el mencionado soltó una queja, pero aun así el mayor continuó. —Era de pocas palabras y muy ordinaria. Era exageradamente protectora con Meliodas ya que era muy berrinchudo y Zel andaba en todos lados, pero una maravillosa madre.

No le fue de mucha ayuda, pero era lo más que podía conseguir antes de comenzar a cavar más profundo en ese pasado de que nadie quería hablar. ¿Qué era esa extraña complicidad en Demon?, ¿Por qué su semblante de culpabilidad? Solo se atrapó en sus pensamientos dejando que la conversación continuara con el resto.

—Por cierto, ¿Dónde está Derieri?

—Tuvo que salir, dijo que tenía unas cosas que hacer. — respondía la rubia.

—Entonces ya será para la próxima, estoy seguro que te agradará.

Las voces se amortiguaron más entre más pensativa se encontraba y Meliodas lo notó algo que le hizo entrar en pánico. No era que no le tuviese confianza, pero tampoco estaba seguro de ella al 100%, simplemente no quería que ella se involucrara e indagara en asuntos que ni él podía superar, ¡ni siquiera él podía explicarlo! Cada vez que trataba de hablar al respecto, una innumerable ira lo cegaba, solo explotaba en esa furia que siempre llevo reprimiendo y era seguro que si Elizabeth se atrevía a enfrentarlo, lo más seguro es que terminaría hiriéndola mucho.

Decidió intervenir. Antes de que pudiese hablar, su teléfono alertó a ambos en un salto.

Rápidamente tomó el dispositivo viéndose impresionado por quien le llamaba que enseguida se apartó sin decir nada, después de todo logró su cometido, distrajo a la de ojos bicolores. Elizabeth ahora se vio curiosa por su actitud impulsiva por tomar el teléfono, como si le emocionara de cierto modo, ¿sería un amigo?, ¿sería una chica? ¿sería aquella mujer que escuchó la otra vez cuando él estuvo en américa? Más dudas se acumularon en su cabeza, pero ninguna se detuvo a pensar, ¿por qué se sentía así?

Mientras tanto, el oji verde rondaba en la cocina algo sonriente después de ese pequeño momento nostálgico y amargo. Escuchaba con gracia la vocecilla inquieta y exaltada que ya conocía desde la otra línea.

—Entonces, ¿Cuándo planeas venir? — guardó silencio por unos segundos dejando que la contraria se excusara con una voz tranquila y aburrida. —Podría recibirlos sin problemas, solo tienes que avisarme con anticipación; sabes que odio las sorpresas. — una carcajada resonó del otro lado seguido de palabras inatendibles. —Entonces estaremos en contacto. Adiós, Lizzy.

—¿Lizzy? — su mirada serena se dirigió a la albina que entraba a dicho espacio de la casa, donde la conversación con el resto de los familiares continuaba entre risas escandalosa y anécdotas.

—Creí mencionarte que no deberías meterte en asuntos ajenos. — rodó los ojos. De cierto modo no lo sintió que lo dijera por ese momento sino por su insolente pregunta sobre su madre al señor Demon.

—No fue mi intención, vine por un vaso con agua para Gelda.

—Jenna o Zaneri pudieron haberlo hecho. — se cruzó de brazos, pero esta no le dirigió la mirada.

—¿Las ves en algún lado? — ella tenía razón, olvidaba que los miércoles solían salir desde la tarde. Observo a la fémina servir el agua de una jarra a un vaso de cristal, parecía molesta por algo.

—Lo siento, me siento agobiado. — rasco su nuca nerviosamente.

—Si claro, estoy para que te desquites conmigo cada vez que quieras. — bufó con sarcasmo dispuesta a marcharse y regresar con los demás, pero este la tomó de la muñeca con una mirada que no supo descifrar.

—Ya entendí, no tienes que ser satírica a cada rato. Quería mencionarte de la razón por la que te llamé a la oficina. — esta le prestó atención en seguida. —El fin de semana habrá una conmemoración de aniversario de la compañía y tú, preciosa, vendrás conmigo. — una sonrisa torcida se formó en sus labios.

—Gracias, pero no gracias, tengo mejores planes y...

—Hablé con tu madre y me aseguró que no tenías deberes. Ya no discutamos más el asunto, te recogeré en la tarde. — simplemente la tomó del brazo y la sacó de la cocina con el resto sin dejarla rechistar o escuchar su oposición. Solo lo maldijo internamente después de verle sonreír con travesía.

¡Maldito hombre! Sabía que no le gustaba respecto a lo sentimental, pero sus gestos solo la hacían dudar.

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Se los adelanto ahorita ya que estaré con otras cosas importantes en la tarde. Responderé sus comentarios también ya noche :v  

Pero díganme, ¿Qué les pareció? Ya vamos viendo un poco más del pasado, pero aun faltan muchas cosas que ver, así que no se me aloquen aún.

Y vaya, vaya, ¿Meliodas teniendo una conversación con Liz? 7w7 esperen, aún no apunten con sus armas.

Sin más, gracias por leer.

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P.D. Si me responden esta pregunta, les actualizo mañana, arrhe: ¿Cuál es el sinónimo de sinónimo?

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