Capítulo XXIII
Espero que sus mesas estén bien, para los que se golpearon o la golpearon XD
Perdí el reto contra ustedes, así que les traigo el capítulo, largo como les gusta (No sean albureros)
.
¿Así se sentía?, ¿estos impulsos florecían con solo besar?
—Me... Meliodas yo... — el blondo insistió más, era adictivo una vez que comenzaba y no quería detenerse. Ella era dulce, sus mohines suaves, quería catar más de ella hasta descubrir más allá de eso.
La joven peli plateada balbuceaba cada vez que el acariciaba su lengua con la suya, imploraba por un poco de aire, pero no encontraba como apartarlo cuando realmente no quería que terminara. Era insistente, pero no morboso, no buscaba un encuentro, solo buscaba sentir lo que tanto alardeaban.
Muchos afirmaban que entre los besos se podían descubrir nuevos sentimientos, que podría marcar el inicio de algo o sellar un final; él no sentía nada de eso más que adicción. Sin embargo, las adicciones terminan gustando una vez acostumbrado.
—Meliodas ... — imploró por segunda vez en un gimoteo. —No puedo... respirar. — él se separó de ella en un sonido sordo soltando un jadeo vigoroso, ni cuenta se dio que también rogaba por recuperar el aliento.
—Lo siento... — su pecho subía y bajaba inestable, un sonrojo apenas era visible en sus mejillas, pero sus manos no se apartaron de su cintura. Por otro lado, Elizabeth seguía algo risueña por aquel contacto que no le dejó terminar de hablar, solo un respiro fue suficiente o una eternidad separados que esta vez fue ella quien amortiguó sus explicaciones en un vivaz beso siendo ella quien tuviera el control.
Meliodas correspondió al instante.
Ambos coincidieron con la idea de dejar los sentimientos de lado y solo dejarse guiar por impulsos, arriesgándose al borde de profundo océano de emociones inestables; solo era cuestión de tiempo para que uno se sumergiera.
[...]
La repercusión de varios aplausos al unísono la trajeron de regreso al presente en un pestañeo confuso. Sus ojos bicolores se enfocaron en su madre quien había terminado de exponer su propuesta para una de sus tantas campañas de caridad donde terminaba convenciendo a grandes colaboradores inversionistas e incluso cancilleres. Esa mujer era tan convincente hasta engañosa como astuta. Sin embargo, su mente estaba atrapada con los sucesos que pasaron una semana atrás.
Él simplemente tomó posesión de sus labios y no se detuvo, no dejó sus manos quietas de su cintura y caderas e incluso en su espalda, pero tampoco se atrevió a sobrepasar el limbo entre el respeto y la obscenidad. No podía evitar recordarlo, sobre todo cuando después de eso, ninguno de los dos se atrevió a hablar con el otro.
Sea orgullo o desinterés, Elizabeth no pensaba rogarle un poco de atención pese a lo confundida que se llegue a encontrar. No iba negar, su estómago se contraía de manera asquerosa con recordarlo e incluso los escalofríos atormentaban su piel, más no aceptaría que eso pudiese ser el inicio de un sentimiento pasajero.
—Elizabeth... — sus ojos se enfocaron en su madre. —Has estado muy distraída durante toda la presentación, ¿te sucede algo? — se mordió el labio ligeramente, ¿podría hablar de esto con ella? Negó para sus adentros.
No era suspicacia a su persona, pero contando que ella tenía una fuerte y cercana amistad con Demon no era muy conveniente decir lo que pensaba del rubio, no quería causar problemas o un mal entendido solo por una confusión suya. Simplemente hizo un gesto negativo con la cabeza alzando su mejor sonrisa.
—Todo está bien mamá, solo he estado un poco fatigada. Escudriñar agendas y citar a varios interesados para hoy fue un arduo trabajo extenuante. — soltó un largo suspiro sin notar la ceja encorvada de la mayor.
La melosa risa traviesa llamó la atención de la ojizarca.
—Veo que Meliodas te ha influenciado en tener un vocabulario amplio. — sus ojos se ampliaron. ¿Tanto llevaba pensando en el que sin querer manifestaba algo de su personalidad en ella? —A este paso voy a necesitar un diccionario.
—No exageres, yo... yo no pensaba en lo que decía. — fue lo único que se le ocurrió para excusarse. —Debo ir a supervisar las próximas actividades. — la mayor negó.
—Deberías ir a casa, sabes que no me gusta que estés muy noche afuera. Yo aún tengo que quedarme a supervisar y...
—No quiero diferir nada. No te preocupes, estaré en contacto contigo. — Inés lo pensó un largo rato. La mirada segura de su hija no le dejó más que acceder convencida de que a veces la seguía tratando como una niña.
—De acuerdo, pero quiero un mensaje cuando salgas y cuando regreses. — condiciono.
—Sí, madre. Nos vemos. — la mujer prestó atención a aquellos que presenciaron su propuesta dejando que la menor se desapareciera entre las oficinas en busca de un respiro que dejara su mente tranquila.
Maldijo al rubio internamente. Tenía varios problemas respecto a expresar sus sentimientos, no era tonta como para no notarlo, era una de las ventajas de ser empática (de cierto modo). Bien, Meliodas mostraba sus estados de ánimo, pero lo que sentía lo tenía oculto o más bien, comprimidos como una simple bola de papel fuera de un cesto de basura. Aun así, eso no explicaba, ¿por qué el beso?
Fuera lo que fuera, prefería quedarse con la duda a perder en esta competencia de orgullosos.
Mientras tanto, a unos cuantos kilómetros, la compañía Demon se encontraba en su punto de cierre donde los empleados finalizaban sus largas horas de jornada para lo que otros aún residían en sus puestos terminando con sus últimas labores.
—Es una suerte que el señor Demon me haya dejado salir antes. — exclamó la de cabellos verdes colocando su abrigo después de apagar la computadora. —Esta semana ha estado más exigente de lo normal.
—Ni que lo digas, ¡viste su cara! — tembló una de ella. —Da miedo esa mirada. Galand la otra vez entró a su oficina para entregarle el informe de Washington y salió balbuceando. — las tres mujeres ladearon una mueca.
—Los Demon son muy temibles. Seguramente tuvo un problema con su noviecita. — comenzó Deldry en un afán de adormecer el tenso ambiente. —Esa mujer es un dolor de cabeza, yo opino que es por eso que Demon ha estado muy estresado. — una se quedó pensativa.
—Hmm. No lo sé, una vez la frecuente en uno de los pasillos y me pareció de lo más amable.
—Seguramente su cara de benevolencia te distrajo, esa mujer es muy descortés y grosera. Aun me pregunto, ¿Cómo es que se fijó en una chica como esa? — se quejó nuevamente y es que aún le guardaba recelo por su primer encuentro con la albina. Su sarcasmo, su sonrisa victoriosa, su manera arrogante de caminar...
—No lo sé, pregúntale a tu pareja. — las féminas se echaron a reír logrando que la ojigarza se ruborizada en vergüenza.
—Ja, ja... muy graciosas.
El lugar quedó mayormente desolado y callado, solo unas voces resonaban desde la oficina del dueño de la empresa. Froi Demon mantenía una extraña conversación tranquila y relajada con su hijo mayor; era un hecho que le sorprendido de su serenidad con la que comenzó a dar forma a la conversación, la mayor parte de estas él se tornaba alterado al tratar de mantener bajo control su temperamento, hecho que era en vano.
—Entonces, ¿solo necesitas un mes? — el rubio de baja estatura asintió. —Escucha Meliodas, Elizabeth podrá ser una niña algo maleducada por defensa propia, pero ella admite y sabe sus errores, me sorprende que los enfrente con madurez... — el contrario apretó los labios. —Tu podrás ser el más íntegro de aquí, pero ¿de qué te sirve si cada vez que tienes miedo solo te escondes por temor a descontrolarte?
El oji verde no dijo nada, no podía oponerse a esa afirmación. Elizabeth llegaba a sorprender, por el contrario de él se temía que esperar. No daría marcha atrás, corregiría ese carácter relajado para hacer funcionar esa relación, volvería a ser ese chico sereno de palabras instruidas, aunque eso le pareciera volver a empezar de cero con la albina.
—¡Bien! Tienes un mes Meliodas, de ahí dependerá mi autorización. — el mayor se levantó de su asiento. —Quedas advertido; vuelve a otra de tus recaídas y yo mismo le pondré fin a todo esto. Con esto me refiero a que te llevaré de nuevo con Zaratras. — un temor destiló de los ojos del rubio menor al escuchar nuevamente ese nombre.
Se obligó a tragar saliva para aclarar su garganta y dejar que las palabras salieran sin titubear.
—Lo prometo.
[...]
Pasaron algunos minutos y dejó aquel portafolio perfectamente ordenado. Dio una bocanada bien merecida; revisó el reloj, no era tan tarde, pero el manto nocturno se hacía cada vez más oscuro y gélido.
Tal vez era hora de marcharse, su mente ya estaba fatigada como seguir pensando, pero la intriga...
—Estúpido Demon, yo te pienso como ilusa y tú debes estar en algún bar con tu amigo el libertino. — berreo entre dientes.
—¿Cómo podrías saberlo? — soltó un jadeo sorpresivo al percatarse de la presencia de la mujer de cabellos rosados y amable sonrisa. —No porque un hombre no exprese no significa que no piensa.
—Nerobasta, yo...
—Es bueno pensar en voz alta. Yo me disculpo por entrometerme, pero tu madre quería saber si aun te encontrabas por aquí. — Elizabeth rodó los ojos.
—Lamento lo que escuchaste, pero es que... ¡Agh! Es difícil explicar cómo me siento. — relamió los labios.
—Confía en mí, ¿Qué te molesta?
—Es que le tengo aprecio y me preocupo por él, pero a la vez solo tengo una atracción no sentimental a su persona, creo que eso lo sabías.
—Hmm. Estas entre amor fatuo y el amor social. Solo se me ocurre clasificarlo así. — Elizabeth ladeo la cabeza algo confusa, ¿Cómo sabía asociarlo a un tipo de amor? —Según la teoría triangular de amor, existen siete formas siendo la pasión, el compromiso y la intimidad los componentes. La pasión implica cualquier excitación psicológica o carnal, el compromiso es la base que implica comprometer a la pareja, y la intimidad conlleva el vínculo respecto a los sentimientos.
—¿Eso quiere decir que los tres forman ese tipo de amor? — la mujer negó.
—Si juntamos estos tres factores, forman un sentimiento estable y fijo. Un amor completo y consumado. Sin embargo, en tu caso, al principio entre ustedes solo había "compromiso" en la relación dado que no se conocían, quiere decir que iniciaron con un amor que no existía. Después se agregó la pasión, eso es lo que lo llevó a la atracción física; Amor fatuo.
—Entonces, ¿de dónde salió el amor social?
—Eso va de la mano y por separado con el compromiso; el afecto y su esfuerzo por sobrellevar la relación lo convierte en un triángulo abierto. Ambos cumplen con los componentes, el problema es que entre la intimidad y la pasión hay una gran separación. En sí, el sexo y las emociones no van juntas.
¿Podría explicar eso su extraña confusión? El hecho que sentirse preocupada y atraída las separaba constantemente, ¡¿qué clase de relación es esa?! No, definitivamente no terminaba de entender.
—Veo que no terminas de entender, pero ya vez lo que dicen "Si quieres entender a los demás, empieza por ti primero". — la mujer soltó un largo suspiro dando la espalda. —Tengo que regresar, le diré a tu madre que apenas sales.
—De acuerdo, gracias Nerobasta. A pesar de que no termino de comprender, es algo con lo que puedo empezar. — sonrió débilmente.
—¿Te digo algo? Las relaciones que comienzan con personas desconocidas, la mayoría son duraderas. Nunca se terminan de sorprender. — dicho esto dejó a la peli plata sola y pensativa: ¿Qué tan lejos llegará la relación con Meliodas?
Expiró un bostezo y se apresuró a guardar sus cosas. Era una noche algo fría por lo que tomó su abrigo que por suerte cubriría más de lo que su falda lo haría; daría un paseo nocturno para liberarse, solo esperaba que su madre no se preocupara de más.
[...]
Algunas linternas de los autos alumbraban su perfil mientras caminaba solitaria por la vereda. Aquel lado siempre era solitario, pero patrullado por guardias por lo que el peligro no era de lo que debía preocuparse en ese momento.
Ligera ventisca acarició su cuello haciendo que sus piernas temblaban un poco, pero eso no detendría su caminata, si no fuera porque un vehículo negro a su lado desacelero.
—¿Elizabeth? — la aludida volteó a ver al rubio con un rostro de desaprobación. —¿Estás loca? ¿Qué haces caminando a estas horas por aquí? — encorvo la ceja.
—Buenas noches a ti también. — este negó.
—Sube, te llevo. — desconfiada accedió. En cuanto lo hizo el blondo puso en marcha su camino, dado que haría una desviación a la propiedad Goddess. —¿Qué haces tú por aquí? Siempre tomas la avenida principal.
—Una aglomeración. Al parecer hubo una colisión en la salida. — rechistó. —Tuve que dar la vuelta, es una suerte que te encontrara por aquí.
—Estaba bien, no me pasó nada. — se quejó cruzándose de brazos.
—Hmp. ¿Qué me llame un número desconocido pidiéndome una desmesurada suma de dinero en efectivo para retribuir tu rescate?; si claro, suena divertido. — la contraria rodó los ojos por tan comportamiento dramático. —Te recuerdo que te conocen y eso puede ser perjudicial.
La oji bicolor reconoció ese comportamiento, era el mismo como cuando lo había conocido y eso lo hacía... interesante.
—Ya pareces mi madre. — hizo un puchero. —Además, estoy segura que si eso pasa, no dudarías en rescatar a tu damisela en apuros. — ahí iba de nuevo con sus provocaciones. Meliodas curveo una pequeña sonrisa jocosa.
—Tú no tienes precio. — en vez de verlo como un halago, más bien frunció el ceño.
—En pocas palabras, no lo harías. — torció una mueca.
—No sería necesario. Conociéndote, te liberarán en seguida y rogaran por no tenerte. — soltó una risa nasal.
Olvidando los impulsos de hace siete días y entre conversaciones triviales relajadas y unas cuantas risas como reproches, el rubio por fin se estacionó en frente de aquella casa blanca perteneciente a la mujer peli plata.
—¿Quieres pasar?
Elizabeth encendió las luces del interior siendo seguida de su pareja. El rubio estaba algo tenso, fue difícil mantenerse tranquilo, pero lo dominaba lo suficiente para aparentar.
—¿Te gustaría algo de beber? Café, té, jugo o... — comenzó a rebuscar en su refrigerador mientras este tomaba asiento en el sofá.
—Solo agua está bien. — la albina asintió. Apareció a su lado con el vaso cristalino en sus manos, extendiéndoselo para que este lo tomara. —Gracias.
Silencio, solo existía entre los dos. La mujer se distraía con sus alrededores mientras el blondo solo dejó el vaso de lado después de dar un trago.
—Lamento no comunicarme contigo en estos días. — empezó el oji verde. —Desde lo que pasó en la casa me sentí mal y luego lo que sucedió en el carro cuando trataste de hablar...
—Está bien. — su mirada se dirigió a ella. —Entiendo que no te gusta mostrar lo que sientes, pero eso podría ahogarte en un vaso de agua. — Se hundió de hombros indiferente.
Meliodas ignoró lo dicho.
—Sucede que no quiero hacerte sentir usada. Lo comprobé con ese beso... — apretó lo labios iniciando un ambiente lleno de incógnitas. —No tengo sentimientos por ti más que un cariño que le das a un familiar o amigo; por otro lado, te veo como mujer.
Un sonrojo se apodero de su tez pálida, Nerobasta tenía razón. Existen los sentimientos y el deseo entre ellos, pero no juntos como para amarse, ahora lo comprendía un poco más.
—Supongo que es normal. — los verdes estaban confusos. —Ya te lo dije una vez, me pareces atractivo físicamente no en lo sentimental. Así dijiste que estaba bien porque somos pareja. — su mano traviesa tanteo su hombro ligeramente causándole escalofríos. —No te sientas mal por hacerme creer que soy para tu satisfacción cuando no hay sentimientos de por medio. Además...— sutilmente se subió a las piernas de este apretando sus hombros cubiertos por la camisa. —No sería "usada" cuando yo también lo disfruto.
El contrario alzó la ceja. Sus manos estaban quietas y su cuerpo tranquilo, está vez no le dejaría la ventaja.
—Deberías dejar los juegos, Elizabeth. — su voz se hizo más grave.
—¿Por qué?
Creyendo que estaba cayendo, en un movimiento ágil, Meliodas la dejó recostada en el sillón con su cuerpo sobre el de ella. Sus manos sujetaban sus muñecas a cada lado de su cabeza admirando con una sonrisa ladina la expresión anonada de la Goddess.
—Porque yo no juego. — como la última vez apresó sus labios con las de él robándole un jadeo. El corazón de Elizabeth estaba loco cual aleteo de colibrí que tardó en corresponder con avidez y ansiedad.
Era diferente, no era cariñoso ni tímido, solo voraz e impaciente.
Liberó sus manos para a la vez que ladeaba la cabeza para profundizar aquel caótico gesto. Las manos femeninas no tardaron en revolotear en su cabellera soltando un suspiro cuando sus caderas tantearon buscando una posición cómoda, terminado con cada una de sus piernas flexionadas al costado de sus caderas.
—Meliodas... — su lengua invadió su boca probando ese sabor dulzón de ella. Rasguño por encima de la camisa sus hombros y parte de sus brazos logrando suspiros.
—Hmm. — sentir esas caricias en su nuca lo estremecieron, la manera insistente en que ella pedía más cercanía lo tentaban a la vez que el miedo también saludaba.
Cuidando de sus reacciones, su mano zurda apretó su cadera escuchando un respingo en respuesta. Sus labios se separaron agitados y jadeantes a pequeñas bocanadas, ojos nublados y otros brillantes. Sonrojos apenas perceptibles y manos inquietas.
—Me detendré hasta donde me lo pidas. — esta vez acercó sus labios a la mejilla cálida iniciando un camino a su cuello logrando un largo suspiro.
—Aah. — jadeo. Su lengua tibia recorría su cuello níveo, impregnando su nariz con su grato olor corporal.
Elizabeth estaba nublada, por un momento olvidó todo lo que le preocupaba ese día y solo se dejó embriagar por sus caricias y el aroma que desprendía su cabellera rubia.
Su mano se deslizó hasta su muslo, apretándolo en el acto, escuchándola soltar un gemido que erizó su piel.
Tomó distancia de ella, completamente sumisa. Alzó su barbilla para mirarle a los ojos, acarició su labio inferior y tanteo sobre su falda.
Apunto de volver a besarla, un par de golpes llamaron a la puerta principal...
—¡¡¡Elizabeth!!!
Ambos ampliaron los ojos separándose uno del otro al escuchar aquella voz familiar para la albina. Se vieron unos al otro antes de soltar una risa por encontrarse en una situación incómoda como otras veces previas.
—Quizás no es el momento. Ve a atender. — habló Meliodas apartando las manos de su anatomía para posarlos a cada lado de su cabeza.
—Primero quítate de encima, Demon. — juguetona, posó su mano sobre su rostro para apartarlo y levantase a acomodar sus ropas desaliñadas.
—¡¡Tonta Eli!!, ¡deja de dormir y ábrenos que hace frío! — insistió la mujer sin parar de tocar el timbre. La albina acomodó rápidamente sus cabellos para apresurarse a abrir, encontrándose con dos féminas de cabellos de matices morados.
—Margaret, Verónica. — sonrió algo nerviosa.
—Tonta Eli. ¿Te quedaste dormida o por qué tardaste tanto? — curioseo un poco analizando el aspecto de su prima.
—Claro que no, solo estaba con Meliodas. — el rostro de la de cabellos cortos cambio por una de pillería.
—¿Tu noviecito millonario? Espero no hayamos interrumpido nada.
—¿Qué dices?, claro que no. — luchó por ocultar ese sonrojo en sus pómulos, pero esta solo trazó un mohín sospechoso.
—¿Entonces lo que tiene ahí es un piquete de mosquito? — señaló su cuello. Margaret ingenuamente entrecerró los ojos al no notar nada, pero la albina no evitó alterarse.
—¡¿En dónde?!
—¡Ajá!, te atrapé. Dios mío, eres una hormonal. — se cruzó de brazos victoriosa por el intento de excusa vacilante que trataba de salir de los labios de la contraria.
—Déjala Verónica, no tiene nada de malo. — intervino la mayor sin evitar soltar una risita. Su hermana bufó.
—Lo dice quien no se atreve a pedirle a su esposo una buena cogi...
—Buenas noches. — interrumpió el rubio preguntándose del porque su "amada" novia tardaba mucho en la puerta. Solo se encontró con una chica de cabello corto en postura agresiva y otras dos con rostros avergonzados. —Soy Meliodas Demon, un gusto conocerlas.
—U-Un placer, soy Margaret y ella es mi hermana menor Verónica. — habló la mayor. —Somos primas de Eli.
—Me ha hablado un poco de ustedes; hijas de Bartra, ¿no? — asintió ligeramente; sin embargo, Verónica le miró con recelo.
—Bien, suéltalo ¿por cuánto compraste a Eli? — alzó la ceja a lo que la peli plata solo golpeo su frente con la palma.
—¡Verónica! — regañó su hermana.
—Lo siento, ella es muy desconfiada. — soltó un quejido junto una mirada amenazante. —Por cierto, ¿por qué llegaron a esta hora?
—Nos aburrimos con las juntas de papá y la tía dijo que estarías "sola"; así que Gil nos trajo para quedarnos unos dos o tres días. — explicó la oji café menor sin dejar de mandar una especie de advertencia visual al rubio, aunque le sorprendía como este no cambiaba su expresión rígida.
—Bueno, yo me tengo que retirar. — rascó su nuca algo nervioso.
—¿Seguro?, te puedes quedar con nosotras. — sugerido. —Una pregunta, ¿tu cabello es rubio natural? porque me gustaría experimentar con él.
—Veró... — la mencionada se acercó a Meliodas para analizarlo más de cerca.
—Uuh, tienes un rostro bonito y rasgos infantiles. Tal vez sí...
—G-Gracias, pero enserio tengo que irme. — se apartó sin brusquedad de la fémina que le ponía los nervios de punta. Podría compararse igual o peor que su pariente de cabello blanco. —Mañana tengo una junta temprano y es muy tarde.
—Otro día será. — chasqueo la lengua. —Tengo que comprobar que ese cabello no sea oxigenado.
Con una mueca se despidió de ambas femeninas para ir a donde dejó el vehículo estacionado mientras se preguntaba, ¿acaso la exaltación de los Goddess fue contagiosa para los Lionés?
—Lo siento por eso. — escuchó murmurar a Elizabeth quien lo acompaño.
—Tranquila, tengo varios familiares que son muy impulsivos. — se hundió de hombros. Tomó a la chica del mentón para depositar un beso en la mejilla. —Nos vemos.
—Si.
El Demon desapareció entre las calles alumbradas dejando a la mujer soltando un suspiro. Fueron muchas emociones en un solo tramo de la noche que apenas podía analizar todo lo que pasó, ¿significaba que estaban bien?
Ya no se preocuparía por pensar en eso, simplemente regresó al interior de la casa para solo encontrarse a sus parientes con unas cómplices sonrisas cuestionables.
—Bien... — aludió Verónica. —Danos detalles
Muestras los minutos avanzaban indiferentes, Meliodas llegó a la comodidad de su casa algo desasosegado. Esperaba algo de tranquilidad después de un largo día y repentinas emociones, pero no se esperaba encontrar a su hermano bebiendo tranquilamente mientras leía algunos documentos.
—Zeldris, ¿Qué haces a esta hora en la sala? — el azabache no le dirigió la mirada.
—Hablé con papá.
La sangre se heló en cuestión de segundos, era sabido que su padre no tardaría en notificárselo a su hermano menor para mantenerlo vigilado. No se preocupaba mucho, Zeldris siempre fue muy discreto y prácticamente era una caja fuerte de secretos, lo que no le convenía era el hecho que, si con algo le gusta entretenerse, era molestándolo constantemente.
Simplemente tomó uno de eso vasos pequeños y se sirvió una medida exacta de whisky para calmarse un poco.
—Entonces... — uno de los vértices de su boca se alzó ligeramente en burla. —¿En un mes le pedirás matrimonio?
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Y los vuelvo a dejar en suspenso. ¡¡Es mi venganza spanky!!
Espero estén felices, ya no más capítulos adelantados, espérense al miércoles (ya no tengo imaginación y tengo que actualizar otros fics) >:v
Y nada de "si llegamos a esto mañana actualizas ..." no ni mergas, ¡tramposos! Quería reírme y terminé llorando. De verdad, no creí que se lo tomaran en serio, pero he cumplido.
Como sea, espero hayan disfrutado su capítulo, ¿Qué les pareció?
Esto es lo más que les puedo ofrecer, ¡sección de preguntas libre! Ya saben, una pregunta por persona y yo responderé si o no. (Ojo, no tengo todo asegurado, así que la respuestas a sus preguntas no se las tomen a la ligera)
Gracias por leer y nos vemos el miércoles.
.
P.D. El prólogo es solo la mitad de la historia ;)
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