Capítulo XX
Meliodas volvió a su semblante aburrido frente a la arrogante mujer de cabellos azabaches. No quería faltarle al respeto, pero en serio se abrumaba entre tanta serenidad. Sin querer, Elizabeth no solo volteó su rutina, si no que volvió su día a día emocionante, con ello, su monótona jornada se le hacía cada vez más incesantemente tediosa.
Ahora mismo estaría encantado de haber conocido a la mujer, hubiese quedado impresionado con su carácter culto y reservado; admiraba su dedicación eso estaba claro, pero ahora con un puñado de emociones esperándolo en Londres era difícil que pudiese adaptarse a algo que era igual o más severo que él.
Por otro lado, en la capital de Inglaterra, el albino le sonreía burlonamente mostrando sus ojos rojos hablando con perversión, tal vez por su expresión de perplejidad o uno de sus seguras tetras donde trataría de iniciar un juego de cortejo algo fraudulento.
—¡¿Señor Ban?!, ¡que sorpresa! — su sonrisa parecía más una mueca incómoda que una falsa amabilidad. En lo absoluto sabía esconder sus emociones faciales.
—¿Qué hay linda?, extrañando al capitán seguramente. — soltó una melódica risa a la vez que la abrazaba por los hombros.
—Tal vez. — marcó cierto territorio personal del hombre. —No esperaba verte por aquí, supongo a algún bar te has de perder. — este vaciló por unos segundos.
—Solo... Solo voy a dar una vuelta por ahí, pero a un bar no, al menos no sin Meliodas. — una pillería se reflejó en sus ojos rojos, sin duda gozaba de invadir su espacio para ver aquella faceta hostil que el rubio tanto presumía. —A menos que tú quieres darme el gusto de ser mi acompañante. El capitán está lejos de ti, es para que rompas sus reglas y te vayas a divertir, ¿no lo crees?
Elizabeth, un poco cansada de lo mismo, apartó el brazo que rodeaban sus hombros. ¿Cuándo sería el día en que dejara de tomarle el pelo? Sabía que había algo sospechoso en la actitud del albino y tenía la ligera corazonada de que tenía que ver personalmente con Meliodas de una manera u otra. Solo se cuestionaba, ¿Qué era?
—Gracias, pero realmente estoy agotada y quiero irme a mi casa. — soltó un largo suspiro; sin embargo, Ban la tomó de la muñeca con galantería.
—Otro día será entonces, tenemos una vida para conocernos.
—¿Cuándo Meliodas regrese?, seguro. — respondió sin más. —Nos vemos.
Solo dio la espalda, no permitió que el albino le regresara el "abur" siquiera; Elizabeth se marchó a regañadientes maldiciéndolo a él y a su actitud desvergonzada. Agradecía que aún no sobrepasaba el límite o era seguro que hablaría con el rubio sobre el tema de su dichoso mejor amigo.
Ban se mantuvo unos segundos más observando a la chica hasta que su teléfono sonó inesperadamente en su bolsillo frontal.
—¿Hola? — atendió rápidamente. Aquella vocecilla le hizo sonreír con amabilidad. —Si, en diez minutos estoy ahí.
[...]
Respiró profundamente antes de mandar el último informe por e-mail a su padre. Al menos durante los siguientes tres días las cifras se elevaron de manera drástica que apenas y lograba creer, pero no se detuvo a preguntarse como lo hizo, pues lo que quería en ese momento era ya regresar.
—¿Tan pronto ya te preparas para irte? — Estarossa ladeo su cabeza observando a su primo recoger sus cosas.
—Tengo que irme ahora si quiero llegar en la tarde a Londres. Mi vuelo sale en dos horas, Zeldris estará esperándome, ya le notifiqué a mi padre.
—¿Te puedo preguntar...? — el rubio alzó la mirada encontrándose con los ónix. —¿Desde cuándo eres menos formal? Lo noté desde que llegaste a Washington, es como si le hubieses bajado a la intensidad de tu cortesía. — Meliodas se alzó de hombros.
—Sigo siendo el mismo de siempre, no seas curioso. — rechisto.
—Si fueras el Meliodas de hace un año dirías: "mi respectiva personalidad no ha sufrido cambios ni alteraciones, te agradecería que te enfocaras en tu labor y dejaras las observaciones impropias". — Meliodas no dijo nada.
Se quedó en un estado de ligera impresión, jamás se percató de ese cambio y es que, pasó la mayor parte del día corrigiendo a Elizabeth que finalizó contagiado de su sencilla forma de hablar.
—No creo que tenga relevancia mi forma de expresión, no me cuestiones más.
Por prolongados segundos hubo silencio por parte de ambos, el rubio terminaba de ordenar los papeles importantes que se llevaría consigo y los que dejaría en la compañía. Por otro lado, el de cabello blanco se sentía abrumado por la seriedad de su pariente que no dudo en volver a intervenir.
—Hablé con Liz. — los ojos jade le vieron curioso. —Tal vez te visite antes de que formalices con la señorita "caderas hermosas". Perdón, tu amada Elizabeth. — ladeo una mueca al verle fruncir el ceño por aquel apodo indecente.
—Es nuevo que Liz decidiera hacer un viaje, creí que no querría volver a Londres. — de cierta manera le alegraba la idea de recibir una visita de ella, tenía un largo tiempo de no saber de su persona desde que su abuelo falleció. Simplemente se escondió de todos para vivir apartada de los que la conocían.
—Le da intriga tu noviecita, sabes lo curiosa que es. — interrumpió. —¿Te imaginas, dos hermosas mujeres de una personalidad... Difícil? ¡No me las imagino juntas!, ¡o se declaran la guerra o planean la dominación total del mundo!
—No exageres. — soltó una risita baja, aunque no dudaba el hecho que estas pudiesen repelerse por el hecho de ser un temperamento impredecible. —Solo avísame previamente, si por algo se caracteriza Liz es por ser inoportuna.
—Señor Demon... — Merlín buscó su atención al momento de acompañarlos en el ambiente. —Sé que tiene que regresar a su tierra y por eso quiero hacerle una promesa en nombre de la empresa: haré lo que esté a mi alcance para volver a prosperar, le doy mi palabra. No dejaré otro descuido del que deba hacerse cargo. — el contrario le regaló una tenue sonrisa.
—Gracias señorita Belialuin; confío en usted. — esta escondió un ligero rubor en su sonrisa nerviosa, ¿por qué le hacía sentir importante? Era lamentable que fuera un hombre comprometido y fuera de su alcance.
—Vamos primo, yo te llevo al aeropuerto. — interrumpió Estarossa para desgracias de la azabache que solo soltó un suspiro al verlo irse y para, posiblemente, jamás volverlo a ver en su vida.
[...]
La última llamada al vuelo correspondiente en el boleto del rubio por fin fue vociferada por los altavoces entre aquellos pasajeros que iba y venían.
—Sabes que si querías podrías tener un avión privado, ¿cierto? — una mueca se formó en el rostro del rubio.
—Si claro, contaminar aún más el ambiente por un capricho. — el más alto rodó los ojos. —No le veo el caso, de todos modos, odio los aviones.
—Bien, no veremos pronto. Hasta entonces.
—Eso espero, hay mucho que hablar con Lizzy. Le das un saludo de mi parte. — tomó su maleta lista para volver a pasar por la misma mala experiencia de tener que viajar a más de 30.000 pies de altura.
—Claro. Oye, me saludas a tu novia "caderas hermosas". — de nuevo esa mirada que le hizo temer. —E-Estoy jugando.
Sin voltear a verle, simplemente partió a donde los pasajeros abordaban su vuelo correspondiente.
Se mantuvo fatigado observando con nerviosismo por la pequeña ventana del avión, la increíble velocidad con la que comenzaba a despegar, ver el suelo cada vez más lejos le mareaba ligeramente, ver los relieves le causaban vértigo. Reprimió un respingo temeroso, necesitaba distraerse durante las próximas horas.
El cielo era de azul brillante, pese a la contaminación, despejado e inmenso con los rayos del sol. No pudo evitar recordar a la albina, ¿Qué estaría haciendo? No logró avisarle con anticipo, por lo que mejor la visitaría al siguiente día, ¿Cómo se comportaría a su alrededor?
Al parecer su convivencia a larga distancia fue mejor de lo pensaba, él le llamaba en las tardes y ella llamaba en las noches, perdiéndose en conversaciones algo absurdas. Algo que llamó su atención fue el hecho que Elizabeth comenzó a evitar los comentarios sarcásticos, algo que usó a su favor para provocarle y conseguir alguno de sus insultos. Ambos se comportaban como adolescentes y le constaba, era como su mejor amiga.
Entre su largo pensar, las más de cinco horas de vuelo llegaron a su fin para su calma al ver el panorama familiar, siendo Zeldris quien lo esperaba para regresarlo a casa. Se veía algo emocionado, como si esperaba a que algo se diera en ese momento o solo esperaba volver con urgencia a su hogar.
—¡Hey Meliodas!, bienvenido. — el azabache le recibió con gran entusiasmo, pero al menos escandaloso que su primo que dejó en el continente americano.
—Hola Zel. ¿Alguna novedad?
—Hmm. Nuestro padre sigue en la oficina, pero quiere un desayuno familiar mañana por la mañana. — ¿no pudieron recibirlo con una mejor noticia?
—Debe tener una noticia. — soltó algo frustrado. —El no convive con nosotros así porque sí. — el menor le vio en desaprobación a la vez que daba inicio al camino de regreso al estacionamiento junto a su hermano.
—Deja de ser pesimista Meliodas y ve el lado amable; tal vez quiere convivir con nosotros, es todo. — el aludido negó, su hermano a veces solía ser muy ingenuo para no ver las intenciones de su progenitor.
—¿Recuerdas lo que pasó en nuestro último desayuno como familia?
Una risa de burla se mostró en los labios del oji verde contrario, ¿olvidarlo? ¡Era como tener una foto mental de la expresión incrédula de su hermano mayor! La mejor expresión de terror, a decir verdad.
—Todavía recuerdo sus palabras: ¡Felicidades hijo, te vas a casar en un año, solo busca una novia!" — finalizó con una carcajada escandalosa que llamó la atención. —¡Debiste ver tu cara ese día!
Meliodas arrugó el entrecejo. Esa mañana donde se le hizo extraño que su padre conviviría con ellos solo para decirle que buscara novia, ¡ni siquiera consumió un bocado de su desayuno y ya se había atragantado con el aire! Fue tan sorpresivo como precipitado.
—En fin, ¿Qué tal el primo Estarossa? — resopló.
—Aún lo tolero.
Ambos se soltaron en mansas sonrisas. Ambos fueron al estacionamiento donde montaron el vehículo para ir de regreso a su hogar. Meliodas suspiró ante su tranquila ciudad.
[...]
Entre pequeñas reseñas de sus días separados, el rubio amplió su mirada al encontrarse con la albina y la de ojos rojos charlar pacíficamente entre murmullos de aires pícaros, lo deducía por sus mutuas formas de reírse y avergonzarse la una a la otras, ¿de qué hablaban las mujeres?, sobre todo, ¿por qué la oji bicolor estaba ahí? No le molestaba, al contrario, pero era de noche y no era común que ella estuviese fuera de su casa.
—Hola Gelda y... ¿Elizabeth? — la peli plata volteo a verle con una risita.
—¡Hey, Demon!, llegaste pronto. — dejó su maleta para acercarse a tomar asiento al lado de la fémina.
—Que sorpresa verte por aquí. ¿A qué se debe la ocasión?, no creo que sea solo para verme o que me hayas extrañado. — los ojos bicolores rodaron ante su ironía.
—Gelda dijo que tendríamos una reunión por tu regreso, además es muy insistente. — la rubia mostró falsa indignación. —¿Y por qué no? Estaba algo aburrida. — termino con un guiño de ojo que le hizo sonreír a su pareja y perderse entre sus miradas mutuas.
Ahora entendía la emoción de su hermano, solo quería una excusa para tomar sin que su esposa le reprochara y es que, desde aquella vez en el bar, su hermano no había tocado el alcohol para evitar otro descontrol y terminara ebrio.
—Lamento interrumpir su ambiente romántico... — intervino el menor al lado de su rubia. —, pero papá no vendrá hasta más tarde. Hay que celebrar que regresaste. — su hermano no le vio convencido. Los ojos verdes rodaron sometido. —Lo admito, y además es una excusa para no mantenerme sobrio. Oye Jenna, por favor, ¿podrías traernos unas bebidas?
La gemela rubia se acercó a ambas parejas.
—¿Quiere el té de siempre o algún vino de la reserva?
—¿Crees que esto es una de las reuniones aburridas de mi señor padre? — soltó algo jocoso. —Tráenos unas cervezas y una botella de vodka. — tres pares de ojos le vieron con incredulidad, era demasiado para solo cuatro personas.
Zeldris dejó pasar sus miradas por alto, ¿Qué les sorprendía? No pensaba relajarse con licores finos con bajo porcentaje de alcohol.
—En seguida joven. — la mujer de baja estatura se retiró en busca del pedido del Demon.
—Siendo honesto... — el rubio relamió sus labios. —si lo necesito, fue estresante la ciudad. — trazó ligeros círculos en su sien a modo de relajación. Tal vez un trago o dos le ayudarían a recuperar un poco el sueño perdido pues podía sentir el desfase de horarios en su cuerpo.
—¿En serio?, ¿no tuviste quién te ayudara? Una secretaria tal vez, una gerente. — cuestionó Gelda algo intrigada y con una sola duda en su cabeza, ¿Elizabeth se mostraría celosa?
Meliodas afirmó con la cabeza.
—Conocí a una contadora y gerente... — al nombrar el sujeto femenino la albina le miró algo inquieta, acto que su concuñada notó en seguida. —Ella fue muy amable en darme los datos que necesitaba y recopilar la información de las cifras. Ella es realmente muy dedicada e impecable en su trabajo debo agregar.
—Ya veo, fuiste a andar de galante por allá. — su hermano mostró una sonrisa de pillería.
—Claro que no, solo fueron asuntos de trabajo. — se apresuró a corregir sin perder la compostura ignorando el semblante sombrío de la albina a su lado.
—Si claro. Y ¿es hermosa?
—¡Zel! — reclamó la de ojos rojizos con un sonrojo envidioso en sus mejillas.
—Solo es una pregunta inocente, no tiene nada de malo. — al contrario de lo que decía, al igual que su esposa, el de cabello azabache también se vio intrigado por la actitud de la albina.
—Bueno, es una mujer bien vestida... y eh, tiene lo suyo. — ¿Cómo describirla sin sentirse incomodado? No le vio ningún atractivo físico para su gusto, aunque tampoco iba a negar que no era hermosa; era difícil de describir.
A este punto, Elizabeth decidió voltear la mirada y no escuchar nada más. ¿Por qué le afectaba lo que el rubio pensaba de otras chicas? Se sentía incomodada y un sentimiento golpeó contra su pecho.
La manera en que el describió a tan misteriosa mujer podía deducir que era alguien mejor capacitada. Si era hermosa, inteligente, de un carácter maduro era obvio que era más que perfecta para el estatus de Meliodas, no la necesitaba a ella. Debería sentirse feliz verdad, podría quitárselo de encima, pero ¿por qué en algún rincón deseaba que aquella fémina no se le volviera a atravesar en esa mirada esmeralda que la idiotizaba?
¡Maldición! Debía acabar con esa elocuente atracción antes de que se le salga de las manos y se transforme en un sentimiento.
—¿No es así, Eli? — parpadeo un par de veces confusa ante la pregunta de su concuñada. Los tres le miraban con duda al no escuchar su respuesta.
—Eh... — balbuceo en estado nerviosa. —Perdón, yo no...
—Tranquila, es normal que extrañes a Meliodas después de largo tiempo, yo lo haría también con Zel. — agregó Gelda en su rescate.
Antes de que pudiese contradecir esa afirmación, Jenna apareció con unos tarros y la castaña con una botella entre sus manos.
—Aquí está señor.
—Gracias, tú y Zaneri pueden ir a descansar. — indicó a las hermanas que agradecieron en silencio antes de retirarse en los aposentos, seguras de que al día siguiente encontrarían un posible desastre.
Tanto Meliodas como Zeldris tomaron un tarro de cerveza y dieron un largo trago animados, saboreando la ligera sensación amarga.
—Vamos, toma uno. — incitó el menor a la peli plata que solo se tornó dudosa. Sus bicolores observaron a Gelda beber con tranquilidad y degustación.
—Yo...
—¿Nunca has tomado? — ella negó levemente. —No lo hagas si no quieres. — una sonrisa que le llegó a sus sentidos. Con su entrecejo ligeramente decido, tomó el cuarto tarro.
—No, yo lo haré. No creo que sea tan malo, ¿verdad? — apretó sus labios ansiosa.
—¿Segura?, no te sientas mal, si quieres yo puedo acompañarte... — antes de que la blonda dejara su vaso, Elizabeth negó.
—Gelda, gracias, pero tus ansias esto. — insistió tercamente. —Yo te acompaño.
—¿Segura? — Zeldris no quiso obstinarse en contra. —Bien, hasta el fondo.
[...]
¿Cómo iba a saber que le agarraría el gusto tan rápido? Para su sorpresa y, a diferencia de los demás, Elizabeth se mantenía aún más tranquila de costumbre, como si el alcohol fuese un sedante que solo la mantenía relajada con un sonrojo escuchando las barbaridades desvergonzadas del resto y es que, Meliodas perdía su compostura, Zeldris se volvía muy sensible y Gelda cambiaba de personalidad en un parpadeo.
—... Y el imbécil de Estarossa... ¡hip!, no me dejó concentrarme por estar cogiendo con la primera chica que se encontró. — la pareja de casados se soltó a las carcajadas.
—¡Que divertido hijo de perra! — vociferó el menor.
—Zel, tu lenguaje cielo. — habló excesivamente melosa manteniendo sus mejillas y el puente de su nariz roja.
—Hum, tu primo suena como un libertino. — murmuró la albina tranquilamente dando un último trago de su vaso antes de servirse otro poco más. La cerveza desapareció y la botella de vodka tenía poco menos de la mitad.
—Lo es... ¡hip! — torció la boca. —Tanto que tengo que cuidar a mi hermosa ama y señora de él. — celosamente se aferró a la cintura de su esposa.
—Suéltame, me sofocas. — en vano intentó separarse del amoroso hombre de cabellos negros.
—¡Ño!
Elizabeth sentía unas punzadas en su cabeza, su visión quería obligarla a dormir, sus mejillas estaban cada vez más calientes que no evitó soltar un quejido de frustración que llamó la atención de los presentes.
—¿'Tas bien? — se dirigió a ella con una sonrisa burlona.
—Shiiii. Solo todo da vueltas. — se tambaleo un poco sobre su lugar aferrándose un poco del brazo del rubio quien no se molestó en lo absoluto y solo le dio una palmaditas.
—Esta ya está borracha. — carcajeo infantil. La peli plata entrecerró los ojos con un puchero, acercándose al Demon contrario.
—Pero si tu estas sonrojado... hip. — esta se acercó al menor tomándolo por las mejillas descuidadamente. —Se te nota muuucho. — los ojos de Gelda enfurecieron.
—¡Oye!, no te acerques mucho a mi bebé. — lo apartó de ella abruptamente para esconder el rostro de su marido en su generoso escote.
—¡¿Qué?!, ¡¿tienes hijos?!, ¡¡¿Por qué no me lo dijiste?!! — ¡Diosas!, inesperadamente comenzó a llorar a la vez que esta le consolaba tiernamente.
La albina solo arqueo la ceja confusa, ¿por qué se peleaban esos dos?
—¿Huh?, ¿Tú que me vez? — gruñó al captar la intensa mirada verde puesta en ella con una sonrisa burlona.
—Te vez linda. — el sonrojo por este comentario se vio camuflado por el sonrojo que le causó la cerveza. De nuevo optó por una postura hostil.
—¿Qué insinúas, Demon? — los espacios se hicieron cada vez menores a la vez que lo retaba a lo que fuera que estuvieran jugando.
—Nada preciosa. — las miradas se tentaron a dar el primer paso a lo que sería el inicio de una locura, si no fuera porque olvidaron que estaban acompañados.
—¡Oigan!, si están pensando en coger... ¡hip!, váyanse a la habitación que no pienso ser parte de un cuarteto. — exclamó Zeldris. La pareja no se sobresaltó como comúnmente lo harían, estaban demasiado idos como para entender.
—Yo no grabo. ¡Hip! — la rubia se cruzó de brazos.
—¡El único pervertido aquí eres tú! — reclamó. Zeldris, indiferente a las acusaciones de su hermano mayor se levantó del sillón tambaleante.
—¡Hip! Me voy a mimir...
—Vámonos cariño. — la rubio soltó un suspiro y cargó a su marido que cayó en seguida dormido en un fuerte ronquido. —Buenas... ¡hip! Buenas noches...
Esta se fue, al menos se mantenía de pie mejor y con suerte no se caería con el hombre entre sus brazos. Con cuidado subo las escaleras y se encerró en la habitación dispuesta acompañar a Zeldris en un merecido descanso, dejando a la pareja en un silencio nocturno.
Elizabeth no dudo en beber de golpe lo que quedaba de su vaso ante la mirada algo impresionada del blondo.
—¿Quieres más? — ofreció, pero esta se negó, ya estaba lo suficientemente mareada. —No creí que te volvieras fanática del alcohol. — su ojo zarco y dorado se posaron en su rostro rojizo, ¿siempre fue así de tierno?
No dio aviso previo, solo se subió sobre sus piernas con las suyas a cada lado de su cadera escuchando un jadeo del contrario. Esta mujer era un pecado personificado, tentándolo a salirse de su criterio.
—Estas muy rojito... ¡Hip! — traviesamente, sus manos pálidas acunaron su rostro. —Eres adorable...
Meliodas tomó una de sus muñecas para apartarla mostrando una sonrisa atrevida que fácilmente competía con la femenina, tenía un presentimiento de a donde quería llevar esto.
—Hum, ¡hip!... ¿te me insinúas de nuevo? Solo di que quieres pasar la noche conmigo y asunto arreglado. — utilizó su mano libre para atraerla a su cuerpo, aferrándose a la tela. Elizabeth tanteo la punta de su nariz sonrojada.
—Tienes miedo. — retó ladeando su cabeza.
—Claro que no. — atacó con voz grave.
—¿Entonces?, ¿esperas una invitación?
Debía admitirlo, le sorprendió tanto como el sonrojo que le atacó en ese momento. Ninguno se detuvo a pensar, sus acciones no coordinaban, pero eran reflejadas en ese punto ciego entre la conciencia y la lujuria. Solo necesidad era lo que uno por el otro sentía, no más.
No estaba mal esto, ¿cierto? Meliodas no incumplía su palabra al decir que no sería para su satisfacción egoísta, solo cumpliría un capricho de ambos, de cualquier modo, se detendría si se lo pedía; lamentable ambos estaban cegados por el alcohol, aquel consentimiento por parte de los dos no era válido.
Entre tropiezos y pasos tambaleantes, las risas y palabras inteligibles opacaron el silencioso camino torpe hasta la habitación del rubio como si se tratara de la mayor travesura de sus vidas.
Prenda por prenda cayó indiferente en el suelo, sus insinuaciones no cesaron, las provocaciones calentaron el ambiente, siendo esto lo último que recordarían después de que la puerta de la pieza se cerrara para dar privacidad a lo que sería algo de lo que, quizás se arrepientan a la siguiente mañana.
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Y lo dejaré hasta aquí porque lol...
Primero, sé que debí actualizar ayer, pero seré sincera, tenía flojera y aproveché a dormir de más. No les quería dar algo mal hecho e incompleto, mejor tarde que nunca.
¿Qué les pareció?
Recapitulemos, Merlín nos dijo: thank u, next. Estarossa confirma que irá a Londres junto con Liz :v Aun no la maten, plox que aún falta para eso y el verdadero caos.
Estos ya hicieron de las suyas y se nos alocaron, a ver que pasará mañana (en sentido figurado) >:3
Sin más es todo, gracias por leer. ¡¡Hasta la próxima semana!!
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