Capítulo XVI
Los curiosos ojos verdes solo se mantenían entretenidos siguiendo el movimiento brusco de su hermano mayor al momento de preparar una pequeña maleta para su viaje. Le veía refunfuñar entre dientes para sí mismo, su rostro no se molestaba en esconder su notorio enfado mientras Zeldris solo rio en bajo.
Le recordaba en aquellos tiempos cuando eran pequeños, ambos habían desordenado su cuarto por querer jugar los piratas y al finalizar, su padre les había dado la regañada de su vida, no solo por desobedecerlo, sino que todas las mantas, juguetes y demás quedaron esparcidos por la casa. Llenaron la casa de barro y sus ropas quedaron sucias con comida que habían robado como diablillos de la cocina. Sin dudar, juntos eran un caos total.
Se veía exactamente igual como lo recordaba, maldiciendo y obligado a limpiar el desastre hecho mientras este se quedaba sentado y bonito sin hacer nada, en este caso, solo observaba que a él le daban las obligaciones de hermano mayor, por ejemplo: ir a arreglar asuntos de la empresa en otro continente.
—Entonces, ¿te vas de vacaciones? — el mayor bufó volteando los ojos ante el tono burlón usado.
—No son vacaciones Zeldris, son asuntos de negocios. — rechistó.
Otro silencio preservó el ambiente, Meliodas aún se mantenía a regañadientes preguntándose, ¿por qué él? No le molestaba, pero con solo pensar que estaría con su primo durante tres días no le centraba la idea y tampoco era que su pariente le molestara, sino que a veces podía ser muy... quisquilloso. No encontraba otra forma de describir a esa rama de la familia Demon.
—Dicen que las americanas son lindas. — interrumpió el menor con un rostro de perversión. —Quizás no sea tan malo siempre y cuando pases un buen rato, sabes a lo que me refiero. — el rubio se limitó a soltar un aire exasperado al momento que cerró la maleta con algo de agresión, aún sin dirigirle la mirada, el contrario tembló ligeramente.
—No estoy para bromas, Zeldris. Ya estoy en una relación. — le miró con desaprobación. —Respeto a Elizabeth, así que deja de decir estupideces. — no evitó arquear la ceja algo sorprendido ante sus palabras.
—Vaya, tu defendiendo una falsa relación.
—No es falsa. — recordó. El de cabello azabache solo negó con la cabeza sin cambiar su humor optimista y jocosa.
—Según tú la respetas, te comunicas con ella, convives con ella; toda base de una relación común y corriente, pero no le das lo esencial de una. — el rubio guardó silencio esperando a que este terminara de hablar. —Amor. — chascó la lengua en una mueca. —¿Ya le quieres, aunque sea?
—¡No digas tonterías! — exigió en evidente mal humor ¿por qué? Ni él solo se lo explicaba. Cada vez que se cuestionaba eso solo se enfadaba como si le molestara de verdad sentir algo por dicha platinada. Solo miró de mala gana a su hermano menor soltando un suspiro. —Y deja de tutearme.
—¡Uy!, lamento lastimar sus modales mi querido hermano mayor. — soltó con burla ganándose una mirada fulminante. —Lo siento. — Meliodas soltó una bocanada, aunque le doliera admitirlo, estar con Zeldris solo demostraba lo infantiles e inmaduros que aún eran a pesar de los años encima.
—No vemos en tres semanas. — dicho esto, solo tomó su maleta y salió de la habitación dejando al peli negro riendo entre dientes y es que, lo divertido de un hermano mayor, era reírse de sus desgracias.
—En estos momentos agradezco no ser tú.
[...]
A diferencia de la empresa de la familia Demon, una de las agencias de las que supervisaba la señora Goddess se ligaba sutilmente a los estándares económicos de la familia antes dicha, con la diferencia que mientras ellos supervisaban la economía a niveles internacionales, la agencia solo era del estado y capital. No era tan colosal como los Demon, pero aportaban con algo o de eso se convencía Elizabeth.
Suspiró por quinta vez con más frustración e impaciencia, ahora que trabajaba con su madre en las supervisiones de factores de producción de bienes y servicios de la capital, no la gran cosa, pero ahora estaba más que impaciente pues, estaba sacando algunas copias de dichos formatos que su madre le encargó, pero la impresora del demonio parecía burlarse de ella, solo escuchaba el horrible sonido de cada hoja siendo procesada mientras esperaba las copias, ¿tan tardado era?
Bufó con antelación y rendida que esto tardará un rato; sin embargo, su teléfono timbro en su bolsillo. Prosiguió a revisar las notificaciones percatándose que se trataba de un mensaje de su "amado novio". Sin detenerse, abrió la conversación.
Meliodas
Buen día, Elizabeth.
Mi vuelo es hoy en una hora y olvidé
mencionarte que no podré estar
comunicado contigo continuamente
en estas tres semanas, pero en
cualquier cosa que necesites lo
puedes consultar con Chandler.
Esta rodó los ojos, ¿en serio? ¡hasta para un mensaje de texto era tan formal y para variar, una ortografía impresionante!; muy apenas colocaba acentos. Solo negó y empezó a teclear.
Elizabeth
Gracias, pero no gracias, cariño
sobreviviré a tu falta de correcciones
constantes, pero te extrañaré.
Soltó una pequeña risa mofa mientras esperaba a que este respondiera, esperaba que entendiera su ironía.
Meliodas
¿Nunca dejas de ser groseramente incisiva?
De cualquier forma, te haré una llamada el
fin de semana.
Elizabeth
¿Para qué? Te advierto que
no te voy a responder si se te ocurre
llamar a las 3 de la mañana. Te recuerdo que las
zonas horarias son distintas.
Meliodas
Lo sé, solo quiero asegurarme que no olvides
tus modales, preciosa.
Elizabeth
¡Idiota!
Con esto, termino la conversación guardando su teléfono de vuelta en su bolsa y para su suerte, las copias habían terminado de ser apiladas. Suspiro con alivio, celebrando internamente; sin embargo, pensar en que dicho rubio estaría fuera de su ambiente le hacía sentir de una forma que no lo podía explicar. Como una sensación de vacío y regresar a su monotonía gris.
¿Tan pronto se acostumbró a él? Como fuera, no dejaría que eso le afectara. Al fin podría respirar en paz sin su agobiante influencia de "hombre correcto, hecho y derecho", no tendría que preocuparse por su actitud u otra cosa, no estaba para vigilarla, pero... su promesa.
Demonios, olvidó que ella misma se había propuesto a dejar de ser tan grosera y ahora era lo primero que hacía, responder su mensaje de manera irónicamente insolente. Tonta.
—Elizabeth ¿por qué tan distraída? — escuchó una melosa voz al pasar al lado de la mujer de hermoso traje celeste y cabellos rosados en combinación a sus labios; la amiga más cercana de su madre y mano derecha.
—Perdón, Nerobasta. He terminado de sacar las copias y hem... — mordió su labio inferior algo vacilante, la mujer sonrió levemente tomándola por el hombro, encaminándola a la oficina de su madre.
—¿Qué te preocupa? — se atrevió a preguntar.
—No me preocupa nada, solo pienso varias cosas. — suspiró, más el rostro de la mujer no se veía convencida. Soltó un aire al verse descubierta. —Solo me siento confundida por un chico, a veces siento quererlo, pero... — soltó un quejido algo inquietada, ¿Cómo describir algo que ni ella entiende?
—Pero ¿qué?
—Es eso; me gusta, pero solo siento que solo fue costumbre a su presencia. — la mujer voluptuosa pareció pensar y analizar un poco sus palabras hasta llegar a una conclusión más que evidente.
—Entonces es solo un gusto físico y pasajero. — comenzó. —No te preocupes, la tracción física a veces suele ser el inicio de una relación. Tengo entendido que es por compromiso, tu madre me lo dijo. — la albina rodó los ojos frunciendo el ceño comenzando a convencerse que la culpable de su estado de confusión era su progenitora, quien la obligo a "sentar cabeza". —Si es eso, lo que estas experimentando entonces es un amor fatuo. — la albina le miro algo confusa.
—¿Amor fatuo? — la gran incógnita resaltó sobre su cabeza causando una ternura en la mujer, sin duda aquella niña seguía siendo una curiosa nata con sus adorables pucheros en ceños fruncidos.
—Aquella que se da por el compromiso y la atracción en la pareja, pero no hay intimidad para completar la base de una relación sólida. — comenzó a explicar causando cierto pudor en las mejillas rojas de Elizabeth, pues bien, tenía razón; entre ella y Meliodas había cierta atracción física que tiraba a lo sexual. —En pocas palabras, antes de llegarte a enamorar, debes conocerlo primero —, pero no estaba del todo segura, ¿realmente quería una relación así? ¿Una de rostro amoroso cuando en realidad parecían amigos que se atraían mutuamente para ceder al físico del contrario?
Tenía sentido una vez que lo pensaba así. Conclusión: amigos con derechos y compromisos. Vaya relación descomunal. Rodó los ojos simplemente soltando una risilla.
—Gracias, eres buena consejera. — felicitó a la mujer quien no dudo en corresponder con un suspiro de vagos pesares aflictivos.
—A veces me arrepiento de abandonar mi carrera de psicología. — ambas féminas continuaron aquella conversación llena de sentimientos confusos por parte de la Goddess y uno que otro consejo por aquella mujer quien era considerada como su segunda madre.
Por otro lado, al otro lado de la ciudad sobrepoblada, el rubio negó con la cabeza soltando una risa nasal observando aquel último mensaje enviado por la chica de cabello plateado.
Elizabeth
¡Idiota!
Solo escribió un último mensaje después de aquella "hermosa" palabra de despedida.
Meliodas
Que también tengas un buen día.
No se molestó en ver sí el mensaje fue visualizado por la chica, solo esperaba ansioso tratando de ignorar los vociferes ecos de alrededor mientras esperaba junto a otros pasajeros que también aguardaban con paciencia el llamado de abordar.
Su teléfono timbro un par de veces, su boca torció una mueca al ver que se trataba de su progenitor. Con poco gusto atendió el teléfono.
—Padre. — respondió en seco.
"Meliodas, ¿ya abordaste el avión? " Escuchó cuestionar por parte del rubio contrario.
—No, aún no. En aproximadamente 40minutos. — oprimió un quejido en su garganta. —¿Pasa algo?
"Nada importante, solo te deseo suerte ". El hombre se escuchaba entusiasmado y algo tranquilo. "Ya sabes hijo, él te estará esperándote después de aterrizar ". El oji verde volteó los ojos, harto de escuchar lo mismo. "Por favor, no seas tan distante, después de todo es familia ".
—Si, padre. — su mirar se enfocó en el ventanal que daba vista a una pista. Tragó grueso, odiaba los aviones, sobre todo cuando volaban sobre el mar. —Te comunicare el avance. — aun así, mantuvo su voz tranquila y serena.
"Eso espero. Buen viaje ". Dicho esto, colgó la llamada.
[...]
¿Cuánto tiempo se mantuvo incómodo en ese asiento? Al menos no estaba rodeado de más personas que obstruyeran su espacio personal, pero aun así eso evitaba sus nervios al momento de despegar o aterrizar, solo lograba enterrar sus uñas en el asiento sin cambiar su expresión serena, cosa que lo hacía pasar por desapercibido; sin embargo, su inquietud se mantenía a flote.
Su mente divago por un momento en los sucesos antes vividos, se preguntaba de cierta manera ¿qué sería de Elizabeth? Seguramente estaba más que aliviada de que no estuviese a su alrededor corrigiéndola, aunque pensándolo bien, era entretenido. Odiaba admitirlo, pero extrañaría tenerla reclamando a su alrededor y sus constantes berrinches.
Tendría que esperar a las tres semanas antes de volver, aunque ya había vivido con anterioridad de esa manera sin la mujer, no sería difícil volver a su monotonía.
Suspiró aliviado, al menos fueron alrededor de cinco horas de viaje en el aire y tocar tierra era reconfortante, si no fuera por una exclamación eufórica que lo llamaba.
—¡¡Hey, primo!! — escuchó de aquel hombre alto de cabello albino llamarle a lo lejos con una gran sonrisa de oreja a oreja. —¡Por aquí, Meliodas! — el susodicho jadeo incomodado, sin duda no había cambia en nada, era el mismo exaltado y optimista de su familia llena de filósofos e historiadores aburridos.
Con poca gana, disimulando su poca emoción, (cosa que era nula) se acercó a su pariente que era considerablemente mucho más alto y robusto que él.
—Hola, Estarossa. — saludó gutural estirando la mano a modo salutación; sin embargo, inesperadamente y para su desagrado, el más alto lo jaló para atraerlo y estrecharlo en un abrazo fraternal, alzándolo un poco sus pies sobre el suelo. —Ugh.
—¡Es un gusto volverte a ver, primo favorito! — enunció con alegría. Meliodas se vio algo incomodado por la gente que pasaba a su lado y le dirigían efímeras miradas extrañas a causa del descontrolado peli blanco —Cuanto tiempo ¿eh? Dime, ¿de causalidad también vino Zel contigo? — lo bajó buscando con la mirada a dicho personaje; sin embargo, se desilusiono ligeramente al no ver rastros de este.
—No, solo yo. — se acomodó sus ropas algo crispado por la actitud de su pariente.
—Oh, bueno. — se hundió de hombros. —Vamos entonces, hay mucho de lo que quiero hablare. — el rubio suspiró en bajo. Si algo caracterizaba a su primo, era su forma tan genuina de demostrar su apego a sus familiares.
Serían unas largas semanas.
[Washington]
Eran aproximadamente las 9: 30 de la noche en dicho país americano, el rubio terminaba de instalarse en la habitación antes indicada por Estarossa, quien poseía un departamento en medio de la ciudad. No podía quejarse, pero no acostumbraba al ruido urbano.
Soltó un bostezo, al siguiente día daría inicio a las supervisiones indicadas por su padre en una de las líneas de bancos de la compañía Demon y notificarle de las anomalías y los malos procesos que llevaban a cabo; debía dormir un poco, el viaje fua lago estresante.
Sus esmeraldas se enfocaron en su dispositivo móvil para ver el reloj, no era muy tarde, pero podría asegurar que, en Londres, Inglaterra, era plena madrugada, por lo que comprobar una pequeña afirmación no haría daño.
— Me pregunto si... — curioso, tomó su teléfono buscando el número de la chica.
Mientras tanto, en Londres marcaban alrededor de las 3:00 am y la albina roncaba con un hilo de saliva escurriendo de sus comisuras tranquilamente a la vez que se aferraba a una de sus afelpadas almohadas, hasta que ese molesto timbre conocido alertó en su oído izquierdo provocando que soltara un gruñido somnoliento.
Sin abrir los ojos tomó el dispositivo y atendió la llamada con un ceño levemente fruncido y voz adormilada.
—Huh, ¿hola? — bostezo ligeramente.
—A ver, a ver, a ver... — sonó algo sorprendido llamando la atención de la jovencita. — Creí que mencionaste que no responderías a esta hora, Nishishi. — esta amplió los ojos comprobando que era aquel molesto rubio. Se sonrojo ligeramente al recordar dicha especulación.
—¡¡¡Vete al diablo, Demon!!! — con esto colgó el teléfono dejando al de ojos esmeraldas riendo entre dientes.
.
.
.
Buenoooo, ya vimos que la dichosa persona misteriosa es Estarossa, ¿presienten que pueda ocurrir con este personaje en esta historia? :v
¿Qué creen? Se me ocurrió meter a otra persona que seguramente odiaran aun mas, y solo les digo que es una mujer , leo sus suposiciones;3
Creo que es todo, ¿Qué les pareció?, ¿Cómo se llevaran estos dos a la distancia?
Cualquier duda o pregunta, aquí por favor-
Sin más, gracias por leer.
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