Capítulo XLVII

—Bien, Eli... — primera hora de la mañana y Meliodas comenzó entrando a su apartada oficina dejando sus cosas sobre el escritorio, siendo seguido por la risueña albina de ajustada falda blanca a la vez que curioseaba el lugar. No había cambiado mucho desde la última vez que estuvo por ahí. —Debemos empezar a organizarnos, así como empezar a connaturalizarnos con nuestra área de trabajo como empezar a comunicarnos y no tener fallas que atender. ¿De acuerdo? — soltó una mueca tomando asiento frente al rubio.

—Bien... — soltó algo aburrida. —Esto es tedioso, pero tampoco me gusta quedarme parada sin hacer nada, así que no tengo más opción que obedecer a mi jefe. — Meliodas ignoraba su gesto, pero comprendía su abatimiento; la noche anterior se quedó muy tarde esperando con la rubia, lo menos que harían ahora en esa semana que empezaba a laborar con él era dormir, por lo que no evitó sentirse algo culpable por dejarle el cargo.

—No es tan difícil, solo debo explicarte cómo funcionan algunas cosas. Es sencillo, si prestas atención. Y no soy tu jefe. — en ese momento, el peli morado de ojos negros entró después de un par de toques a la puerta.

—Buen día, joven Demon. Lamento la interrupción, pero su padre solicita su presencia en la oficina. — este se levantó de su lugar para ir a atender.

—Ahora vengo, puedes ir familiarizándote con el papeleo o algo. — dicho esto, salió de la oficina dejando a la peli plata con el hombre de cuestionables intenciones, o eso presentía la fémina.

—Bien. — suspiró en bajo comenzando a leer las hojas.

—Fue descortés de mi parte. Un placer señorita Goddess... — llamó la atención. —...o mejor dicho, señora de Demon. — no tardó en responder a su gesto algo incomodada por aquel trato. Solo estaba casada con el heredero de una de las empresas más importantes del país, ¿qué tenía de interesante? Detestaba ese trato especial solo por ser muy cercana a él rubio y eso no podía negar hacerle sentir como una sombra más, aunque Meliodas nunca le hizo sentir así.

—Un gusto, ¿eh, señor...?

—Fraudrin señorita. Estoy para servirle en lo que se le ofrezca, me tiene a voluntad para lo que sea. — ofreció con pulcritud y leve reverencia de cabeza tratando se ser lo más convincente con esta, pero lejos de sorprenderle, sentía que debajo de esa manga había más que un as. —Soy el socio de Froi Demon y puedo decirle que soy digno de confiar. — más la jovencita le vio con un aire sospechoso. De por sí ya desconfiaba de las personas, pero ese hombre trajeado y de sonrisa amable escondía una maliciosa intención.

Fraudrin estaba comenzando a ejecutar su dicho plan, pero para pasar desapercibido debía ganarse la confianza de cada uno de los integrantes de la familia y desaparecer de cualquier línea de sospecha; ya tenía a los Demon, solo debía asegurarse de enganchar a esa chiquilla que seguramente era mucho más ingenua que los demás.

—Gracias, pero no creo necesitar ayuda, por ahora. — respondió con amabilidad. No era tan ignorante como la pintaban, conocía cada concepto y todo tema que abarcaba el negocio de comercializado, producción y cada rama del capitalismo, el que no estuviese interesada en lo absoluto no la tachaba de tonta.

—En cualquier caso, sabe a dónde acudir. — insistió sin saber que, en este caso, él estaba siendo manipulado por esa amabilidad.

—Lo tendré presente. — esperó que el de cabellos morados desapareciera de su campo de visión para borrar su tensa sonrisa. —En mi lista de cosas que no necesito. — finalizó rodando los ojos y concentrarse en su acción. —Vaya, Demon, que eres un completo desorganizado. — berreó un suspiro. No podía concentrarse con ese desorden que simplemente comenzó a leer cada hoja con rapidez antes de comenzar a hacer su buena acción del día.

Mientras tanto, el de ojos verdes ingreso a la oficina donde su progenitor esperaba con más de diez legajos que contenían pactos importantes del pasado con las mencionadas empresas que rompieron contacto.

—¿Me necesitabas, padre? — los verdes le vieron fugazmente antes de asentir soltando un largo y desasosegante aire. Tantas letras pequeñas lo mareaban y su vista se encontraba cada vez más fatigada.

—Si, solo quiero que... — paró de repente por un punzante dolor en su brazo izquierdo acompañado de un mareo. Frunció un poco aclarando su garganta e ignorando el malestar. —Quiero que actualices los datos de Goddess y los lleves con Melascula para que los archive. — le dio la carpeta correspondiente, misma que el rubio tomó entre sus manos sin pasar por alto la actitud de su padre; algo le pasaba y lo estaba ocultando.

—Te noto algo tenso e inquieto, ¿estás bien? — el dolor pasó de un momento a otro que solo asintió soltando un bostezo ignorando la preocupación de este.

—Si, solo que no he dormido mucho en estos días con estos contratos. — torció su sonrisa que no convenció a su hijo. —Ya sabes cómo rumoreaban que era tu abuelo, nos dejó las cosas difíciles con respecto a las demás fundaciones.

—¿Es mucho el daño? — Froi le mostró el sin fin de contratos con las que perdió alianzas; fueron más de las que hubiese esperado. Unos se encontraban con una ruptura pacífica, otras terminaron con malos entendidos o violencia, pero todas tenían algo en común: la bancarrota masiva que arrasó.

—Demasiado para mi gusto. — mostró un historial en gráfico de lo que fue la empresa en comparación a la suya. —El registro muestra una devaluación exagerada desde hace más de 40 años. Creo que fue la razón por la cual muchas empresas cayeron en ruinas fue por la inflación y el desequilibrio de la economía de ese entonces.

—Ya veo, incluso unos no volvieron a elevarse. — había varios cabos sueltos y acciones que no entendía, pero prefirió preguntar después cuando su padre sintiera mejor, pues claramente en esos momentos no lo estaba. —Bien, tendré que apresurarme, Elizabeth solo tiene esta semana para estar al corriente y es mejor comenzar de una vez. — no podía quejarse, el trabajo de la albina quizás era aún más pesado que el suyo, por lo que no quería desperdiciar el tiempo que tenían.

—Bien, es todo. Puedes retirarte. — y así lo hizo. Regresó a su zona de trabajo donde la voz tarareando de la mujer indicaba su mente distraída y lo entretenida que estaba con lo que fuera que estuviera haciendo.

—Eli, primero veremos el... — esta sonrío de oreja a oreja.

—Ordené todo este caos, espero no te moleste. — este negó levemente tomando las hojas entre sus manos para comenzar a leerlos entre hojeadas.

—Está perfectamente organizado, creí que no tenías idea de esto. — no mentía si decía que se encontraba sorprendido, siempre la creyó indiferente y poco entusiasmada por la labor.

—Nunca dije eso, solo me da pereza. — finalizó con una mirada de inocencia limitándose a comenzar con sus labores junto a su pareja, tratando de evitar sacar ese lado coqueto que los llevara a distraerse.

[...]

Conforme la semana avanzaba con naturalidad, la vida de la pareja parecía ser un simple tratado de trabajo que una relación amorosa pues eran pocos los gestos que mostraban el uno por el otro y mucho menos en público; los pequeños besos eran lo más cercanos que pudieron estar. Solo trataban temas relacionados a sus asuntos laborales y pocas veces trataban de distraerse y evitar retardos, aunque no faltaban los juegos de cortejo de uno al otro para ser posteriormente interrumpidos por alguna otra actividad o persona inoportuna. Sin embargo, no se quejaban ya que, lejos de ser monótono, se volvió divertido en sus momentos cotidianos.

Chistes, malas bromas, comentarios fuera de contexto, ironías; eso y más era lo que mantenía viva su extraña relación de dos personas que no decían amarse y lo demostraban o en veces lo contrario, llevando a más de uno a la confusión; sin embargo, ninguno de los dos pareció notar los contrarios ojos zarcos que no se despegaban de la albina cada vez que se la encontraba aleatoriamente en algún lugar concurrido, convencido en que recuperaría a la mujer fácilmente.

—Bueno, hemos logrado llevar todo a cabo en tiempo y forma. — suspiró el rubio en alivio terminando recostado sobre el respaldo de aquella silla. —Vamos avanzando muy bien, sin duda trabajamos en sincronía. — felicitó sintiéndose impresionado y orgulloso por el empeño de su esposa.

—Lo sé. Tengo aquí los porcentajes de los ingresos de las sucursales pequeñas y los gerentes muestran un porcentaje alto de satisfacción con los resultados obtenidos. Así se dice en tu idioma. — respondió con tal profesionalismo que causó una risita en el de ojos verdes.

—¿Y cómo lo dirías tú? — cuestionó atento a los movimientos sutiles. Elizabeth simplemente se sentó en la orilla del escritorio cruzándose de piernas para dejar a la vista un poco más de lo que la falda cubría.

—Todos felices y contentos. — respondió jovial y aliviada de poder despejarse de tantos números agobiando su mente. —Pensándolo bien, es más fácil moverse por aquí, pero mi lugar está con mi madre que seguramente también me llenara de trabajo. Aun así, estaré haciendo mis viajes de una empresa a otra para supervisar que se haga todo el trabajo aquí y no tener que solucionarlo con terceros. — soltó una risita a lo que el rubio se inclinó a ella posando su mano en una de sus rodillas sutilmente.

—Aprendes muy rápido o podría decir que ya sabías de esto, incluso más que yo. — la mujer negó desinteresada sin perder de vista el movimiento circular y sutil en esa parte de su cuerpo.

—Nada de eso, solo te veo mucho. — este alzó la ceja con cierto interés por el significado por detrás de esas palabras. —No me malinterpretes, no soy tu acosadora, pero verte trabajar y hablar de negocios es prácticamente lo único que haces que se me contagió tu forma de pensar. Aprendí con solo verte. — se alzó de hombros.

—Lamentablemente debo ayudar a sostener esta empresa, así que... — retiró su mano de su tersa piel para extenderle unas carpetas en colores claros. —¿Puedes llevar esto a recursos humanos? Déjalo en el escritorio, Melascula debe revisarlo después. — dicho esto, comenzó a revisar sus pendientes en la computadora mientras la albina revisaba los papeles dados.

—¿Estarán contratando o algo parecido? — dijo al ver lo que eran unas solicitudes de empleo con datos de varios personales.

—Creo que abrieron vacantes, así como unas transferencias. Será doblemente ocupado estas semanas. — ladeo su mueca. Detestaba tener que estar a cargo de nuevos empleados con más de dos recomendaciones y aun así tengan descaro de no saber hacer su trabajo.

—De acuerdo. — bajó del escritorio y con un bailar de sus cabellos plateados, salió de la oficina sin antes decir: —Ya vuelvo.

Demon le vio desaparecer antes de continuar en su trabajo sin saber que un mal presentimiento acechaba por los rumbos de la empresa, superando cualquier seguridad. Por otro lado, Elizabeth caminaba galante y con un bamboleo sutil de caderas mientras recibía corteses saludos por parte de los empleados que conocían su labor ahí; tales palabras como: "Tenga buen día Señora de Demon", "buen día Señora de Demon", "Señora de Demon...", "Señora", "Demon"... ¡Era agobiante antes de tan pesado título! Incluso se sentía perseguida.

No se quejaba mucho, era obvio que era mejor que ser ignorada o vista como una intrusa, pero sentía solo aún más peso del que debería o de lo acordado. Eso le hacía preguntarse constantemente, así como había cosas a favor, ¿cuáles eran en contra?

Tardó menos de cinco minutos en llegar a la oficina de recursos humanos en dos pisos más abajo de la oficina del rubio, escondido entre pasillos que aún le confundían, pero esta fue la excepción ya que en seguida lo encontró con solo un par de indicaciones de los empleados de esa área. Dio un par de golpes, pero nadie atendió, optando por entrar para no encontrar a nadie y mucho menos a la mujer de cabellos lilas. Era mediodía, seguramente estarían almorzando o algo, por lo que dejó los papeles ahí, más no se percató de la mirada atenta a sus espaldas tras cerrar cuidadosamente la puerta.

—Así que... señora de Demon, ¿huh? — la mujer soltó un jadeo al encontrarse con el dueño de esa voz grave. —Ha sido un largo tiempo, Elizabeth, veo que no has cambiado en nada. — su sonrisa que fácilmente engañaba, una mirada azul que manipulaba, su semblante detonando desquicia. Su piel pálida se erizó como una señal que le gritaba salir corriendo, pero su cuerpo no respondía a sus impulsos de huir lo más lejos posible y esconderse detrás del rubio.

—M-Mael. — apenas logró pronunciar su nombre, estaba temblando que sus cuerdas vocales no daban para más.

—¿A quién más esperaba hermosa? — trató de acercarse un par de pasos de poco a ella, solo retrocedió con torpeza. Sin embargo, al momento de correr a la salida, este la tomó rápidamente de la muñeca, maniobrando para dejarla contra la frialdad de la pared, quedando frente a frente mientras sostenía su mano a la altura de su cabeza y tapaba su boca para amortiguar cualquier ruido que los delatara.

—Hum... — se quejó por la mano presionada contra sus labios, respingando con temor por lo que él fuese capaz de hacerle en ese momento. ¡Maldición! Nadie estaría por esa área en un largo tiempo y no podría ser escuchada. Volteo a ver las cámaras de seguridad, pero esta se encontraba en un punto ciego. ¡Mierda con su vida!

—Ni se te ocurra gritar, que será mucho peor. — y lo sabía, era en vano que alguien pasara por ese lugar, no tenía fuerzas ni siquiera para quitarse de encima a el peli plateado como para intentar algo. Lentamente quitó la mano de sus labios, satisfecho de que oprimiera sus ganas de pedir ayuda para cambiar por un semblante débil.

—¿Q-Quién te dejó pasar? — gruñó tratando de retirar su muñeca sometida, pero solo ajustó más su agarre.

—¡Vaya! Qué bonita bienvenida. — se rio en bajo antes de verle detalladamente a su rostro asustado. —¿Sabes?, lo he pensado bien y no tienes idea de cuanto me arrepiento de apartarte de mi vida, sabes que no lo hice con mala intención. Y si estoy aquí es para... — su mano trazó un delicado recorrido de entre sus cabellos del flequillo hasta sus apetitosos labios titubeantes donde la sostuvo de la quijada. — ...recuperarte.

Mientras tanto, el de ojos verdes dio por terminada su labor con un jadeo risueño al terminar de ordenar toda papelería correctamente, dándole la satisfacción que buscaba después de una semana de arduo y confuso trabajo.

—Necesito un descanso. — se echó hacia atrás con la silla a la vez que su mente divagaba alrededor de su cónyuge, ¿en dónde estaba por cierto? Tenía una extraña incomodidad, pero no sabría cómo catalogarla, ¿estaba preocupado acaso sin razón aparente?

—Joven Demon. — el pelirrojo de ojos lima ingresó al lugar con una pequeña vacilación. — su padre quiere que reciba a los gerentes y contadores extranjeros dentro de un mes o dos. Tú y el joven Zeldris deben hacer las entrevistas y recibir currículos personalmente. — y creía que podría relajarse un poco cuando repentinamente llegaban más encargos por parte de su mayor.

—De acuerdo... — rechistó, pero ahora se encontraba algo preocupado por la de ojos bicolores como para berrear a su padre por tanto trabajo. —¿Has visto a Elizabeth?, ya tardó. — Galand asintió.

—La vi entrar a recursos humanos desde hace un momento, ¿quieres que vaya a buscarla? — ofreció, pero antes de decir algo, el joven rubio se levantó de su lugar para ir en su búsqueda pensando que tal vez eso despejaría su mente.

—Yo voy, tranquilo. — indicó con cierta pereza caminando con las manos en el bolsillo hasta dicha área en busca de la mujer escurridiza. Se preguntaba qué fue lo que la mantuvo tan entretenida y distraída. —¿Por qué tardas tanto, mujer? — sin embargo, antes de entrar a dicha sala, sus cejas se arrugaron después de escuchar un quejido seguido de una risa masculina.

Curioso y a la vez extrañado, abrió la puerta lo suficiente para lograr escuchar lo que hablaban, más no pensó que esa voz tan conocida le hiciera sacar más que humos por la cabeza.

—Mírate; eres hermosa, con un buen potencial y mucho para alguien que te demuestra muy poco interés. — continuó el albino recorriendo con la mirada su esbelta figura. —¡Vamos!, con lo centrado que es a su trabajo y el poco tiempo que te ofrece, no prestará atención a lo que pase entre nosotros. — ¿cómo podía ser tan cínico? Elizabeth soltó un bufido burlesco si creía que volvería a caer por él.

—No, gracias; por favor, solo desaparece de mi vida de una vez. — a este punto comenzó a forcejear para escapar de su agarre e ir con algún trabajador de seguridad, pero solo pegó más sus cuerpos separando sus piernas con sus rodillas para someterla aún más de lo que estaba. —¿Por qué vuelves ahora? Me arruinaste la existencia en el bachillerato, hiciste que más de uno se riera de hasta defectos que no tenía, me volviste una insegura y codependiente. ¿Qué más quieres de mi Mael? — este mostró una sonrisa que fácilmente lograría convencer a cualquiera.

—Es sencillo: a ti. — el rubio de ceño fruncido que escuchaba la conversación, formó unos limpios puños esperando a desquitarse. —De principio solo eras un cero a la izquierda, pero ahora siendo la mujer de un hombre tan importante como Demon te hace más codiciable como los ceros a la derecha del uno. No subestimes el poder de un apellido, no seré el único hombre que te pretenda, pero al menos yo soy alguien que ya conoces y quieres. — negó desviando la mirada antes de que alcanzara a besarla a lo que soltó un quejido molesto, pero su mano libre no estuvo quieta. —Aunque... antes de ser alguien en la vida ya te deseaba, pero tú no quisiste. Me sorprende que tengas ese hermoso cuerpo, pero él seguramente no te habrá tocado.

—Aléjate de mí, yo no quiero nada contigo. — imploró desesperada cuando su mano apretó su cadera para juntar sus mitades inferiores.

—¿A caso ya superaste lo nuestro? — escupió una burlona carcajada; sin embargo, estaba muy molesta y no iba a esperar a que alguien llegara que simplemente le soltó un fuerte bofetada que lo dejó pasmado y una notoria marca roja.

—¿Lo nuestro? Fue más bien lo tuyo. — comenzó a moverse desesperada. Meliodas seguramente estará preguntándose de su tardanza y no quería malos entendidos. —Soy una mujer casada y respetaré este matrimonio hasta el final, así que ríndete conmigo y déjame en paz. No estoy dispuesta a estar ni contigo ni con nadie más, ni aunque fueses el último hombre. — su desesperación desbordaba, jadeaba contra sus intentos nulos de escapar. Sentía la fuerza que aplicaba en su muñeca asfixiada.

—Solo quiero una pequeña aventura o dos, o tres, ¿es mucho pedir? — se escondió en su cuello aspirando su aroma a la vez que tomaba una de sus piernas para elevarla a la altura de su cadera. —Te puedo complacer, podemos tener el romance que siempre deseaste sin que se dé cuenta. Yo puedo darte un sentimiento verdadero si me lo permites, digo, ¿qué probabilidad hay que tú le llegues a gustar si quiera? — no podía contra palabras veraces, pero no quería fallar con su labor.

Pataleaba, con su mano libre trataba de empujarlo o darle otro golpe, pero con cada intento solo perdía fuerzas haciéndola desesperarse que sus ojos comenzaron a cristalizarse.

—No, ¡suéltame! — chilló cuando mordió su cuello. Esa súplica fue suficiente para que el rubio entrara golpeando con violencia la puerta encontrándose con su esposa en una posición muy incómoda por su intento de huir a la vez que la tenía sumisa contra la pared; imagen que solo logró hervirle la sangre.

—¡Déjala! — exclamó el rubio en un tono que perturbó incluso a la peli plata, más lo dejó pasar. Mael por su parte soltó una risilla ignorando la orden impuesta solo para tomarla del rostro. —He dicho que la sueltes. — el contrario soltó un suspiro.

—Deberías ser más astuto Demon, en el momento más pequeño que la descuides la puedo hacer mía si así lo deseo. — Elizabeth maldijo en bajo, ella no tenía la fuerza para quitarse esas garras de encima, lo que le hizo sentir aún más inútil. Meliodas odio esa expresión en su rostro lo que aumentó su ímpetu por querer romperle la cara, pero debía mantenerse tranquilo y no armar un escándalo.

—Te he dicho que la sueltes, ahora. — volvió ordenar con un entrecejo más marcado en furia y una mueca tensa en sus labios, sintiendo como esa emoción tomaba forma de demonio arañando desde su interior para salir.

—¿Por qué tanto enojo?, no creo que la quieras ni un poco como para que te preocupes por alguien tan inútil y patética como ella. — golpeó su mano libre contra la pared escuchando su respingo de dolor, sonido que fue lo que le dijo adiós a su autocontrol. Sus pies intentaron patalear en vano y el rubio mandó su serenidad al diablo, ¡la había lastimado y no lo impidió por mantenerse tranquilo! —No te lo tomes personal linda, pero lo único que sabes hacer es llorar. — no debió descuidar a el rubio, cuando menos lo esperó ya estaba a sus espaldas con un aura casi demoníaca rodeándolo.

—Te lo diré una última vez... — poco le importó su actitud, ese lado agresivo salió de él para defender a la mujer. Con una fuerza impresionante para su estatura logró apartar al peli plateado de la fémina que cayó rendida en el suelo, prosiguiendo a darle un par de golpes aún más fuerte que el de la última vez en la nariz para dejarlo tumbado contra un escritorio algo aturdido.

—¡Kgh! ¡Ah! Maldito b-bastardo... — se quejó por la cantidad de sangre que escurría de su nariz (quizás rota) hasta su camisa antes blanca, mirando con odio y ligero temor al Demon frente a él con sus puños temblando en furia a cada lado de sus costados, una respiración tensa y unos oscuros ojos cegados en ira.

—Tú... — soltó en gruñido antes de exclamar. —¡No vuelvas a ponerle una mano encima a mi mujer! 

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Miren que cuando se pone mejor, yo los dejo en suspenso XD

Sin más, gracias por leer :3 *corre por su vida*

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