Capítulo XLI
Aquí un capítulo 100% Melizabeth
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—Hum... — estiró sus brazos sobre su cabeza soltando un vociferante bostezo que liberó su cansancio acumulado por el estrés. —Hace mucho no dormía tan bien... — murmuró con desdén y un suspiro de satisfacción.
Durante el día anterior en que el rubio se había marchado a los alrededores, se dedicó ver unos cuantos DVD y aprovechándose de la cordialidad del empleado para pedir grandes porciones de postres fríos hasta que su estómago satisfecho ya no daba para más. Poco después de colocarse un modesto camisón corto, no tardó en dormir plácidamente entre esa suavidad arrullada por el acuoso sonido del agua bajo el suelo de aquel bungaló. Un merecido descanso del que se aferraba tercamente.
Dio un último soplido antes de levantarse del lecho, a pesar de no querer, y se dirigió descalza hasta el baño, encontrándose al rubio en un pequeño comedor para dos con el desayuno completo servido.
—Buen día Eli. ¿Cómo dormiste? — saludó el rubio reposado con notorio aburrimiento centrándose en solamente la pantalla táctil del teléfono.
—Buen día. — respondió en seguida. —Regularmente duermo acostada, ¿y tú? — el contrario arqueo la ceja sin encontrarle gracia a su burlesca contestación a lo que solo lo dejó por alto. —¡Uy! Lo siento. He dormido genial. — soltó otro bostezo.
—No puedo creer que puedas dormir mucho y aún tener sueño. — no le tomó importancia mientras se estiraba.
—Fueron días muy cansados y no descansé tanto en el avión. La cama es realmente cómoda que no tardé en caer rendida. — admitió con gran ensoñación por volver a hundirse entre las sábanas frescas y no salir de ellas.
—Bien. Come algo, lo necesitas.
—Primero debo ir al baño y echarme agua o juro que me volveré a dormir. — dicho esto, continuó su trayecto hasta el sanitario sorprendiéndose por lo lujoso que llegaba a ser.
Un enorme ventanal que dejaba la vista al exterior, una bañera y una regadera, así como cristales templados. Agradecía que tuviesen celosías para cubrir del exterior o sin duda sería el baño más incómodo.
[...]
—¿Qué quieres hacer después? — ella le volteo a ver intrigada por su pregunta. Terminó de tragar lo que tenía en la boca antes de responder.
—¿Qué vamos a hacer? — dio un sorbo a su vaso de jugo mientras este asentía.
—Hay variedad de actividades en estos paraísos, podemos ver algo que hacer para perder tiempo. Dudo que quieras estar estos días solo viendo películas y comiendo helado. — la fémina lo pensó un largo rato. No sonaba como una mala idea el hecho de ver la pantalla en la comodidad de la habitación, pero tampoco quería perderse de ese momento para darse la libertad de perderse en la exótica naturaleza.
—La verdad, primero me gustaría conocer un poco en los alrededores. Caminemos un rato por la playa, ¿sí? — solo esperaba que su esposo accediera.
Esposo. Sonaba curioso y hasta raro de pensar a la vez que lo sentía más cercano y de cierta manera... ¿Especial? Su mente no podía terminar de procesarlo sin sentirse algo cohibida y temerosa de cierta manera por el hecho de incluir los sentimientos.
—Por supuesto. — sonrió de vuelta acto pequeño que emocionó a la mujer, terminando por comer con más entusiasmo del que había visto.
Tan pronto como terminó su de plato de cereales y frutas tropicales, la albina emocionada se apresuró a darse un merecido baño del cual tardó para salir, así como aprovechar a sacar esas pocas prendas decentes que su amiga ojizarca le regaló para estar cómoda en su estadía.
Por otro lado, el de ojos verdes solo vestía más informal que de costumbre con un short que llegaban hasta las rodillas y una polera. Este insistía sobre los segundos que pasaban a minutos de espera. ¿Por qué una mujer tardaba tanto cambiándose? Ahora entendía a su hermano menor cuando se trataba de esperar a que su esposa terminara de... lo que fuera que hacían las féminas para tardar de más de lo necesario.
—Eli, ¿por qué tardas... — calló al verla salir con un corto vestido de playa de tela delgada que bailaba con la brisa marítima. Al igual que sus demás atuendos, contaba con un sugerente escote, sujeto por un par de listones por detrás de su cuello. — ...Tanto? — sus ojos traicioneros recorrieron su silueta, acto que no pasó desapercibido por la burlona chica.
—¿Creías que saldría con ropa común y desperdiciar este clima?, es lo más aceptable que Liz me regaló. — explicó recordando la imprudencia de mencionada pelirroja y su idea de ropa interior como trajes de baño diminutos que, claro dejó en una caja. —¿Te gusta?
—Hmm... — con una mano en su barbilla ladeando su cabeza para verle mejor sin invadir su espacio, terminó alzándose de hombros. —El azul es tu color. ¿Ya nos vamos? — le dio la espalda y comenzó a caminar por aquel muelle de madera dejando a su esposa con un ceño fruncido.
"¿Tanto le costaba decir sí o no?" se cruzó de brazos andando detrás de él.
—¿Solo quieres caminar o nos detenemos en un local?
—Solo quiero caminar un rato y curiosear por ahí las vistas. — respondió. Por un rato el silencio acompañó su andar si no fuese por los bicolores ojos curiosos al concentrarse con el símbolo tatuado en el brazo del más bajo. —Tengo curiosidad...— comenzó sin despegar la mirada de aquel círculo. —¿Qué significa tu tatuaje?, ¿y por qué un dragón? ¿Por poderoso y posesivo? — por un momento miró su brazo antes de negar con una mueca.
—No lo sé. Ni recuerdo porque fue que me lo hice; sé cómo y cuándo pasó, pero no lo recuerdo. — esta entrecerró los ojos.
—No te creo Demon.
—¡En serio! — aclaró un poco la memoria, dejando que los pocos recuerdos que llegaran a su presente. —Fue en la preparatoria; Ban me llevó por la fuerza a la graduación de fin de bachillerato de aquella generación. Fue la primera vez que tomé de más. — dijo algo avergonzado. —Cuando amaneció, desperté en el baño de la mansión de los padres de Ban con este tatuaje y un dolor de cabeza horrible. Mi padre me dio el sermón de mi vida por las fotografías que circularon durante la semana y los exagerados titulares. — a diferencia de la mueca en sus labios, en la peli plata solo se dibujó una sonrisa incrédula.
—Me parece gracioso que tu llegaras a ser un rebelde, no logro creérmelo. Perdón, pero... ¡Wow! — suspiró. —¿Y no recuerdas más de esa noche? La mayoría de los hombres terminan en camas de rubias rastreadoras de cuentas bancarias.
—No fue así. Perdí mi teléfono y mi camisa, solo llevaba el saco. — se mantuvo pensativo un momento. —Recibí una carta de odio por parte de una excompañera y perdí la mitad del dinero de mi tarjeta y al parecer compré un bar. Es por eso que compartimos la misma cuenta con mi padre, para mantenernos controlados.
—¡¿Un bar?! ¡Vaya! Y con Ban involucrado... — rodó los ojos, del aludido no se le hacía de extrañar.
—También se hizo un tatuaje en el costado e hicimos que un amigo terminara con su novia. En resumen: significa que soy muy idiota para no pensar. — dijo de manera tan relajada que parecía que ya ni le importaba realmente. —Ahora yo quiero preguntarte, ¿qué es lo que te hizo temer al compromiso, aparte de Mael? — liberó un amargo aliento.
—Aparte que me hizo entender lo codependiente que puedo llegar a ser... — guardó silencio por unos segundos antes de continuar. —Él me dijo tantas cosas que tienen sentido, como: "Soy muy confiada y amable". No fue malo, usé su consejo en contra suya, pero no descarto que eso fue lo que me hizo temer volver a querer. Hasta que él mismo me confirmó que solo estaba jugando conmigo. — soltó un gruñido en bajo. —Jamás había sentido tanto odio que dejé de creer en todos, fueran quien fueran dejé de sentirme culpable si era grosera con alguien, y supongo que es mejor. Podría decir que fue mi propia amabilidad la que me hizo temer.
—Aunque ahora eres más prudente a la Elizabeth que conocí hace un año. — soltó una risa en bajo. —Sigues siendo susceptible a tu benevolencia.
—Dijiste que era una suripanta y hostil.
—Lo eres... Y así me gustas. — tal vez el rubio debió escoger bien sus palabras pues para los oídos de la contraria, fue el acelerador de su pulso y sonrojo de sus mejillas. Interpretar eso fue tan difícil como convencerse de que fue solo refiriéndose a su personalidad y no ella como tal.
Con aire del suroeste y las mareas suaves, bajo la solana, su caminata quedó temporalmente grabada en arena blanca mientras el viento entre las hojas de palmas amortiguaba su charla.
[...]
Durante las primeras tres noches en el lugar, con lujo de dar largas caminatas diurnas y nocturnas ya fuera en soledad o acompañada, fueron las más tranquilas y arrulladores como si el canto del arrecife se tratase en sinfonía al agua, pero no todo podía ser perfecto. Esa noche era como los silbidos de las pequeñas y profusas olas entre los muelles dando como resultado un terror nocturno.
Los vientos llegaban a chocarse contra las costas, las aguas en contraste con el manto nocturno, oscuro y tempestuoso, sucumbía por debajo de los suelos de madera. Una noche intranquila, pero al menos no era una tormenta acompañada de fuertes lluvias y flashes; sin embargo, eso no quitaba los nervios de la albina escondida debajo de las sábanas como una temerosa infanta.
—De acuerdo, parece que esta marea es cada vez más fuerte. — murmuró escondiéndose aún más, pero el ruido, por más leve que fuera, la paranoia de la peli plata era ruidosa. —Tal vez pueda... ¡No!, no pienso ir con él, prefiero quedarme aquí. — mordió su labio inferior. —O quizás...
Respiró hondo, no se dejaría ser una de los orgullosos Demon y realmente estaba inquieta por el agua bajo su cuerpo que ni el sonido de la televisión podía distraerla. Bajó sus pies descalzos a la madera en un pequeño chirrido, el frío acariciaba sus piernas por debajo de su corto camisón y sus brazos descubiertos; salió de la habitación y se dirigió a la del rubio, mismo que se encontraba recostado con los brazos debajo de la cabeza con la pantalla transmitiendo un programa al que no le prestaba atención.
—¡Ejem! Eh, Meliodas. — captó la atención de los ojos verdes.
—¿Qué pasa Eli?, ¿está todo bien? Te vez inquieta. — soltó un resoplido ladeando su puchero.
—Lo estoy; solo no te rías. — le vio asentir a la vez que se erguía sobre su lugar. —La marea está muy fuerte y me da cierto temor estar sola con ese ruido. ¿Te molesta si me quedo esta vez aquí? Solo hasta que se calme. — pareció pensarlo frunciendo los labios.
—Me parece algo extraño, pero está bien; ven aquí. — palmeo al lado de él; Elizabeth accedió en seguida, más notó su semblante distorsionado en dudas. —¿Segura que es solo la tormenta lo que te molesta? — emitió un pequeño sonido dudosa.
—Pensé que es buena idea comenzar a dormir juntos. — los ojos verdes pestañearon un par de veces a lo que esta se ruborizó por el malentendido en sus palabras. —¡No me malinterpretes!, pero dado que sucederá cuando regresemos, no tiene caso seguirnos evitando, ¿entiendes? Solo dormir.
—Si, lo entiendo. Como te sientas cómoda. — rechisto con molestia sin saber que detestaba más; su conformismo o su actitud soez.
—Deja de hacer eso, para empezar. — este le vio extrañado. —Todo es por lo que yo decida, ¿tanto te cuesta expresar que te molesta?
—No me molesta si es lo que quieres escuchar. — apenas lo creía, ¿tan cínico se podía llegar a ser?
—Solo lo dices porque te lo digo. Si queremos que funcione necesito que te sientas libre de expresarte, con tus limitaciones claro. — desvío su mirada de ella sin cambiar su expresión exceptuando el ligero color rojizo debajo de sus ojos. Frunció las cejas por esto.
—Me gusta tu compañía. No es por costumbre, solo me agrada estar contigo. — admitió con puchero; sin embargo, la expresión de su pareja era difícil de descifrar. —Estoy siendo abierto contigo, ¿por qué esa cara? — negó con una leve sonrisa abrazando sus piernas contra su pecho.
—¿Qué es lo que conlleva la Señora de Demon? — cambió el tema. La mirada masculina se perdió en el techo por unos segundos.
—Hm, ¿sabes cómo se juega el ajedrez? — escuchó un resoplido afirmativo. —Eres como la dama de mi monarca, mientras yo me ocupo del núcleo de la empresa, supervisó y atiendo cualquier cosa a mi alrededor, tú tienes más libertades dentro de la empresa.
—¿Significa que trabajaré contigo ahora?
—Si no quieres salir de tu área de labor en la empresa de tu madre, no es necesario. Ahora son empresas con alianzas, no habrá un gran cambio en caso que no lo quieras. Para eso existen los "peones".
—Que extraña manera de explicar, pero es mejor que tus palabras escépticas. — un aire de melancolía acarició la piel del blondo perdiéndose en recuerdos en matices grises.
—Mi madre me lo explicó así. — apretó los labios captando la atención por su suave tono de voz. —Cuando tenía siete años... mi madre decía tantas cosas que no entendía, hasta ahora, y aunque la mayoría lo he olvidado, aún lo tengo presente.
—¿Como qué consejo se le podría dar a alguien de esa edad? — se alzó de hombros.
—Que haga amigos o quedare solo. Irónicamente nunca aplique esos consejos, el único amigo que hice en mi vida académica fue Ban, y prácticamente lo amenacé una vez para que me dejara en paz.
—Es suerte que no nos conociéramos antes, seguramente hubieses huido de mí. — fue algo gracioso, dado que por boca de Goddess, él desde antes ya huía de ella. —¿Qué es lo que ves? ¿Películas antañas de los seniles ermitaños?
—Comedias de los 80's. — explicó posando su atención en la televisión a blanco y negro. —Me sorprende que tengan este tipo de filmes. Las veía cuando niño.
—Que aburrido. Ahora entiendo porque tu humor está tan triste y anticuado. — murmuró dejando caer con resignación su mejilla en sus rodillas.
Conforme el filme transcurría en minutos, los ojos y la atención de la oji bicolor se vio deleitada por el drama y contexto de los personajes y sus escenarios llenos de sentimientos a pesar de la falta de colores. Escéptica y robándole más de una vez el aliento cada vez que nuevas emociones se reflejaban, hasta que la cinta dio fin que ni atención prestó cuando el mal tiempo se detuvo en las afueras.
—¡Por dios! Ella es muy persuasiva y dramática; ¿qué clase de melodrama es ese? Hoy en día todo termina en final feliz o tragedia, pocas veces se aprecia un final abierto.
—¿Ahora eres crítica cinematográfica? — cuestionó en tono jovial.
—Es cierto, pero un romance tan a la antigua y drástico es tan real y... ¡Me deja sin palabras! — vociferó en sorpresa. —Creo que tuve una epifanía, nunca había visto algo tan apegado a la vida.
—No exageres. Es solo una película, no lo compares con la vida real. — mencionó arruinando la emoción del momento.
—Eres el más amargado y estrafalario de todo el mundo. — se cruzó de brazos arrugando su nariz.
—¿En serio? ¿Conoces a todo el mundo? — la albina soltó un gruñido al no encontrar cómo responder. —Digamos que soy más realista y sí eso molesta es porque le recuerdas a las personas que no todo se hace realidad y les molesta la verdad de eso. — arrugó el entrecejo. —Es como si te enamoraras de un personaje y solo deseas sacarlo de la obra porque crees que sería el amor de tu vida cuando en realidad solo estás viendo lo bueno de él y amas el sentimiento que te provoca.
—Ya entendí, eres un amargado sin sentimientos que no se deja soñar. — bromeó en cambio sacando su lengua en un gesto infantil.
—Si los tengo, es diferente a que no sea tan expresivo como los demás y tenga manera cínica de hablar. — torció una mueca.
Por un lado, Elizabeth sabía que, si los tenía e incluso llegaba a ser muy amable, algo que le reconforto. Creía que solo actuaba así con ella solo por simple consideración y quedar bien; sin embargo, pudo comprobar que esa simpatía era nativa de él al verlo interactuar con los pocos residentes del lugar, e inclusive llegó a sentirse algo celosa por eso, pero ese altruismo solo le hacía sonreír por lo adorable podía llegar a ser a pesar de sus momentos de amargura como en esos instantes.
Tal vez lo hacía cada vez el sentimentalismo abundaba en un intento por mantener su actitud o solo le gustaba arruinar momentos de romance. Fuera como fuera, al contrario de parecerle molesto, empezaba a amar esa parte de él.
Ahora, otro pensamiento llegó a su cabeza, uno que hubiese preferido que no apareciera en esos momentos que estaba a solas con el rubio ya que le causaba... nerviosismo.
—¿Algo más te molesta o porque repentinamente estás callada? — curioseó, la mujer empezó a juguetear con un mechón de sus cabellos plateados.
—B-Bueno, yo tengo aún dudas y... Hm.
—¿Y? — el agua era el único sonido entre un silencio lleno de respiros desalentadores como titubeantes.
—Tengo dudas al respecto al tema de los hijos... — sus mejillas adquirieron un leve tono rojizo. —Dijiste que tengo que darte al menos un hijo y nuestros padres... Por algo nos enviaron solos y.... significa que debemos...
—A ver, a ver, a ver... — interrumpió rápidamente. —No hay que adelantarnos si no lo quieres, ni cumplir los caprichos de mi padre ni de tu madre. Que estemos aquí no significa que quiera acostarme contigo solo porque sí. — por más sutil que hubiese querido ser con su esposa, no evitó sentirse no deseada. —Yo no haré nada que no quieras o a menos que me lo pidas. — en conclusión, ¿ella tenía que dar iniciativa para que cediera? Sin preguntárselo, se recargó sobre su fornido pecho dejándole una extraña inquietud. —¿Eli...?
—¿Me abrazas? por favor; dijiste que lo harías si te lo pido. — era difícil adivinar su expresión dándole la espalda, solo podía deducir su abonchornamiento al ver su postura tensa y sus hombros recogidos. Meliodas rodeó su cuerpo con ambos brazos arriba de su pecho, atrayéndola a sí mismo en consuelo; la peli plata se sonrojó ligeramente, esperaba un contacto más distante que uno reconfortante y cálido. —Yo... Yo quiero hacerlo.
Esto fue suficiente para que este se apartara rápidamente de ella dejándola confusa por esa acción brusca, ¿dijo algo malo?
—Pero yo no me refería a ahora o algo parecido...— tragó en duro cuando ella volvió a incitarlo a abrazarla, acto que no cuestionó. —¿Estás segura?, reconsidéralo, ¿estás pensando lo que estás pidiendo? Tal vez estás confundiendo las cosas. — por un momento esperó que ella se retractara, en ese momento estaba algo inseguro de querer ir a más allá de un gesto solo porque ella aprovechaba de su vulnerabilidad.
Era como un contacto íntimo muy forzado para su gusto, pero tampoco quería privarla. Sus ideales se cruzaban entre sí como una revolución sin tratado en su cabeza, ideas correctas o incorrectas no existían en ese momento, solo pedía una respuesta sólida y certera para acceder.
—¿Tienes miedo o es que no te atraigo ni un poco? — ahí de nuevo retándolo, sus delicadas manos tomando las de él para guiarlas por su cintura, pero no era la respuesta que deseaba escuchar.
—No es nada de eso. — su barbilla reposaba en su hombro dejando su aliento chocar contra su cuello vulnerable. —Solo pienso que debes estar segura antes de hacer algo. ¿Cómo estás segura que no te arrepentirás en la mañana? — sus dedos vacilantes tantearon entre telas su cuerpo.
—Creo que... lo estoy. — suspiró una vez que un beso se depositó en su cuello erizando su piel y logrando que su corazón golpeara con fuerza su pecho.
—No suenas convencida y no me estás dando una respuesta específica. — otro beso cosquilloso que calentó más sus pómulos. Sus labios se detuvieron a la altura de su oreja rozando su piel, causando un extraño cosquilleo en su vientre. —Te lo preguntaré otra vez. ¿Estás segura?
Succiono su labio inferior dubitativa, sentirlo inseguro y titubeante, pero a la vez tan dedicado y cercano; nunca había sido tan sutil cuando comenzaba con sus tentativas insinuaciones y, ahora que realmente le pedía ir más allá que simples roces, este se tomaba tiempo, ¿qué debía pensar?, ¿qué debería responder?
Tal vez podía echarse atrás o simplemente continuar y dejar pasar el tiempo sobre ellos. Solo comenzó a dudar.
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Lamento dejarlos con la intriga, ya me conocen ^^
Ya tenía la mayoría y decidí terminarlo; un poco sentimental, lo sé ya que aún estoy algo sensible..., pero bueno, ya está hecho.
Estaré subiendo el sábado y domingo para compensar el tiempo perdido.
¿Qué les pareció?, ¿qué pasará con este par?
Otra cosa; estuve leyendo sus teorías del capítulo pasado y debo decir que hay una persona que acertó con su teoría en la mayoría y otros se van acercando. Pronto tendrán algo más sólido que les ayude a juntar cabos sueltos.
Sin más gracias por leer.
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