Capítulo XL

Fue relativamente una noche muy incómoda para ambos, no solo por él hecho que después de aquel beso sorpresivo, Meliodas continuó con su sonrojo por un largo momento siendo el blanco de las molestas bromas de su hermano menor quien estaba muy alterado por el azúcar y ni hablar de los comentarios jocosos de su padre que alimentaban las burlas jocundas.

Por otro lado, Elizabeth tenía que soportar las sugerencias desvergonzadas y libidinosas de una intoxicada pelirroja, mismas que solo le elevaban aún más los colores al rostro; tal vez por su manera tan explícita de explicar o por el simple hecho que no parecía tener filtro en la lengua. Liz era insoportablemente más franca de lo que estaba acostumbrada.

No bastando con eso, literalmente se vieron obligados a pasar la noche en una habitación juntos por insistencias de ambos padres. Para suerte del rubio, Elizabeth no se quejó mucho ni rechistó. Solo, sin cambiarse el vestido blanco, se dejó caer en brazos de Morfeo con un profundo cansancio. El día lleno sus emociones y energías, sus pies dolían por los zapatos y su agotamiento le provocaba dolores en la cabeza en pequeñas punzadas.

Al menos para Demon fue un buen trabajo el de su esposa; sin embargo, había algo más que le preocupaba: sus propias palabras.

Le prometió que daría de sí mismo para aprender a quererla sin vacilaciones de por medio, pero ¿hasta qué punto se mantendría en pie? No era que no pudiese sentir nada, porque sabía que podía fácilmente ceder a esos clichés idolologías del amor, pero ¿cómo demostrarlo sin lastimarla emocionalmente en el intento?

Él vivía bajo un régimen de controlar en exceso sus emociones, tales que siempre quedaban reprimidos en él para no caer en la desesperación y explotar en ira; temía que sí dejaba abrir podría ser perjudicial para ambos. La última vez en aquella fiesta, solo había sido el inicio, de no tener un poco de cordura en ese momento, estaba seguro que ahora mismo no estuviese ni casado con ella ya que probablemente en ese momento Elizabeth hubiese tomado la decisión de no volver a verlo jamás, pero la albina era tan amable como para desistir.

Soltó un suspiro amargo; si se dejaba enamorar de ella, se exponía a un sin fin de sentimientos negativos, tales como desconfianza, celos, tristeza, enojo, frustración, ira... Sería peligro exponerse, por lo que prefería seguir controlándose hasta el cansancio y, aunque se enamorara de ella, no lo diría para protegerla de él.

Era egoísta de su parte, pero era mejor que tomar a la mujer como blanco de sus agresiones; prefería lanzarse de un edificio antes que hacerle algo para herirla. Por lo que, pensándolo bien, este viaje no sería tan malo, a pesar de tener que convivir juntos en un mismo lugar, serviría para conocerla más de lo que llegó a hacerlo durante un año de noviazgo y quizás, fuera del estrés, mejorar de poco a poco su repulsión por la cursilería.

Sin embargo, debió suponer que su cónyuge sería muy necia al querer insistir en no ir por una sola razón. Les temía a los aviones.

—¿En serio hay que ir a donde sea que tengamos que ir? — Meliodas rodo los ojos, era la cuarta vez consecutiva que preguntaba y no se conformaba con un simple "si", volvía a insistir con dubitativa.

—Lamentablemente. — respondió terminando de cerrar la maleta. —Al menos el lugar es aislado y el turismo es bajo, así como los espacios privados. No deberás preocuparte por socializar. — a la jovencita no le pareció convencerla en lo absoluto.

—¿Se supone que eso me tiene que hacer sentir mejor?

—Creo que sí. — observó cómo le fruncía la mirada a lo que soltó una bocanada. —Tranquila, he investigado el lugar en donde nos vamos a hospedar y los lugares que podemos visitar...

—Espera, creí que solo íbamos a una sola playa y ya, no quiero estar moviéndome a cada rato. — cruzó de brazos en negativa de su propuesta. Meliodas le dio un folleto que se le fue entregado por su padre previamente para que tuviese una idea de cómo sería su estancia.

—Las maldivas es un archipiélago compuesto por más de 1.000 islas, el turismo es variado, pero bajo. No creo que querrías estar en un mismo lugar durante este tiempo. — le vio negar sin apartar la mirada del aquel papel entre sus manos. —Repito: no te preocupes; estaremos en zonas privadas, no tendrás que molestarte por la interacción social o por la invasión personal, mucho menos por los reporteros además de resorts. — ¿solos? pensar en ellos dos estando en un solo lugar en soledad, le causaba un revuelo en su cabeza. Ambos estando solos eran inevitable no caer por las insinuaciones del otro sin que se sigan el juego, pero esta vez seguramente no habría ni interrupciones o algo que les saliera del trance.

—No sé si alegrarme o preocuparme por eso. — alcanzó a decir escondiendo su rostro ruborizado en el folleto callando sus pecaminosos pensamientos.

—¿Nada te tendrá conforme verdad? Hay más de una habitación, no tenemos que dormir juntos; así lo pediste tu.

—No lo decía precisamente por eso. — ladeo una mueca. Meliodas salió de la habitación sacando las pequeñas maletas de la habitación dejando a la albina con un sin fin de pensamientos indecorosos. ¿Si quiera intentarían algo? pensarlo no solo la abochornaba, sentía una enorme curiosidad y miedo, pero conociendo al blondo, seguramente intentaría nada sin antes preguntar. Solo debía dejar de lado las insinuaciones y todo estaría bien.

Pero, con el rubio y su prepotente serenidad, ¿cómo podría resistirse a no hacerlo?

[...]

—Mucha suerte. Llevas el vestuario ¿verdad? — preguntó la pelirroja, dándole a entender que se refería a aquella lancería que habían comprado aquella vez, misma que le impulsó a tener unos de sus traviesos acercamientos con el rubio.

—Si, claro. — mintió lo suficientemente bien como para convencer a la mujer contraria.

—Bien, y recuerda los consejos que te di, te serán útiles. — guiñó el ojo causando un rubor debajo de sus mejillas. La ojizarca fue muy explícita con ciertos detalles respecto al juego previo y al sexo, pensarlo no la haría sentir mucho mejor; además, ¿quién le aseguraba que pasará algo? o en caso de que, si se dé, ¿quién asegura que recordará algo de esos consejos?

—Asegúrate de divertirte, cuando regreses te darán verdaderas razones para estresarte. Ya sabes, tus deberes como mujer de Meliodas y esas cosas. — aseguró esta vez la rubia mostrando sus pequeños colmillos, pero dejándola con otro estanque de preguntas. —Con cuidado y suerte. Tráenos un recuerdo al menos. — asintió dándole un fuerte abrazo en intento de calmar sus nervios.

—Claro que sí. Nos vemos en diez días. — dio un último gesto con su mano antes de subir al vehículo estacionado donde esperaban Meliodas pacientemente antes de marcharse al aeropuerto.

Diez días, podría ser relativo para la persona que los viviría; para algunos puede ser un corto tiempo, para Elizabeth, seguramente una eterna inquilina de incomodidad. Era la primera vez que estarían juntos y solo como un matrimonio, se sentía algo inquieta y ajena; un nuevo miedo desbloqueado: el cambio.

—Qué bueno que llegan, apresúrense. — Froi les recibió en la terminal donde los transportes aéreos desplegaban y aterrizaban. —Avisa al piloto que despegamos en quince minutos. — indicó a una de las azafatas.

—Espera, creí que iríamos en un vuelo comercial. — enuncio el rubio al reconocer dicho avión.

—Esta vez irás con tu esposa, será más cómodo; además ¿de qué me sirve el avión privado si no es usado? Son aproximadamente 15 horas de vuelo, querrás facilidad para moverte, te conozco. — el rubio no podía negar sus palabras, pero simplemente detestaba la idea de superficialidad. —Vamos Eli. — la aludida tragó.

—¿Ya le he comentado que me aterran los aviones?

—Tranquila, todo estará bien. Iremos con ustedes para acompañarlos, necesito un viaje por el aire ¿me entienden? — trató de animar, pero estaba más que dispuesta a no abordar a esa "cosa voladora" como ella apodaba.

—En serio, no quiero. — en ese momento, Inés apareció con una dulce sonrisa que escondían intenciones dramáticas.

—Espera, traje tranquilizantes. Tómatelas por las buenas o tendremos que dormirte. — dijo con tal calma que incluso asustó a los dos rubios. Esa mujer tenía una insensibilidad increíble que daba pavor con una sola sonrisa amble; ahora entendía porque muchos le tenían miedo a Goddess.

—¿Eso no es algo extremo? — curioseó el mayor de los Demon.

—Con Elizabeth nada lo es. — explicó sin despejar la mirada de su hija. — Dices que quieres viajar y odias los aviones, que ironías contigo. — la ironía era prácticamente la palabra para llamar de u otra manera su vida misma y su personalidad. — Los esperamos, y si no subes en cinco minutos tendré que dormirte durante todo el viaje.

—Ya escucharon. — agregó el rubio yendo detrás de la mujer hasta las escaleras que llevaban al interior del avión dejando a la pareja aun dudando.

—¿Has subido a un avión antes?

—Nunca. — soltó un suspiro de agobio. Este transporte aéreo, a diferencia de un avión convencional, era más bajo y pequeño, pero eso no le quitaba la característica de volar a millones de pies de altura.

—Ven, te marearas más aquí afuera. —, pero la peli plata no se movió de su lugar, mantenía sus pies testarudamente sobre la tierra con nervios erizando su columna. —¿Prefieres que te cargue? — esto le sacó del trance.

—Aléjate, yo puedo. — amenazó, acercándose de mala gana a las pocas escalerillas detrás del rubio; sin embargo, se quedó a los pies del primer escalón. —Olvídalo, mejor no. — los verdes le mirados con reproche por su indecisión. Quizás era mejor aceptar la sugerencia de Inés para mantenerla quieta.

—Joven Demon, ya hay que despegar. — avisó la azafata desde la entrada. El blondo suspiró con hostigamiento; ella definitivamente no accedería por las buenas. Así que, aprovechando su momento de distracción, maniobró para jalarla consigo dentro del avión, ignorando sus quejidos

Durante los primeros minutos, la bicolor se dedicó a quejarse entre gemidos de terror al lado del rubio, asegurándose de apretar su mano en encogerse en su lugar sintiéndose mareada y aturdida. Por otro lado, el rubio no se quejó, pero si ocultó su mismo temor, solo que este no era tan intenso como el de la pobre chiquilla que se negaba a abrir los ojos o decir algo de sus labios fruncidos; sin embargo, Meliodas se retiró de su lado por un rato obligando a la fémina a abrir los ojos. Nunca habían brillado con tanto asombro.

—Wow, ¡la vista es hermosa! ¡¿Por qué no me obligaron antes?! — la mujer admiraba la asombrosa vista desde los cielos. Era como sentirse libre entre una plenitud carente de cadenas que la sujetaban.

El plano de la tierra por debajo era increíble y hermoso, la vista de cientos de ciudades por encima era otro panorama digno de admirar, así como las mareas sucumbiéndose sin impedimentos. Tan hermoso que no quería despegarse de la ventana.

Por otro lado; unos asientos más atrás de la fémina, Meliodas le admiraba en silencio y una escondida sonrisa al verle tan maravillada.

—Salió más valiente que tú. — agregó su padre llamando su atención. A deferencia de Elizabeth, él tenía cubierta la ventanilla a su lado. — ¿Qué tal anoche? ¿La pasaron bien? — alzó un tono con pillería causándole incomodidad.

—Tiene el sueño muy pesado y realmente estaba cansada. Ha estado durmiendo mucho. — aún se preguntaba como lograba conciliar el sueño, de vez en cuando tenía la suerte de pestañear.

—El viaje estará igual de pesado, por eso pedí el privado. — no podía quejarse, un espacio amplio y con beneficios tenía ventajas en cuanto a comodidades. —Dime, ¿qué sientes ahora que estás casado?

—Técnicamente, aún no siento que algo haya cambiado, no sabría explicarlo. — poso sus manos detrás de su nuca desinteresado en responder su pregunta. —¿Por qué de repente te preocupas por lo que yo sienta? — su padre enderezo su postura imitando la posición de su hijo.

—No es tarde para preocuparme por ustedes. Eres mi hijo, es mi deber como padre. — el rubio contrario alzó la ceja detonando sarcasmo. —Este tiempo que me he vuelto a reunir con Inés me ha hecho ver muchas cosas y digamos que las circunstancias son inevitables. Es agradable pasar el tiempo con la familia, ¿no crees? — algo no lo convencía; uno podía decir que solo actuaba por conveniencia forzada, mientras otra decía creerle.

—Supongo.

Fueron largas horas de vuelo, tanto que en un admirar de puesta de sol por encimar de las nubes y su arrebol, Elizabeth al final quedó dormida en el asiento, dejando su cabeza recargada sobre la ventana y una luz plateada de luna iluminado sus facciones relajadas en un sueño profundo.

El rubio estaba algo inquieto, nunca había podido dormir en un avión, era incómodo. Dispuesto a ir por algo de licor que ayudara su estimulación del sueño, se encontró con la chica dormida y mal acomodada, seguramente tendría dolor de cuello a la mañana siguiente.

Se pasó derecho a la cabina para posteriormente regresar con una sábana y una almohada blanca. Colocó encima la sedosa tela blanca para cubrirla del frío, prosiguió con acomodar su cabeza contra la almohada con cuidado de no despertarla.

—Sin duda te gusta dormir. — murmuró en bajo sentándose a su lado buscando distraerse con las ráfagas de vientos del exterior. Sin embargo, no esperó que ella después se aferraría a él como a una almohada, acomodando su mejilla en su hombro.

Volteo a verle, seguía durmiendo tan pacífica que incluso suspiraba. Sin quererlo, como si hubiese sido instintivo, dejo ladear su cabeza contra la coronilla plateada esperando que Morfeo solo lo alcanzara.

[...]

—Diviértanse. Deben tomar el siguiente vuelo en unos minutos. — a fase del abur en la capital Malé donde su viaje dio fin, los más adultos se despedían del par de casados de rostros no tan emocionados; uno de característica indiferencia, otra de extenuante hostilidad.

La ciudad de Malé no parecía ser diferente a otra urbanidad sobrepoblada y contaminada, con la diferencia que estaba sobre una isla y una gran cantidad considerable de turismo con destinos extensos alrededor de las islas que conformaban el país.

—¿Otro avión? Debe ser broma. — Elizabeth se cruzó de brazos. —¿Cuánto es de viaje esta vez?

—No mucho, solo 40 minutos aproximadamente. — respondió su ahora padre político.

—Menos mal. — logró superar más de la mitad de un día encerrada en uno; otra hora no era gran cosa para preocuparse, pero el rostro del rubio le dio a entender lo contrario.

—Si, pero esto no te va a gustar. —agregó su pareja. —Porque no es un avión tal cual, sino un hidroavión. Significa que vamos a acuatizar. — los ojos desiguales se ampliaron con nervios de punta. Una cosa era aterrizar en tierra firme, otra era sobre las tormentosas y profundas aguas.

—¿T-Te refieres a.... a-aterrizar en el agua? — le vio asentir un par de veces. —¡No me obliguen a tomar otro, y menos de esos!

—Estarás bien. — se acercó su madre tomándola por las sienes para depositar un beso en la frente. —Solo cuenta hasta que te calmes, ¿sí? De cosas peores puedes morir. — torció una mueca.

—Eso no ayuda en nada. — si antes sentía miedo, ahora parecía crearse nuevas fobias en su cabeza.

—Nos vemos, y Meliodas... — el aludido solo esperó su indicación. —Nada de llamar a Zel por asuntos del trabajo. Ya hablé con él al respecto. — rodó los ojos. Ambos progenitores dieron un último vistazo a sus correspondientes hijos antes de abordar el avión de regreso a la capital de Inglaterra dejándolos con un extraño ambiente, como si fuesen un par de niños en su primer día de escuela.

—Vamos preciosa —, pero esta no se movió ni un poco.

—¿Y si me muero? — rodó los ojos, ¿esa era su mejor excusa?

—No seas dramática; ya actúas igual que Zel. — la albina retrocedió inflando las majillas en un intento por negarse.

—¿Y si se hunde el avión?, soy muy joven para morir. En las películas, siempre hay una bomba oculta o terroristas que quieren matarnos. — el rubio respiró profundo pensando en seriamente prohibirle ver filmes de ciencia ficción.

—Primero, has visto muchas películas ficticias y dramáticas. Segundo, en ese tipo de aviones no caben bombas ni nada por el estilo. Puedes sentirte segura, mi padre compró a la seguridad si te hace sentir mejor; así que, por favor, no lo hagas más difícil.

"Parece que está de mal humor ", pensó considerando que las veces anteriores fue totalmente flexible y considerado respecto a sus pensamientos; sin embargo, ahora era el mismo hombre cerrado.

—Vamos Elizabeth, no me obligues a cargarte de nuevo. — a regañadientes, la albina accedió a brazos cruzados sobre su pecho con un puchero de indignación.

El vuelo duró menos de lo acordado, y al igual que la vez anterior, Elizabeth se deleitó con las islas rodeadas de hermosos arrecifes y algunas; un panorama tropical y brisa salada que llegaba desde el mar. Bungalós sobre lagunas azules verdosas y reflejos céreo de los rayos del sol.

Tan pronto como posaron sobre el agua, la albina caminó como pasarela en el muelle de madera que lleva a los alojamientos correspondientes.

—¡Vaya! este lugar es hermoso. — vociferó apenas entró junto al rubio a la pequeña residencia. —Tenías razón. No hay mucha gente, creo que me agrada estar aquí. ¡Es hermosa la vista desde aquí! — sus ojos bicolores admiraron el panorama desde la ventana. Las turquesas aguas y el reflejo contra el sol era hermoso, así como las costas lejanas. —¿Cómo dices que se llama esta isla?

—Hurawalhi. — respondió desde el marco de la puerta corrediza. — Te dejo para que te acomodes, estaré en la otra habitación por si me necesitas.

"Por un momento creí que dormiríamos juntos", pensó la mujer una vez en la soledad de la habitación con pequeña desilusión. Agito su cabeza asustando esa absurda idea. "¡¿Pero qué cosas piensas Elizabeth?!" Sería muy raro de su parte que siendo ella quien pidiera tener soledad, repentinamente cambiara de opinión, pero es que no negaba que el calor y aroma que desprendía el rubio era tan adictivo como placentero. Volvió a agitar su cabeza dando un suave golpe en su sien. —Bien, primero tengo que dejar de pensar en cosas raras. — se dejó caer en la amplia cama mullida que parecía estar rodeada de esponjosas nubes. —Hum, esto es muy cómodo.

Mientras tanto, el rubio suspiró en su habitación que quedaba justo al lado de el de su esposa; sin embargo, tenerla cerca le inquietaba y no por verla, más bien por su imprudencia.

—Es agradable, pero con ella aquí...— Temía que ella fuese a intentar uno de sus juegos y ceder, porque claro estaba, no podía controlarse con ella y ahora mucho menos que podía tenerla a su merced. ¿Cuál era el problema? No pensaba satisfacer sus necesidades así porque ella jugaba, tenía ciertas ideologías y no pensaba hacerla sentir usada, pero lo hacía tan difícil. Talló el puente de su nariz exasperado. —Necesito tomar algo y distraerme.

—Servicio a la habitación. — se escuchó una voz a sus espaldas. Los esmeraldas observaron a uno de los trabajadores y ropa mucho más casual. —Me presento; Helbram para servirle ¿Se le ofrece algo joven Demon? — negó con la cabeza.

—No gracias. Creí que esta parte de las instalaciones no tenían servicio de habitación.

—Recibimos ordenes señor, y su padre fue estricto con nosotros. — gruñó internamente, debió suponer que su padre hizo movimientos de más en este viaje que aún creía (testarudamente) innecesario.

—Ya veo. Mi esposa está en la otra habitación, atiéndela a ella por favor. — el hombre de cabello verde hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Claro, con su permiso.

Elizabeth se mantenía tendida sobre la suavidad de la cama enredada en a sedosidad de las sábanas blancas, frescas al tacto y perdida en el grato aroma que desprendían las aguas. Un aire tan ligero y limpio, muy distinto al ambiente contaminado de la capital de Inglaterra

—Servicio a habitación, ¿le ayudo con algo señorita Demon?

—¿Demon? Eh... si claro, yo Demon. — titubeaba con solo decirlo, sería difícil acostumbrarse a recibir los mismos tratos que aquel rubio. —Hm, me podría traer agua, el viaje me dejó deshidratada.

—Por supuesto. — el de cabello verde desapareció por unos cortos minutos de la habitación mientras la albina terminaba de acomodar sus cosas en los pequeños cajones de la habitación hasta que el empleado volvió nuevamente con un vaso de agua y una caja de lo que parecían ser dulces. —Aquí señorita Demon, ¿algo más que pueda servir?

—Hm... — dio un par de largos sorbos del líquido frío aclarando su garganta. —Si... — enunció antes de que este se marchara. —Yo no ordené chocolate.

—Es cortesía de su estancia. Si lo prefiere, tenemos otra variedad de postres, helados o bebidas frías. — la mente de la jovencita no terminó de procesar y no se detuvo a pensarlo antes de ampliar una sonrisa de emoción.

Pasaron quizás unos cuantos cinco minutos antes de que el empleado regresara con el especial pedido de la albina hasta su habitación, donde animadamente, sus ojos brillaban con su porción de helado.

—Gracias. — le propició una generosa propina por avaricioso pedido. El empleado por su parte, sonrió jovial por su actitud tan infantil y amable.

—Para servirle. Llame por Helbram cuando guste señorita Demon. — se retiró en seguida negando con la cabeza, ¿de dónde salieron esos rumores de que esa mujer era una grotesca y hostil? Quizás solo buscaban empañar su imagen.

—"Demon"... — murmuro para sí misma llevándose una cucharada del cremoso helado a su boca. —Muy contradictorio para una Goddess.

—Eli, iré a ... — se detuvo en la puerta después de verla con una enorme copa de helado de sabores variados entre sus piernas.

—Tienes que probar, es cortesía y es delicioso. —, pero este no cambió su expresión, ¿cómo podía comer tanto dulce? —¿Qué? hace algo de calor y realmente es delicioso. — hizo un movimiento negativo.

—No, te lo agradezco. Pasaré a dar la vuelta. ¿Quieres ir? — fue el turno de esta para negar.

—No, después de esto me pondré a ver algunas películas y dormir.

"Solo vino hasta aquí para dormir ", pensó soltando un soplido. —Bien, pero no duermas hasta tarde y no comas mucho helado, te dolerá el estómago.

—Ti diliri il istimigi. — murmuró entre dientes una vez después de que su pareja se marchara. —No soy una niña para que me diga que hacer. — hizo un puchero desviando la mirada a la enorme ventana de la pieza. —La vista es realmente hermosa, pero estoy muy cansada. Una película o dos no me hará daño.

[...]

—Espero los chicos estén bien. — suspiró la mujer, dejando que su aliento chocara contra el cristal admirando los cielos en un cerúleo panorama lleno de libertades y carente de agonías.

—Tranquila, estarán bien. — habló el hombre sentado frente de ella con un semblante muy tranquilo para la situación en la que corría. —Tu misma lo dijiste; están lo suficientemente grandecitos para cuidarse solos. — más su expresión se hizó angustiante. —¿Inés?, ¿qué tienes?

—Estoy harta de esto. — respigó mirándole con esos ojos gélidos. —He hecho de todo para olvidar que pasa algo cuando en realidad siempre sé que pasa.

—No empieces de nuevo. — rodó los ojos con terquedad.

—Froi, deja de evadir el tema. ¿Hasta cuándo piensas decirles la verdad de tu enfermedad a tus hijos?, ¿por qué simplemente no le dices a Meliodas que esa fue la principal causa de su forzado compromiso? — suspiró en busca de aire para calmar esa agitación. —Escucha; tus chicos son buenos, entenderán lo que pasa, aún estás a tiempo de recibir tratamiento y...

—Sabes que, aunque lo haga, ya no hay mucho que hacer. Yo lo acepté, deja de preocuparte, viviré los suficiente para verlos madurar. — se echó sobre el respaldo con una sonrisa que fácilmente engañaba a cualquiera, una que hacía ilusión que nunca se apagaría cuando estaba más cerca de ser consumido por la desdicha.

—¿Y respeto a lo de Briar?, ¿no crees que merecen la verdad de lo que sucedió? — su mirada se hizo sombría y luctuosa llevando el vaso de cristal a sus labios para dar una buchada amarga.

—No puedo hacerlo. — rezongó. —No me perdonarían jamás que la muerte de su madre fue culpa mía. — Goddess negó rápidamente. Por mucho que no lo pudiese superar, era simple hecho de sentirse constantemente culpable de lo que sucedió.

—No fue tu culpa y lo sabes. Fue el rencor que quedó por tu padre y tu no estabas ahí para impedirlo. ¿Cómo ibas a saber que tenía tratos con él?

—Por eso mismo. No estuve ahí para protegerla a ella ni a Meliodas. — frunció el ceño; a pesar que recordaba todo lo que había pasado, había algo que no encajaba con el resto. —Ese día... tuve una fuerte discusión con Briar; no entiendo que fue lo que pasó, nunca habíamos peleado tanto, pero esa vez fue diferente. — alucinaciones auditivas regresaban a su cabeza, recordando con exactitud sus palabras. —Estaba tan molesto que solo tomé mi vuelo para firmar mis alianzas en Asia. Poco después recibí la llamada de la noticia.

Goddess vio con pesar a su amigo de vida tan decaído y rendido por el pasado, encerrado en la fosa de los minutos que lo llevaron a tomar sus precipitadas decisiones.

—Froi...

—Soy cobarde, no puedo. — recalcó apretando el vaso con fuerza, escondiendo sus ojos con los cabellos rubios.

—¿No puedes? ¿o temes por el hecho que el asesino de tu esposa fue una vez tu mejor amigo?

—No puedo...  

.

.

.

Me disculpo si no lo subí el viernes, pero un dolor de cabeza no me permitía a veces ni ver la luz del sol en el fin de semana. Llegué a tener dolores severos en la columna y mucha somnolencia, pero ya estoy mejor para actualizarles esta semana uwu

Ignorando lo anterior; ¿qué les pareció?, ¿tienen teorías al respecto que pudo pasar con la madre? A ver, quiero leer todas sus teorías >:3

Hay muchas cosas aun sueltas, pero ya veremos como pasaron muchas cosas... de hecho, de esto se trata esto; ahora que Meliodas y Eli están solos, comenzaran a abrirse uno al otro y creo que entenderán varias cosas ;3

Sin más, gracias por leer y nos vemos mañana que unas cosas se ponen buenas. 

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