Capítulo XIII
Después de casi un mes, al fin puedo estirarme un poco de mis labores escolares, ufff...
.
Sin duda, a aquella conversación fue más tranquila de lo que había imaginado. Su padre se mantuvo sereno y erguido, pero la preocupación en sus palabras era alarmante, como si existiera una profundidad aún no descubierta. El hombre era de poco secretos, pero por primera vez, se percibía esos aires misteriosos en cada palabra, como si ocultara algo.
—Tal vez estoy haciendo mal al obligarte a casarte con alguien que quizás nunca sientas un sentimiento más allá del cariño, pero si no lo superas, ¿Cómo piensas avanzar en la vida? ¿Solo siendo un ermitaño que se pierde de la vida misma?, ¿solo te mantendrás en sosiego solitario? Meliodas, entiéndelo, solo te quedaste ahí, aferrado a un dolor que ya no existe, ese miedo ya no existe. Yo lo que trato de hacer es que salgas de esa barrera que tú mismo has construido para protegerte...
Esto era ridículo, no necesitaba ese tipo de vida del que su padre mencionaba a cada momento sin cesar, pero en contra de su moral, lo quería, y es que, con la llegada de la albina, varias ideologías dejaron de ser indispensables. La emoción impredecible que ella causaba era algo que no quería perder y difícil de descifrar, solo se sentía nuevamente libre, como ella.
—Oye, Meliodas. — apareció su hermano menor sacándolo de sus pensamientos. —¿Qué te parece ir a tomar algo esta noche? — el rubio lo pensó un momento, disfrutaba de los momentos que comparativa con su hermano menor a pesar que al final terminaban bebiendo de más y armando un alboroto. Sin embargo, para sorpresa del otro oji verde, este negó.
—Mañana es la ceremonia de Elizabeth, será otro día. — respondió sin decir nada más a la vez que comenzaba a ordenar sus cosas de trabajo.
—¡Vaya! — vociferó. —No es común que cambies tus horarios por una mujer. — este le vio con reproche.
—¿Es todo a lo que venías? — Zeldris optó por mantenerse relajado en el ámbito laboral.
—Sabes que solo bromeo. — justificó en un alzar ligero de hombros. —Por cierto, papá quiere que revises estos porcentajes, al parecer calcularon mal los trámites de este último mes. — las hojas cuadriculadas cayeron sin cuidado sobre la superficie del escritorio. Las distintas gráficas llamaron la atención del oji verde mayor.
—Se perderían recursos financieros. — soltó un suspiró pensativo analizando cada gráfico y las variantes. —Es mejor que nuestro padre lo supervise, yo aun no puedo... — antes de que siquiera pudiese regresar los papeles, este negó levemente.
—Él no quiere ver a nadie, está con Drole. Me preocupa últimamente, cada vez más nos deja el mando de movimientos importantes que solo él puede dirigir. — el entrecejo se arrugó en el blondo. —El señor Bartra vendrá la siguiente semana a una conferencia privada.
[...]
Su cuarteto era algo que detestaba limpiar, pero según las propias palabras de su madre parecía que una estampida había arrasado en la habitación mientras ella se justificaba de la manera más irónica y ridícula posible. Más bien, parecía infante caprichosa y perezosa a lo cotidiano.
(5 minutos antes)
—¡Elizabeth, deberías limpiar! ¡Parece un nido de ratones! — exclamó la mujer causando diversión en la joven albina.
—Que raro, yo lo veo como una fuente de inspiración abstracta. — respondió sin importancia, disfrutando de los rostros de asombro por parte de su madre.
—¡¡Elizabeth, por dios!! — Elizabeth rodó los ojos soltando un rechistar contra su paladar.
—Bien, limpiare. — Inés suspiro en bajo manteniendo sus brazos cruzados ante la negatividad berrinchuda de su primogénita.
—Eso espero jovencita. — acomodó su bolsa sobre su hombro, tumbando sus largos cabellos plateados. —No me esperes despierta. Llego mañana. — la de ojos bicolor pestañeó repetidas veces.
—Pero mi graduación es a las 4:00 p. m. — simplemente sonrió relajada, afirmando con su cabeza.
—Lo sé, estaré ahí cariño.
(Actualmente)
—¡Agh!, no quiero. — se tumbó boca abajo sobre la superficie blando cubierta de sábanas. —Hum... — soltó un gemido de frustración. Como pequeña infante, odiaba que su madre le impusiera quehaceres comunes.
Ding Dong
Alzó su rostro arrugando ligeramente el entrecejo ante el sorpresivo timbre de la puerta. Soltando una bocanada, se levantó de la cama para ir a atender aquella llamada pacífica, bajando sin ánimos escalón por escalón mientras su pequeña cabeza se preguntaba si sería su madre o una visita inesperada e inoportuna.
—Me pregunto quien será a esta hora. No creo que sea Meliodas. — una extraña y ligera confusión se creó en su mente al pensar en esa posibilidad, una extraña ilusión se le hizo en sus ojos al imaginarse encontrarse con el varón de cabellos rubios; sin embargo, esa esperanza se desvaneció al encontrarse con cabelleras de matices violetas y ojos castaños al abrir la puerta.
—¡¡Eli!! — ambas féminas se lanzaron a la joven en un abrazo de lado a lado, dejándola sorprendida con una gran sonrisa.
—¿Verónica?, ¿Margaret? — envolvió sus brazos en ellas, correspondiendo. —¡¡Que alegría verlas!! — la mayor tomó considerable espacio de la albina, sonriendo de manera tan sesgada.
—Igualmente. Te extrañamos linda.
—Espera, ¿Gil y Griamore no vinieron con ustedes? — buscó con la mirada al par de hombres, parejas de su primas y buenos amigos de la infancia.
—No, quizás más al rato vengan. — su ceja se arqueó ligeramente al ver el singular corte en el flequillo, mismo que dejaba su rostro al descubierto al igual que su ojo. —Por cierto, ¿dejaste de acomplejarte por tu ojo o por qué el cambio? — Elizabeth bufó.
—Una larga historia. — agradecía que ya no estuviera tan corto como aquella vez en que aquel senil hombre de cabellos verdes decidió insolentemente cortar su cabello, había podido componerlo y lograr que se viera un poco más parejo, pero aún no era suficiente como para cubrir nuevamente su peculiaridad, aunque podía sentir el mismo enojo de aquel día.
—Mejor, tu tonta Eli, explícanos esta historia. — llamó la atención la de cabello corto relamiendo sus labios, cambiando su rostro calmado a uno exaltado. —¿Cuándo pensabas decirnos que tenías novio? — ambas manos se posaron en los laterales de su cadera, entonando una voz autoritaria y exigente, causándole escalofríos a la susodicha.
—Cálmate Vero, déjala hablar. — intervino la oji marrón.
—Bueno, la verdad fue hace casi tres meses... — rascaba su mejilla levemente roja ante la incomodidad de su pariente.
—¡¿Tres meses?! — voceo protestante. —¿Te esperaste tres meses para decírnoslo?, ¿Qué te pasa? Y para el colmo, estás con un millonario. — terminó cruzándose de brazos ignorando las intenciones de Margaret al tratar de tranquilizar su carácter impulsivo.
—Su padre es el millonario, él es otro esclavo del capitalismo. — corrigió irónicamente. —No somos una pareja porque quiera, si no que estamos casi obligados.
—No comprendo, ¿Qué quieres decir? — curioseo ahora la de cabello lila.
—Meliodas y yo accedimos a nuestra cuenta porque las condiciones nos tenían sin escapatoria. — soltó otro chasquido. —Pero tranquilas, me caso con él, cobra su herencia y me divorcio en seguida. — se alzó de hombros totalmente confiada.
—Espera, ¡te vas a casar con él! — la observó asentir. —No estoy entendiendo nada, solo falta que también me digas que firmaste un contrato. — Elizabeth ladeó una mueca al escuchar su irónica y asertiva respuesta por parte. No le tomó un largo suspiro para comenzar a explicar su situación y su relación con el Demon.
Desde el trato con su madre y las condiciones del señor Demon a su hijo mayor, no saltó ni un detalle aparente, después de todo, su contrato no la privaba de hablarlo con sus más cercanos y escaso círculo de familia, la platinada confiaba en aquellas féminas que la han acompañado desde el inicio de su vida hasta ahora.
—Que hijo de ... fruta. — agregó Verónica al punto final de la explicación de la oji azul.
—Verónica, no seas grosera. — regaño la mayor.
—¡Es la verdad! — hizo un puchero. —Hombre codicioso, manipulador, hijo de papi. Todos son iguales.
—Ni lo conoces. Además, no todos los hombres son iguales. — Margaret rodó los ojos resignada a la actitud pesimista y algo feminista por parte de su hermana, aunque era extraño por el simple hecho que gozaba de comportarse como un espécimen masculino.
—Unos son más idiotas que otros. — complemento la albina con cierta diversión.
—Como sea, estoy segura que terminarán amándose. — esto hizo que la risa de la menor cesara abruptamente. —Es obvio que pasará, se acostumbran a su convivencia, viven como pareja, empiezan a enamorarse y ya.
—Sabes lo que pienso de esto. — arqueo la ceja. —No quiero y punto. — soltó un largo suspiro ante la mirada burlona de la mujer de cabellos cortos, la mirada de no creerle se reflejaba en su chispa traviesa. —Mejor cambiemos de tema. Margaret, cuéntame, ¿cómo te va con Gil? — la mencionada se sonrojo ligeramente.
—Bueno, ha habido inconvenientes por el trabajo, pero estoy segura todo se calmará. — Verónica renegó un par de veces.
—Es su excusa para decir que aún no quiere hijos. ¡Yo quiero un sobrino ahora! — la mayor se sintió apenada al rumbo que llevaba la conversación.
—Santas diosas. Tu como tía, los pobres si no salen traumados se vuelven unos diablillos. — agregó la de ojos bicolores en una carcajada.
—B-Bueno... — comenzó tímida. —Tal vez ya estemos listos, pero es un tema que aún nos avergüenza un poco. — jugueteo un poco con los rizos de su largo cabello sobre sus hombros mientras desviaba su mirada iluminada. La oji café contraria negó un par de veces.
—Qué tiene de malo decir: "oye corazón, hazme ahora un hijo o me voy con el vecino".
—¡¡Verónica!! — chilló Margaret escondiéndose de las burlonas risillas de ambas jóvenes.
—No somos crías para avergonzarnos de ese tema. — recalcó desvergonzada. —Hasta Eli podría hablar de eso. — la mencionada se tensó ligeramente.
—Eh, yo... — su mente viajó a ese incomodo y excitante momento en la oficina del rubio. La manera tan lasciva y tentadora idea de compartir gratificantes experiencias que los llevarían a explorar ese placer solo la llevaban a pecar con esa mente alborotada.
—¡Vamos!, ¿tres meses?, a este punto mínimo ya se habrán toqueteado un poco. — alzó sugerentemente ambas cejas.
—Eso lo dices porque lo haces a diario con Griamore. — dijo en un intento de desviar la atención.
—Hmm, podría ser cierto, pero te diré algo. Una buena sesión de sexo con la persona indicada suele ser adictivo. — confesó desvergonzada y con naturalidad. —Tengo un libro de Kama Sutra si te interesa. — a este punto, ambas chicas estaban al rojo vivo.
—¡¿Y por qué diablos tiene eso?! — exclamó la mayor en voz estridente.
—Lo encontré entre las cosas de mamá, cállate. — la de cabello lila aún se mantenía perturbada ante esa idea, no quería ni imaginar cuanta información había recolectado aquella perversa fémina.
—Yo no necesito eso. — respondió al rostro inquieto de su prima. —No he tenido contacto íntimo él. — disimuló su ingenuo nerviosismo. "Al menos no directamente".
—Oh bueno, pero mi oferta seguirá abierta. — guiño el ojo con perversión para la vergüenza de la albina.
Ciertamente no comprendía ese aspecto, ¿Cómo podía hablar tan libremente de esos temas sin avergonzarse? Bien, con solo acordarse del rubio o simplemente imaginárselo de manera comprometedora sentía que un derrame nasal explotaría de su nariz. Frunció el ceño ante esto, él tenía la culpa por ser atractivo.
Durante el resto de la tarde, el trío se adentró entre conversaciones triviales para después terminar hablando de cosas sin sentido o recordando anécdotas pasadas, como cuando asistían al colegio primario. Sus visitas o juntas familiares donde terminaban envueltas en un problema con los vecinos o simplemente compartiendo particularidades de su vida presente; todo esto se fue en un par de horas.
Gilthunder llegó acompañado por el hombre de gran complexión musculosa a la propiedad de los Goddess, donde acordaron a recoger a sus parejas después de un largo día en la jornada laboral.
—Oye, ¿de qué crees que estén hablando? — cuestionó el varón de cabellos rosas pastel a su compañero.
—No sé, cosas de chicas tal vez. — se alzó de hombros indiferente. —Como vestidos, maquillaje, gatitos. Cosas bonitas. — después de esto, no dudo en tocar el timbre la vivienda.
—Luego vomite durante cinco minutos sobre los pies del cantinero. — explicó entre carcajadas ignorando las muecas de asco por parte de Elizabeth, quien lamentaba el trabajo del pobre hombre.
—Yo abro. — la mayor se retiró en breve al escuchar aquel llamado, dejando a su hermana menor continuar con sus desagradables experiencias con el alcohol.
—Eso te pasa por beber mucho. — rodó los ojos negando un par de veces. —Luego después de lo que comiste, ¡pareces cerdo! No entiendo como sigues tan delgada. — esta se hundió de hombros.
—Misterios de la vida misma, mujer.
Justamente apareció la mayor acompaña por ambos varones de amplia sonrisa. Griamore no tardó en ir directo con la pelimorada, que gustosa lo recibió en un abrazo.
—Hey Elizabeth. — la aludida volteó a ver al ojizarco.
—Gil, Griamore. ¡Que alegría verlos!
—Que alegría y sorpresa. — entonó más juguetón. —¿Quién diría que Meliodas sería tu pareja?, eso sí fue una gran sorpresa. — Elizabeth se mostró incómoda y tensa, cada vez era más frecuente que la reconocieran como la "novia de Demon", ¿Cuánto tiempo tomaría para ser perseguida por curiosos con preguntas estúpidas por las calles?
—Parece que ya todos lo saben. — musito con desánimo.
—¿Saberlo? ¡Están por todos lados! — entrometió el de ojos olivos.
—No sabía que también lo conocías, Gil— la oji castaña se aferró a su marido del brazo, por el contrario, este soltó una risa nula.
—No del todo, tu padre ha hecho negocios con el señor Demon varias veces. Al parecer llevan años de trabajar juntos, no me sorprende su amistad. —respondió. —¿Y la señora Goddess?
—En la agencia, no llega hasta mañana. — al escuchar esto, los ojos de Verónica se iluminaron con diablura. Aprovechaba aquellos momentos en los que no existían padres amargados que le impidieran divertirse irresponsablemente.
—Oigan... — ese tono de voz estremeció a su hermana mayor. —Hay que salir un rato ¿Qué dicen? — rostros dudosos se enmarcaron en los presentes, sobre todo en la albina.
Naturalmente habría apoyado la idea de su prima, pero al parecer esa actitud responsable por temas más serios respecto a su conducta estaban emergiendo, resultado de las constantes correcciones del rubio. Volvió a maldecirlo internamente, poco a poco se volvía más responsable e independiente respecto a las decisiones relevantes.
—No. La última vez casi te llevan a la comisaría policial. — se opuso su pareja dejando que esta entablara una mueca de fastidio.
—Deja de comportarte como mi padre y solo vayamos a bailar un rato. ¡Por favor! será tranquilo y divertido. — añadió suplicante, dando otro impulso de persuadirlos a su idea.
—Pero tengo que volver temprano, tengo un compromiso mañana. — rascó su nuca en un intento de negarse; sin embargo, ambos hombres y Margaret al fin habían accedido.
—Te pasamos dejando a tu casa para que no sea difícil. — ofreció Gil. —Anda, solo será un rato. — la mirada castaña le suplicaba con un puchero. Se sentía algo presionada, pero tampoco quería perderse de esos pocos momentos con sus parientes. Solo tal vez, sí ajustaba las cuerdas de su comportamiento, tal vez no será problemático.
—De acuerdo. — la de cabello corto celebró.
—Entonces, andando.
[...]
Tal vez fue ingenua y confió mucho en la palabra de Verónica y la tenacidad de Griamore para marcarle sus límites. Tal vez creyó en la mirada de Gilthunder o solo se dejó convencer por Margaret que era la más tranquila de todos, y estar en un lugar un poco más "familiar" no había detenido a la primera mencionada para causar problemas en los alrededores.
Solo pasaron alrededor de 30 minutos para que la peli morada comenzara a degustar de cervezas de a montón, con la excusa de ser "una y ya". Ahora, Elizabeth se encontraba sola en la mesa, observaba de un lado el caos que la mujer había montado debido a la cantidad de alcohol que cegaba sus sentidos, pues parecía no temerle a la muerte.
Verónica se mantenía firme frente a un grupo de hombres en peor estado que ella, de esos a lo que apenas respiras cerca de su territorio y comienzan una revolución con el más débil que encuentran, en este caso, no esperaban la actitud brava de la fémina ni del temible aspecto fornido de su pareja.
Volteó sus ojos a la esquina opuesta, donde había parejas disfrutando de su burbuja como si fuese su "nidito de amor", entre ellos, Margaret y Gil se mantenían alejados de los problemas, solo compartiendo el momento juntos entre risitas. Elizabeth suspiró ante esto. Al contrario de lo que todos pensaban, solo era más realista respecto al amor.
Ver el sentimiento era totalmente distinto a solo sentirlo, era más hermoso verlo iluminando la mirada de los enamorados, sabía lo caótico que era, pero ¿quién le aseguraba que experimentaría lo mismo algún día? Pensarlo le incomodaba, quizás aún no lo necesitaba.
Esto le había pensar en su relación con Meliodas, se cuestionaba ¿cómo avanzarían?, ¿en algún punto sentirán esa frustración que ocasionaban las confusiones sentimentales?
Una mar de preguntas desbordaba de su cabecita, sin percatarse de la inesperada presencia del mejor amigo de aquel causante de sus constantes inseguridades.
—Señorita Elizabeth, no esperaba encontrarla aquí. — tomó asiento a su lado con un tarro en mano.
—Yo tampoco señor Ban. — dijo algo sorprendida, buscando con la mirada sí casualmente el rubio estaba en compañía, pero al parecer él vagaba solo.
—Hey princesa, deja las formalidades y solo dime Ban. — cantó en un intento de llamar su atención. —El capitán no está aquí, si es a quién buscabas. — desvío su mirada avergonzada.
—N-No es eso, solo era curiosidad. — aclaró un poco su garganta en un ruido jadeante. —¿Y qué lo trae por estos lugares?, creí que lo suyo eran los bares más alegres.
—Hmm, tienen buena cerveza aquí. — se alzó de hombros dando un último trago. —Solo vengo a esperar a unos colegas, no son tan relajados como me gustaría, pero de vez en cuando es agradable pasar un buen rato sobrio.
La platinada asintió con algo de incomodidad, tal vez por su pillería juguetona o su manera de acercarse imprudente a espaldas de Meliodas. No sabía lo que tramaba y eso era algo que no quería descubrir.
—Veo que te dejaron sola. — musito al ver sus acompañantes lejos. —Mejor para mí, nos podemos conocer. — la distancia entre ellos se hizo más pequeña.
—No creo que sea prudente ahora. Tengo que ir a casa y...
—Vamos linda, el capitán no se dará cuenta. — esta se estremeció en cuanto sintió sus grandes manos rodear su cintura de manera impropia a lo que debería, podría culpar su embriaguez, pero este estaba en sus cinco sentidos. —Dejemos la noche pasar por nosotros. — un jadeo titubeante y temeroso se oprimió entre la fina línea de sus labios apretados.
Su corazón tembló de miedo y vacilación perturbada; fácilmente podría seguirle el juego, daría inicio a ese juego de seducción con el peli blanco y dejar que las acciones los llevaran a un final incierto. Sin embargo, no accedería tan fácilmente por una razón, razón de cabellera rubia y ojos esmeraldas.
Meliodas había confiado en ella, lo hacía y de eso estaba más que segura, no le había puesto restricciones respecto a su vida cotidiana, no era tan manipulador como lo pensó, no era aquel irrespetuoso controlador que se sentía superior y mucho menos la trataba como objeto.
Ella no haría nada para destruir esa confianza que estaban construyendo de poco a poco. Sabía lo importante que era su imagen social y aun así, le ha demostrado que no le importaría opacarla por defenderla. Ahora ella era quien debía defender esa imagen y esa franqueza.
—Perdón. — esta apartó las manos ajenas de ella para tomar una considerable distancia del varón. —Pero no, gracias. No me gustan los segundos platos. — respondió conteniendo su lengua para no soltar insultos al alzar. Por el contrario, el de ojos rojos solo amplió más su sonrisa burlona.
—Es extraño que digas eso ya que, tu no sientes nada realmente por él. — soltó una ligera carcajada en tono melódico. —Ambos sabemos que si no fuera por esa falsa relación, tú habrías accedido. Digo, las mujeres son convenencieras y no eres una excepción. — mordió su lengua dolorosamente, podría soltar otra de sus típicas palabras sarcásticas y dar inicio a una pelea; sin embargo, mantuvo una actitud rígida y severa.
—No, pero es por respeto a la relación. No pienso levantarle falsos ni causar nada que pueda dañar su figura pública. Él confía en mí y no pienso traicionarlo de una manera tan dramática con su mejor amigo, si es que lo eres. — este amplió sus ojos, sorprendido ante esa pequeña respuesta. Por un momento vio a su capitán en ella; serenidad y frialdad en su mirada, su cuerpo relajado, pero palabras peligrosas en sus labios. Elizabeth soltó un suspiro pasando de largo al lado del sorprendido hombre. —He dicho "no", pero lo correcto es: "perdón, tengo pareja". — sonrío con burla. —Con permiso y buenas noches, señor Ban.
Sin decir nada más, se alejó de aquel albino, dejándolo con las palabras en la boca y una impresión aún más alta de sus perspectivas. Soltó un jadeo a la vez que ladeaba una sonrisa.
—Esa mujer... cuando se entere va a querer matarte, capitán.
.
.
.
Me he tardado mas de lo que debería, lo sé, pero tampoco estoy para dar excusas :p
¿Qué les pareció el capítulo?, tal vez no trate de una avance de la relación de Meliodas y Elizabeth, pero quiero darles una vista de lo que pasa por las mentes de los personajes cuando no están cerca XD
Espero lo hayan disfrutado y sin más, gracias por leer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top