Capítulo VII

Atención de mucho texto :v
No, en serio quedó muy largo este capítulo...

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Seguía sin apartar la mirada de la pantalla enviando su archivo antes de suspirar y echarse para atrás con alivio; sin embargo, el suceso anterior estaba atormentándola, ¿tan pronto había caído en esas redes? No lo conocía lo más mínimo y estaba a punto de besarlo, ¿por qué? ¿Impulso?, ¿interés?, ¿aburrimiento?, ¿para romper la tención?, quien sabe.

—Te lo agradezco de nuevo, nunca había hecho un trabajo tan elaborado. — interrumpió cambiando el ambiente silencioso e incómodo entre los dos.

Meliodas no tardó en recuperar su compostura borrando de su mente la rápida imagen mental de su rostro cerca del suyo. Tosió aclarando su garganta.

—De nada. Eres buena manteniendo el contexto, pero te falta reforzar la ortografía y gramática. — la peli plata se alzó de hombros.

—Lamento no tener un vocabulario... hum... — hizo un mohín pensativo. —¿Cómo lo digo en tú idioma?... "¡estrafalario!". — chaqueo los dedos a lo que el rubio arqueo la ceja.

—¿No te cansas de ser "cáustica"? — bufó ante la sonrisa arrogante de la albina mientras se recargaba sobre el respaldo con sus brazos detrás de su nuca.

—Claro que sí. Gracias por preocuparte, cariño. — su voz chillona junto el guiño fue el colmo del rubio ¿Quería jugar así?, también podía.

—Es mi deber preocuparme por mi "dulce novia". — se posó frente a ella acercándose peligrosamente a su rostro dejándola encerrada entre sus brazos. —Así que lo que quieras, pídelo, estoy para... complacer cada capricho. — la albina se sonrojo terriblemente con una mueca tratando de apartarlo.

—P-P-Para empezar, ¡quítate de mí! — dicho esto forcejeo lo suficiente para apartarlo y alejarse de él. —Diosas, ¿no te cansas de intimidarme? — soltó un suspiro violento sin atreverse a mirarlo.

—Claro que sí. Gracias por preocuparte, cariño. — una sonrisa arrogante se formó en sus labios al ver su rostro sorprendido, la había contratacado con sus propias palabras.

—Tonto. — murmuro para sus adentros cruzándose de brazos mientras el rubio reía en silencio observando un cuadro de tres niñas.

—¿Esta eres tú? — cuestionó al ver a la infanta albina de rostro sonriente junto a otras dos de cabellos morados.

—Eh, sí. — se acercó una vez más calmada. —Mis primas: Margaret y Verónica. — señaló a las de cabello lilas y morados. —Fue un día de mi cumpleaños número ocho; ese día nos regañaron por corretear el cerdo que una vecina tenía de mascota.

—¿Un cerdo de mascota? — su rostro demostraba confusión. 

—Yo quería treparme en su lomo mientras Verónica le jalaba las orejas y el rabito de la cola. — rasco su mejilla recordando con gracia los hechos. —Margaret nos delató con mi mamá y nos acusaron de maltrato animal. Nunca he tenido una mascota... — hizo un puchero. —Bueno si la tuve, un pato.

—¿Qué le paso?

—Se lo comieron en navidad. — se alzó de hombros indiferente ignorando la perturbada mirada verde. —Fue traumático, pero bueno. ¿Te gustan las mascotas?

—No han entrado más animales, aparte de Zeldris. — la albina carcajeo ligeramente; sin embargo, el rubio medito sus pensamientos. —Pero mi madre tenía un loro, se llamaba Wandle. — suspiró ligeramente. —Murió de tristeza. Le tenía afecto a mi madre, pero por desgracia ella murió y el ave entró en depresión. — el corazón de la albina se detuvo en ese momento, ¿Por qué repentinamente se sentía mal?

—L-Lo lamento, no sabía que... — titubeo agachado la mirada.

—Tarde o temprano lo ibas a saber, era mejor que... — calló al ver una lágrima deslizarse por su mejilla sonrosada. —¿Estas llorando? — rápidamente limpió la gota traviesa borrándola de su rostro.

—No. Me cayó algo en el ojo. — frunció el ceño sin verle, no lo admitiría, pero fácilmente se conmovía. —Lo siento, no puedo evitar ser sensible. — el rubio rodo lo ojos dándole una ligeras palmadas en la espalda.

—Ya, ya... — se apartó con una mirada de incomodidad. —Mejor cambiemos de tema que no soy bueno consolando gente.

—Eres un insensible. — soltó una risa sarcástica limpiando las demás gotas de agua que amenazaban con salir. —Si te golpeo con una piedra, la piedra llora. — él la volteo a ver totalmente sereno.

—Volvemos al sarcasmo, ¿Qué te hizo tan hostil? —  Elizabeth apretó los labios apartando la mirada temiendo que su odio la delatara.

—Nada en particular. — dio un largo respiro calmando su ansiedad. —Ven, vamos a la sala. — dicho esto salió de su habitación seguida del rubio hacia la planta baja donde ambos se sentaron en un extremo del sofá blanco frente al televisor.

—¿Siempre estás sola los fines de semana?, ¿Nunca sales?

—Hmp... — quedó pensativa por un momento. —No salgo de casa tan seguido, no tengo de otra que ver series. — dicho esto comenzó a buscar entre los canales del televisor hasta detenerse en un programa vespertino. —Oye, tu amigo el de ayer...

—¿Ban?, ¿Qué pasa con él? — la miro con cierta intriga.

—No nada, solo tenía curiosidad, ¿Desde cuándo se conocen? — cuestionó sin voltear a verle ya que estaba enfocada en la pantalla.

—Desde la preparatoria.

—¿Y eran de esos amigos que salían todos los fines de semana a beber?, ya sabes; Los chicos populares y rebeldes de la escuela.

—No, al menos yo no solía salir, él era el que me arrastraba a las fiestas. — hablo con sosiego.

—Entonces disfrutabas estar rodeado de mujeres voluptuosas.

—La verdad no, me parece vulgar de su parte el que se muestren como un pasatiempo para tener como excusar hablarte todo el tiempo— comento sin interés aparente —Si te soy sincero, soy un aburrido—

—¿Por eso te dejaron tus demás parejas?

—Si. — hizo una mueca de indiferencia. —Mi padre desde un principio me motivaba a buscar novia y le hice caso. La primera me asfixiaba mucho y era excesivamente dramática, la segunda era un interesada y la tercera bueno... solo insistía en tener sexo. — aclaro su garganta antes se continuar. —Resulta que ya estaba embarazada de alguien más. — la albina por su parte había ignorado lo dicho y se enfocó en otro detalle.

—¡¿Sigues virgen?! — exclamó a lo que Meliodas hizo un gesto avergonzado. No era algo que claramente le importara, simplemente este hecho le impresionaba en un chico de su clase.

—¿A qué viene eso? — la volteo a ver con el labio fruncido a lo que esta enseguida borro su expresión de sorpresa. No sabía que le incomodaba más, la pregunta o el que la albina sea tan directa respecto al tema.

—Nada, creí que serías como los demás millonarios en busca de una mujer nueva noche tras noche. — se alzó de hombros ante la negativa del rubio.

—Deberías dejar de ver televisión. — suspiro encarándola. —Dos cosas. Primero, no soy un mujeriego y segundo, no me voy a arriesgar a que usen eso a su favor. — la contraria lo vio confundida, ¿Cómo alguien podría usar eso como beneficio?  —No me conviene que de repente salga alguna embarazada o me llegue una denuncia por violación. Ser hijo de un empresario me atrae problemas ya sea de hombres y mujeres para obtener lo bienes o simplemente sabotear mi trabajo.

—En el mundo hay gente loca. —negó en un suspiro, sin embargo, la ceja aquejada y sonrisa burlona del varón la inquietaron. —¿Por qué me vez así?

—¿Así como?

—¡¡¡Me miraste como si yo estuviera loca!! — reclamó con enfado.

—¿Y no lo estas? — carcajeo un poco al ver su mirada molesta y facciones sonrojadas. —Lo siento, pero es que hace mucho no me divierto así. — la mirada furiosa de la platinada se relajó al escuchar esto para ser sustituido por un tenue sonrojo. —Me agradas Goddess, sin duda podremos manejar esto.

—Esto... — bajó la mirada apenada; sin embargo, un segundo teléfono interrumpió el ambiente entre los dos, siendo el rubio que atendiera la llamada.

—Discúlpame un momento. — se levantó de su lugar apartándose un poco. —Hola, buenas tardes. — hizo una pausa para que la voz temerosa hablara del otro lado. —¡Maldita sea!, pero...¡Tsk! Dije que no me molestaran este fin de semana. — talló el puente de su nariz calmando su enojo soltando un suspiro brusco. —Esta será la última vez, no tolerare otra falla más. — sin dejar al otro hablar corto la línea maldiciendo mentalmente a pesar de que su rostro mostraba serenidad.

—¿Sucede algo? — cuestionó algo exaltada, era la primera vez que lo escuchaba de mal humor. Esto a la vez le hacía preguntarse: ¿qué tanta paciencia y tolerancia tenía como para soportarla?

—Lo siento, hubo unos problemas en los porcentajes y necesito ir a arreglar este problema. — rodó los ojos mientras mandaba lo que parecía ser mensajes.

—Adelante, estaré bien. — mostró una leve sonrisa, por su lado Meliodas quedo pensativo por un momento. Mal decía su suerte y sus intenciones de conocer a la chica porque bien si le interesaba en el modo de buscar como hacer que su relación mínima de amigos funciona ya que parecía tozuda a cooperar. Sus esfuerzos de adelantar presentaciones y calcular estadísticas y porcentajes para estar con la chica habían sido en vano, no tenía más opción que regresar y arreglar el problema en que lo envolvieron.

—Mañana Grayroar te recogerá para la cena de mañana, ¿está bien? — la observó asentir sin rechistar cosa que le aliviaba ya que lo menos que quería era desquitarse con terceros. —Invita a tu madre, seguramente le alegrara ver al señor Demon.

—De acuerdo. —volvió a asentir; sin embargo, se tensó al verlo acercarse a ella.

—No vemos, Elizabeth. — dicho esto, dio un ósculo en su mejilla dejándola con un rubor más intenso en sus mejillas calientes.

Escuchó la puerta principal cerrarse quedando sola en la comodidad e su casa, pero ahora lo que sentía era incomodidad con sus pensamientos.

[...]

El día siguiente llegó tan pronto para colmo de la albina y para alegría de la madre, la inquietud de volver al rubio de su adolescencia le traía tan buenos recuerdos; para nadie era un secreto que ellos fueron los mejores amigos e incluso la relación tan fraternal que tenían le daba celos a cualquier  par de hermanos; sin embargo, las circunstancias los separaron por años e inclusive hicieron sus vidas sin saber del otro, el que hoy se volvieran a reunir los tenía con los sentimientos a punto de ebullición. Por otro lado, Elizabeth no le importaba en lo más mínimo esa reunión, pero, aun así, no podía cancelarla, no podía hacer quedar mal al rubio y no quería quitarle esa emoción a su madre. No era tan impasible y grosera para hacerlo.

Suspiró indiferente delante la puerta donde la mujer mayor tocó un par de veces, siendo rápidamente atendidas por una de las trabajadoras.

—Buenas noches señora y señorita Goddess, el señor Demon las espera en la sala. — indicó mujer rubia oji azul con una sonrisa de oreja a oreja invitando a ambas féminas a pasar, encaminándolas donde la familia Demon esperaba.

—Que amable señorita, ¿no lo crees? — halagó la mujer sin ocultar la emoción de ver a su amigo de hace años, su curiosidad por saber en que tipo de hombre se habría convertido aumentó.

—Si, claro. — resopló ignorando la afección de su mayor.

En cuanto cruzaron aquella hermosa puerta que llevaba a la sala, la Goddess no pudo evitar contener el aire al ver a aquel rubio de sonrisa afable y relajada.

—Pero a quien veo y no lo creo... — sonrió con asombro el señor Demon dejando su copa al lado para ir con ambas mujeres a paso rápido.

—Pues créelo rubio peleonero. — correspondió el gesto abriendo los brazos.

—Ricitos de plata. — la mujer rio al escuchar ese apodo mientras era estrujada cálidamente en sus brazos. —Es un gusto volver a verte, Inés.

—Ya pasaron años desde la preparatoria pequeño Froi, aunque veo que has crecido. — el rubio carcajeo sonoramente.

—Ya lo creo. ¡¡Mírate, no has cambiado!! — exclamó recordando eses facciones finas e infantiles —Tu hija saco lo hermosa.

—Gusto volver a verlo señor Demon. — se acercó la albina estrujando la mano con el contrario, sintiendo en seguida la cordialidad y amabilidad en un apretón.

—El gusto es mío linda. Meliodas no tarda en bajar.

Así como dijo, pasaron minutos en los que los dos mayores se mantenían al día mientras Elizabeth esperaba con aburrimiento y desosiego al anfitrión de la invitación; soltó un ligero bostezo hasta que por fin lo vio bajar con su típico andar elegante y sonrisa obsequiosa.

—Perdón la tardanza. — anuncio su presencia recibiendo miradas de azules y verdes. —Buenas noches Elizabeth, señora Goddess. — hizo una pequeña reverencia con la cabeza a ambas, dejando encantada a la última mencionada.

—Tu hijo es todo un caballero, lo contrario a ti. — jadeó una risita. —¿Y en dónde está tu segundo hijo? — este dio un trago a su copa relamiendo sus labios.

—¿Zeldris? Ese niño tarda peinándose una hora. — soltó una carcajada ignorando que el menor ya estaba ahí.

—Padre, ya estoy aquí. — reprochó indignado de su burla, su cabello era algo realmente serio.

—Justo a tiempo. Él es mi hijo Zeldris y su esposa. — presentó ignorando los reproches del segundo hijo, por otro lado, la rubia sonrió a la mujer platinada.

—Un gusto, Gelda y ella es Amice. Saluda, cariño. —  motivó a la pequeña escondida quien tímidamente sonrió a la Goddess.

—B-Buenas noches. — sonrió la pequeña azabache a lo que la peli plata se inclinó a su altura.

—¡¡Aww, es una ternura!! — chilló pasando su índice por su pequeña nariz sacándole una risita nula.

—Sigues teniendo debilidad por los niños. — se burló el Demon mayor observando el comportamiento afectuoso con la pequeña.

—¿Qué te digo?, son las cosas mas lindas en el mundo. — dijo acariciando con ternura las mejillas de la infante. —No puedo esperar a que me den nietos. — le mandó una mirada picara a su descendiente.

—¡¡Mamá!! — recriminó Elizabeth en un chillido con un rojo en sus pómulos.

—No los molestes, cuando menos lo esperes ya estarás rodeada de niños. — se burló el Demon haciéndole un guiño a su hijo mayor que solo chasqueo la lengua mientras el menor moría por soltarse a carcajadas.

—Padre, ¿no crees que apresuran las cosas? — comentó Zeldris más calmado sabiendo que su primogénito diría algo peor para avergonzar a su hermano.

—Si tú te apresurarte, ¿Por qué ellos no? — ahora fue turno del pelinegro para avergonzarse mientras su esposa reía por su expresión e inesperada respuesta por parte del progenitor.

—Creo que es mejor ya no hables querido. — animo la rubia con una risa nasal.

—Señor Demon, la cena esta lista. — anuncio la mujer rubia recibiendo agradecimiento por parte del rubio mayor.

—¿Les parece si vamos señoritas? — los presentes aceptaron la invitación tomando lugares respectivos, siendo Elizabeth y Meliodas separados por decisión propia; sin embargo, eso no los salvaría de los comentarios embarazosos por parte de sus padres. —La verdad nunca me lo esperé, pero Meliodas organizo esto por ti Elizabeth. —la albina volteo a verle, pero este simplemente le ignoraba. —Me contó el incidente de ayer y quería compensarlo.

—Es muy lindo de su parte. — suspiro antes de mirar a su hija con desaprobación. —Aunque lamento que mi hija sea incorregible. — la aludida rodó los ojos.

—Para nada, Meliodas aun suele ser infantil a veces. — dio un trago a su whisky —Ayer hizo un berrinche con los empleados. — negó levemente recibiendo una mirada recriminatoria por parte del oji verde.

—No fue berrinche. — aclaró su garganta soltando una bocanada. —Solo arreglable los problemas que causaron en la junta. — apretó los labios, los demás se quedaron en un silencio que rápidamente el Demon rompió.

—Y pensar que nuestro pequeño juego se hizo realidad. — soltó una risa cómplice que en seguida Goddess captó.

—Si, lo recuerdo. — carcajeó. —Cuando éramos jóvenes decíamos que el primer hijo de cada quien se casaría con el contrario. — explicó al notar las interrogativas en los rostros de los demás. —Al principio fue un juego, pero ahora puede que se cumpla.

—De cualquier forma, no hubiera querido nadie más que a Elizabeth como nuera. — sonrió de manera que causo agobio en la sonrisa nerviosa de la mencionada.

—Concuerdo. — agrego Zeldris.

—Oye hijo... — el rubio volteó a ver con inseguridad al progenitor —¿Seguro que no quieres casarte ahora? — en seguida se tensó. —Podría hacer algo con los reporteros y pagar el silencio de los abogados y ... — justamente antes de responder, Elizabeth decidió intervenir al ver las facciones violentas del oji verde.

—Señor Demon... — llamó la atención con amabilidad. —Lamento que intervenga en esto, pero tanto Meliodas como yo aun necesitamos tiempo para conocernos, así como asimilar nuestra relación. — relamió sus labios agorando la confusión de su pareja. —Aán hay tiempo y con todo respeto, Meliodas necesita su espacio y eso es algo que yo entiendo y respeto. — la madre se vio impresionada por su cambio de actitud, por lo regular ella habría reaccionado de manera exaltada para negarse, pero no, estaba ahí de una forma que ni ella esperaba.

—De acuerdo. Me parece perfecto y razonable. Sin duda eres especial. — Meliodas se vio sorprendido. ¿En serio?, ¿Demon había aceptado?; muy difícilmente accedía o le hacían cambiar de opinión sin importar la persona, pero ella lo había logrado, hazaña que ni él, ni mucho menos su hermano había logrado, razón por la cual terminaba teniendo una discusión con él. 

—¡Qué mujer! — le susurró el menor al verse igual o más sorprendido.

Ella lo volteo a ver con una sonrisa triunfal y casi arrogante, el blondo solo agradeció con la mirada mientras dejaban que la conversación transcurriera con normalidad, sin más incomodidades atravesadas.

—Bueno, parece que ya es muy noche como para que regresen. Le pediré a Zaneri y Jenna que preparen la habitación para ustedes. — mencionó Froi estirándose ligeramente sobre la silla —Inés, ¿te parece una copa y recordar los buenos tiempos? — no necesito decirle dos veces para que la mujer accediera.

—Si, claro. ¡Hay tanto que contarte! — este desapareció en la sala mientras la mujer besaba la coronilla de su hija. —Te dejo cariño. — dicho esto fue detrás del rubio dejándola sola con la rubia ya que los hermanos también se habían retirado.

—Que intenso estuvo eso. — Elizabeth asintió ligeramente. —Bueno, yo voy a dejar a Amice en su cama y sinceramente es muy pesada. — suspiró levantándose en un impulso con la niña dormida en brazos. —Buenas noches.

—Buenas noches Gelda.

Elizabeth suspiro en la soledad pensando en los sucesos de la noche; tal vez no había sido tan malo después de todo.

—Oye, Elizabeth. — su mirada se encontró con la verde del pelinegro. —¿Vienes? — asintió siguiéndolo a un par de sillas afuera en el jardín frontal donde el rubio también reposaba. —Meliodas y yo siempre nos relajamos aquí; hermoso, ¿no crees? — invitó en un asiento vacío, suspirando con el fresco viento nocturno, deleitándose con el cielo particularmente más despejado que el de la ciudad.

—Si. — suspiró; el brillo de la copa llamó su atención negando ligeramente. —Eh, yo no bebo.

—Este es sidra, es una bebida suave, ni notaras el alcohol. — sonrió ladinamente cosa que la tranquilizo un poco. Sin titubear tomo la copa, bebiendo del líquido dulce.

—Mm, cierto. — gimió al sentir el dulce en su paladar. —¿Así son los convivios con los Demon? — Zeldris sonrió reprimiendo una risa.

—Es peor, Meliodas tuvo suerte de que papá no haya contado la historia de cuando nos llevó a la empresa. Teníamos 10 y 8 años, nos perdimos y terminamos en la azotea. — comenzó al no ver acomodamiento por parte del mayor que solo escuchaba sin rechistar. —Mi padre casi se infarta.

—Escurridizos. — dio otro sorbo pareciendo ser más dulce con cada trago.

—Si, pero fueron buenos tiempo, no me quejo. — se hundió de hombros.

—Zeldris. — se escuchó la voz de su esposa detrás de ellos. —Ayúdame con Amice. Se despertó y sabes cómo se pone cuando interrumpen su siesta. — el pelinegro dibujo una mueca.

—¿Y Cusack? — la rubia arqueo la ceja con seriedad. —Voy linda- — suspiró derrotado. —Perdón, Amice llora después de despertarse y si no soy yo quien esta, no se calma. — se excusó adentrándose a la casa junto a la rubia, dejándola en el silencio junto el rubio.

—Gracias. — Elizabeth parpadeo un par de veces. —Nunca nadie había convencido a mi padre y por lo regular terminamos discutiendo por eso. — continuó limitándose a ver al cielo nocturno.

—No fue nada, pero solo dije la verdad. — un suspiro salió de sus mohines, aun se sentía derrotada. No solo lo había hecho para impedir una turbia situación entre padre e hijo, si no para darse más tiempo a ella y hacer que la familia cambiara de opinión respecto a la idea del matrimonio.

—Eres impresionante, Elizabeth, debo admitirlo. — sus ojos se ampliaron. Sus labios temblaron al momento de decir palabras de gratitud, pero la voz de la castaña interrumpió.

—Señorita Elizabeth, su aposento está listo.

—Yo... — vaciló un poco, por una extraña razón quería quedarse un rato más en esta conversación.

—Ve a dormir. —  indicó en seco —Buenas noches.

La platinada no dijo nada, dejó la copa a un lado y fue detrás de la castaña que le dedicó una última mirada afectuosa al rubio que daba la espalda.

Ingresó a la a habitación sin ánimos y algo cansado emocionalmente, eran tantas cosas que la mantenían despierta e incómoda.

—Oye Zaneri... — la aludida observo a la Goddess vacilar relamiendo sus labios ansiosamente. —¿te puedo preguntar algo? — choco sus bicolores contra los turquesas de la castaña.

—Si, señorita. — una facción relajada fue suficiente para calmarla.

—Tú... — tragó grueso. —Tú tienes sentimientos por Meliodas, ¿no es así? — ver esa mirada agua decaerse le hizo arrepentirse de haber cuestionado; sin embargo, soltó un suspiro acompañado de una sonrisa afligida mientras asentía.

—Aunque sea así, jamás sería correspondida por Demon. — sus ojos se abrieron a la par.

—Pero si yo hago algo al respecto, tal vez puedas tu tomar mi lugar y... — la castaña negó rendida sin dejarla terminar.

—Señorita. Es muy amable y veo que está muy desesperada, pero me temo que no será así. — Elizabeth mostro un rostro confundido y curioso que ella capto en seguida. —Verá, yo llevo años trabajando con esta familia desde que tengo memoria, crecí con el señor Demon y a pesar de mostrar signos de cariño, respeto o amistad, él jamás me dio indicios de amor a mí, ni a ninguna otra mujer. — un segundo suspiro salió de sus labios temblorosos. —Para ser honesta... me ofrecí a ser su esposa y a conformarme a lo poco que me diera, pero aun así se negó. No quiere que salga lastimada y como llevamos años de amistad no quiere arruinarlo con un contrato, dijo que era más fácil para él con una desconocida y yo respeté eso. — la albina apretó los labios desviando la mirada sintiendo la mano de la mujer posarse en su hombro mostrando apoyo. —Elizabeth, él ya no la dejará ir ni, aunque usted quiera. Puede que no sea muy expresivo, pero es muy aferrado. Con permiso. — deslizo su mano de su hombro caminando a la puerta.

—Zaneri, lo lamento. — musito a lo que la oji azul esbozo una sonrisa despreocupada, como si decir eso le hubiese quitado el peso emocional de encima.

—Tranquila, ya lo superé. — dicho esto, salió de la habitación dejando a la albina pensativa.

No la dejaría ir, ¿a qué se refería? Él, ¿aferrado? Era casi imposible de imaginar a un hombre como él aferrarse a alguien como ella; había un espacio en blanco en esa parte de su vida que le daba curiosidad y esperaba que él se abriera lo suficiente como para descubrirlo.

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Bueno, ¿Qué les pareció el capitulo de hoy?, sinceramente creo que van muy rápido, pero YOLO :v

Quería también abarcar lo que fue la relación entre ambos padres, que por cierto es amor fraternal, para que no se confundan -.-

Aqui es cuando Meliodas se empezara a abrir un poco a Elizabeth y sabremos sobre su madre y como le afecto su perdida. Obviamente Elizabeth seguirá terca en querer alejarse de Meliodas, pero eso no evitara el romance y las provocaciones entre ambos jeje.

Bueno, es todo por hoy. Gracias por leer :3

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