Capítulo V
Las luces y los repentinos flashes contraían sus pupilas, todo esto mientras Meliodas la tenía aferrada de su brazo para evitar que se perdiera entre la multitud de reporteros que luchaban contra la fila de guardias de seguridad que los retenían de rebasar esa línea.
No estaba de los mejores ánimos para soportar esto, suficiente había tenido con el rubio esa misma tarde; aún escuchaba las quejas en su cabeza como alarma madrugadora, una y otra vez diciéndole "es tarde", "ya levántate", "no seas perezosa", "dormiste lo suficiente" y demás palabras que solo le hicieron aventarle las almohadas contra la cara. Un hecho divertido, pero no lo suficiente como para cambiar su humor en ese momento.
Un suspiro de alivio salió de sus labios al encontrarse en un lugar mucho más amplio, pero no donde el vulgo era menos, al menos le relajaba que pudiese moverse con libertades.
—¡Ufff! ¿Tienes que soportar esto a diario? — cuestionó la peli plata al rubio quien asintió con pesadez.
—Pero no te sientas importante. — comentó con el ceño ligeramente fruncido.
—No lo decía por eso. — soltó indiferente. —Solo pienso que es agobiante. — su mirada comenzó a merodear al rededor, disfrutando de los matices anaranjados. —Debe ser terrible que te persigan solo por ser el hijo del señor Demon. Y peor para mí que solo seré tu esposa, no tengo porque sentirme importante respecto a eso. — el oji verde se vio algo sorprendido, sonrió levemente no esperando menos de la joven de carácter exaltado.
—Ven, te presentaré a algunas personas. — la tomo del brazo, tirando de ella, encaminándola en un recorrido de prestigiosas esculturas de medio oriente como de los países bajos .
Los ojos bicolores de Elizabeth recorrieron los hermosos pilares color marfil; el ambiente silvestre se sentía con la gran cantidad de plantas naturales decorando los alrededores, así como el olor a bosque; un deleite fresco para su nariz.
Su camino se detuvo a unos pasos de un hombre del mismo tamaño que del rubio, solo que este se caracterizaba por unos cabellos negros, tan concentrado en la magnitud de la escultura metálica en colores dorados.
—Zeldris. — el pelinegro volteo a ver a su hermano con sorpresa.
—¡Hermano! — sonrió al mayor. —¿Decidiste presentarte?, creí que no te vería por aquí.
—Un cambio de última hora. — soltó un suspiro cansado. —Ella es Elizabeth, mi pareja. — la aludida amplió los ojos al ver el extraordinario parecido con la diferencia de que él tenía más expresión en su rostro.
—Elizabeth Goddess, un placer. — sonrío extendiendo su mano a la fémina. —Soy Zeldris Demon, pero no hay que ser tan formales como el abusivo de mi hermano. — guiñó el ojo haciendo reír a la platinada.
—El placer es mío, Zeldris. — correspondió el gesto esbozado una sonrisa.
—¿Gelda no vino contigo? — cuestionó al ver la ausencia de cierta chica de cabello rubio.
—Esta con su padre y Ren, sabes que no le gusta este tipo de eventos. — dijo para enfocarse en la albina. —Y dime, ¿mi hermano ya te corrigió más de una vez? — el tono de burla no se hizo de esperar en su voz. —"No hagas eso", "no el otro", "camina derecho", "no hagas muecas". — todo esto en un intento de imitar al rubio quien no cambió su rostro sereno ante esa burla.
—Algo así. — rio en bajo recordando la vez en que se conocieron y su plática de la mañana, corrigiendo cada mala costumbre o cada cosa que hacía y le parecía incorrecto.
—Te acostumbraras. — ánimo el pelinegro. —Por cierto, nuestro padre esta con Gloxinia y Drole, así que es mejor no molestarlo ahora. Espera hasta después de la presentación.
—De acuerdo. —suspiró desviando su mirada, encontrándose con dos caras familiares en el acto. —Ya vuelvo. No andes de lengua larga, Zel. — amenazó en voz baja al pasar al lado de su hermano menor causándole escalofríos.
Ambos quedaron solos en un corto silencio ya que el oji verde decido arriesgarse bajo las amenazas del mayor.
—¿Ya te conté de la vez que Meliodas hizo una rabieta porque le trajeron una corbata color cereza en vez de una carmesí?
Mientras tanto, Meliodas se acercaba a paso constante en postura recta a la pareja que reía entre su trivial charla sin percatarse de su presencia.
—Melascula. Galand. — ambos voltearon a ver al rubio con una sonrisa sorpresiva.
—Buenas noches, Meliodas. ¿Cómo haz estado querido? — la de cabellos morados saludo dando un casto beso en su mejilla. —¿Cómo vas con la chica?, buena elección. — felicitó con entusiasmo y es que sus mejillas ligeramente sonrojadas a causa de la bebida en su mano derecha era la razón. Este apretó los labios en acto hostil a la pareja.
—Ustedes sabían que era la "favorita" de mi padre. ¿Por qué no me lo dijeron antes? — ambos se miraron cómplices por un corto tiempo para después disculparse con la mirada.
—Sabíamos que en el primer momento estaría fuera de esto si te decíamos que era sugerencia del señor Demon. Además, no teníamos esa libertad de cualquier modo. — comenzó Galand dando un trago a su bebida antes de continuar. —Pero al parecer no tienes problemas con ella y era de esperarse. — el rubio arqueo la ceja. —Y es que debo reconocerlo, sin duda su carácter osado me recordó a la señora Demon.
—¡¡Galand!! — esta le golpeó ligeramente con el codo al percatarse de la mueca del rubio. —Pero bueno, la chica es buena y cumplió todas tus expectativas que es lo que importa. — sus ojos negros se enfocaron en la chica de cabello plateado a lo lejos. Meliodas suspiró con tristeza. —Solo no te arrepientas, no es tan mala como lo aparenta. Nos vemos después querido.
—Disfruta la noche, chico. — dicho esto, la pareja se retiró dejando al muchacho en sus pensamientos.
Malos recuerdos llegaron a su memoria, cosa que le hizo recapacitar con un golpe mental. Dejando de lado su incómoda y efímera conversación, regresó a donde su hermano y pareja hablaban tan animadamente y sobre todo el pelinegro, esto le causo mala espina.
—Y luego el grito: "¡¿quién se comió mi lata de galletas?!" — zapateo imitando una voz infantil mientras carcajeaba. —Tuve que correr por mi vida ese día. — suspiró volteando a ver a su hermano que lo veía con reproche. —¿Qué tal Mel?, le estaba contando cuando casi me matas a los ocho años. — carcajeo.
—Sabía que no debí dejarte sola con él. —respingó un gruñido a lo que Zeldris jadeo con indignación.
—Oye, solo convivo con mi cuñis fav. — hizo un mohín con los labios cruzándose de brazos.
—¿Cuñis fav?— arqueó la ceja.
—¡¡Cuñada Favorita Por Siempre!!, bah. — dicho esto, abrazó a la chica por los hombros ignorando el tic en el ojo del mayor. —Me cae mejor que las locas de tus ex, lo bueno que te abandonaron. — por primera vez Elizabeth vio una mueca de irritación; sin embargo, el agarre del pelinegro le hizo voltear la mirada. —Al menos sé que tu no lo harás, ¿verdad?
—No, c-claro que no. — respondió con nerviosismo "Porque no tengo esa opción".
"¡Diosas! Si Zeldris se comporta así no me quiero imaginar a mi padre". Pensó un frustrado Demon pasando su mano por su rostro. —Eh, vamos Elizabeth... — tomó a la chica del brazo para apartarlo del hombre quisquilloso. —Tengo presentarte a alguien más. — ella asintió en acuerdo.
—Fue un gusto conocerte Zeldris.
—Igualmente, espero verte seguido. — dicho esto, no tuvo más opción que dejarse guiar por el rubio quien parecía estar tenso.
—Tu hermano es agradable y simpático. — comenzó, pero este no le volteo a ver. —Lo creí mas serio que tú.
Meliodas se enfocó en buscar a su mayor entre el resto hasta encontrarlo cruzando un enorme salón donde la mayoría esperaba ansiosa. Como mencionó su hermano, estaba con dos hombres más, parecía tener una conversación muy relajada y lo podía adivinar por los gestos sonrientes de los tres. Rechisto ante la idea de tener que interrumpir para tener que llamar su atención.
—Sígueme. — indicó a la albina, recorriendo alrededor de la sala donde la gente estaba más esparcida ya que sería difícil atravesarla si intentaban solo cruzar. La albina soltó el aire —Espera un momento. — prosiguió dejándola a pocos metros de un hombre más alto, hermosos cabellos rubios y ojos verdes. El padre de Meliodas.
Se cruzó de brazos esperando pacientemente, sin más remedio que entretenerse con la arquitectura del lugar sin percatarse de las curiosas miradas dirigidas a ella después de ser vista con el rubio.
—Esperen, ¿es la novia de Meliodas?— comento la chica a su compañero reportero que jadeó en sorpresa. —Si es ella. — afirmó con entusiasmo.
Las voces entre los periodistas no se hicieron de esperar entre ellos como cadena al escuchar tal novedad; "la novia de Demon" se murmuraba entre ellos ocasionando que más de uno se le acercara con aclamación.
—Señorita Goddess. —escucho a sus espaldas. Una mueca de desagrado se formó en sus labios al ver los micrófonos acercarse haciendo que diera un paso retrocediendo. —Nos enteramos que es usted la afortunada novia de Meliodas Demon. — escuchó de un lado. —¿Hay algo que quiera mencionar al público? — cuestionó otro encimándose. —¿Ya conocía antes a Meliodas? — apareció otra mujer a su lado poniéndola nerviosa. —¿Cómo fue que la eligieron?, ¿Se llevan bien?, ¿Se llevan mal? — más y más preguntas a su alrededor que solo la estresaban y motivaban a querer huir.
Volteó la mirada buscando al rubio quién la observó con ligero temor ya que su semblante parecía a las que hacía cuando estaba a punto de discutir. Sudo en frío temiendo su reacción, siendo ella, se podría esperar cualquier actitud.
"Por favor Elizabeth, no vayas a armar un escándalo". Pensó con algo de preocupación al ver la multitud alrededor de la chica. Ella lo fulmino con la mirada a la distancia, una mirada que le causo un pequeño temor, una que lo tenía amenazado.
—¡Señorita Goddess! — exclamo un varón. —Señorita. Señorita por aquí. — otra voz femenina y chillona. —Una pregunta más. — apretó la mandíbula conteniendo su temperamento. —Señorita. Señorita. ¡¡Señorita!! — soltó un suspiro, había llegado a su límite.
—Quisiera responder a todas sus preguntas... — dijo con suma tranquilidad y una sonrisa que flecho a más de un hombre entre el gentío. —Pero me temo que ahora no es el tiempo señores. — retrocedió dispuesta a marcharse, pero algunos reporteros no se daban por vencidos.
—Pero señorita... — suplicó una fémina. —¡Solo una pregunta! — Elizabeth gritó internamente sin borrar su gesto amable.
—Entiendo que tendrán mil preguntas o dudas y habrá más tiempo en el futuro para responder, pero ahora deberían enfocarse en la galería de esta noche que es lo más relevante. — suspiró al verlos murmurar entre ellos. —Gracias, buenas noches. — dicho esto, se alejó del grupo, jadeando con pesadez y rezando por no tener que lidiar con ellos de nuevo. Ya le reclamaría a su amado novio por ello.
—Nada mal, señorita Elizabeth. — arqueó la ceja al ver un hombre más alto de cabellos blancos acercarse. —Perdone mi atrevimiento, soy Ban el mejor amigo de Meliodas. — sonrió mostrando sus colmillos extendiendo su mano hacia ella.
—Oh, perdone. Un placer. — respondió el gesto viendo como el hacia una pequeña reverencia besando sus nudillos.
—Por favor, sin tantas formalidades. — musitó —Debo admitir que me sorprendió su manera de lidiar con esos reporteros de cuarta, cualquier otra mujer hubiese huido como cobarde o quedarse para alardear de más. — felicitó.
—La verdad me sentía presionada. — rio con incomodidad. —No entiendo como soportan esto los Demon.
—Se acostumbran, supongo. — se alzó de hombros sin interés.
—Hola Ban. — se acercó el rubio llegando detrás del aludido, posándose al lado de la albina.
—¡Capi! — exclamó entusiasmado. —Estaba charlando con tu novia; muy agradable, por cierto.
—Ya veo. — su mirada se enfocó en la furiosa de esta. —Elizabeth. ¿Qué paso ahí? — ella rechisto cruzándose de brazos.
—Nada interesante, solo...
—¿Bromeas?, los mando a volar con delicadez. — interrumpió Ban en una carcajada. —Además de hermosa, astuta. — guiño el ojo ladeando una sonrisa cosa que la hizo sonrojar y no por sentirse halagada.
—Ahh, ¿gracias?
Repentinamente, las luces se hicieron más tenues, enfocándose en donde un hombre de cabellos cafés y ojos ámbar brillante se preparaba ante los presentes.
—¡Oh, mira! Es el rey ruco. — carcajeo el albino.
—Rey, ¿qué...? — ladeó la cabeza la mujer escuchando un jadeo por parte del de menor tamaño.
—No lo escuches. Es Harlequin Fairy, el primo de Gloxinia Fairy. Es uno de los cofundadores. — la risa Ban continuaba opacando la seriedad entre la pareja.
—En secundaria le hacíamos bromas al enano... — relamió sus labios. —... hasta que creció en universidad. ¡Debiste verlo!, su novia era mucho más alta que él. — su actitud jocosa se vio opacada por una nerviosa dirigida a su mejor amigo. —Sin ofender capitán.
Meliodas perdió la cuenta de cuántos suspiros había soltado para calmar su irritación, había intentado tranquilizarse más de una vez contando ascendentemente, pero teniendo a su mejor amigo hablar y a hablar sin parar, impidiéndole concentrase al discurso que King estaba presentando solo lo sacaba de sus casillas. Lograba ver de reojo a la chica responder de manera cortante sin voltearle a ver, ¿por qué sentía que le esperaba un sin fin de reclamos por parte de ella?
Ya se preocuparía por aquello después. Le aliviaba que la presentación terminara, dándole así la oportunidad de alejarse del oji rojo y dar prioridad a lo que más le importaba en ese momento.
—Ven Elizabeth. Nos vemos, zorro. — caminó hacia el mayor una vez dicho esto.
—Espero volverla a ver. — murmuró dejando que la albina se marchara detrás del rubio, hasta toparse con el tan aclamado Señor Demon.
—Padre. — el más alto sonrió.
—Hijo. Ella debe ser Elizabeth. — su verdusca mirada se posó en la jovencita que parecía algo nerviosa en su presencia, bien lucia como un hombre de fiar, pero no podía evitar sentirse algo mareada.
—Un placer señor Demon. — titubeo sudando en frio.
—El placer es mío preciosa. — regaló una de sus mejores sonrisas que incluso Meliodas podría asegurar que sin duda le tenía un cariño especial. —Dime, ¿Cómo ha estado tu madre?
—Muy bien, desde que se divorció. — rodo los ojos con ironía ganándose una mirada fruncida por parte del menor.
—Esa mujer no cambia. — carcajeo ligeramente deseando continuar hablando con la joven; sin embargo, el llamado por parte de sus compañeros le hizo imposible su petición. Suspiro cansado —Lo lamento, pero el trabajo llama. Siéntete cómoda Elizabeth.
[...]
¿Cuántas vueltas había dado al museo entero? Escondiéndose de cualquiera con un micrófono en mano, mientras Meliodas a cada rato se alejaba de ella ya que conocido tras conocido llamaba su atención y por mera constricción de su padre se veía obligado a quedarse a mantener una conversación aburrida para su gusto. Lo más entretenido ahora eran aquellas pinturas y la historia sobre sus autores.
Se mantuvo confusa en los trazos de colores amarillo anaranjados y azules; en si no tenía una forma clara, se lograban distinguir los pigmentos con atención y un buen ojo, pero ser crítica no era lo suyo.
—Es un Pincel con gouache sobre grafito. — la oji bicolor volteo a ver a la de ojos morados y rasgos infantiles. —Un gusto, soy Diane, esposa de Harlequin. — respondió la castaña en un tono agudo.
—Elizabeth Goddess. — vaciló por su repentina presencia; sin embargo, esta se vio sorprendida al escuchar su nombre.
—¿Eres tú la novia de Demon?, no han dejado de hablar de ti. Parece que, de todas las piezas, tu resaltas. No te ofendas. — Elizabeth gruño para sus adentros, la "novia de Demon" era una frase que comenzaba a odiar.
—Lamento eso, por mi culpa no están prestando atención a la galería. — sonrió con sarcasmo; hasta ahora había roto su record de amabilidad, pero lo cierto era que estaba más que estresada de escuchar los mismos murmullos.
—No te preocupes, lo entiendo. Los reporteros solo pelean por ver quien tiene información primero. — soltó una risilla. —Disfruta de la exhibición. — Diane se alejó dejándola nuevamente sola.
Pasaron otro par de minutos recorriendo las pinturas representativas a las eras feudales y algunos artilugios resguardados en vitrinas de vidrio grueso, hasta que una mano se posó en su hombro llamando su atención. Era Meliodas.
—Elizabeth, ¿nos vamos? — esa pregunta no le pudo hacer más feliz.
—Si, ya no aguanto los zapatos. — sonrió levemente mostrando su incomodidad por el calzado alto.
[...]
Sin duda la satisfacción en su rostro no se hizo esperar cuando retiró los tacones una vez dentro del auto, donde se acomodó mientras el rubio conducía de regreso.
—¿Disfrutaste de la galería? — cuestionó manteniendo su mirada en el pavimento.
—Algo así. — murmuró soltando un bostezo; se dejó caer en el respaldo, su cuerpo poco a poco se fue relajando en el silencio.
—¿No tuviste más problemas con los periodistas? —cuestionó de nuevo, pero su pregunta no fue respondida. Meliodas volteo a verla esperando ver su gesto agudo y forzado, y quizás el inicio de una discusión. —Eli... — no termino de hablar al ver lo contrario; su rostro laxo y parpados cerrados, respirando tranquilamente. Su mirada regreso al camino negando con un leve gesto en sus labios curveados. No tardo mucho para que llegara a su hogar, aparcándose cerca de la entrada, prosiguiendo con bajar del vehículo. Abrió la puerta del copiloto, tomando a la joven entre sus brazos. —Vaya, no solo eres pesada de carácter. — rio en voz baja ingresando a la casa.
Su padre como de costumbre se pasaría al bar más cercano a pasar un buen rato con sus amigos, Zeldris se iría con su pareja a casa de los parientes de esta misma, por lo que no tendría que preocuparse por que la albina se quedara a dormir ahí. Sin dificultad entro a su habitación, dejándola recostada en el lecho acto seguido se acorruco al entrar en contacto con las almohadas.
Un gran alivio lo inundo; el día fue agotador y más al lidiar con ella, pero al menos todo había salido bien.
Tomo su móvil dejando un mensaje a la señora Goddess informándole sobre su primogénita en caso de que se preocupara, acto seguido salió de la habitación dejando a la dulce mujer en su descanso.
.
.
.
Bueno, bueno...
Nuestra Eli ya conoció a Ban, a su cuñado y al suegro uwu, solo falta Gelda y otras personitas mas, pero eso ya será mas adelante.
Espero les haya gustado y nos vemos en el siguiente capitulo.
Sin mas, gracias por leer :3
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