Capítulo LV
—Entonces, el señor Froi Demon ha muerto. — Vivian asintió con indiferencia solo admirando sus largas y bien cuidadas uñas, mismas que utilizaría de ser necesario.
—Así es. — suspiró profundo para voltear a ver a la persona frente a ella. —Eso hace a Meliodas el nuevo director general siendo la estúpida de Elizabeth su confiable mano derecha. — gruñó en fingida voz chillona cruzándose de brazos, resentida por esa mujer. —Ella tiene más movimientos internos y externos a la empresa. ¿Eso le será problema? — soltó una larga risa melosa, ¿esa niña contra sus habilidades empresariales? No era más que una pieza rebelde fácil de manipular, solo debía encontrar su punto débil.
—No. Es su hermano el encargado de esto junto Meliodas ¿no?; esa niña no tendrá oportunidad. — si de algo estaba segura, esa niña solo es una arrogante y hostil; si en algo se equivoca, será el subestimarla. —¿Algo más de lo que deba saber, Vivian?
—Nada relevante, a decir verdad. — hizo un puchero pensativo. —Bueno, me enteré de que Elizabeth tiene una expareja, se hizo un drama y una rabieta que incluso Meliodas aumento la seguridad ya que se rumorea que intentó abusar de ella. — esto llamó ligeramente su atención.
—¿Puedes contactarme con él?
[...]
La peli morada se vio algo intrigada por su forma de implorar por los ojos, totalmente diferente a la mujer que conoció con las demás aspirantes. Se limitó a sonreírle y dispuesta a atender su favor, después de todo ella la socorrió cuando estaba lastimada.
—¿De qué quería hablar, señora Demon? — cuestionó a lo que la albina suspiró profundo antes de hablar.
—Cuando Fraudrin salió huyendo, causalmente antes de que te atacara, ¿no habrás visto algo sospechoso o quizás antes de que Demon muriera? — su cabeza al menos ya no dolía tanto al pensar, pero aún sentía los pinchazos en las pequeñas puntadas con solo tratar de recordar.
—Ahora que lo menciona, por el dolor de cabeza olvidé muchas cosas, pero dijo algo sobre Galand... — su mente dio un chasquido al momento de evocar esas palabras dichas por el peli morado. Sin esperar, tomó la muñeca de la albina con el afán de buscar a su pareja. —Vamos.
Las horas transcurrían y por más extraño que pareciera, no se veía con la necesidad de estar pegado a un teléfono. Elizabeth logró persuadirlo con esa seguridad natural de ella, tal vez esperar a que ella lo sorprendiera con algo era algo más, aunque tampoco esperaba mucho de ella más que algo que seguramente ya sabía o algo no tan eficaz que ayudara con la búsqueda.
Por ahora solo tenía que mantenerse preocupado por sus asuntos diarios, por suerte no era tanto trabajo pesado y solo quedaba confirmar algunas entrevistas en su agenda y podría retirarse un poco más temprano con su mujer a pasar la tarde como cuando solo tenían que preocuparse por fingir naturalmente su noviazgo frente a la sociedad, aunque pensándolo mejor, no fue tan falso como lo pensó.
—¿Y cómo te va en tu nuevo hogar? Debe haber más ruido del que acostumbras. — comenzó el rubio rompiendo el silencio entre ambos, Zeldris le miró por sobre la hoja que sostenía antes de erguirse sobre su lugar con una sonrisa en el rostro.
—Siendo honestos, estoy muy tranquilo con mis mujeres y ellas están más que cómodas. — suspiró con alegría. —Tengo más tiempo para Amice y Gelda. Y tú dime, ¿cómo te ha pasado con mi cuñada favorita? — alzó ambas cejas entre ocurrencias burlonas que le hicieron rodar los ojos.
—Extraña ver a más gente en la casa, si antes convivía con Jenna y Zaneri, ahora más. — no era la primera vez que encontraba a su esposa charlando tan tranquila y banal con sus empleadas ya sea con un jugo en las manos o viendo de esas novelas románticas de la televisión. No creyó que fuera a convivir o siquiera a empatizar con ambas. Sin embargo, el peli negro no cambiaba su gesto.
—Si claro, y seguro provecharon que no hay nadie a quien molestar en las noches. — ¿por qué tenía que ser un pervertido? Bien, si, en su interior lo era, pero siempre salía con ese humor morboso al que no le encontraba gracia.
—No digas tonterías. — le vio hundirse de hombros manteniendo su sonrisa jovial indiferente a la molestia de su hermano mayor y por la importuna manera de meterse en su privacidad en forma de chiste.
—No lo son, no te avergüences que yo hice lo mismo. Es lo que más agradezco de una casa sola. — antes de que pudiese reprocharle algo más, las puertas de su oficina se abrieron con la brusquedad de una ráfaga, dejando a la vista la sonrisa amplia de la albina, una que literalmente gritaba "Eureka".
Tanteando sus caderas y sus pies uno frente al otro con gracia al caminar hacia él, siendo seguida por la peli morada de extraño ceño fruncido y brazos cruzados en defensiva de su pareja pelirrojo de expresión de profundo arrepentimiento.
—Meliodas. — sus ojos posados en los verdes no le inspiraron algo que dijera que era algo pequeño lo que había encontrado. —Te dije que alguien estaba involucrado. — de acuerdo, esta vez la subestimo de más y en tiempo record. Pensó que tal vez ocuparía un día o dos quizás, pero no fue así; en cuestión de horas encontró algo que ni él imaginaba.
—¿Pero cómo...? — estaba incrédulo tanto como su hermano que no terminó ni de hablar.
—Es fácil para una mujer encontrar. — pestañeo en un aire encantador, pasando juguetonamente su índice por su nariz antes de tornarse algo serena y voltear a ver a Melascula que continuaba refunfuñando con decepción y Galand que comenzó a sudar en frío. —Prométeme que estarás tranquilo y no te vas a alterar. — tragó saliva más imitó su mirada más severa.
—De acuerdo. — la albina le dio una seña de asentimiento al pelirrojo, quien nervioso por la reacción de su superior, suspiró.
—S-Señor Demon, esto pudo evitarse si yo hubiese dicho la verdad, por favor perdóneme. — comenzó en un lamento, con anterioridad había lidiado con el oji verde y Fraudrin tenía sus razones para huir antes de decirle la verdad; ese blondo sabía cómo acabar con las personas, pero no había vuelta atrás para decir la verdad. —Yo sabía las intenciones de Fraudrin. — Meliodas respiró profundo.
—Habla. — asintió con un fruncir de labios.
—Fraudrin... hace unos años tuvo un trato con Melías Demon, su abuelo; que fue encubrir el crimen del asesinato de su madre y ayudar a Hendricksen a escapar sin dejar pista con la condición de ayudar a su familia económicamente. — su paladar cada vez se hacía más amarga con cada palabra. —Sin embargo, quien los descubrió huyendo fue Inés Goddess, pero ella muy apenas logró reconocer los rostros en ese momento, es por eso que Fraudrin tenía miedo de que ella lo recordara y delatara ya que, desde hace un tiempo sospechaba de él.
—¿Eso tiene que ver con su repentino acercamiento a Elizabeth? — le vio asentir.
—Si, señor. — en ese momento, la albina apoyada en el hombro de su pareja le vio con una ceja arqueada. —Él quería envolverla entre los problemas y dejarle toda esa culpa encima para que ustedes mismos se colocaran en su contra, dejarle una advertencia a Inés e incluso pensó en asesinarla también, pero no pensó en que la señorita sospecharía.
—Sabía que algo tramaba, pero no quise decirte antes porque no lo creí tan seguro ya que no paraba de decir la tanta confianza que ustedes me tenían. — rodó los ojos en recelo.
—Al menos a nosotros nunca nos dio confianza. — mencionó de antemano. —Prosigue Galand.
—Fraudrin necesitaba encubrir a Elizabeth con formatos que solo Demon tiene, pero solo los dejaba bajo llave que siempre tenía consigo. Lo necesitaba lejos un largo tiempo para robar esos archivos, pero canceló el viaje. No tuvo de otra que provocarle el primer ataque y así él tendría las llaves a su cargo. — a este punto, el rubio estaba más que molesto y con más razones de querer asesinar al peli morado. —Lo que no imaginó es que ella... — señaló a la albina. — ...descubriría todos sus planes antes de lo esperado, por lo que recurrió a su último recurso: matar a Froi y huir. Dejó más incógnitas, pero es todo lo que sé.
Zeldris no terminaba de procesar la información dada por el chico de ojos lima que era fulminado por su novia; por otro lado, Elizabeth buscaba calmar al rubio frotando con su mano sobre su hombro, era obvio que estaba más que enojado porque el pelirrojo ocultó algo más que importante, también traicionó su fidelidad y confianza. Sin embargo, también se le hizo muy estúpido de su parte no pensar que alguien más estuviese con ese secreto compartido.
—¿Quién más sabe esto? — el oji lima negó.
—Solo yo hasta el momento, señor.
—Bien. — se levantó de su lugar para dar un estirón sutil de sus extremidades para dispersar su frustración. —¿Sabes en dónde está o en donde podría estar?
—En Estados Unidos. Dijo que tenía un pendiente con Hendricksen por eso lados. — por largos segundo estuvo dándole la espalda a todos los presentes, concentrándose para tomar una buena decisión y no dejarse llevar por los impulsos violentos.
—No levantaré cargos ni voy a despedirte con una condición. — este asintió. —En caso de que se contacte contigo me hablaras al instante. — sin duda, ni loco volvería a involucrarse con esa familia. El rubio fue muy benevolente, pero quizás a la próxima no corría suerte.
—Si señor Demon, se lo agradezco. — juraba que casi lloraba agradeciendo a los cielos.
—Con permiso señor. — indicó Melascula antes de tomar de mala gana de la oreja de su compañero. —Tu y yo debemos hablar muy seriamente. — dicho esto, salió del despacho ignorando los quejidos del pelirrojo y las miradas extrañadas entre el trío.
—¿Y? En menos de unas horas del primer día. — dijo con vanidad restregando su logro frente al rubio. Este soltó una risilla baja con las manos a cada lado de su cadera aún sin creérselo.
—La verdad no creí que alguien más estuviese incluido, Fraudrin era tan apegado a mi padre que no pensé en que tuviese más amistades con cuales relacionarse. — ¿cómo pudo ser tonto y pasarlo por desapercibido?, pero es que simplemente el aludido mentía tan bien que no se le ocurrió. Sin duda su esposa logró callarlo.
—No las tuvo, Galand es con el último que tuvo confianza de soltarle la verdad. — respondió la albina. —Bien tuvo otros compañerismos, pero se aprovechó de la vulnerabilidad asocial para que le hiciera el favor de averiguar en los archivos de tu padre sin levantar sospecha.
—Me ahorraste mucho con esto y me tranquiliza también, pudiste hacerlo en un principio ¿sabes? — contrario a lo que le reprochaba, se cruzó de brazos.
—Igual que tú. — respondió. —Si yo fuera a matar a alguien indirectamente sabiendo que estoy presa de un contrato, también dejaría la verdad dicha a alguien para que me ayude con mi plan o en caso de que me suicide y se necesite testificar los hechos. — comenzó dándole un escalofrío a los hombres. —Fraudrin se fue por la primera acción, pero tampoco significa que le haya dicho por completo la verdad a Galand, solo lo necesario para manipularlo y hacer que le ayudara. Ahora si me disculpan, debo irme. — en una expresión soez, se marchó del cuarto dejando al azabache algo nervioso.
—¿Por qué presiento que con Elizabeth tienes que dormir con un ojo abierto? Perdón si exagero, pero tiene un pensamiento algo psicópata. — deseaba reprocharle por tener esa imagen de ella, pero a la vez tenía razón. Sin embargo, eso no era justificación para temerle, después de todo era la persona más amable que conoció.
—No seas temeroso Zel y ayúdame con esto.
[...]
Emocionada y ciertamente feliz de haber ayudado con algo, Elizabeth tenía la confianza que su amado esposo se relajaría un poco más después de la ayuda que le dio. La verdad es que poco también se lo creía ella misma, era tanto su anhelo de querer perseverar a que él se relajara que terminó encontrando más de lo que pedía. Al menos hizo algo para ayudarle y eso era más que suficiente.
Su teléfono sonó un par de veces sacándola de sus fugaces pensamientos, a lo que rápidamente tomó la llamada.
—Hola mamá. — suspiró antes de dar un vistazo al archivero. —Si, ya tengo el último resultado de los ingresos, en un rato voy para llevártelos. — dicho esto colgó, pero había un pequeño problema. —Hmm, Meliodas aún tiene cosas que hacer y no quiero molestarlo. — se mordió ligeramente el labio inferior, no quería interrumpir, pero si se salía... —Supongo que no le molestará si esta vez me voy yo sola. — cosa que ni ella se lo creía, estaba más que segura que él explotaría en enojo.
En contra de las advertencias tercas en su cabeza, sus pies decían: "todo estará bien"; un emblema más que problemático cuando se trataba de seguir un camino y Elizabeth le gustaba ir a la contraria de lo que siempre le dijeran que no hiciera. Poco le importó y nadie se detuvo a cuestionarla; después de todo, era la señora.
—Hola Eli. — habló la peli rosada algo aturdida por verla repentinamente por esos lugares sin aviso previo como el rubio suele hacer.
—Nerobasta, que alegría verte. — exclamó con alegría.
—También mismo. Te ves más hermosa. — halago ocasionando que se sonrojara. —No sabes cuánto extraño tenerte por aquí. — la albina suspiró en bajo asintiendo.
—Yo también, pero bueno, me vez de aquí a allá y viceversa. — jugueteo con sus manos hundiéndose de hombros.
—Ahora no vino tu marido contigo o será que te escapaste. — terminó cruzada de brazos en regaño indirecto para la platinada a la que conocía muy bien su táctica de niña inocente y desobediente.
—Solo vine y me regreso a la casa, no pasará nada. — la mujer negó. Ella estaba más que enterada de lo que había sucedido en la empresa, y fue su consejera cuando sufrió el acoso por parte de sus compañeros.
—¿Y lo de Mael? — Elizabeth no le tomó mucha importancia.
—No lo he visto, pero estoy segura de que no aparecerá de nuevo. — trató de convencerse, pero en el fondo sentía un extraño miedo predestinado.
—No lo digo por él, si no tu esposo. — aclaró la mujer cruzándose de brazos. Elizabeth torció una mueca, de nuevo esa faceta de psicóloga se hacía presente que no tuvo que preguntar. —Si, he visto un poco su comportamiento y veo que tiene una fuerte intuición de sobreproteger, realmente se preocupa por ti y tu no entiendes. — regaño logrando que terminara mordiéndose el labio inferior.
—Mejor no sigas que me haces sentir culpable.
—De acuerdo. — soltó una risilla, por lo menos había logrado que reconsiderada antes de volver a escabullirse. —Mejor dime, ¿cómo van las cosas entre ustedes, a parte que sientes una falta de amor porque no es un hombre cursi?
—¿Quieres dejar de leerme? — reprochó con bochorno antes de bajar un poco la mirada con un puchero. —Pero tienes toda la razón.
No iba a negar que hacía mucho que el rubio no hacía uno de sus escasos gestos de cariño hacia ella, y aunque no podía reprocharle nada, totalmente diferente a unas semanas, pero tampoco cerca de ser el desinteresado.
—Sabes que el amor y la cursilería no son lo mismo. Amar no significa a cada rato estar dándose besos y cariñitos que solo parece competencia de quién miente más. — comenzó la mujer intentando animarla. —Amor es eso que no puedes describir en palabras. No es la sensación de ser amado, si no lo que tu sientes por la persona. Las muestras de afecto y las bases de una relación son otras cosas que van de la mano para que una pareja funcione y no deje de recordarse lo que verdaderamente importa. — hizo una breve pausa para sonreír. —No es que no muestre afecto ya que muchos lo confunden con la cursilería, pero realmente te aprecia sin estarlo diciéndotelo a cada rato.
—Lo sé, yo sé que lo hace. — era un poco, pero sabía y confiaba en que poco a poco ese cariño crecería. Ella lo amaba, esperaría hasta más de cien vidas para que coincidieran en sus sentimientos.
[...]
Soltó un bostezo, pero fue el resultado de un largo tiempo sin dormir muy bien. Estaba más que relajado que el arduo trabajo inicial haya terminado más pronto de lo que pensó y es que la preocupación del peli morado ocupaba más espacio de lo requerido, pero gracias a la albina, podría calmar esa ansiedad.
Recordando un poco a la de ojos bicolor, la había descuidado un poco, ya no eran la misma pareja jugueteando como inmaduros fingiendo ser serios, pero aún estaba a un tiempo de recuperar esos momentos. Bien era una buena hora para llegar a casa y dormir la mitad de un día, pero realmente quería compensar a la chica.
—Bien, esta vez llegaré a tiempo para llevar a Amice al parque. — murmuró el azabache estirando sus extremidades por sobre su cabeza soltando un bostezo de eso que se contagian. —Nos vemos, hermano, ahí me despides de mi cuñada. — dicho esto, se retiró con sus cosas dispuesto en llegar a casa. Era una suerte que su nueva ubicación no le tomara más de veinte minutos en auto.
—Adiós, Zel. — terminó de ordenar el poco desorden en el escritoria antes de llamar a su secretaria. —Deldrey, háblale a Elizabeth, que venga a mi oficina. — la de cabello verde se tensó nerviosamente.
—Eh, Señor Demon... — por su tono de voz, le indicó que algo no iba bien. —La señora salió desde hace un rato. Llamó, dijo que estaba en su casa. — gruño en bajo tallando la sien.
—Está bien, gracias Deldrey. — dicho esto, colgó el teléfono para tomar sus cosas y retirarse. —Esa mujer, no entiende.
No sabía ya ni que hacer para mantenerla quieta y dejarle bien en claro la idea que solo se preocupaba por ella, pero la albina solo lo botaba como una broma pasajera. No lo diría, su orgullo podía más, pero no era dependencia emocional lo que sentía, ya que estaba seguro de que, sin ella, él en esos momentos no tendría más razones para seguir
Se convirtió en su luz, por más acostumbrado que estuviese a la oscuridad; se volvió sus alas, por más que ya haya visto el cielo, se volvió en su objetivo, aún en contra de sus sentimientos pues no solo era ella quien luchaba por romper esos muros que lo contenían, él empezó a golpear para dejarlos finalmente salir.
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Les voy a decir algo que he notado en sus comentarios, bien si hay una persona que su teoría es casi perfecta, y hay otras que tienen buenos puntos de vista, pero han estado confundiendo hechos y eso es lo que les podría estar faltando. Con la explicación de Galand ya debería quedarse más que entendido, espero ':v
Ahora, los que teorizan sobre la madre de Jenna y Zaneri, hacen bien, pero a la vez se equivocan con ella ;3
Sin más, eso es todo y gracias por leer.
En un ratito más el siguiente capítulo 7///7
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