Capítulo LIV
—No mentías. El lugar es hermoso. — enunció la albina con gran admiración a la nueva vivienda en donde sus cuñados habían rápidamente adaptado. Cruzando una calle, a pocos metros de su jardín frontal se apreciaba el gran parque verde invadido de otros pequeños del vecindario, entre ellos, una pequeña azabache vociferando en risas con el resto. —Amice se ve muy feliz con los niños de su edad.
—Si que lo es. — los tres pares de ojos observaron con detención el panorama infantil antes de que la de ojos bermejos le prestara atención a la de ojos zarcos. —Entonces, ¿qué es lo que tienes que decirnos? Me tienes mordiendo las uñas de intriga. — en seguida, Liz se tornó un poco ruboriza.
—Bueno, es que... — mordió su labio carmín con cierto pudor impacientando a las féminas. Había pasado mucho desde que fue su última reunión entre mujeres, en la vida de cada una seguramente cosas interesantes se habían presentado y no aguantaban el momento para compartir esas anécdotas, pero la pelirroja solo se hacía del suspenso.
—¡Habla mujer que nos tienes con la intriga! — imploró esta vez la albina hastiada de la tensión y de los gestos de burla de la aludida.
—Mejor no...
—¡Habla ahora! — espetó nuevamente la rubia. —No me gusta que me dejen con la intriga. — solo tomó aire volviendo con ese color rojo en sus mejillas mientras ampliaba una limpia sonrisa a la vez que en voz avergonzada musitaba:
—Estarossa y yo somos pareja. — tanto la platinada como la rubia soltaron un jadeo antes de que transformara en gritillos de alegría como si fueran unas adolescentes hablando de chicos.
—Oh, es maravilloso. — chilló en bajo la de ojos carmines antes de verle con un toque de pillería, aprovechando que ya tenía como molestarla por un rato. —¿Ya van a casarse? — el rostro de la pobre mujer casi compite contra su cabello al escuchar para nada sutil pregunta.
—Espérate, paso a paso. — inquirió tartamuda y una sonrisa difícil de ocultar, aunque contraer matrimonio no sonaba como mala idea después de todo. —Por ahora quiero estar mayor tiempo con él. — bajó la mirada con un risueño brillando en los orbes marinos; tantas veces negándose a ver a ese insistente de bromas pesadas.
—¿Y él como se ha portado contigo? — se atrevió a preguntar curiosa, la mencionada posó su barbilla en el dorso de su mano.
—Seguimos siendo los mismos: peleas, juegos entre nosotros, las tardes de series solo agregamos los besos en la boca. Es tan romántico y atento, a veces me toma por sorpresa a pesar que le golpeo diciendo que no lo vuelva a hacer y él arruinando el ambiente. — terminó suspirando al cielo totalmente perdida.
—Dinos, ¿cómo fue que sucedió y cuándo pasó? — incitó la rubia amante de los comienzos amorosos, así como el proceso que los llevó a admitir esos sentimientos.
—Fue algo extraño, a decir verdad. Fue hace tres semanas, él llegó diciéndome: te compro una hamburguesa con papas si aceptas ser mi novia. Nadie se resiste a las papas y tampoco a los sentimientos que tengo por él.
—¡Vaya forma de pedir una relación!, pero al menos a ti no te engañaron con un juego de damas chinas. — hizo un puchero viendo como estas se interesaban en lo dicho. —Zel dijo que si ganaba éramos pareja; me ganó a los dos minutos. — terminó con un rodar de ojos.
—¿Eso es raro?, al menos no firmaron un estúpido contrato comprometiéndose de por vida. — la rubia negó cruzándose de brazos.
—Eso fue tu culpa. Mujer, ¿quién diablos firma sin leer? — tenían que recordarle que toda es imprudencia fue debido a eso, pero simplemente estaba tan cansada y molesta ese día que creyó que estaba entre la espada y la pared sin saber que tenía una ruta de escape que en ese momento no vio.
—Chandler me había explicado todo y con eso se me hizo suficiente. — refunfuño mientras la contraria negaba.
—Y mírate ahora; mujer empoderada de Demon. Aunque te queda mejor el título. — no entendía, de momento a otro comenzaron a compararla con ellos, tal vez fue que sus manías se le vio reflejadas. —Una pregunta, ¿sigue obsesionado con buscar a Fraudrin?, sé que fue muy pesado de su parte, pero ¿no crees que exagera? — sin duda lo hacía.
No solo las llamadas constantes a cualquier agencia del país, incluso se comunicaba con los países extranjeros e incluso se encargó de traducir cuando se trataba de lenguas que no dominaba. Sus insistencias, su constante estrés no mostrado, las largas horas de jornada que laboraba... Le preocupaba que enfermara ya que ni comer hacía, más que en las mañanas, de vez en cuando se mal pasaba y evitaba los descansos, pero se mantenía necio a hacer caso.
—Lo sé, pero solo no halló como animarlo ni... — calló abruptamente cuando una fecha en el calendario llegó a su memoria. —Espera, acabo de recordar, ¿cuándo es el cumpleaños de Meliodas? — su cuñada rápidamente buscó el calendario de su teléfono, confirmando.
—En nueve días, ¿por qué? — una sonrisa pensativa se curveo en sus mohines cerezas.
—Se me ocurre algo.
Mientras tanto, Meliodas no se había despegado del teléfono esperando una noticia que calmara su humor, pero con cada negación solo empeoraba al punto de no querer ni ver su sombra
—¿Sigues con eso? — cuestionó, más no tuvo una respuesta más que una mirada llena de ironía que dejaba en claro que estaba más que enfadado. Ban respingo por la terquedad inestable de su mejor amigo. —Déjalo capitán, no va a aparecer pronto. Relájate que solo te estas ahogando en un vaso de agua. —, pero era lo último que quería hacer.
—Tiene que. — replicó en un a voz más pesada de lo usual. —No dejaré que se acerque de nuevo, necesito saber qué fue lo que pasó realmente.
—¡Eres terco como mula!; pero, en fin, Demon. —rodó los ojos, pero el rubio negó insistente en que no descansaría si no obtenía mínimo una respuesta que lo tuviera satisfecho. Con solo saber en dónde se encontraba se conformaba por el momento.
—No entiendes Ban, estoy seguro que hay más detrás de todo esto. Solo quiero saber. — el mencionado negó al obsesivo de su amigo, cuando una idea se le quedaba en la cabeza, era muy difícil quitársela a menos que le dieran lo que pedía.
[...]
Como en todas sus salidas y por exigencia del paranoico del rubio, Elizabeth se vio obligada a ser transportada con la compañía de su chofer de confianza: Grayroar, quien prestaba de vez en cuando sus servicios por ganarse el respeto de los mismos, así que cada que cuando el rubio no tenía el tiempo (mismo que cada vez era más escaso) este se encargó de devolver a la mujer al hogar para asegurarse que nada u otro incidente como el de la última vez le pasase, no soportaría volver a verla con maltratos físicos sin sentirse culpable de su ausencia y no poder defenderla. Confiaba en que podría sin problemas, más la fuerza bruta era una gran diferencia.
Agotada y con miles de planes formándose en su cabeza, entro sin problemas a la ahora solitaria casa donde ni un ruido provenía de ningún cuarto que previamente fueron desalojados para ser solo usados como cuartos para invitados, siendo la habitación que compartía con su cónyuge y el de las gemelas los únicos habitables. La melancolía y silencio la atormentaron con ligera tristeza, recordaba que no era nada diferente a su hogar con su madre, pero era más nostálgico dado que siempre se encontraba con Gelda o la pequeña Amice, con Zel y Meliodas discutiendo o Froi y su madre entre recuerdos; solo eran fantasmas y espejismos lo que la deprimían.
Al menos, la castaña y rubia que aún trabajaban fueron una buena compañía.
—Hola Jenna, Zaneri. — las gemelas que se encontraban limpiando la sala le devolvieron el gesto con amabilidad.
—Bienvenida, señora Demon...
—Por favor, solo Elizabeth. — interrumpió rápidamente; de los demás debía aceptar el trato innecesario por parte de los demás, pero al menos no lo consideraba necesario con esas féminas con las que había ensamblado una amistada cercana.
Jenna terminó de limpiar dejando a la castaña junto a la albina.
—Señorita Elizabeth, ¿se le ofrece algo? — negó, resignada con ayudarles a limpiar el poco desorden de la sala. Y es que, desde que se había quedado sola con las gemelas en ese lugar, no había nada que hacer en soledad más que unirse a estas con las labores.
—Nada, la casa está muy solitaria sin Gelda y Zel por aquí. — dijo con cierto desánimo, el silencio era tal que incluso sus propios pasos en la casa eran irritantes
—Lo es, pero hay que adaptarnos. — concordó resignada.
Incluso ayudaba a las mujeres en la cocina, siendo ella quien empezara a tomar un gusto por aprender a preparar algo, con varios tropiezos por su parte, claro estaba que nunca había lo había intentado a la vez que conocía cada vez más a las de cabello trenzado.
Sin embargo, los problemas con su marido seguían atormentándola y preocupándose por él constantemente; Fraudrin quería inculparla, pero después encuentra que él tiene información confidencial y luego le provoca un infarto al Demon, todo por tener un acceso indirecto con la muerte de Briar, pero su pieza no coincidía en esa parte del rompecabezas. Debía estar ignorando algo y ese algo era lo que el rubio quería saber. Tal vez si alguien cercano a los Demon conoció a dicha mujer, podría encontrar la información y tranquilizar un poco a el rubio.
Sus ojos bicolores se posaron en la castaña de ojos turquesa, tranquila barriendo las hojas que opacaban el jardín. Relamió sus labios algo inquieta.
—Zaneri ¿puedo hacerte una pregunta? — sin detener su acción, asintió.
—Claro, ¿qué sucede señorita?
—Conociste a Meliodas y a Zel... ¿exactamente a qué edad? — la sirvienta solo emitió un sonido confuso por su pregunta curiosa y algo repentina.
—La verdad es difícil contestar eso ya que desde que tengo memoria los conozco. — rascó su mejilla con una pequeña mueca. —Desde que somos niñas hemos estado aquí con la familia. Nuestra madre trabaja aquí con la señora y prácticamente eran muy buenas conocidas, pero no recuerdo nada de aquellos sucesos.
Eso, la madre de las gemelas siempre estuvo presente en esta casa, y por palabras que le relató Meliodas, ella salió por el mandado semanal mientras Briar se encontraba en casa. Si hablaba con ella, tal vez encontraría algo más y una perspectiva más certera de los hechos o de las personas cercanas a la familia.
—Perdón si indago de más, pero tu madre fue la niñera ¿cierto?
—Si, trabajó para la difunta Briar Demon; tengo entendido que mi madre era muy centrada en el trabajo, en los problemas de la familia nunca se involucró por un irrelevante miedo, al igual que nosotras. — explicó.
El oji verde tenía razón; fueron muchos los rumores, calamidades y varias versiones de cómo pasaron las cosas: desde que la familia de Briar tenía una deuda con Demon que nunca saldo, hasta que, en un mal trato, la mujer se involucró con las personas equivocadas. Sonaban muy convincentes si buscaba un lado lógico a cada una de esas versiones, pero tenían la misma conclusión sin respuesta concreta.
—¿Crees que pueda hablar con ella? — cuestionó con ligera esperanza, pero los ojos de la empleada decayeron con pesar. Eso no sería posible.
—Ella murió unos meses antes que usted llegara a esta casa, lo siento. — ¡carajo! Una de las personas que pudo resolver sus dudas lamentablemente no podría hacerlo.
—Oh, lamento mi imprudencia. — ladeo una mueca avergonzada, Zaneri alzó una de sus comisuras de lado con un gesto despreocupado al descubrir las intenciones a todas sus preguntas.
—La entiendo, tiene muchas dudas, pero nosotras somos las menos indicadas para darle una información. Lamento no poder ayudar en algo, pero como lo he dicho, nuestro lema es no involucrarnos con los problemas de la familia.
Tenía más que sentido, ese linaje fue forzados lleno de diversos rumores, vigilado por codiciosos enemigos y alabado por los que decían llamar amigos, se sostenían de mentiras y trampas; tener miedo era lo más que podía sentir por ellos.
—Gracias Zaneri. — torció la mueca, debía encontrar otra persona cercana, mientras tanto, su conversación cambio por otro rumbo para conocer ciertos gustos que aún desconocía del rubio. —Por cierto, quiero preguntarte algo más.
[...]
El agua fría fluía por todo su cuerpo solo con los ojos cerrados cabizbajo, deseando que sus preocupaciones se disolvieran del mismo modo que el agua perdiéndose en el desagüe, pero por más que quisiera concentrarse en calmarse, el dolor de su cuerpo poco a poco se manifestaba entre los pensamientos que dejaban un dolor punzante en su cabeza. Estaba estresado, somnoliento, cansado, le dolía el cuerpo, sus emociones eran más difíciles de controlar; las labores acababan con él o solo, sin saberlo, estaba dejándoselo cada vez más difícil. Ni el agua ayudaba a aclarar su mente, solo lo mantenía perdido entre caminos como un río violento lleno de obstáculos.
Elizabeth siempre estuvo ayudándole al igual que su hermano, habían estado haciendo un gran trabajo hasta en cosas que no les correspondía y él solo se hundía en una obsesión autodestructiva. Poco a poco comenzó a estar más al pendiente de lo que el comandante pudiese decirle al respecto, pero ninguna noticia era buena, lo que terminaba con su paciencia.
Dejó de pensar y continuó que el agua cayera por su cuerpo e hiciera el trabajo de calmarlo un poco del resto. Al parecer le funcionó ya que nunca notó a la intrusa que solo lleva a una bata de baño encima, acercándose acechadora mientras desenvolvía el nudo para dejar caer por sus brazos la tela, quedando desnuda antes de deslizar en silencio el cancel.
En sigilo, se aventuró a infiltrarse a la ducha en el que Meliodas se encontraba sumergido a lo que, nerviosa y con un sonrojo por su atrevimiento después de admirar el cuerpo del rubio a espaldas, solamente lo abrazó por detrás con cuidado, dejándolo algo desconcertado por esa repentina suavidad rodeándolo y el aroma que reconocía.
—¿Elizabeth? — alzó un poco la mirada hacia arriba encontrándose con su rostro y cabello ahora mojado de su esposa. —¿Qué haces? — ella sonrío atrayéndolo un poco más tanteando sus pectorales entre pequeños arrullos que claro, él disfrutó sin chistar.
—Solo se me ocurrió hacerte compañía, ¿te molesta? — sentir su cuerpo expuesto, mojado contra el de él, por mucho era molesto no poder tocarla ya que ella lo tenía tranquilo, sintiendo sus pechos y pezones contra su espalda. Aclaró un poco su garganta.
—Para nada, solo que has estado distante últimamente que se me hizo algo extraño que hicieras esto. — recordó que, a diferencia de las veces anteriores, no se detuvo a hacer sus típicos juegos de cortejo, solo lograba su papel en la empresa y ya no hacía más que solo ayudarlo, hasta ahora. ¿Quién diría que realmente disfrutaba de esas repentinas insinuaciones en su oficina o lo toqueteos discretos de las miradas de los demás? tal vez le estaba prestando mucha más atención necesaria a su trabajo.
—Solo creí que, ocupadas tu espacio, por todo lo que ha pasado. — mencionó hundiendo su nariz en sus cabellos rubios, raspando su uña por su estómago y alrededor de su ombligo, entre la línea que dividía sus músculos sin sobrepasar el límite. El más bajo soltó un suspiro.
—Lo siento, pero no dejo de pensar en ese hombre que... — calló abruptamente después de que las manos femeninas se concentraran en acariciar en movimientos circulares sus hombros escuchándolo soltar un gruñido.
—Estas muy tenso. — cerró por un rato el paso del agua antes de tomar un poco de jabón líquido y comenzar a frotarlo en sus hombros y cuellos a modo de un masaje que lo relajara. —Deberías dejarlo pasar un momento y dejar que la justicia trate con él. ¿Sabes?, siento que hay alguien más involucrado o que al menos tenga el paradero de Fraudrin. — a medida que, hacía más espuma, no se molestó al frotar su espalda ancha, mordiendo sus labios en el acto que sentía esa piel suave.
—¿Cómo vas a descubrir a un cómplice entre todos? — cuestionó sin quejarse de sus gratificantes toques en su cuerpo. La mujer sonrió con cierta arrogancia que no notó, si sonaba como un reto, era más que obvio que lo tenía cumplido.
—Créeme, puede estar más cerca de lo que crees y confía en mí en que tengo la idea de cómo comenzar, solo debo pedir el permiso de Demon. — esta vez regresó a su pecho para dejar que más espuma de aroma a lavanda recorriera su cuerpo a la vez que acercaba sus labios para comenzar a besar el área libre de espuma, embobándolo por esas sensaciones.
—Adelante, puedes buscar lo que quieres, pero tienes tres días hasta entonces. — indicó, no quería que descuidara su trabajo y menos que sus trabajadores se quejaran de los acosos de la albina.
—Es suficiente para mí. — dicho esto, terminó de enjabonarlo para abrir de nuevo la llave del agua y dejar que esta se encargara de quitar la espuma. —Ahora solo quiero terminar de bañarme y dormir, mañana será un día cansado. — Meliodas se vio decepcionado después de que apartara un poco para comenzar a lavar su largo cabello plateado. ¿Sería descarado que le pidiera volver a tocarlo?
Los ojos verdes voltearon a verla, admirando su desnudez pálida y el agua fluyendo en ella; como se concentraba entre siseos lavando cada parte de su cuerpo con la misma gracia de una diosa llena de amor y luz, cada cabello adherido a su esbelta figura y unas caderas que deseaba ver bailar encima suyo, algo que con imaginárselo tuvo que darse la vuelta y salir de la ducha ya que ni el agua fría ayudaba a su segundo problema, dejando a la oji bicolor extrañada, pero no le tomó importancia, solo continuo en lo que se había quedado.
—Carajo... — suspiró una vez fuera con la toalla en su cadera escuchando a la chica tararear desde adentro mientras el solo gruñía por un pequeño y molesto problema entre sus piernas; todo por imaginarse a su mujer encima.
[...]
Pensativa y una vez librada de la mirada de su esposo, Elizabeth andaba a primeras horas de la mañana en las instalaciones y planteles inferiores buscando a dicha mujer que era la primera y única en su lista que podía ayudarla a conseguir la información que requería. No había sido difícil, pero la mujer recientemente había recuperado de las puntadas en su cabeza después de ese golpe y realmente no quería presionarla.
—Bien, hablemos con los más cercanos a Demon. — murmuró para sí misma antes de entrar a recursos humanos, donde la peli morada comenzaba con su jornada laboral con el mismo entusiasmo de siempre. —Melascula... — la aludida le volteo a ver con una sonrisa de oreja a oreja. —¿Puedo hablar contigo?
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Bien, es a partir de aquí donde todo lo que se mencione tienen más cosas que se esconden en la historia y tambien dejaré de dar spoiler en los comentarios. No más preguntas :v
Aquí no hay nada relevante más que la obsesión de Meliodas y donde Elizabeth comenzara a escarbar por su cuenta, ya dependerá de ella si le agrada o no lo que encuentre al final, solo tengan en cuenta que no tiene que ver con la madre.
Sin más, gracias por leer.
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