Capítulo LI

—¡¿Es en serio?! — exclamó con irritación mientras caminaba por la habitación con el teléfono en la mano. —Papá, pero... Agh! ¡De acuerdo!, solo quiero saber si... — a este punto, su marido le veía enojarse cada vez más con cada palabra que salía de sus labios. —¡¡Eso no tiene que ver y lo sabes!! — dicho esto, colgó la llamada y lanzó el aparato móvil a las almohadas de la cama frunciendo el ceño y murmurando entre dientes. —Carajo.

—¿Qué pasó, preciosa? — cuestionó algo jocoso por verla hacer esos pucheros cada vez que se molestaba. A veces creía lo que su mejor amigo decía, verla enojada a veces era adorable considerando sus gestos infantiles o era el peor miedo que podía sentir sin consideraba verla a los ojos.

—Mi padre que no quiere admitir que no quiere venir a verme para no descuidar a sus hermosas noviecitas francesas. — rodó los ojos hastiada de las mismas palabras falsas. —Bonjour mon damiselle, j'aimerais passer une nuit de sexe avec cette putain de garce pas chère. ¡¿Le cuesta tanto decirme que solo va a hacer eso?! — el de ojos verdes pestañeo un par de veces claramente sin entender lo que había dicho, ni siquiera sabía que ella tuviese conocimiento de una lengua romance.

—Dices cosas raras cuando te enojas, ¿te lo han dicho? — terminó por decir con una mueca. Elizabeth no deseo continuar peleando por su desconsiderado padre que terminó perdiendo su mirada en aquel punto oscuro del armario donde apenas se lograba distinguir aquello que ocultaba esas hojas antiguas. ¿Sería buena idea preguntarle?

La verdad dudaba que le brindara alguna información al respecto, pero su interés era mucho más fuerte. No estaba a discusión que existiese la posibilidad que tampoco tuviera conocimiento de esa caja, aunque también agrega que no quiera hablar sobre ello.

—Oye, perdona mi curiosidad, pero ¿de quién es esa caja? — se atrevió a preguntar señalando el lugar dejando desconcertado a el rubio. La albina se acercó bajando de cuclillas para tomarla entre sus manos y mostrársela, pero parecía que no la reconocía.

—Que extraño, nunca la había visto. — la vio tantear la tapa sin apartar la mirada como si buscara una aprobación, a lo que asintió sin problemas. —Adelante.

Realmente curiosa, esperando que Meliodas tuviese las respuestas de todos esas hojas maltratadas y la foto, comenzó a revisarla con cautela hasta tomar la misma imagen del rubio y entregársela.

—¿Quién es él? — este lo reconoció al instante, podría no haberlo conocido en el pasado, pero no se necesitaba pensar mucho para adivinar.

—Mi abuelo, Melías Demon. — mencionó indiferente, pero esta no le prestó atención a lo dicho. Solo miraba el rostro del hombre de la foto y luego miraba el de su marido, viendo el parecido como un par de gotas de agua. —¿Qué haces? — alzó la ceja a lo que negó un par de veces.

—No, no. Así... — con sus dedos logró hacer que entrearrugara el ceño para imitar el gesto del Demon de la foto dando como resultado un parecido perfecto entre ambos. —Es impresionante el parecido entre ambos, pero tú tienes ojos más bonitos. — dijo para posteriormente regresarle la imagen con poco interés dejándolo desconcertado por su comentario. Realmente hubiese deseado saber más detalles, pero parecía que ni él sabía que tanto era el contenido de la caja, por lo que dejó de indagar. —Toma. — esta vez fue el blondo quien le vio algo inquieto.

Durante la semana, la albina estuvo muy pegada al de cabello morado tratando asuntos desconocidos para él y eso lo mantenía lo suficientemente desasosegado como para dejar sus propias labores y averiguar que tanto hablaba con dicho sujeto. No le brindaba la confianza que hubiese querido, pero su mujer era muy terca para escuchar sus razones para mantenerla alejada de él.

—Ahora yo puedo preguntar... — le dedicó una mirada interrogativa. —¿qué tanto hablas con Fraudrin? — ¿cómo responder a algo que aún no descubría? No quería involucrarlo dado que era impulsivo y seguramente se estaba equivocando en sospechar de él. Quería estar más que segura antes de revelar sus intenciones.

—Algunas cosas con los intereses, él tiene experiencia en el área. ¿No confías en mí? — ¿cómo preguntaba? Él se dejaría caer por ella sin dudarlo, pero temía que saliera afectada de una manera u otra por el de cabellos morado.

—Solo no confío en él. — no tenía caso seguir insistiendo, era muy necia para escuchar. Vio la hora en el reloj, percatándose que eran las primeras horas. —Vamos, es tarde. — indicó siendo seguida por ella, resonando sus zapatillas bajas al descender por las escaleras.

—Últimamente con tanto trabajo ya no he visto ni a tu tía Derieri ni a Liz. — suspiró cansada. Daría mucho por tirarse a dormir durante tres días seguidos sin interrupción, pero comprendía lo delicado que estaba la situación. Froi estaba en línea roja, no quería ver a Zeldris ni a Meliodas deshechos por una segunda pérdida; no importaba cuanto tuviera que arriesgarse o sacrificar, haría lo poco que podría.

—Estamos muy atareados ahora, pero siempre es así al principio. Pronto habrá tiempo. — tomó su mano para relajarla, acto que funcionó.

—Espero.

[...]

Puntual, a la misma hora asignada por Fraudrin, la peli plata entró a la oficina con su faz risueña y sosegada; lo suficiente para engañar a cualquiera. Fingir ignorancia le había resultado efectivo para descubrir más del tipo de persona con el que trataba, una de las ventajas de convivir con una conocedora de psicología como Nerobasta, fue que se le vio contagiado la maña de analizar las personas y sus gestos.

—Señorita Demon, ¿viene por los porcentajes? — con amabilidad asintió al momento de tomar lugar frente a él.

—Así es.

—Ahora los traigo. Permíteme un segundo. — por un rato salió de la oficina en busca de dicho encargo, cometiendo el error de dejar a una curiosa albina en su oficina creyendo ingenuamente que se quedaría quieta.

Comenzó buscando entre los legajos de su escritorio, asegurándose de dejarlos como estaban para no levantar sospechas. Sin embargo, una carpeta en específico llamó su atención.

—Briar Demon. ¿Por qué tendría la información de la señora Demon? — se cuestionó revisando los papeles correspondientes de la difunta mujer, desde actas, cartas, pasaportes como expedientes y demás cosas innecesarias.

Rápidamente dejó las cosas en su lugar después de que escuchó la voz de Fraudrin cerca mientras charlaba con el de ojos lima antes de pasarse de largo y dejar a su compañero.

—Ya regresé. Aquí tienes. — extendió una hoja donde se podía apreciar los datos del progreso general de la empresa Demon. —¿Y cómo ha estado Froi?

—Algo incómodo de tener que trabajar en casa, pero todo está bien. — respondió sin mirarle realmente, solo se aseguraba que las cifras fueran correctas.

—Ya lo creo. No lo culpo, pero creo que no le gustó la idea de ir a los Estados unidos a cerrar trato. — comenzó sutilmente llevándola a fruncir el ceño. —Sabes, no he encontrado la manera decirles a sus hijos que el asesino de su madre está en esos rumbos de América.

—¿Y porqué me lo dice a mí y no a Meliodas? — interrogó con un mal presentimiento.

—Si yo que soy un amigo de confiar sé de esto, a Meliodas no le va a importar las consecuencias de sus actos. Me siento relajado compartiéndolo con alguien de confianza. — en ese momento entendió que lo que quería hacer era envolverla en algún lío para deshacer la atención que tienen sobre él y ponerlo en ella, pero no se lo dejaría fácil ahora que descubrió una de sus tantas tretas.

—Tranquilo señor, que se guardar muy bien los secretos. — algo en sus palabras no fue muy convincente, solo lo estremeció junto a su mirada de amplia sonrisa. —De hecho, con esto que me dice ya tengo como iniciar una investigación independiente.

—¿Qué? — lo pensó por un rato, si convencía a Meliodas de iniciar una falsa investigación, si alguien de la empresa estaba involucrado con ese incidente sería sencillo tenerlo entre la espada y la pared, aunque tuviera que agregar mentiras.

—Sabremos lo que pasó con certeza y si dice que está allá el susodicho, solo necesito levantar la investigación y para eso necesito la información de la señora de Demon. Creo que la vi en la oficina de Froi, iré por ella. — antes de que pudiese levantarse, Fraudrin lo impidió sudando en frío.

—¡No es necesario! No es algo que esté confirmado de todos modos. — se retractó dado que él tenía dicha información, sería un problema que él cayera por la borda junto a su objetivo. Sin duda, esa albina encontraría la manera de atacarlo con sus propias estrategias; como solo un Demon lo haría.

—En ese caso, deberé esperar, pero cualquier cosa que usted me diga me será útil, créame que estoy cerca de averiguar más de una mentira. — con esto dicho salió de la oficina dejándole un sabor amargo en su paladar. Esa niña sabía algo que él no y usó su propio engaño en su contra sin notarlo.

—Esa mujer es aún peor que su madre, incluso la podría comparar con... — en su mente, esa albina era la imagen viva de aquella mujer que alguna vez fue conocida y temida como la auténtica señora de Demon. La misma mirada, esa agilidad, la manera de engañar con los juegos ajenos. Era un peligro. —No puedo arriesgarme con ella. — terminó dándose por vencido, lamentando de haber subestimado la intrepidez de ella. Y decía que le temía a Goddess.

Debía encontrar otra forma entonces; y esa idea no le iba a gustar.

Por otro lado, Elizabeth caminaba con tranquilidad y totalmente satisfecha ahora que estaba más que segura que ese tipo que se hacía llamar amigo de la familia, no era más que una negra disfrazada de blanco peón.

¡Genial! La forma de pensar del rubio se le vio también contagiada.

—Hey Elizabeth. — sus luceros se distrajeron con la presencia del albino de costumbre cantarina al hablar.

—¿Qué hay Ban? — respondió. —¿Cómo está Elaine y tu hijo? — soltó un largo suspiro lleno de euforia y energía.

—Muy bien, aunque esta temporada hay mucho trabajo. — se quejó ligeramente antes de mantenerse en un largo silencio que el albino interrumpió con sus albures. —Supongo que deben aprovechar el tiempo juntos tú y el capitán. — esta se sonrojo terriblemente.

—Claro que no, es trabajo. — o eso trataba. Más de una ocasión, como era su costumbre de hacer ciertas insinuaciones que terminaban abruptamente antes de que sobrepasaran sus límites. —Además, no tenernos tiempo de romances, porque no tenemos ni uno. — Ban notó su mirada decaída al apretar sus labios.

—¿Sabes?, el capitán tiene un lado romántico interior, pero no le gusta admitirlo. Los serios guardan muchos secretos. — viejos recuerdos comenzaron a llegar a su memoria: un rubio de gran sonrojo y botella en la mano profesando amor a la mujer con la que se casaría, un intento ridículo de poema al viento para su gusto.

—Solo lo dices para molestar o engañarme. — no porque haya establecido una amistad con el de ojos carmín, no significaba que confiara en él. Ban por su parte soltó una risilla melódica.

—El camino es largo, así que espero no le digas que te conté esto. — dicho esto, relamió sus labios comenzando a relatar.

[Recuerdo]

La graduación de fin de la generación correspondiente de la preparatoria de la capital fue un éxito rotundo entre los alumnados, entre ellos: el hijo del hombre más prestigioso del país fue muy bien despedido de su generación con reconocimientos de sus logros académicos que poco le importaba en realidad. Su destreza en deportes, su generoso apoyo económico a la escuela, su habilidad para liderar, su imagen de alumno ejemplar... Un hombre con un futuro más que arreglado y de ensueño para todos y el hombre por el que muchas suspiraban... menos para él mismo. Odiaba esa imagen en la que se había convertido.

—No creo que sea correcto. — espetó por segunda vez odiando el ruido de alrededor, pues su mejor amigo lo arrastro a la celebración nocturna donde fueron libres de la supervisión de los mayores, pues para unos chicos de 17 años, era difícil entrar a ese tipo de clubes nocturnos llenos de drogas y alcohol que claro, la autoridad no metería mano ya que fue previamente sobornada por los mismos estudiantes.

—Solo es un poco. — ofreció la cerveza al rubio quien solo ladeó una mueca, comenzaba a impacientarse por más que dijera que "no" —Ándale rey ruco. — se fijó ahora en su compañero de baja estatura y relativamente asustadizo a cualquier cosa fuera de la moral en la que fue criado.

—N-No creo Ban, mis padres me matarían. ¡¿Qué clase de ejemplo le daría a mi hermanita menor?! — quería llorar e irse a casa donde estuviese a salvo de las tentaciones del albino que soltaba carcajadas.

—Por favor, no me dejen solo. — Meliodas por fin gruñó en bajo mirándole con reproche.

—No tendré tranquilidad si no accedo. — su mejor amigo negó insistiendo sin cesar, no hasta que mínimo tomara una o dos. —Solo una copa y no más. — los ojos rojos prometían en vano, era obvio que después del primer trago, insistiría con uno más y así sucesivamente.

Sin embargo, no creyó que aquel rubio correcto tomaría un gusto muy rápido por la bebida que por su propia voluntad comenzó a tomar botella tras botella sin detenerse a pensar... de hecho, ya ni pensaba y por su actitud soez, poco le importarían las consecuencias; mientras su compañero King, solo le bastó con dos cervezas para perderse entre los mareos.

—Quiero... ¡hip!... otro. — insistió con un gran sonrojo en sus mejillas después de tomar de golpe el pequeño shot de tequila, haciendo una pequeña mueca contra el calor raspando en su garganta.

Reía, dejó sus extrañas palabras sacadas del diccionario universal para hablar fluidamente con una vocabulario más común y corriente. Comenzó a bromear, sacando un lado muy jovial que su mejor amigo nunca había conocido en su vida, hasta en ese momento. Sin embargo, eso no le quitaba de encima las miradas femeninas que se veían atraídas por él como insecto a la luz, sobre todo cuando siendo un hombre muy firme ahora se encontraba más que vulnerable y susceptible a los encantos femeninos como cualquier otro varón, ideal para conseguir algo pasajero o de una sola noche.

—Meliodas. — la primera que se atrevió a rodearlo por el cuello pegando su escote a sus espaldas, fue una mujer de cabellos lilas y voz sobreactuada y melosa. —Veo que te la pasas bien, ¿no quieres pasarla mejor? — en ese momento, ella lo rodeó para sentarse en sus piernas, pestañeando seductoramente para encontrarse con un ceño fruncido.

—Quítate de mi, mujer. — al parecer su forma extravagante de hablar no fue lo único que lo abandonó en ese momento, su caballerosidad y poca paciencia también. Sin importarle si la lastimaba o no, solo la quitó de encima con brusquedad, pero la jovencita era insistente.

—Solo será un poco. — mordió su labio inferior, pero este le dio la espalda. No tenía más alternativas que usar otra estrategia al que ni un hombre se resistía. —Ya sé que te animará. — dicho esto, sin importar las demás miradas y vociferantes aclamaciones, al ritmo de la música comenzó a deslizar su prenda inferior frente al rubio quien solo chascó la lengua, Ban se reía y King... insultaba por mensajes a su novia.

—Vístete, mujer infame. — dicho esto, se quitó la camisa y se la lanzó con repulsión. —Ve con alguien... al que le importe. — habló dando otro trago a su cerveza, dejando ridiculizada a la mujer abochornada por el bullicio de la gente alrededor que presenció esa escena.

—¡Idiota! — acomodó su ropa y dejó la camisa de lado en el suelo.

—Fue un placer perico, suerte para la próxima. — cantó Ban. Nunca imaginó que las cosas se pusieran tan intensas con su mejor amigo fuera de sus cinco sentidos. Sin duda, por más sereno que fuera, siempre tenía con que dejarte con la boca abierta.

No pasaron más de cinco minutos antes de que más féminas, sintiéndose con la suerte de su lado, se acercaran al codiciado rubio de ojos verdes con tal de siquiera pasar la noche con él o lograr algo de largo plazo con tal de levantar su imagen colgándose con la reputación de Demon; sin embargo, ninguna tuvo suerte, ya fuera por terminar rechazadas de la manera más humillantes, hasta llevarlas al llanto.

—Por favor, tendremos conversaciones muy buenas en las noches y tal vez algunas fotos más íntimas, ¿qué dices? — sugirió por cuarta vez la jovencita de voz chillona, terminando por desesperarlo, a lo que le lanzó el aparato móvil sin importarle que se había roto al momento de estrellarse contra el suelo.

—Toma el estúpido teléfono y no molestes. — indignada y roja de furia, dejó de insistir para marcharse a paso pesado, empujando a cualquiera que le abucheara con burla por ser otra más rechazada por el rubio.

—¡¡Denme otra que estoy soltero!! Terminé con la loca de mi novia. — anunció un muy intoxicado King lleno de alegría, perdiéndose entre el grupo de gente que bailaba por montones hasta que sus corazones se sentían explotar con el ritmo de la música alta.

—Capitán... — los verdes risueños le voltearon a ver por encima de la botella que tenía degustando en sus labios. —Estaría bien que pasaras la noche con una chica, ya sabes; tengo condones aquí por si te animas. — negó tambaleándose y soltando su bebida de golpe contra la barra. Frunció el ceño y se cruzó de brazos con un puchero.

—¡Nop!... — respiró profundo antes de empezar. —No pienso... hip... en tener sexo con una mujer porque sip... — confuso, su ceja albina se arqueó hacia arriba.

—No me digas que esperaras al matrimonio como lo dicen los seniles. — soltó una carcajada por tan estúpida idea en pleno siglo XXI. — pero este no le tomó importancia a lo que pensaba de sus ideales del romanticismo.

—Huh, pienso serle fiel desde antes a esa mujer...hip... con la que... hip... viviré el resto de mi vida... — Ban parecía tan sorprendido que pensó que tambien estaba ebrio, pero estaba más que seguro que se encontraba en sus cinco sentidos. ¿Quién diría que alguien que aborrecía el amor como cualquier bacteria en realidad tenía ciertas ideas clichés de la misma? Quizás no lo conocía bien después de todo.

—Pero tardaras en encontrarla, ¿no crees? Aparte eres un arromántico, dices que nunca te vas a enamorar. — de nuevo su mirada de tristeza y mirada baja escondido en sus cabellos.

—Si voy a mentir... Hip... Primero debo creérmelo yo... — esto le sorprendió un poco esa confesión, la mirada de sus ojos era muy apacible y de cierta manera triste al momento de beber. —El día que conozca a alguien opuesto a mí, con bonitos ojos... Hip... Eso quedará en duda... — se quedó pensativo por un largo momento antes de que su semblante cambiara en aires de perversión. —¿Huh? y que tenga pechos grandes... — eso tampoco se lo esperó.

—Eres un pervertido. — carcajeo en alto, ¿cómo adivinar que un Demon tendría fetiche por los senos? Suspiró una vez que sus risas cesaran con una idea brillando en sus orbes rojos. —¡Es más! Te reto a que toques los pechos de todas las chicas. — negó con una gran sonrisa.

—Prefiero tatuarme... — debió pensarlo antes de que la idea se le cruzara y lo mencionara a su mejor amigo.

—Hecho.

[Fin del recuerdo]

—Y así fue como terminamos tatuándonos y compramos el bar esa misma noche. — finalizó con una ola de carcajada por tan rebeldes recuerdos de su adolescencia.

—No me imagino a Meliodas actuando de esa manera. — soltó una risa baja deteniéndose frente a la puerta del despacho donde el blondo seguía con su ardua labor.

—Ese enano puede llegar a sorprender en cuando menos te los esperas. — dijo antes de abrir la puerta de golpe, vociferando con euforia: —¡¡Capitááán!!

—Mande, Ban. — habló neutro sin despegar la mirada del computador dando las últimas revisiones semanales de los nuevos ingresos.

—Hay que salir a tomar. — imploró por los viejos tiempos sabiendo que este se rehusaría, sobre todo ahora que tenía más responsabilidad entre las manos.

—Estoy ocupado. — el contrario soltó un quejido en berrinche.

—Por fi. Y trabajo doble turno. — siguió insistiendo, pero volvió a negar.

—Ve en tu descanso. — el par se profundizó en una larga discusión; el más alto insistía sin parar mientras el rubio declinaba sus propuestas sin percatarse de la mirada que los bicolores le mandaban.

—Sin duda, él me sorprende.

Mientras tanto, el de ojos negros y cabellos morados, se encontraba frustrado contra su escritorio y los papeles de la señora de Demon regados por su desesperación; su plan más factible para quitarse la culpa de encima se fue al carajo por culpa de esa chiquilla que fue mucho más cautelosa que él a la hora de mentir, pero ahora no tenía de otra más que usar su último recurso.

Tomó el teléfono buscando el contacto del rubio, esperando pacientemente a que este respondiera, acto que no tardó más de cinco segundos.

—Froi... necesito que vengas esta semana a la empresa, hay un problema. 

.

.

.

Las cosas comienzan a ponerse serias y feas... No diré nada más porque realmente estoy muy nerviosa por el siguiente capítulo que imaginármelo me pone los vellos de punta ':v

¿Qué creen que pase?

Con esto es todo por hoy y sin más, gracias por leer.

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