Prólogo
Apretó los labios sintiéndose impotente, Meliodas ni siquiera le dirigía la mirada de tan decepcionado que se encontraba en ese instante en que se enteró de su descuido. El rubio se esforzaba por no enojarse con ella, pero era casi imposible no querer reclamarle, exigirle una explicación creíble que fuera la razón que la llevara a tomar esa decisión. Solo una razón por la cual lo ocultó y no recurrió a él en un principio.
Elizabeth solo estaba cada vez más ansiosa, sus manos sudaban y respiraba cada vez más rápido al buscar calmar su ansiedad. Podría desmayarse si no supiera de la gravedad del asunto, pero había oculto algo en esos ojos desviados del resto.
—No hay falla alguna en las cifras... — comenzó la mujer azabache mirando seriamente a la de ojos bicolores. Una mirada directa, serena y un objetivo logrado que no daba paso a las dudas. —Por tu descuido esto se irá a la ruina.
Negó un par de veces arrebatado sin cuidado el papel de sus manos, confirmando por su cuenta las frías palabras de Merlín. El rubio soltó un suspiro vago en un último intento por mantenerse tranquilo y controlado contra la situación, misma que se le escapó de las manos si tan solo no hubiese sido tan desidioso.
—P-Pero... — soltó en balbuceo enterrando las uñas en la hoja. —... esto no... ¡no debió...!
—Elizabeth... — la aludida temblorosa miró a su esposo con abatimiento. Hiperventilaba, negaba un par de veces tratando de lograrse explicar que esto era un simple error, una trampa en la que había caído ingenuamente.
—Meliodas, ¿me crees verdad? Yo sería incapaz de dañar por lo que hemos trabajado, no sé qué es lo que pudo pasar. — sus ojos empezaban a humedecerse a la vez que mordida con violencia su labio inferior, evitando salir cualquier queja de su boca.
Volvió a soltar un suspiro, esta vez en gruñido y con un ceño fruncido. Estaba... decepcionado. ¿Confío de más en ella tal vez? Era sabido que ella tomaba las cosas sin seriedad e incluso salía completamente ilusa o engañada, pero esto sobrepasó sus límites de ingenuidad.
—¿Tu firmaste esto? — Entre sus manos, arrugando las finas hojas de papel le miró con una serenidad que dolía e incluso, hería más que una navaja. Los orbes; azul y dorado, llorando de ignominia, vacilaron en una chispa de miedo por la mirada del rubio. —¿Elizabeth? — exigió una respuesta clara y concreta.
—Si. — respondió mordiendo nerviosamente su labio inferior. Meliodas apretó los suyos sin ninguna duda, espero mucho de alguien que no era totalmente impetuoso al trabajo ni a los pilares que lo sostenían o quizás, él también se relajó de más.
¿Qué era lo peor? Elizabeth logró leer eso en su mirada. Todo se caía a pedazos, todo lo que juntos lograron y forjaron se abrió en grietas que ella ignoró, por una sola razón.
—¿Lo leíste? —; sin embargo, su mirada cayó al suelo, nuevamente cometió su imprudencia de no leer antes de fiar. Meliodas logró interpretar esto en seguida. —Ya veo. — le dio la espalda rápidamente soltando el aire.
—Meliodas, yo... — le vio negara un par de veces.
—Será mejor que ya no te involucres. — comenzó en una mueca. —Fue un tropiezo Eli, pero deja que me encargue de esto. Veré que puedo hacer. — dejó aquel contrato con desprecio, mismo que maldijo la confianza entre ambos, aquel que superó su relación y ahora los mantenía más distante que de costumbre.
Tal como ella lo planeó.
—Merlín ayudadme; tú sabes de esto. — suplicó la albina a la de cortos cabellos azabaches con un semblante insistente. Su mirada ámbar no le dio esperanzas, solo un abatimiento misericordioso y dudoso.
Merlín era la única que podía detener lo que comenzó y ayudarla a detener la decadencia de la empresa. Sus habilidades de contadora empresarial eran natas y sorprendentes, pero le advirtió de antemano que eso ya no era posible ni aunque rezara a las diosas.
—Lo sé. Te juro que traté, pero no hay nada que hacer. — Relamió sus labios mirando fijamente al rubio que maldecía en bajo una y otra vez. —No tuve de otra que advertírselo a Meliodas antes de que esto agravara más.
Respingo en el acto, recargándose en la pared más cercana, dejando su flequillo como el único aislante entre las severas miradas y su puchero. Apretó los labios aún más amortiguando sus jadeos, mordió su lengua evitando soltar algo de lo que pudiese arrepentirse. Solo quedaba una sola salida y lo sabía. Pudo librarse de todo antes, pero no lo hizo por él.
—Debí dejarte esto a ti, Merlín. Debí escuchar antes y... — murmuró llamando la atención del rubio como de la azabache. —¡Sabía que todo esto pasaría!
—Tranquila, solucionaremos esto de una u otra forma y... — Habló la azabache, pero fue interrumpida por la oji bicolor.
—¡No! Yo lo permití. — Apretó los puños a los lados, el recuerdo de aquella imagen la cegó en celos e ira. —Yo lo hice. Estaba tan molesta que no pensé en las consecuencias. — Su esposo le miró incrédulo y dubitativo.
—¿De qué estás hablando, Elizabeth? — Le gruño de vuelta con un semblante que dejaba mil dudas, su ceño frunció a los ojos verdes con recelo y cierto temor; sin embargo, había algo en sus pupilas que escondía un as bajo la manga.
—¿A caso estás pensando en renunciar? — Cuestionó la mujer recibiendo un suspiró dubitativo. Lo sabía; sabía que tenía esa opción de lanzar todo por la borda y renunciar al hombre que tanto amaba por dejarle el cargo a alguien más responsable que ella.
—Tal vez lo haga. — Meliodas sudó en frío al escuchar esto y su patente enojo se disolvió al instante para cambiar a un temor incierto.
—Pero solo hay una señora de Demon. — Insistió Merlín que, lejos de detenerla, solo la mantenía dudando cada vez más. Tal como lo mencionó, solo podía haber una mujer a cargo.
—¿Elizabeth? — El tono de voz en el rubio cambió a una de angustia que su mujer en seguida reconoció. —Lo que estés pensando, no es una buena idea. Por favor. — No podía, no dejaría que aquello volviera a pasar y resignarse a dejarla ir. No podía permitir que de nuevo esa inseguridad los agobiara y menos ahora que...
—Piénsalo Elizabeth. — le murmuró la de cabellos negros. —Puedes tener la libertad que tanto quieres.
Todo se cayó sobre ella. Acceder a irse y dejar todo atrás, tirar el anillo que la encadenaba al rubio, dejarlo con alguien más capacitada para ser su mano derecha que ella; sin embargo, aún le quedaba una última treta para descubrir la verdad.
—Exacto... — en ese momento, la albina simplemente mostró una sonrisa que desconcertó a la azabache y no dejó dudas en el rubio. Sus lágrimas no eran de angustia, ella solo soltaba una predominante risa burlona que la dejaba en la mira como una mujer cuyo plan había funcionado a la perfección y de eso estaba seguro Meliodas; la conocía, ella los tenía en donde quería o más bien, arrinconó a la persona que se atrevió a desafiarla al creerla ingenua. —Solo hay una señora de Demon.
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Bien, mi costumbre de dejar algunas consideraciones.
Si eres nuevo, te recomiendo leer la primera temporada. No es necesario si no lo quieres, pero es para una mejor compresión del contexto central.
*Habrá más lemon, lime melizabeth en este libro que en el anterior (incluyendo uno geldris)
*Aquí se resuelven algunos misterios así como llegan más problemas entre la pareja y la familia.
*La actualizaciones vuelven a ser como antes: cada miércoles o viernes
Cualquier duda o dudas que hayan quedado del libro anterior, aquí déjenmelas (tampoco me pidan spoilers)
En un rato más subo el capítulo I (si es que wattpad no vuelve a fallar).
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