Capítulo XLIX
Con la percepción perdida y ensimismado en un instante ocurrido hacia unos minutos, el rubio salió del trance cuando ya se encontraba en el asiento dentro del avión. ¿Alguien a su alrededor había notado que estaba perdido en suspiros? Miró a su alrededor, no había mucha gente en el vuelo, lo cual también era un alivio para su espacio personal; sin embargo, si habían notado que estaba más feliz de lo usual, ¿qué más daba?
Ese rostro de felicidad en Elizabeth cuando él por fin se abrió ante ella era única. Se sentía halagado de ser él quien provocó ese bello sonrojo y esa sonrisa de euforia. ¿Por qué no había dicho esa frase antes? "Te amo", era difícil expresarlo y sentirlo, pero al decírselo directamente no era una sensación incómoda como lo imaginó. Se sentía agradable, tranquilo y de una forma especial que, ni con todas las etimologías en su cabeza, no podría explicar lo increíble que era.
"En realidad lo hago. Amo a Elizabeth." Recalcó dentro de su mente. Soltó el aire y escondió su sonrisa al bajar un poco la mirada. ¿Por qué había prometido no enamorarse de ella? Él cumplía siempre su palabra y lo que aseguraba, pero Elizabeth se lo hizo tremendamente difícil desde el momento en que lo miró con esos ojos pizpiretos y burla en su sonrisa.
Elizabeth no era quien más le importaba. No era lo que más quería. No la más hermosa.
Ella no era su "más"; no.
Ella es su "única".
"¡Ugh!" Agitó su mente. Estaba perdiéndose más de lo que debería en el momento menos convenido. "¡Deja de ser muy cursi en público y enfócate en el proceso pendiente!" Se reclamó con algo de burla.
¿Cómo habría sido su "yo" pasado en estos momentos? Seguramente estaría desesperado por erradicar sus sentimientos y actuando de forma inmadura con tal de encerrarse en su coraza de serenidad.
Mientras tanto, Elizabeth sonreía a la nada manteniendo el tenue color rojo en sus mejillas, solo con el palpitar tranquilo de su corazón y una bocanada de aire cuando sentía que no respiraba.
"Meliodas..."
Llamarlo en el pensamiento era una forma de conmemorarlo. Le hizo feliz que él pudiera expresarse sin temor ni vacilar, que tuviera esa confianza y perdiera el miedo a sentir.
— Tierra llamando a Eli. Tierra llamando a Eli. ¿Me copias? — El par de ojos bicolores parpadearon desconcertados mientras su cuñada la ve con una burla en su sonrisa. — Estás muy ida, mujer. ¿Algo interesante que quisieras compartir con esta chismosa?
— Para nada, Gelda. Solo me quedé pensando en qué hacer ahora que Meliodas no está —. Carraspeó. Gelda aún mantenía una mirada despectiva a la burla, sintiéndose descubierta. — ¿Qué pasa?
— Oh, nada. Preguntándome porqué andas tan contenta —. Elizabeth solo desvío la mirada algo ruborizada absteniéndose a compartir ese momento entre su marido y ella. — Cambiando el tema... ¿quisieras acompañarnos a comer? Recogeremos a los niños de la guardería y los llevaremos a algún restaurante.
— ¿Por qué no? Muero de hambre —, respondió enseguida palmeando un poco su estómago. Gelda soltó una risita.
— Me lo imagino.
— Volvió por quien lloraban — cantó el hombre de cabello azabache con ánimo, mirando a ambas mujeres. — ¿Ya nos vamos? — Su esposa asintió, tomando su brazo con cariño.
— Elizabeth accedió a acompañarnos.
— ¡Bien! Nos encontraremos a Estarossa y Liz por allá. Por cierto, — miró a su cuñada con un ligero ademán autoritario, — mi hermano nos dejó indicaciones muy detalladas. Parece que no quiere que te privemos de tu libertad, pero nos exigió que te estuviéramos procurando.
— No me sorprende —. Que Meliodas hubiese entregado indicaciones detalladas y estrictas a todos lo que la rodeaban como método de mantenerla bajo cuidado no era una actitud extraña para Elizabeth. Le sonrió a Zeldris y miró con advertencia. — Siempre y cuando no vayas a querer controlarme como Meliodas, no habrá problemas entre nosotros.
— ¡Al contrario!, necesito consentir a mi sobrino —, sonríe y acaricia con gracia el vientre abultado de la albina. — Ahora hay que irnos.
Cómo lo había prometido, Zeldris y Gelda recogieron a su par de niños del prescolar y los llevaron a algún restaurante de temática atractiva para los pequeños: comida accesible y con zona de juegos para que gasten sus energías hiperactivas.
Después de comer, Zeldris y Estarossa se centraban en charlar sobre el pasado mientras estaban cerca de la zona de juegos para cuidar de los pequeños hijos del primer mencionado; por otro lado, Gelda, Elizabeth y Liz estaban aún en la mesa discutiendo cualquier tema trivial. Al menos hasta que a la pelirroja se le ocurrió cambiar el rumbo de la conversación.
— Elizabeth, ¿te molesta si me aclaras una duda respecto al embarazo? — La aludida alzó la ceja en señal de curiosidad. Liz rascaba su nuca algo nerviosa y con un sonrojo que competía con su cabello. — Digo, por si algún día reconsidero la idea de tener hijos.
Gelda y Elizabeth exhalaron al unísono; una con incredulidad y la otra con emoción.
— ¡No me digas que tu y Estarossa planean...!
— ¡Ni se emocionen! Es una idea aún muy lejana. Solo es curiosidad. — Interrumpió. Elizabeth le inscistó a que cuestionara lo que tenía en duda, a lo que la pelirroja aclaró su garganta y con una mirada llena de picardia, entrelazó sus dedos y los usó de soporte para su barbilla. — ¿Aún se puede tener sexo en el embarazo?
— ¡Que explícita, mujer! — Elizabeth luchó para no atragantarse con el agua que ingeria; por otro lado Gelda tapaba sus labios para evitar reírse.
— ¿Qué? Estás hablando con una mujer exigente con necesidades básicas. — Enfatizó cruzándose de brazos. — Pregúntale a Estarossa si lo dejo dormir.
La pobre albina se horrorizó, estaba más roja que nunca. Frunciendo el ceño a la vez que negaba una y otra vez ante el descaro de la mujer.
— Primero; son cosas privadas que no pienso discutir. Segundo; Meliodas se ha preocupado lo suficiente por mí como para tener algo de contacto íntimo ya que es un poco incómodo. Y tercero; ¡Deja descansar a tu hombre! — Liz se cruzó de brazos y bufó.
— Solo di que hace tiempo no te le encimas a Meliodas. — Los ojos bicolores la fulminaron, manoteando nerviosa para que callara.
— Corrijo: "hace tiempo no lo profanas". — Aclaró la rubia. — Escuché a Chandler desahogarse con Cusack. "Mi señorito aún está chiquito como para que esa niña lo llene de perversidades ".
— ¡Pero si Meliodas es el pervertido de los dos! — Exclamó la albina cruzándose de brazos con berrinche, preguntándose: ¿por qué la toman como una especie de súcubo? — De cualquier modo, ese rubio ya me pertenece.
— Nunca te había escuchado tan posesiva. Y tanto alegabas que no lo querías. — Giró los ojos con ironía soltando una risa de sus labios carmines. Se acomodó sobre la silla y miró con maldad a su amiga. — Y hablando de posesión, ¿no te sientes celosa o incómoda? Digo, Meliodas es un "megabombom" que fácilmente acaparata las miradas. Quién sabe. — Alzó los hombros. — Cualquier mujer estaría dispuesta a lanzarse encima con tal de sacar algo de provecho.
Que Meliodas era todo un espectáculo para la vista ya se lo sabía y tenía bien en mente desde antes. No culpaba a los demás ojos de tener un buen gusto en cuanto a rubios; sin embargo, le preocupaba más el hecho de que su marido era un experto en espantar a mujeres de la forma más cruel e indiferente.
— No me preocupa en lo absoluto. Confío ciegamente en él. — Aseguró. — ¿Podría preguntarte lo mismo con Estarossa? Te recuerdo que es un hombre de libertinaje.
— Oh, él es un "don Juan" por naturaleza. Se le hace fácil coquetear sin quererlo; sin embargo, cuando lo hace conmigo es tan adorable que no me hace dudar. Sin mencionar que sabe conquistar mi estómago —. Palmeo su estómago con satisfacción. —Dudo que cambie de opinión. Y si no, recuerda: "si alguien te rompe el corazón, tu rómpele lo que lo hace hombre".
— Está muy enamorado de ti a pesar de su personalidad libertina —, comentó Gelda con optimismo. — Si estás curioseando sobre el embarazo significa que estás lista para dar el "si" cuando te pida matrimonio.
— Es algo que hemos charlado y llegamos a la conclusión de que si queremos casarnos, pero ya en un futuro lejano —. Miró a la albina con espera y picardía. — Pero aún no me respondes mi pregunta, Elizabeth. Gelda también tiene curiosidad —. La aludida lo admitió con una sonrisa.
— ¡Las odio, morbosas! — se sonrojó fuerte y resopló sobre su flequillo. — Pues si se puede tener sexo, pero con cuidado y buscando una posición cómoda. A veces puede ser algo lioso.
— Entonces yo paso —, dijo Liz con desánimo. — No creo que pueda soportar eso teniendo a Estarossa de atracción.
— Por cierto, ¿ya saben el género de mi sobrino? — Cambió la rubia el tema.
— Hmm, aún no tenemos idea —, respondió la peli plata dando un sorbo a su limonada. — La ginecóloga me comentó que en la próxima consulta puede reconocerlo. Así que falta poco para que Meliodas y yo podamos saberlo.
— Si es una niña y salga idéntica a ti, estoy segura de que él se volvería loco con ella. ¡Ese corazón de hielo se le va a derretir! — Exclamó Liz soltando un suspiro soñador.
— Pero si es niño, seguramente será un caballerito como Meliodas —. Añadió Gelda. —Grandes ojos, cabello rebelde, algo gruñón y rostro infantil. Que suerte tendrías Eli; despertarás con los dos amores de tu vida. — La aludida se sonrojó con ternura.
— ¡Ya puedo imaginármelo! — chilló la pelirroja. — ¡Tienes que decirnos su género en cuanto lo sepas!
— ¿Por qué la urgencia?
— ¿Cómo que porqué? Para planear el baby shower, tontita. — Elizabeth trato de hablar, pero Liz no lo permitió. — Y ni pienses en negarte porque no pienso aceptarlo. No será una fiesta grande, entiendo que ustedes aprecien la privacidad, pero si planeo hacer algo con los cercanos.
— No tiene caso que me niegue —, suspiró derrotada. Liz era lo suficientemente terca para desistir fácil, así que quería evitarse inconformidades. — Bueno, siempre y cuando no intenten juegos extraños de esos que hacen en esas fiestas. Prefiero algo tranquilo.
El tema de conversación le dió algo de hambre, de nuevo. Así que tomó una porción de puré de papas, abrió un sobre de mermelada de fresa (de las que naturalmente te dan en los restaurantes para añadirlos a los panes dulces) y lo echó en el puré.
— Uh, Eli... — la aludida miró a Liz quien poseía un semblante desagradable. La rubia tampoco se quedaba atrás con una sonrisa nerviosa que parecía más una mueca en los labios. — Eso es jalea de fresa.
— Lo sé. — Sé hundió de hombros con indiferencia antes de darle una probada al puré, llevándose una sorpresa. — ¡Es delicioso! — Sus ojos brillaron y las papilas de su lengua salivaron ante tan exquisito sabor. — Necesito más sobrecitos de jalea —. Empezó a comer como si su vida dependiera de esa combinación extraña.
— Creo que consideraré las desventajas de un embarazo —, comentó la pelirroja con una mueca mientras Elizabeth era feliz con su puré de papas con jalea dulce.
[...]
Elizabeth 12:44 p.m.
¿Estás nervioso?
Meliodas 12:44 p.m.
Ansioso, mejor dicho.
Es la primera vez que conoceré
a Anghalhad; y por lo que
me han contado, es muy
fácil de convencer. Sin embargo,
eso me inspira duda.
Elizabeth 12:44 p.m.
Esperemos que no se
deje llevar por la mala
fama de tu apellido 😅
¡Tu puedes, Mel! ♡
El rubio sonrío un poco contra la pantalla de su teléfono ante ese pequeño último mensaje recibido por parte de su esposa. Aunque estuviera lejos, de una forma u otra ella siempre le hacía sentir apoyado.
— Señor Demon... — le llamó la secretaria. Meliodas volteo a verla con atención. — El jefe lo atenderá en breve.
Este hizo un firme asentimiento con amabilidad y se dispuso a continuar esperando en la sala con un semblante sereno mientras llegaba la hora citada. Revisaba que todo estuviera en orden, que ningún papel se le haya olvidado o que ningún detalle se le escapara. Mientras hacía todo esto, pocos se atrevían a saludarlo con cortesía, algunos solo preferían darle la vuelta y evitarlo, los que no lo conocían solo sentían su vibra de grandeza y se intimidaban; todo esto sin saber que Meliodas solo estaba ligeramente ansioso.
•
— ¿Está bien, señor? Lo veo muy distraído y ansioso — La mujer joven estaba preocupada y al mismo tiempo divertida por la actitud jocosa y nerviosa de su jefe. Anghalhad jugaba con su pluma golpeándola sin ritmo contra el escritorio. — ¿Es por qué su mujer se molestó esta mañana?
— Eh, no... Bueno... Algo así. — Rascó su nuca algo nervioso y dejó su acción con el lapiz. — Ella quería que la acompañara a ver los últimos detalles de la boda, pero... este socio es realmente importante. ¡No puedo fallar la primera impresión! Se dice que es un hombre muy severo y formidable.
— Su prometida lo terminará por entender una vez que su boda sea un éxito. — Añadió la de ojos color verde agua con voz tranquila y grata, ayudándolo a que su escritorio se vea ordenado al igual que la oficina. — Hablando del nuevo socio, ¿es necesario dejárme en suspenso? — El hombre mayor la miró, percatándose de su curiosidad. — Ya dígame quién es.
— Eres muy curiosa, Elatte. Te conozco. — Empezó a reír viendo como esbozaba una mueca de inconformidad. — Si te digo quien es, te pondrás nerviosa y empezarás a ensayar toda una conversación; y todo para que al final lo arruines.
— ¡Necesito estar preparada y precavida! Quizás así lo haga peor. — Se cruzó de brazos y lo miró con falsa indignación. El hombre mayor se rio con una carcajada sonora.
"Señor Anghalhad, su cita de las 02:00 p.m. ya está aquí". Enunció otra de sus secretarias desde el alta voz del teléfono.
— Déjalo pasar. — Le ordenó amablemente. Después de unos segundos, alguien llamó a la puerta. — Adelante. — Meliodas entró a la oficina con porte y serenidad causando un revuelo en la mujer de cabello blanco. — Buenas tardes, Señor Demon. Es un placer al fin conocerlo.
" ¿D- Demon?" Pensó la mujer al escuchar ese apellido. Su piel se erizó y una necesidad de no verlo albergó en su cabeza.
— Señor Anghalhad, el placer es mío. — Dijo Meliodas con un pequeño gesto afectuoso, acercándose al hombre para estrechar sus manos. — Debo agradecerle la oportunidad de poder enlazar negocios, por lo que le pido que no seamos tan formales y solo me llame Meliodas.
— Le tomaré la palabra. No acostumbro a ser tan serio. — Añadió Anghalhad con carisma. — Señor Meliodas, le presento a mi asistente y empleada de confianza. — En cuanto los ojos verdes del rubio vieron a la muchacha presente, en seguida reconoció su rostro asustado.
Sus ojos aqua, su balbuceo e incredulidad, su cabello largo y liso y ese tenso ceño fruncido que acostumbraba. Sin duda era la misma Elatte que conocío hace años.
— Meliodas... — musitó en bajo.
— Debo decir que esto es una sorpresa. — Los ojos del rubio se aplicaron poco al ver de nuevo a la joven fémina de nuevo después de casi tres años. — Un gusto en volver a verte, Elatte.
— ¡Vaya! ¿Ya se conocían? — Dijo Anghalhad con más sorpresa que ellos dos juntos, tomándose el incómodo encuentro de la manera más jovial posible. — Y yo que quería impresionarla.
— Eh, bueno... es que... — balbuceó la peli blanca desviando los ojos de la presencia de Meliodas. Solo bajó un poco la mirada mientras musitó: —... hay una historia detrás de esto.
— Fuimos viejos conocidos. — Confirmó el rubio sin mostrar emoción aparente. — Sin embargo, yo solo vine por el tema de los negocios. No a discutir mi vida, si no le molesta.
— Por supuesto. — Exclamó el jocoso hombre. — Antes de empezar, ¿Puedo tutearlo? — El rubio dió un suave asentimiento de cabeza. — Bien, ahora toma asiento por favor, y empecemos.
El rubio se sentó frente al escritorio y Anghalhad del otro lado con su asistente, Elatte al lado. Iniciaron una presentación e introducción formal y llamativa que tomó casi una hora. Charlaron e intercambisron ideas, necesidades empresariales y sus atributos en común. Parecían concentrados en conocer como se beneficiarían mutuamente, por lo que el hombre jovial no dejaba de lado a Elatte en cuanto una opinión o distinta perspectiva; sin embargo, la mujer de ojos aqua no evitaba estar nerviosa cada vez que el rubio la miraba de reojo, cuando le decía una oración corta o con su simple presencia. Cómo si sentimientos enterrados en un pasado catastrófico empezaran a emerger nuevamente.
En el transcurso de la tarde no podía evitar mirarlo y desviar su mirada rápidamente con algo de pesar; cuando le preguntaba algo simple de su labor, ella incluso dudaba, pero se esforzaba en actuar con naturalidad, pasando por desapercibida de su jefe fascinado por las ideas de Demon.
— Nuestra empresa cuenta con los mejores recursos y los contactos de confianza para llevar a cabo una fundación de alto interés socioeconómico. Si pudieramos... — El teléfono de la oficina sonó fuerte, interrumpiendo el discurso del rubio.
— Lo siento. — Se disculpó el hombre con nerviosismo, atendiendo enseguida sin molestar al rubio. —¿Si?
"Señor, lamento la interrupción, pero me acaba de avisar su prometida que hubo un error en las tallas de los trajes y quiere saber si puede ir a medirse unos nuevos. Es urgente". Se escuchó la vocecita nerviosa de su secretaria por alta voz.
Anghalhad no tuvo más que rechistar y vio con pena a Demon.
— Señor Meliodas, ¿le importa si posponemos esta reunión para esta noche? — Comprensivo, este asintió con un leve gesto reconfortante.
— No tengo inconveniente. Entiendo lo difícil que es planear una boda. — Esto llamó la atención de Elatte, así que buscó en su mano lo que temía, y había escuchado rumorar desde hacía tiempo, él llevaba un anillo de matrimonio.
Sin entenderlo, sentía un pesado sentimiento amargo al saber que estaba casado. Ese hombre que una vez conoció y creyó que estaba a una galaxia de distancia de los sentimientos, ahora estaba atado a ellos. Lo había notado. Era más expresivo.
— Gracias. Yo te pasaré el recado del lugar y hora con mi secretaria. — Avisó el hombre con apuros tomando sus cosas con cierto apuro.
— Bien, hasta entonces Anghalhad. —Ambos hombres estrecharon manos en señal de acuerdo.
— Elatte, encárgate de mis compromisos. Te encargo a Meliodas —. La aludida no tuvo tiempo de dar una respuesta ante la apresurada voz de su jefe que casi salió corriendo de la oficina. —Con permiso.
— Propio.
Anghalhad salió y dejó una tensión silenciosa en la oficina que duró pocos segundos.
— No pensé que trabajaras aquí. ¿Llevas mucho tiempo? — Trató Meliodas de iniciar una amena conversación con la mujer para calmar la tensión que había.
— Llevo dos años aquí. — Carraspeó. — El jefe es una gran persona. Me dio la oportunidad de trabajar aquí con buenos horarios —Explicó de más a causa del nerviosismo que sentía frente al rubio.
— ¿Y cómo están Solad y tu hijo? —Se animó a preguntar, guardando sus manos en los bolsillos.
— Oh, ellos... — suspiró y le miró sonriendo. — Solad trabaja con su padre en su negocio, así que tuve que contratar una buena niñera. —Suspiró y no evitó mirar con incomodidad el dedo anular de Meliodas. — Veo que las noticias son ciertas. Te casaste.
— Hace unos meses —, dijo mirando su mano izquierda dónde el anillo reposaba.
— Te noto feliz por eso. — Demon sonrió un poco ignorando el tono ligeramente desilusionado de la peli blanca.
— Lo soy, no voy a negarlo. — Sacó un pequeño papel de notas y anotó su numero; arrancó la hoja y le dió el papel a Elatte. — Ese es mi número y el hotel donde me hospedó por si me das noticias de Anghalhad. — Los dedos de la mujer lo tomaron y no evitó sentirse nuevamente nerviosa, apreciando ese simple pedazo de papel. — Bueno, nos vemos después.
— Te acompaño al elevador —, se ofreció enseguida. Después de darle unas indicaciones simples a Meliodas, este tomó el ascensor y se dispuso a volver al hotel donde se hospedaba.
Por otro lado, la de ojos verdes aqua soltó el aire una vez que el rubio estuvo lejos. Su ambiente tranquilo regresó a estar neutro, si no fuera porque una de sus compañeras, y mejor amiga del edificio, se le acercó.
— Elatte... — su compañera se giró a ver a quien tanto veía con melancolía y consternación, encontrándose con un peculiar, pero conocido cabello rubio rebelde. La chica en cuestión miró con sorpresa a la de cabello blanco. —¡No me digas que es quien creo que es!
Elatte suspiró y la miró algo abatida mientras asentía con la cabeza.
— Mi ex.
Meliodas había sido su pareja por el corto tiempo de cinco meses; aunque toda la familia de Demon consideraba que solo fueron tres meses debido a la ruptura tan dramática y escandalosa. Ella cometió un grave error al quererlo de forma intensa y enfermiza que ahora no sabía cómo verlo a la cara sin sentirse intimidada.
— Bueno, esperemos que no te sea una distracción para trabajar tranquila con él rondando por aquí. Sería caótico si aún estuvieras enamorada de él. — Hizo un comentario jocoso y poco probable para la actualidad, sin saber que solo inició un debate en su compañera.
Elatte solo sintió una suave palmada en su hombro con una sonrisa burlona, a lo que nerviosa y confundida se alejó a regañadientes.
— ¡Ugh! Necesito un vaso con agua.
[En la noche]
— Debo decir que no me has decepcionado. La idea, la propuesta, las ventajas, los ingresos... — dijo el hombre risueño con una voz sorpresiva. Estaba convencido con las ideas sugeridas por Meliodas en esa noche citada. — ¡Decidido! Agendaré una reunión con mis socios para aprobar el proyecto.
— Mientras tanto trabajaré en la presentación. Muchas gracias señor Anghalhad. — Meliodas estrechó su mano con él, cerrando así el primer trato entre ellos
— Dejaré a Elatte a su total disposición. — Señaló a la mujer mencionada que también había asistido a esa cena por petición de su jefe. Y claro, no se había negado por una extraña razón. —Ella conoce todas las agendas, contactos requeridos y todos los datos que necesites. Puedes recurrir a ella para cualquier cosa que se te ofrezca.
— Muchas gracias — añadió con tono amable, viendo de reojo a la peliblanca.
— Bien, los dejo disfrutar el resto de la velada. Y no te preocupes por pagar, Meliodas. Ya está todo a mi cuenta. —Agregó con amabilidad, palmeando suavemente el hombro del rubio. — Qué tengan buenas noches.
Una vez que Elatte estuvo sola con Meliodas, su expareja, no evitó sentirse muy ansiosa a su lado, sobretodo porque él ni le miraba directamente. Meliodas solo tomaba un sorbo de su bebida de forma tranquila e independiente.
— Espero que lo que pasó entre nosotros no sea impedimento para trabajar juntos — dijo de golpe y sin pensarlo. Su mente era un tren de pensamientos que no podía conectar su razón con la lengua.
Claramente, Meliodas estaba incómodo con el rumbo de la conversación. Era un asunto que hubiese preferido evitar y pasar por alto, pero también estaba de acuerdo en que había pequeños detalles sin ajustar.
— El trabajo es trabajo. No hay por qué involucrar lo personal con lo laboral. —Responde sin expresión aparente.
La mujer se quedó en silencio algunos segundos mirando alrededor en busca de otro tema de conversación.
— Me enteré que tu padre murió hace unos meses. Lo siento. —Meliodas suspiró pesadamente mientras asentía suavemente. — ¿Cómo está tu familia? Tu... ¿cómo has estado?
— Claramente fue un suceso inevitable y algo doloroso, debo ser sincero. Pero ya lo hemos aceptado todos. — El tema de la muerte de su padre era algo que aún le daba dolor discutír, le causaba nostalgia y una serie de sentimientos punzantes.
— Oh, ya veo... — Elatte le mira un poco, midiendo su labio inferior con ansias. — ¿Y cómo han estado Zeldris y Gelda? Escuché por ahí que se casaron hace dos años. —Este asintió suavemente en respuesta.
— Claro. Decidieron formalizar su relación. — Prefirió no dar más detalles de la vida marital de su hermano menor. —Ya los verás en la boda de tu jefe.
— ¿Significa que también irás a la boda? — Detonó con sorpresa. — Te recordaba ajeno a las reuniones fuera del campo laboral. — Suelta un risa un poco curiosa, sintiendose un poco más cómoda con él.
— No tenía planeado asistír, pero dado que Elizabeth vendrá con Zeldris y Gelda... — se alzó de hombros.
Para Elatte eso fue una espina en el pecho al escuchar el nombre de esa mujer.
— Elizabeth... ¿Tu esposa? — Evitó hacer una mueca cuando el rubio asintió con la cabeza. La de cabello plateado esbozó una sonrisa sarcástica. — Te soy sincera; nunca te imaginé a ti casado.
— ¿Perdón?
— ¡No quise hacerlo sonar así! — corrigió rápidamente. — Digo que... siempre demostraste que nunca te enamorarías o algo así. De hecho, pensé que eras arromántico... Pero ahora, es como ver un nuevo Meliodas. Incluso parece que a ella si le tienes afecto. — Su mirada incluso lucía algo abatida a causa de los celos por esa mujer que no conocía.
— Eso es irrelevante. — Resopló y talló las sienes antes de animarse a verla con desaire. — Elatte... admito que yo fui muy indiferente y poco considerado contigo en el tiempo que duró nuestra relación. Me disculpo por eso. Merecías algo mejor. —La aludida rápidamente negó lo dicho.
— No fué así. Yo fui quien te engañó e hizo cosas que no debía. —Bajó la mirada con algo de pudor, acariciando su brazo en consuelo. —Creo que no te quería lo suficiente para soportar tu indiferencia. A la vez... estaba desesperada por tener tu atención.
Los ojos verdes de Meliodas solo la miraron con una crítica severa; aunque asumía parte de la culpa por hacer que su relación fallara brutalmente.
— Ambos sabemos porque hiciste lo que hiciste. Y aunque realmente no me interesó que me engañaras con Solad; solo te puedo compadecer porque fue mi culpa. Sin embargo, no voy a negar que realmente me molestó lo que hiciste.
— Y lo lamento. No sé en que pensaba esa vez. — Tensó sus finos labios rosados y le miró con mucho arrepentimiento. — Estaba desesperada por que se me hizo sencillo. ¿Realmente no te importó romper conmigo? — con su mirada había dicho todo; él nunca sintió algo por ella.
— Lo lamento más por Solad. — Soltó un suspiro algo inquieto. —Pero como vez, ahora ya estoy casado y tu también. Ya no hay nada que perdonar. Eso ya es pasado.
A pesar de que él era mucho más sincero y expresivo, la crueldad con la que decía las cosas no había cambiado. Elatte se limitó a mirar a algún punto del mantel de la mesa.
— Sin embargo, yo no... — El teléfono de Meliodas sonó, salvándolo de esa incómoda conversación. No evitó sonreír ligeramente al ver el nombre de su esposa en la pantalla de llamada.
— ¿Me disculpas? — Se levantó, alejándose de la mesa a un lugar apartado. Aclaró su garganta y respondió de forma suave. — Buenas noches, preciosa.
— Buenas noches, Mel. Espero no interrumpir algo importante. — se escuchó la dulce risita de la albina al otro lado de la línea telefónica. Elizabeth se encontraba con solo su bata de baño sobre la cama, su cabello mojado en la almohada; había estado bebiendo un vaso de leche en su mesa de noche después de su merecido baño.
— Para nada. — Respondió el rubio con una sonrisa. — ¿Vas a dormir? ¿Cómo se porta el intruso? — Cuestionó. Elizabeth suspiró relajada.
— Solo iba a darte las buenas noches antes de que se te ocurra llamar mientras duermo. Y Tristán está satisfecho ahora que acabo de comer. — Respondió acariciando su vientre con un tono jovial. — Pero antes que todo, ¿qué tal te fue hoy?
— Mañana empiezo a trabajar con Anghalhad para presentar el proyecto a sus socios.
— ¡Que gran noticia! Sabía que podrías. — exclamó alegre la mujer, detonando orgullo por Meliodas. Este solo rio enternecido. — ¡Convencer a los socios y mostrar tus proyectos será pan comido!
— De hecho, quisiera que me ayudaras a redactar las opciones. Una opinión de otra perspectiva más creativa me sería útil para presentarla. — Bien sabía que podía hacer algo por su cuenta y hacer logros por su cuenta, pero tener presente a su hermano, y sobretodo a Elizabeth, era escencial no solo sentimentalmente, sino porque ellos eran pilares importantes en el negocio.
— Sabes que no debes preguntar — dijo jovial. — Envíame el archivo cuando termines y yo le daré un vistazo.
— Gracias. Ahora descansa, Eli. Es seguro que no podré llamarte mañana, así que me comunico el viernes. — Ella asintió del otro lado, soltando un suspiro.
— No te preocupes. Qué tengas buena noche, Mel. — Y la comunicación con su esposa terminó ahí. El rubio suspiró y volvió a la mesa que compartía con la mujer peli blanca.
— Ya debo irme. Debo empezar con la presentación con los socios de Anghalhad. — La chica instantáneamente se adelantó y lo tomó por la muñeca. Meliodas se giró a verla con un gesto consternado, intercalando su mirada entre el rostro de la joven y su mano sujeta a su muñeca. Alzó la ceja y ella rápidamente lo soltó nerviosa y ligeramente sonrojada.
— Lo siento... — lo soltó y sonrió nerviosa. — ¿Te llevo al hotel? Sin compromiso.
Meliodas negó suavemente.
— No lo veo necesario, pero te agradez...
— Me queda de pasada. Por favor. — Se ofrece amable, insistiendo y sin ninguna intención guardada; así que Meliodas, después de pensarlo bien, accede.
El camino no fue del todo del agrado para Elatte, pero tampoco incómoda. Mientras ella forzaba la conversación a algo personal, queriendo indagar un poco en la vida de Meliodas, de alguna forma u otra, él no daba detalles al respecto y terminaba charlando de negocios o hablando cualquier cosa banal.
•
He vuelto gente xD
Lamento si estoy tardando en actualizar, pero bueno, equis QwQ
Ojalá hayan disfrutado el capítulo. Se les quiere:3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top