Capítulo VI
— Esto es extraño. — Mencionó dejando el teléfono de lado con cierta indiferencia. — Según por palabras de Dreyfus, él llegó solo a testificar y cumplir su condena. Me mantendrá informado. — Terminó con un resoplido a la vez que soltaba un estornudo. —¡Achú!
— Salud. — Respondió entre dientes. — Es raro que de la noche a la mañana que se desapareció haya venido de la nada. Ya veremos el reporte del comandante. — Se hundió de hombros. — Oye... ¿no has pensado respecto a lo de... Briar?
— Esa mujer es irrelevante para mí, ¿por qué cuestionas? — Negó un par de veces soltando una bocanada.
— Nada, solo creí que seguirías abrumado por eso. — Carraspeo en bajo. — Mejor cambiemos de tema, ¿qué tal te cuida mi cuñada?
— ¿Te parece poco ver? No me deja salir, me prohibió ir a trabajar, me obliga a comer... Es como una niñera. — Suspiró tallando su rostro exasperado ignorando el hecho que su hermano estaba siseando entre risas.
— Tienes suerte, al menos contigo es cuidadosa. Gelda apenas y consiente a Amice. — Reprochó cruzándose de brazos. — Me parece increíble como es que los opuestos pueden llevarse tan bien. Dime... — este le miró sobre el vaso de agua a la vez que tomaba un largo trago. — ¿Ya te enamoraste de ella? — Inesperadamente para él comenzó a toser desesperado.
— No. — Carraspeo para aclarar su garganta. — Ya lo he dicho, no lo haré nunca —, pero el pelinegro se mantenía con una mirada jovial y cruzado de brazos.
— Te creería si no desviaras la mirada a cada rato. — Los ojos verdes del rubio solo miraban al redor y no al rostro de su hermano que se inclinó para verle mejor. — Ya dime, ¿te está haciendo dudar? Cada vez eres más simple y relajado, nunca te había visto tan menos sereno y hostil.
Meliodas tosió un par de veces perdido en sus pensamientos, no negaba que su vida dio un giro muy brusco con la presencia de la albina. La manera tan cercana en la que han estado últimamente le permitió abrirse más de lo que hubiese pensado y, lejos de molestarle, era como tomar un respiro aliviador entre aguas tempestuosas; sin embargo, se aferraba a la idea de aborrecer el romance y a aquello que llamaban amor por simple costumbre.
Negó un par de veces.
— El resfriado me ha ablandado un poco, no te acostumbres. — Dio un trago a su vaso para evitar seguir con el tema.
— Si, claro. — Contrario esto, solo le dio un sorbo a su cerveza negando un par de veces. «¿Cuándo dejaras de ser tan testarudo y aceptarás que estás más que perdido por Elizabeth?»
[...]
— ¿Y? ¿Qué te dijo? — Cuestionó mordiéndose las uñas con vacilación una vez Elizabeth terminó con la tortuosa llamada. Pasmada y titubeante le miró algo incrédula.
— La veré mañana. — Musito dejando el teléfono con brusquedad. —¡Oh, por dios! Gelda, ¿qué hice? — Chillo pasando sus largos dedos con exasperación entre sus cabellos. — Meliodas va a enfadarse. ¡Como siempre, me meto en donde no me llaman!
— No creo que sea para tanto. — Trató de calmarla, pero por la mirada de la oji bicolor, ni ella estaba segura. — De acuerdo, yo me veo involucrada, así que seguramente Zel se verá muy molesto por apoyarte y apoyar la idea de contactar a Briar. — Soltó un puchero.
— No hay de otra, le voy a decir. — Asumió al soltar el aire por la boca. — Aunque seguramente no me salvaré de su mirada indiferente y negando una y otra vez que hice mal. — Soltó un largo suspiro que en vano la calmó, no estaba lista para recibir su mismo carácter o, en peor de los casos, se muestre más que molesto. — No hay de otra, ya la cité.
— ¿Quieres que te acompañe a verla? No me gustaría que la enfrentaras. — Esta negó en respuesta.
— Estaré bien, solo necesito que Meliodas y Zeldris accedan a verla. Yo le diré a Briar que ellos están dispuestos a escucharla siempre y cuando así lo consientan. — La rubia chistó en bajo; comprendía que lo que su cuñada hacía era por el bien de los hermanos Demon y no eran malintencionada, sobre todo porque era crucial para que dejaran ir eso que les inquietaba.
— Haré todo por convencer a Zel, pero dalo por hecho. — Sonrió con cierto brillo perverso en sus ojos que la albina mejor dejó pasar por desapercibido.
— Me serviría, gracias.
Por un largo momento, el silencio fue lo único que habitó entre las mujeres, solo compartiendo el mismo pensamiento hasta que la rubia decidió abrumarlo con un cambio de tema.
— ¿No has hablado con Liz? Tiene tiempo que no sabemos de ella. — La albina concordó con esto.
— La verdad, no. Me intenté comunicar con ella, pero Estarossa me confirmó que ha estado más ocupada. — Soltó con un puchero. — Es bueno saber que al menos ella no está enredada con ciertos problemas. — Dejó caer su barbilla sobre sus manos con desanimo.
— No te ahogues tanto, verás que todo irá mejor. — Mostró apoyo; sin embargo, el momento fue perturbado por la secretaria de cabellos verdes y ojos azules.
— Señora Demon, tiene que atender unas peticiones. — Indicó algo amable. Elizabeth se dio un golpe mental, olvido que tenía más cosas que atender en esos momentos.
— Si, claro. Gracias Deldrey. — La aludida solo se retiró, dejando pasar a una fina mujer alta de cabello negro y ojos ámbar. — Hablaremos mañana, Gelda. — Esta sonrió y no tardó en salir del lugar para dejar a la empleada y a la albina. — Buenas tardes, señorita... Belialuin, ¿verdad?
Merlín por su lado arqueo ligeramente la ceja al ver de abajo a arriba a la albina de dulce rostro y ojos tan expresivos y para nada mostrando un comportamiento profesional. Ella no debía ser la tan mencionada y hostíl señora de Demon, ¿cierto?
— Si. — Tosió un poco para aclarar su garganta. — ¿Usted es la señora de Demon? — Esta asintió un par de veces.
— Lamento que haya tardado en atenderte, pero entenderás que han sido días muy ocupados. — Sonrió con amabilidad. — ¿En qué puedo ayudarte? — La de cabello azabache solo torció una mueca en su sonrisa. Era todo lo contrario al rubio de mirada sombría y expresión serena; esta era todo menos una mujer que pareciera llevar las cosas en serio; una bisoña más.
Sería un asunto fácil de tratar, o de eso se convencía.
[...]
Tedioso, cansado, abrumado... todo sinónimo de "molesto" era bien recibido para describir su día (y eso que apenas era el segundo), en que se hacía responsable de tres puestos a la vez: los deberes de Meliodas, Zeldris y el suyo propio que era ir de Demon a Goddess y viceversa. ¡Estaba más que fastidiada de los números! Sin contar las fuertes quejas y disputas con Chandler; ese vil hombre que solo se empeñaba en recordarle lo responsable y mejor trabajador que era su "señorito", al menos podía agradecer que Cusack era más tranquilo y calmaba los nervios de ese anciano fanfarrón.
Los momentos al llegar a casa debía mantenerse lo más relajada posible y no dar sospechas al rubio que estaba más que rendida o ese terco Demon era capaz de hacer caso omiso a sus dolencias e ir a encargarse de sus deberes por su cuenta, así como empezar con sus propuestas con los embajadores de la corporación Camelot (tareas de las que ella misma ya estaba encargándose). Elizabeth, distinto a lo que otros pensaban, tenía una fuerte coraza por demostrar que podía ser más que la simple mujer de Demon.
—¡Achú! — respingó un poco antes de hablar con claridad. — Chandler y Cusack han terminado de llenar las vacantes disponibles. — Comenzó el rubio con la computadora en la mesa de noche, suspirando por toda información llegada por parte de Melascula. — Me alivia que al menos no falte más personal en el área de contaduría.
Elizabeth se deshizo de los zapatos altos sin ningún cuidado y soltando un suspiro de alivio, pues estos le incomodaron demás al estar de un lado a otro, contando que no estaba acostumbrada a ellos.
— ¿También te mencionó que volvimos a discutir? En mi defensa, me dejó todas las hojas desordenadas. ¡Pudo acomodarlas por lo menos! — Se cruzó de brazos a lo que este soltó una risita en bajo. Esos dos no dejarían de repelerse. — Me tomó más tiempo, tuve que correr, literalmente.
— Si, me dijo que volviste a hacer berrinches. — La mujer jadeo indignada. — No te tolera para nada, pero al menos los avances han sido buenos. — Suspiró dejando el aparato de lado para cerrarlo y verle con tranquilidad. — Si tan solo no fueras tan necia.
— Tu debes recuperarte al 100% primero; además, necesitabas ya un descanso. Haz estado más estresado por eso mismo. — Negó ligeramente.
— Y ahora eres tú la que carga ese estrés. — Confirmó sin dudarlo.
— Para nada. Melascula ha sido muy servicial conmigo; aunque tu secretaria Deldrey tampoco le agrado, también ha sido de ayuda. — Suspiró dándole el crédito a la mencionada. — Lo que me molesta un poco es que parece que tus empleados los tengo mordiéndose las uñas. — Bufó.
— Creo que es el precio de portar el apellido. — Se hundió con indiferencia y es que, en realidad, nunca les prestó atención a esos detalles.
— Pues no me agrada. — Terminó cruzándose de brazos.
El rubio ya no le prestó importancia, pero tampoco podía culparla, él se acostumbró a esos tratos formales con los trabajadores y clientes; distinto a ella que solo buscaba una guerra verbal y grosera, algo que poco a poco tuvo que aminorar de su personalidad; sin embargo, había otra cosa que le parecía molestar y no tenía nada que ver con el ambiente laboral, podía adivinarlo. Mordía su labio, estaba más pensativa de lo normal y sus piernas flanqueaban con vacilación e inseguridad; si algo no le incomodaba, estaba convencido que algo hizo.
— Eli, ¿sucede algo más, preciosa? — La albina mordió su labio aún más fuerte soltando un quejido a la par que sus mejillas se tornaron rojas de vergüenza. Debía decirle del asunto de su madre.
—¡Prométeme que no me vas a reprochar! — exigió dejando desconcertado a su pareja. Definitivamente algo hizo. —¡Y perdóname por meterme en asuntos que no son míos, pero no podía...! — En su pánico, comenzó a farfullar, cosa que solo dejó aún más desconcertado al blondo.
— Oye, ¡Oye! — Él la tomó de la muñeca para tirar de ella y sentarla a su lado. — Dime, ¿qué pasó? O, más bien, ¿qué hiciste?
— Eh yo... — Respiró profundo antes de mirarlo fijamente a sus ojos verdes. — Yo contacté a Briar, tu madre. — Ladeo una mueca sin despegar la mirada de los gestos del rubio.
Meliodas arqueo la ceja a la vez que apretaba los labios para evitar soltar algo y comenzar a alterarse. Acarició el puente de su nariz con un fruncir de ceño soltando un chasqueo de lengua, siseando algo atormentado por las acciones de su mujer.
Pasaron algunos segundos antes de que disponerse a hablar sin reclamos.
— Suponiendo que tienes una muy buena razón para hacer tal... cosa; explícate. ¿Cómo es que se te ocurrió tan absurda idea? — Pidió de la manera más tranquila y calmada posible, dándole una mirada que la dejó helada y temblando.
— Deseaba ayudarte a que dejaras de lado el asunto de tu madre. ¡No quiero que tengas un vínculo con ella si no quieres! Solo que tal vez puedas sentir alivio sabiendo por su boca lo que pasó realmente en el pasado. — Terminó cabizbaja algo intimidada por su manera tan soez de mirarla. — Lo siento.
No sabía cómo sentirse al respecto; estaba algo molesto de cierta manera por el hecho que se metiera en sus asuntos que claramente deseaba evadir a toda costa y sobre todo, aún lo atormentaban. No podía culparla tampoco por ser tan impetuosa buscando su bienestar emocional, pero tampoco deseaba enfrentar a esa mujer que tanto daño causó con su abandono.
— Dime algo, ¿eso fue lo que hablaste la otra vez con Zaratras? — Le vio asentir ligeramente.
— Es una recomendación. Mencionó que puede ser de alivio para ti y tu hermano terminar en buenos términos con esa mujer ya sea a un corto o largo plazo. — Le vio desviar la mirada, no podía seguir evitando el tema, sobre todo cuando era una carga emocional. —Escucha, Meliodas... — Tomó su mejilla para obligarle a verle a sus ojos fruncidos. — Sé que puede doler al principio, pero solo seguirás atormentándote con lo mismo si no pones de tu parte y dejas de lado tu tenacidad orgullosa. Escuchar las razones de sus acciones puede que te hagan sentir mejor. Tu solo decide como es que esto podrá afectarte después.
Este tomó su muñeca, dispuesto a apartarla y echarse atrás, ignorando su ayuda e insistencia, pero ver esa preocupación en sus ojos, áureo y zarco, le hizo entrar en razón que ella sabía lo que hacía; más que necesario para que, como lo dijo su psiquiatra, lograr establecer mejor sus emociones y dejar de lado todos esos rencores que aún le atormentaban y lo mantenían como un hombre sereno.
— De acuerdo. — Deslizó su mano hasta el dorso de su mano que acunaba su mejilla tentando en un tierno gesto. — Accederé a que nos dé una explicación, pero solo quiero que Zel también esté de acuerdo en esto, ¿si? — La albina esbozó una sonrisa.
— Gelda me confirmará eso. Mañana yo veré a Briar y le diré cuando ustedes estén listos para escuchar. — Meliodas, por acto seguido y sin despegar su mirada de ella, deslizó su mano hasta su boca, depositando un beso en la palma de la albina.
— Gracias. — La fémina se sonrojó ligeramente; sin embargo, su gesto cambio por uno más tranquilo. — Para la próxima, no me ocultes las cosas. Y ya deja de meterte en asuntos personales, es de mal gusto. — Le vio asentir haciendo bailar su flequillo graciosamente.
— Sabes que me preocupo por ti. Solo quiero que dejes de sufrir. — Admitió con un puchero y un mohín titubeante que el rubio se vio tentado a tomar, si no fuera que aún se encontraba algo incomodado por su dolor de garganta.
— No deberías. — Soltó un suspiro. — Vamos a dormir, debes estar cansada de tantas cosas. — La aludida soltó un suspiro soso con unos ojos que delataban su cansancio de esos días con el peso de los deberes en sus hombros.
— Lo estoy, pero ya me acostumbraré. ¿Tomaste tu pastilla? — Este rodó los ojos con reproche.
— Si. — Soltó un resoplido. — No soy un niño para que me digas que hacer. — Mencionó acomodándose en la cama con los brazos detrás de su cabeza. — Además, me siento mejor, creo que mañana puedo volver a la oficina.
— Ya veremos, pero lo dudo mucho. — Jugueteo con su nariz antes de adentrarse al baño y colocarse el pijama habitual.
[...]
Por otro lado, la rubia por fin suspiro tranquila una vez que su revoltosa e hiperactiva hija por fin cayó rendida entre sus peluches y sábanas, profundamente dormida después de un día lleno de energía. Siempre terminaba hasta muy tarde leyéndole o cantándole para que durmiera, pero a medida que crecía, era cada vez más difícil mantenerla quieta. Sin embargo, aún por su propio cansancio, tenía asuntos que dejar en claro con su marido.
— Amice por fin se durmió. — Musitó deshaciéndose del molesto listón que mantenía su cabello ajustado. Soltó un aire de alivio al sentir sus cabellos libres. — Es difícil mantenerla quieta. — Su marido dejó el teléfono de lado para acercarla a él de modo que quedo sentado sobre sus piernas.
— Se cansará una vez tenga con quien jugar todo el día. ¿Te imaginas? — La rubia le miró negando un par de veces. El de cabello negro siempre salía con el tema (y emocionado) del no esperar por tener más de un hijo y ella lo entendía perfectamente, pero eso no era su preocupación en ese instante.
— Cambiando el tema... — comenzó algo nerviosa. — ¿Qué me dirías si te digo que verás a tu madre una vez más? — El gesto tranquilo de Zeldris se tensó en ese momento.
— Hum... Diría que estás loca si crees que voy a acceder. — Bromeo a lo que su esposa frunció el ceño. — ¿Qué?
— Hablo en serio, Zel. — Pestañeo un par de veces soltando una mueca.
— La verdad no sé qué decirte. Debería tenerla enfrente para actuar impulsivamente y reclamar el tiempo que se fue; aunque ya no valdría la pena.
— ¿Y si lo valiera? — Comenzó la rubia tomando su rostro para besarlo en la frente. — Porque después de escuchar su versión, podrás estar más tranquilo y dejaras ese dolor. — Este aun así no se vio convencido.
— ¿Por qué me dices esto? No es como si la hubieses contactado, ¿verdad? — La rubia apretó los labios algo vacilante. — ¿Gelda?
— Digamos que Elizabeth planeo esto para la recuperación de tu hermano, yo dije que te convencería porque sé que tú también mereces una explicación. — Zeldris debió suponer que su cuñada estaría involucrada en esto, no podía juzgar su lado benevolente queriendo ayudar, pero ¿su hermano aceptaría? No quería imaginarse como es que ella lograría siquiera convencerlo.
— Accedo siempre y cuando Meliodas esté seguro; hay cosas con esa mujer que aún no me han quedado claras.
— Seguro. — Enunció con una sonrisa victoriosa. — Ahora, ¿te parece relajarte un rato? — Comentó tentando sus labios con fullería entre los de su marido algo ansioso. — Nuestra hija es un trabajo duro y debo compensártelo por ser un buen padre. — La rubia no tardo en pegar más su pelvis y rosar sus labios con los del emocionado azabache.
Sus manos no tardaron en acariciar sus hombros con sutileza, tantear la tela de la camisa de pijama a la vez que tocaba su fornido pecho para escucharlo jadear y agitarse. Sus bocas entrelazadas con el ladear de su cabeza, presionando sus dulces y carnosos mohines contra los de él con tal de avivar la situación entre ellos.
— Hum... — gruño con sus piernas rosando su piel, la manera en que comenzaba a menear la cadera contra sus zonas más sensibles. La emoción atacó su corazón, sentir sus dedos en su sedosa cabellera dorada de exquisito olor a vainilla era tan adictivo como hundirse en ella. Las preocupaciones que lo aglomeraban se olvidaron por un efímero momento, si no fuera que se detuvo a tomar un respiro. — ¿En serio crees que hago buen trabajo? — Cuestionó algo ronco y de mejillas rojas al verla asentir.
— Claro que sí... — Sonrió con gracia para volver a hundirse en su cuello blanquecino a repartir succiones, arañando su cuerpo por debajo de las telas y balanceando sus caderas algo más insistente.
— ¿Entonces no te molestaría saber que le compré la colección de muñecas que me pidió? — La rubia se detuvo en sus acciones para verle con un gesto de molestia.
— ¿Qué? — Este se tensó al instante. — Dime que no es verdad, Zel. Dejé muy estrictamente prohibido que no más juguetes para ella. Amice deja todo por dónde quiera y tiene demasiados juguetes; además, esa colección era muy prestigiosa. — Este le sonrió con nerviosismo, algo que no fue bien visto por la mujer que enseguida se quitó de encima con claro enojo. —¡¿Sabes qué?! ¡Olvídalo! — El de cabello negro chisto con decepción al verla cruzada de brazos darle la espalda y acorrucarse para dormirse.
— Por favor, linda. No te enojes y terminemos con lo que empezaste. — Ella no respondió. —Vamos, dijiste que yo era buen padre.
— No por eso significa que vas a malcriar y dar todo lo que Amice pide.
—Por favor; solo fueron como £1.000 lo que gasté. Ni tanto. — Trató de animar, pero sabía que era en vano intentar convencerla una vez que esta se encontraba enojada. La mujer solo cubrió con la sábana hasta la cabeza, dándole a entender que no cambiaría ese humor y mucho menos haría algo de lo que proponía. «Mierda, me hubiese esperado para decirle».
[...]
En otro lado de la nocturna ciudad inglesa, la mujer de blondos cabellos cortos; así como comenzó tan intensa como aterradoramente tenaz por conseguir algo de atención por parte de Meliodas Demon, así colaboró con la implacable búsqueda de una de las debilidades de la molesta y escrupulosa Elizabeth, misma que no tendría voluntad para salir de ese lío. Mael fue localizado.
Tan agotador fue el día en su labor como ... que no dudó en ir de paso al mismo bar de siempre a tomar un descanso antes de volver a su solitaria vida en su departamento, totalmente ajeno a la lunática mujer que lo seguía.
— Lo mismo de siempre. — Indicó al barman una vez en la barra, tomando su teléfono como mero distractor, hasta que Vivian se acercó a su área de visión.
Los ojos zarcos le vieron con cierto recelo, más lo dejó pasar creyendo que se marcharía. El hombre atendió su orden al dejar con un golpe seco el pequeño trago en frente de él.
— Interesante... — Comentó coquetamente. — Es un gusto volver a verte, hombrecito. — Mael frunció el ceño al tomar el pequeño vaso alargado.
— ¿Se le ofrece algo, Vivian? — Curioseó dando un casto sorbo. — No deseo una noche con una desconocida, si es que es lo que buscas, mujer.
—¡Oh! No, no, no, no, no... — Negó un par de veces relamiendo sus labios. — A menos que seas Meliodas Demon, es como accedería. — Pestañeo un par de veces en aires vencedores una vez teniendo la atención del confundido hombre de cabello plateado.
— ¿Por qué lo mencionas a él? Deberías acercarte a Demon, yo no soy alguien que te conduzca a él. — Gruñó ligeramente, hastiado de las insistencias de la rubia. La fémina se aseguró de tantear con diversión su índice contra su robusto hombro.
— Lo haría yo misma, pero hay un gran y molesto obstáculo que nos divide. Lo nuestro es casi imposible como inexistente. — Dramatizó con un falso lloriqueo.
— ¿Qué te lo impide? ¿Una orden de restricción? — Dio un último trago al pequeño vaso tequilero a lo que esta negó a su ofensa.
— Más bien, una mujer llamada Elizabeth. — La piel del ojizarco se erizó con el dulce nombre de aquella mujer que deseaba con cada tramo de su ser. — Si pudiera salir del camino, quizás... tendría camino libre a Meliodas.
Como prostituta de mallas de rejillas y tacones de aguja, Mael se dejó tentar por la propuesta que la loca mujer mostraba indirectamente.
Su nariz ya recuperada mantenía una cicatriz de las puntadas rencorosas; y las veces en que estuvo cerca de Elizabeth siempre había personas de autoridad en la mira de su alrededor que le impedían su paso. El rubio fue muy astuto, pero eso no lo detendría. Realmente la deseaba ya haría lo que sea por conseguir mínimo una noche con ella y opacar al ya mencionado hombrecito empoderado con el capitalismo en la palma de su mano; ansiaba restregarle en la cara que ni con todo el dinero ni con esa imagen impecable logró comprar la fidelidad de la impredecible Elizabeth.
— Dime, ¿cómo te ayudo? — La cómplice detrás de Vivian sonrió con cinismo.
La señora de Demon tendría la vacante vacía y la nueva candidata no tardaría en tomar el puesto al lado del cotizado Meliodas.
.
.
.
Ha pasado un tiempo XD
Bien parece que Elizabeth vuelve a meterse en asuntos personales, pero en esta ocasión es necesario una ayudita; al menos Meliodas se lo tomó de la manera más aceptable posible. Al menos no metió la pata como Zel XD
Les dije que sí, habría prontamente un lemon Geldris, pero me gusta hacerla de emoción; además, ¿quién lo culpa por ser un padre tan consentido? UwU
Por otro lado, les mencioné que no se salvarían de Vivian, (la verdad no pensaba que fuera alguien relevante) pero a este punto deberían comenzar a preocuparse por los futuros malentendidos.
Sin más, es todo y gracias por leer.
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