Capítulo L

—¿Y cómo crees que se esté llevando la disputa entre tu y tú abuela? —Cuestionó Zeldris con un tono entre intrigado y algo inquieto. —Fue algo intenso lo que pasó la última vez en la sala de juntas. Creo que estaba más nervioso yo que tú y mi hermano juntos. —Elizabeth soltó un suspiro, mordiendo suavemente la uña del pulgar con ademán distraído.

—Honestamente es un asunto que llevo sin cuidado. Seguramente esté muy molesta, o lo que le sigue.— Con tranquilidad se alzó de hombros, ignorando lo que pasaba alrededor. —No es como si fuera a cambiar de opinión.

—Bueno, no esperábamos milagros. — Su cuñada soltó una suave risita tratando de mejorar ese tenso momento. Apenas había llegado a su área laboral y no quería iniciar con preocupaciones corriendo en su cabeza.

—Creo que ni en su lecho de muerte se vaya a arrepentir. ¡Pero basta de hablar de problemas menores! —Juntó sus palmas con un sonido sordo, pero lleno de entusiasmo. —¿Meliodas ya te envió los documentos de los negocios con A?

—Claro, pero no es necesario que los revises. Yo lo haré por ti.

—¿Cómo que no? — Juzgó con sus manos en las caderas. —Eso es algo que yo decido. ¡Es mi trabajo!

—No debes trabajar tanto o te hará daño. — Reprochó Zeldris mientras negaba repetidamente con la cabeza, terco e insistente.

—Son los gajes del oficio; y el trabajo no ha matado a nadie. —Agregó Elizabeth con un tono burlón, y por lo que el hombre de azabache no evitó reír.

—Eso dícelo a los japoneses. —Respiró hondo con un esfuerzo de mostrarse sereno mientras cruzaba los brazos de forma imperativa.— Solo pienso que has estado tan metida en el trabajo que no haces nada por cambiar de rutina. Deberías pensar en ti y hacer algo más que trabajar.

—¡Dios mío! ¿Y qué otras cosas te dejó encargado Meliodas que me dijeras? ¡Anda ya!Saca todas indicaciones que te dejó tu hermano. — Rio entre dientes, creyendo de forma ingenua que la preocupación de su cuñado fue influenciado por su marido.

—Él no me lo ordenó, pero estoy seguro que también te lo diría — tomó sus manos en un gesto fraternal y la miró a los ojos. —No seas necia. Dijiste que deseabas pasar más tiempo con tu madre; vete de aquí y no la hagas esperar.

Elizabeth sintió un cálido consuelo con la preocupación de Zeldris que no pudo resistir a la oferta de descansar un poco y pasar un tiempo de calidad con su madre, a quien no había visto desde ya un largo tiempo, tal vez así descansaría su cabecita agobiada bajo la sabiduría de su madre.

—Bien. Te tomaré la palabra.

Mientras Elizabeth intercambiaba unas últimas palabras con su cuñado antes de despedirse e irse del piso, Merlín miraba en silencio y con aparente indiferencia desde el otro extremo de un pasillo, solo ensimismada en sus asuntos personales, recargando su cuerpo atosigado y jugando con el botón de un bolígrafo con ademán ansioso.

Merlín estaba con un desanimo que podía disfrazar fácilmente con su mirada calculadora e inexpresiva. Incluso vacilaba un poco con lo que pasaba a su alrededor y con sus planes ambiciosos; estaba indecisa, oscilando entre la opción de ir a hablar personalmente con Elizabeth o solo evadir su amabilidad y dejar que su apatía se disperse con el tiempo.

—Aquí andabas mujer. — Habló Melascula detrás de ella. A diferencia de Merlín, ella se mostraba alegre con su inquietante sonrisa de oreja a oreja, como de costumbre. —Vamos a la cafetería por algo de café... o té. ¿Tal vez prefieras agua mineral? —Se alzó de hombros y sin preguntar tomó a la mujer alta del brazo.

—No tienes que ser tan apegada a mí. —Dijo Merlín sin tener más opción que seguirla hasta el piso dos donde estaba la cafetería del edificio.

—No voy a mentir, eres agradable. Pero ahora que te van a ascender a algo mucho mejor, quisiera pasar más tiempo contigo y charlar un poco. —Dijo la de ojos negros con una espina misteriosa en su vocecilla burlona y mansa.

Aunque para Merlín era un gesto algo extraño, repentino y dudoso, no se detuvo a preguntar o a sospechar en las verdaderas intenciones de su compañera; ya tenía en claro que era una peripecia andante y escurridiza.

—Bien...

Melascula no evitó curiosear un poco alrededor de los gestos serenos de la contadora de ojos dorados; su serenidad era mucho más marcado y había algo de inquietud en su forma de responder.

—Te veo algo distraída. ¿Estás nerviosa por el cambio de trabajo? — Se animó a preguntar una vez que se encontraban en el agradable ambiente de la cafetería.

—Para nada. Faltan algunos meses para eso. — Alzó ligeramente el hombro con una mueca apenas perceptible. Merlín tomó una taza pequeña y se sirvió algo de café expreso, mirando solo su suave meneo de dedos sosteniendo la cuchara azucarera. —Solo estaba en algunas cosas... personales.

—Espero no te dejes guiar por lo que dicen de mi. Podrías contar conmigo si eso te sirve de consuelo. — Melascula optó por tomar una taza de igual tamaño, sirviéndose un poco de agua caliente para preparar su té de lavanda.

Los ojos de Merlín la estudiaron un poco; parecía muy confiable mientras estaba actuando inocente a la vez que preparaba su taza de té o quizás solo estaba siendo manipulada fácilmente por su estado de animo tan bajo. O como fuera la maña de Melascula para incitarla a confiar en ella, la razón de su desasosiego no era un asunto tan relevante a largo plazo para ella de cualquier modo.

—Recibí una llamada. — Relamió sus labios y miró a la nada sin importarle si ella realmente la escuchaba o no. —Mi padre está enfermo y parece que está en sus últimos días.

—¿Y lo dices tan tranquilamente? —Exclamó con sorpresa, mirándola tomar un sorbo del contenido de su taza después de hablar de esa forma tan cortante e indiferente. — Debes tenerle resentimiento para hablarle así.

—Algo así. — Hizo una mueca de lado y continuó hablando con ese ademán frío. — Mi padre siempre tuvo preferencia por mi hermana mayor, así que compañía no le faltará en sus exequias.

—Oh, vaya. Problemas de padre, entonces. —Melascula dio un trago muy grueso a su té, sin haber vaticinado lo que la azabache acababa de revelar.

—Pidría decirse —. Encontrando una mesa agradable para poder charlar con calma, ambas mujeres se sentaron de forma que quedarán una frente a la otra. —Desde pequeña, mi padre me ha presionado bastante para lograr expandir sus negocios. Sin embargo, creo que mi trabajo solo fue eclipsado por Morgana, mi hermana mayor.

—¿Y por qué no trabajar en lo que realmente te gusta? Digo, mínimo podrías haber permanecido trabajando para ti padre.

—No es así de sencillo. Mi hermana es quien va a seguir los pasos de mi padre. Yo; por otro lado, mi único deber era expandir sus negocios.

—Tal vez en el fondo buscabas la aprobación de tu padre. Bueno, no es porque yo quiera justificar lo que intentaste hacerle a Elizabeth, pero dado que tú padre buscaba excelencia en ti, bueno —. Melascula tuvo el descaro de reírse ante la incredulidad de Merlín. —Tranquila, nada pasa en esta empresa sin que yo me entere. Sea tarde o temprano. Para o para mal. O más bien, casi todo.

Merlín relajó su gesto a uno más jovial.

—Tienes razón. Nunca pude conseguir de mi padre. Sin embargo, ya tengo mejores oportunidades gracias a Elizabeth.

Sin embargo, esa afirmación no era completamente certera. Merlín solo había querido la «señora de Demon» para su propia satisfacción. Había querido burlarse de su padre y darle la espalda como él hizo con ella alguna vez.

[...]

—Lamento llamarte hasta ahora, pero esto está resultando más pesado de lo que pensé. — Dijo con un tono ligeramente fatigado.

Por otro lado Elizabeth, quien se encontraba dando un agradable paseo matutino por el jardín, sostenía el teléfono con la mano derecha mientras sus ojos soñadores admiraban las flores de las masetas y manteniendo la conversación con Meliodas. 

—No te preocupes Meliodas, todo está bien. Aunque, de quién debería preocuparme eres tú. — Lo había notado en la voz de él, estaba algo cansado, pero intuía que no era por el trabajo. —Te escucho inquieto.

—Si, estoy inquieto. —Respondió después de soltar una espesa bocanada de aire.

—¿Pasó algo con los socios? —Fue lo primero que se le ocurrió preguntar.

—No, no... — rápido respondió. —Nada de eso, solo... — Meliodas de cierta forma estaba nervioso y algo abrumado por la situación, pero se sentiría aún peor si no se lo comentaba a su cónyuge lo antes posible. —Elizabeth, no quiero ocultarte nada, ¿Si? Lo que pasa es que me reencontré con una mujer; su nombre es Elatte.

Elizabeth alzó la ceja con curiosidad.

—¿Y el problema es que...?

—Ella es mi exnovia.

Por unos largos segundos hubo un filoso silencio entre la línea telefónica y ambos. Ninguno dijo nada; Meliodas no agregó nada más y Elizabeth tardó un poco antes de recuperar la compostura de la forma más calmada.

—¿Qué tan mala suerte debes tener para trabajar con una expareja? —comentó con un poco de humor. —No sé que decirte al respecto. —Hubo otro silencio, pero más corto antes de que ella se tomara la situación un poco más serio. —¿Eso es lo que te molesta?

—Tu reacción, para ser más precisos. Creo que eso era lo que me preocupaba. —Admitió rascándose suavemente la nuca aún más ansioso. No era lo mismo escucharla que ver directamente su expresión directamente; así que la intriga de la verdadera reacción de su esposa le causaba ansiedad conociendo lo celosa que llegaba a ser, (aunque Elizabeth lo negaba).

—¿Cómo esperabas que reaccionara? Debo admitir que me parece algo extraño, pero no te preocupes. No debes darme explicaciones sobre cada mujer que trabaje cerca de ti.— Trató de sonar convincente para no cargarlo con angustias.

—Lo sé. Pero era mi obligación decírtelo antes de que esto llegue a ti fuera de contexto.

Por esa parte, Elizabeth sonrió feliz y satisfecha. Meliodas era fiel y se lo había demostrado en el poco tiempo que llevaban juntos; así que no desconfiaba de ese apego entre ellos. La única preocupación que eso le causaba era su ignorancia por la susodicha y las intenciones que quizás pueda tener con Meliodas. Era como una espina de inseguridad en su pecho que había dejado sus experiencias anteriores.

—Entonces, no tengo nada de que preocuparme.

Elizabeth negó suavemente. Suspiró y dejó de divagar en sus inseguridades.

— El trabajo es el trabajo, Meliodas. No hay razón para que yo tenga que reprochar algo. Si debes convivir con ella, yo no tengo la autoridad para obligarte a no hacerlo. — Desliza una mueca, soltando el aire bruscamente por su nariz.

—¿Si sabes que tu tono de voz no combina con lo que dices? —Elizabeth rodó los ojos y soltó una risa sarcástica.

—Eso es algo de todos los días. —Rueda los ojos y mira la hora en el reloj de su muñeca. —Ya tengo que colgar. Prometí verme con Margaret y Verónica.

—De acuerdo. Disfruta tu tarde. —Colgó la llamada, distrayéndose por unos segundos, antes de chocar con Elatte hombro con hombro. —Oh, lo siento. No me fijé.

—Tranquilo. No hay cuidado. —Respondió enseguida la mujer con un tono nervioso. —Yo eh... — carraspeó y presentó a la otra mujer, quien también era una amiga muy cercana a ella, que la acompañaba en un recorrido por la empresa. —Te presento con la CEO de una empresa financiera y también socia de el jefe.

—Un gusto conocerte, señor Demon. —dijo amablemente la mujer elegante de cabello corto.

—Igualmente. —Respondió el rubio con su típica cadencia serena.

Elatte se puso un poco nerviosa por una razón cuando miró por milisegundos a Meliodas directamente a los ojos, obligándose a pestañear con rapidez y evadir el contacto visual.

—Nosotras... vamos a tomar un descanso en un local por aquí cerca. Quizás podríamos hablar del avance del proyecto. ¿Quieres acompañarnos? —,su compañera miró de reojo a Elatte con extrañeza por la repentina invitación hacia el rubio, sobre todo por qué usó el tema del trabajo por excusa.

—Lo siento, pero no. Gracias.

—Es una pena. Otro día será. —Añadió la peli buscando hacer más ameno el incómodo momento que creó su amiga. Pero Meliodas solo hizo un cortés gesto con su cabeza.

—Que tengan buena tarde. — Y después continuó su trayectoria.

— Oh, no, no, no, no, no. Elatte... ¡no! —Reclamó la castaña a su amiga, quien aún estaba con la mirada perdida en los movimientos firmes de Meliodas. —¡Elatte!

—¡Ah! —berreó saliendo del trance. —¿Qué hice ahora?

—No puedes fijarte de nuevo en él. Meliodas es un hombre casado. ¡Casado! ¿Si sabes la definición de eso?. Prohibido y restringido para ti. —enfatizó. Elatte rodó sus encantadores ojos, haciendo caso omiso a sus reclamos. —Recuerda que también estás casada.

—No seas ridícula. No me estoy fijando en Meliodas de esa forma que piensas. — Suspiró y talló su antebrazo con algo de nerviosismo, pues su corazón estaba acelerado y sus mejillas estaban un poco encendidas mientras buscaba una explicación justificable. —Solo que es incómodo para mi volverlo a ver. No me gusta saber que está por aquí andando como si nada después de todo lo que pasó.

—Yo sé que te avergüenza lo que hiciste, pero ¡Ya déjalo por la paz! Aseguraste que él entendió tus motivos para actuar de esa forma. Y perdón que lo diga, pero hiciste bien en dejarlo. —La albina incluso se vio algo ofendida. —Tampoco te justifico a ti o digo que él merecía un engaño, pero honestamente con un hombre sin sentimientos como él no hubieras sido feliz.

—Si tiene sentimientos. Solo que es la primera vez que los veo.

—¿Pues qué crees? Tenga sentimientos o no, esos no te corresponden. —Esto fue como un golpe fuerte en el torso para la albina; no mentía, ella no fue la mujer que logró tener los sentimientos del rubio y eso le hacía sentir con el orgullo por los subsuelos y hasta celosa.

—Estás siendo muy cruel.

— Como tu mejor amiga debo decirte la verdad aunque te duela. Elatte, ya tienes a Solad y él te ha demostrado mucho cuanto te quiere. No vayas a defraudarlo por segunda vez solo porque alguien llegó a sacudirte el mundo.

Elatte soltó un suspiro, ofuscada por los claros sermones de.

—No tienes que regañarme.

—No es regaño. Es recordatorio.

—¡No entiendo porqué insistes en repetirme algo que ya sé! —bramó —. Sé muy bien que Meliodas es casado.

—Si dices que no te afecta, no tienes que enojarte. Dejemos está discusión olvidado y vámonos a almorzar. Solo tengo una hora.

Un delicioso aroma a mantequilla y vainilla emanaba del ambiente de , un , pero modesto restaurante en el ombligo de la urbe grisácea. Era acogedor y perfecto para la tarde en la que se planeó una improvisada reunión entre las tres mujeres que ahora compartían su apellido.

—Piensalo, Ellie, es simple lógica. Si ahora eres una Lionés, es obvio que ahora eres nuestra hermana. Adoptada, pero hermana a fin de cuentas. —Elizabeth soltó una risa junto a Margaret por el comentario de la mujer de cabello corto.

—Podría jurar que ya parecíamos hermanas. Aunque ahora eso ya quedó de forma legal. —Carraspeó y dió un giro de 180° a la conversación. —¿Y cómo ha estado Gil? Hace mucho que no lo veo. —Elizabeth tomó suavemente el asa de su taza, disfrutando de su taza de capuchino.

—Por fin ha terminado su servicio en la marina. —Sus ojos cafés brillan con genuina emoción y orgullo. —Podemos disfrutar un poco más nuestro matrimonio antes de las responsabilidades reales. Hemos pensado en tener una segunda "luna de miel".

—Eso suena tan romántico. — Un chillido de emoción salió de los labios de la albina, contrario a Verónica que solo rodaba los ojos con desdén. —Supongo que se debe a su tercer aniversario marital.

—Algo así. —Se torna un poco sonrojada y le sonríe. Toma un sorbo a su té helado, adquiriendo valor para seguir hablando. —Hemos pensando en "escribir a la cigüeña".

—¡Ay! Que cursí, Margaret. ¿Tan difícil es decir "vamos a coger como conejos"? —La aludida chilla de vergüenza y su rostro se vuelve un farol de navidad.

—¡No lo digas de esa forma! Suena muy... Muy... Eh... ¡Indecoroso!

—¡Dios mío, Verónica! ¡Que delicada! —añade irónicamente. —A veces dudo que no has consquistado a Griamore con poemas romanticos. Estoy más segura de que le leíste Kamasutra y que en su primera cita vieron «50 sombras de Grey». —Elizabeth hace un desden nervioso hacia la expresión obscena de Verónica.

—Le hice poesía, pero no precisamente fue hablando. —Hace un gesto de picardía. —Bueno, al menos Griamore dijo que mis caderas son buenos poetas que saben trazar versos.

Mientras Verónica estallaba a carcajadas, las otras dos mujeres estaban avergonzadas con la confesión; una la miraba con reproche y la otra hizo una mueca nerviosa, pues más de un comensal había escuchado la confesión de la desvergonzada mujer.

—Mejor dejemos de lado el tema de las "poéticas caderas" de Verónica y volvamos al tema. —Margaret carraspea y sonríe con rastros de vergüenza.

—Verónica —llegó Griamore por detrás de las espaldas de su novia, mostrándose protector y  regalándole un suave beso en la coronilla de su cabello morado. —Lamento si interrumpo algo. ¿Llego en mal momento?

—Para nada. Me alegra ver la inspiración de mi poesía —sonríe con ligero descaro y jovialidad.

—Verónica —la regaña Margaret entre dientes, causando intriga en la pareja de la aludida.

—¿Eh?

—Oh, nada, nada... —se levanta de su asiento para abrazarlo, levantándose de puntas para poder al alcanzar sus labios cariñosamente. —Tardaste mucho —gruñe con un ligero puchero.

—Estuve con mi padre ayudándole en la comandancia —. Una vez excusado, Griamore mira con alegría a la albina. —Hola Eli. Me alegra verte. Te ves bien.

—Digo lo mismo —entrelaza sus dedos y apoya su barbilla sobre ese pequeño puente creado por sus manos. —¿Cómo está el capitán Dreyfus? —rie suavemente con alegría.

—Han sido días ocupados, pero lo menos que quiero es hablar de trabajo. —Abraza a su novia con alegría, envolviendo su brazo sobre los hombros de la misma. —¿De qué tanto hablaban?

—Nada de que avergonzarse. Solo cosas de chicas —. Mientras la hermana mayor de Verónica y la albina disimulaban su vergüenza con una sonrisa tensa, Griamore vagaba con inocencia en los posibles temas de conversación de una chica común: gatitos, flores, maquillaje, ropa y cosas románticas.

Lamento si es un poco corto, pero me enfoque en unas cositas significantes por allí, como un poquito de la vida de Merlín, por ejemplo ôuô  

O que Melascula es una viborita muy curiosa y observadora. Y no, Melascula no se daba cuenta de los asuntos "importantes" de Meliodas y Elizabeth. Solo de las vidas ajenas de los demás empleados xD

Sin más, gracias por leer y lamento las faltas de ortografía QwQ

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