Capítulo IV
Aún no terminaba de creérselo o simplemente porque repentinamente un resfriado lo atrapó y perdió fuerza contra ella, pero de un momento a otro ya estaba envuelto, o más bien amarrado, entre las sábanas sobre la cama mientras veía a su mujer andando de un lado a otro con el teléfono.
Meliodas buscaba desesperadamente deshacerse de esa prisión de telas que lo mantenían quieto incómodamente.
—Tengo que ir, no seas... — soltó un estornudo, encogiéndose de hombros. —... terca. — La mujer le vio con la ceja arqueada.
Se le acercó con un tanteo corto, comenzando a tantear su frente, mejillas y cuello con el dorso de su mano, percatándose de la ligera sudoración de este.
—Tú no seas terco. ¡Dios!, estar ardiendo. — Regañó comenzando a quitarle las mantas de encima. —Para empezar, tienes mucha ropa puesta, debes usar algo más ligero.
—Yo puedo... ¡Achu! — Respingo en un jadeo, sorbiendo un poco la nariz. Elizabeth volvió a negar por su modo testarudo; inclusive notó que enfermo se ponía de mal humor.
—Te ayudo. — Quitó los botones de la camisa de sensación sudorosa, rosando su piel cálida para dejarlo solo usando sus pantalones cortos verdes y la playera roja sin mangas. —Bien, con solo una sábana estará bien.
—Eli, no soy un niño. — Reprochó con un puchero. —No puedes hacerte cargo de todo.
Comenzaba a sentirse peor, hiperventilaba y los escalofríos azotaron en su cuerpo ocasionando que se escondiera entre las sábanas.
—Lo pareces. Empeorarás si no te quedas descansando en cama. «Aunque, pensándolo bien, qué suerte». Comenzó yendo por un trapo y mojarlo con agua fría para después colocárselo en la frente.
Sus verdes tintineaban, sus cabellos rubios se adherían a su rostro, sus mejillas y parte del puente de su nariz se encontraban sonrojadas; aun así, su mirada era severa y fija.
—¿Cómo se supone que administraras las labores? — Cuestionó con algo de dificultad.
—Ya me encargaré de esto. — Comenzó tomando un vaso lleno de agua y lo dejó a su alcance antes de proseguir. —Chandler y Ban van a ayudarme.
—¿Qué hay de... de... ¡achu!... Zeldris?
—Lo hablaré con Gelda más al rato. — Ciertamente, la aludida no respondió sus mensajes ni llamadas pensando que quizás se encontraba ocupada.
Meliodas estaba a punto de ceder, los síntomas estaban manifestándose muy rápido; sin embargo, recordó un pequeño e importante asunto que exclusivamente él podía atender ese mismo día en unas horas.
—¡Tengo que ir a la junta de hoy...! — Se levantó con brusquedad de la comodidad, haciendo que el paño se cayera y con ello, un dolor atacara su cabeza. —¡ugh!
—Si claro, ¿qué les pedirás? ¿un pañuelo para limpiarte la nariz? — Rodó los ojos volviendo a obligar a acostarlo y colocar el trapo en su sitio. —Puedes empeorar; así que no te lo estoy pidiendo, te exijo que te quedes aquí.
—No tengo opción. — Volteo indignado y avergonzado con una mirada de reproche. Soltó una risita por esto.
—Tranquilo, puedo encargarme de esto. — Descubrió su frente para depositar un beso en este y mirarle con un brillo singular. —Duerme. Nos veremos al rato.
El rubio acorrucado entre sábanas se limitó a escuchar la puerta cerrarse, dándole a entender que ahora estaba solo con una pesadez sobre él. ¿Cuándo fue la última vez que tomó un largo descanso?
Después de todo lo sucedido no hizo más que exigirse cada vez más; sin embargo, después de soltarse emocionalmente, no creyó que tendría un gran alivio de sus hombros, pese a su resfriado que lo mantenía somnoliento en ese momento.
[...]
Después de dadas unas estrictas tareas a las gemelas para el cuidado del enfermo rubio, Elizabeth se mantenía cruzada de piernas en los asientos traseros del vehículo, sin despegar la mirada de una tableta en dónde leía cuidadosamente cada pendiente en la agenda del de ojos verdes; aunque claro, no podía hacerlo sola, tuvo que pedir ayuda y dejar su orgullo de lado. En este caso, recurrir al tutor.
—Que quede en claro que hago esto por mi amo, no porque usted me lo pide. — Mencionó el fanfarrón hombre de traje y cabellos verdes, llamando así la atención de una confusa oji bicolor.
—¿Sabes Chandler?, me importa poco cuál sea la razón de tu odio y desconfianza a mí, pero voy a pedir que deje de ser un senil amargado. — Mencionó con algo de indiferencia a lo que este carraspeo.
—Eres muy insolente, aunque me sorprende que no hayas tomado el poder a tu favor. — Esta alzó un poco la ceja.
—No soy el jefe de nadie y no me siento con la autoridad para aprovecharme de la situación. Parece que tan mala espina le he dado, ¿no cree? — Fue lo último que respondió, ya que este no volvió a dirigirle la palabra en todo el camino.
Sin embargo, estaba algo confusa por la actitud del mismo; siempre fue muy arisco a ella desde que llegó, como si la conociera de un lado específico. Con su madre, siempre fue indiferente y ciertamente alejado, evitando cualquier contacto visual con ella. Tal vez no se atrevería a preguntar, pero debía haber algo más que simple hostilidad.
Dejó de pensar y se limitó a revisar sus correos, encontrándose entre ellos un mensaje de la rubia.
Gelda:
Buen día Eli...
¿Encontraste a Meliodas?
Esta lo pensó bien antes de comenzar a teclear.
Elizabeth:
Hola Gelda.
Afortunadamente si lo encontré,
pero atrapó un resfriado.
Dio a enviar, esperando pacientemente a que esta respondiera de vuelta; acción que no pasó de más de dos minutos.
Gelda:
¡Pobrecillo! Tuvo un fuerte
desgaste emocional.
«No lo dudo». Pensó para sí antes de responder.
Elizabeth:
Algo así.
Yo me haré cargo de la empresa.
Mencionó algo sobre una junta
importante que atendería con Zel.
Gelda:
Él no tiene cabeza para pensar,
está tratando de calmarse.
Puedo pedir que vaya a ayudarte.
Elizabeth:
No es necesario, solo quería saber
sí estaba dispuesto.
Yo puedo encargarme de esto
por mi cuenta.
Gelda:
¿Segura?
Mandaré a Cusack por cualquier
cosa que necesites.
Elizabeth:
Gracias. Espero Zel disfrute
de sus vacaciones.
Gelda:
Eso no lo dudes.
Buena suerte, señora de Demon.
Elizabeth negó levemente admirando este último mensaje con algo de recelo, ¿por qué con usar ese título creen que ella es capaz de todo? Ser la esposa de Demon solo le daba cierta autoridad, nada en especial.
—Señora Demon... — Informó el chofer de rostro tétricamente pálido. —Hemos llegado.
No perdió tiempo y bajó del vehículo con algo de nerviosismo y con ello las náuseas volvían; agradecía que al menos no tuviera puesto tacones altos o seguramente caería una y otra vez.
«Tú puedes Elizabeth, solo has lo de siempre».
Apenas llegó y pisó el área laboral, a su alrededor se comenzaron a alterar y caminando rápido a su sitio de trabajo, así como terminando cualquier descanso o pereza. No entendía, ella no era Meliodas como para que le temieran; aun así, lo dejó pasar.
—Bien Chandler, usted y Cusack se encargarán de recibir al nuevo personal como entrevistar a los que busquen vacantes. — Comenzó la mujer tomando los papeles y cosas necesarias de la oficina de su marido.
—¿Cómo sabrías que yo haré un buen trabajo? — Descaradamente intentó ponerla a dudar, más no esperó que ella ya tuviera una respuesta concreta.
—Usted es el tutor, conoce mejor su método de selección. — Y no se equivocaba.
—Veo que al menos entiendes el punto.
—No lo comprendo, pero lo intento. — Dicho esto, con las cosas necesarias en mano, salió de la oficina para dejar al hombre de ojos negros en espera de su compañero.
«Bien, Chandler se encargará de las entrevistas. Tengo exactamente 45 min. para convencer a los inversionistas... ¿Debería llamar a Meliodas? No, mejor no lo molesto; quizás a Zel, pero Gelda dijo que no podía pensar». Mordió su labio sintiéndose totalmente nerviosa, llegando a la sala de reuniones donde hombres trajeados esperaban con antelación. «Después tengo que firmar, confirmar los cambios de horarios, pedir el informe de Goddess, ¡ugh!...»
—Buenos días, Elizabeth... — Escuchó la voz del albino que haría el favor de acompañarla. —¿Y el capitán? Debería estar aquí, los inversionistas esperan. — Cuestionó en melódica entonación al encontrar a la albina sin compañía.
—Buen día, Ban. Meliodas atrapó un resfriado; yo me encargaré de la junta. — Mencionó terminando de leer los archivos almacenados en la tableta con cierta tranquilidad a diferencia del de ojos rojos que ladeo una mueca.
—¿Estás segura?, estos tipos han sido difíciles de convencer, han hecho pocas alianzas y solo con buenas estrategias. — Lo tenía más que en claro, pero no era lo que en esos momentos le preocupaba.
—Bien. — Musito tomando una bocanada de aire antes de abrir la puerta y presentarse frente a quince varones de diversas edades. —Buenos días, caballeros.
El de ojos violetas le observó atento a la mujer, algo desconcertado ya que esperaba ver a los hermanos.
—Señorita, ¿usted es...?
—Soy la señora de Demon. — Informó con una sonrisa. —Lamento ser yo quien tome la junta, pero por asuntos personales y de salud, Zeldris y Meliodas estan indispuestos. — Se miraron entre sí, la de ojos bicolores se veía más flexible, concediéndole continuar.
—Bien, la escuchamos. — Soltó un suspiro en bajo.
—Veo que son de Camelot, es... — sus ojos se ampliaron a la par al momento de voltear a ver de nuevo a eso ojos violetas que pasó por desapercibido. —Pendragon...
—Te tardaste, Elizabeth.
[...]
—Entonces, ¿no trabajaras hoy tampoco? — Cuestionó su esposa por última vez. El azabache negó como pequeño mientras terminaba de desayunar con la pequeña Amice.
—Ya arreglé esto, ya necesitaba vacaciones.
—De acuerdo. — Sonrío. —Que Amice llegue a tiempo a la guardería y llama a tu hermano, Elizabeth dijo que se enfermó.
—Vaya... — Mencionó sorprendido. —Lo haré, tu vete tranquila. — Esta solo mando un beso al aire y se marchó con tranquilidad. —Bien señorita, apúrate que luego llegamos tarde y tu madre nos regaña.
—Si papi. — Jugueteo con sus rosadas y grandes mejillas llenas de migajas. —¿Cuándo traerán a mi hermanito? — Curioseó.
Estaba más que entusiasmada e insistente, más cuando se enteró por cuenta de sus padres con la idea de adoptar otro niño con el que ella pudiera jugar que no veía el momento en que ese día llegara. Por su parte, Zeldris jugueteo con su pequeña naricita
—Pronto. — Besó su mejilla.
Mientras tanto, en la ocultada casa solariega, sin ruido ni preocupaciones, (al menos los trataba de ignorar) estaba más que cómodo, era grato dormir hasta más tarde y sin levantarse sin preocupaciones o quizás solo era que se sentía totalmente indispuesto. No había nada que perturbara su tranquilidad, si no fuera el teléfono que vibró en alto a su lado.
—¡Hmm! — Bramo tomando el teléfono. —Diga.
"¿Cómo que te enfermaste? Es raro eso". Escuchó en reclamó por parte de su hermano menor.
—Solo es un resfriado, no es como si fuera a morir. — Rodó los ojos con pereza.
"Incluso suena mucho más serio de lo normal, pero mínimo sigues siendo el mismo". Comentó con una risilla. "¿Quieres que te vaya a visitar? No tengo que recoger a Amice hasta unas horas y sinceramente me aburro solo en la casa".
—No es necesario, yo... — Respondió con desgana antes de quedarse pensativo. —Creí que estarías en la empresa atendiendo la junta. ¿Elizabeth te mencionó algo?
"No. Espera..." hizo una breve pausa. "Si tú estás enfermo y yo no fui a la empresa, ¿quién se está haciendo cargo de Pendragon?"
Meliodas soltó un gruñido amortiguado entre las almohadas; ella no especificó, pero ella frente a esos tipos podría ser la menos indicada para convencerlos.
—En un momento te llamo, Zel.
Mientras tanto, Elizabeth no escondió su gesto de ver a hombre ya familiar, le aliviaba que al menos fuese alguien que ya conocía y el asunto no se volviera muy incómodo o tedioso.
—Es un gusto y una sorpresa volver a verlo, señor Pendragon. — El hombre de ojos morados le guiño discretamente.
—También querida, pero no creas que con conocernos queda un acuerdo. — Dijo antes de pasar de manera tranquila a una serena, posando sus manos entrelazadas de manera autoritaria. —Anteriormente hemos tenido problemas con Demon durante años; que me pida una oportunidad es algo que dudaba, pero henos aquí. Así que convénceme, ¿a qué va sus estrategias de alianza y como nos beneficiaría a ambos?
Tragó grueso pensando bien lo que diría antes de hablar, sin percatarse que su teléfono solo vibraba dentro de su bolsa insistentemente sin nadie que lo escuchara, siendo el rubio quien insistía para al menos advertirle, pero ella no respondía.
Se dio por vencido y decidió llamar al albino, esperando que este estuviese cerca de ella, más solo terminó consiguiendo el mismo resultado; sino hasta unos minutos después que recibió un mensaje de texto de este.
Ban:
No puedo responder capitán.
Tu mujer está en la junta
con Pendragon.
Te mantendré informado.
Soltó el aire derrotado; él no se creía capaz de convencer a alguien tan difícil y sagaz como Uther, así que no se decepcionaría si la peli plata no conseguía nada. Chisto maldiciendo a sus débiles defensas que escogieron el mal día para mantenerlo postrado en una cama sin poder hacer nada al respecto.
[...]
No fue difícil ni tediosa la labor en la que quedó él y su compañero, recibir y entrevistar era algo sencillo cuando se trataba de saber escoger entre las aptitudes que seguramente el rubio aprobaría. Chandler terminó de hacer unas anotaciones mientras Cusack ordenaba los papeles.
—Bien señor Howzer, el vacante es para el área de contabilidad... — comenzó al notar un currículum que cumplía con los requisitos. —Queda contratad. Mañana a primera hora.
—Si señor. Con permiso. — Mencionó el aliviado chico al momento de salir de la oficina para dejar entrar a la siguiente persona en turno.
—¿Entrevista o es novata? — Cuestionó a la mujer de cabello azabache y falda azul.
—Novata. — Mencionó extrañada de no encontrase con un par de ojos verdes. —Venía por un asunto con Demon.
—Lamentablemente no la va a poder recibir por esta semana y su esposa está en junta ahora. — Se quedó pensativo por unos momentos. —Busca en recursos humanos, dale a la señorita Melascula tu papelería y ella te dará tu área.
—Gracias. — No hizo más que salir con una pequeña decepción, realmente deseo ver al rubio. Tomó su teléfono mientras caminaba por los pasillos al lugar indicado, esperando a que la persona del otro lado respondiera. —¿Lo conseguiste? — La vocecilla al otro lado negó. —No tengo todo tu tiempo. ¡Hazlo ahora! — Bufo terminando tan corta llamada.
Si algo le desesperaba, era tener que esperar.
[...]
En cada momento trato por lo mínimo no quedarse en blanco, la fluidez de sus palabras era casi automática. En ese momento ni se percató de cuando fue que las palabras que el rubio usaba fue que se le vieron incrustadas en una tensión de estrés al estar disimulando su nerviosismo frente a los impresionistas.
—... y con eso, los impuestos e intereses no serían cobrados con actos de caridad, nuestras ganancias incrementarían a un 10% y motivaríamos a más campañas a querer ser financiados. — Finalizó reteniendo el aire y evitar esconderse de las miradas.
Ban estaba aún peor que la misma albina y preocupado por ella ya que, no solo tuvo el descaro de hablar de más, ¡cambió totalmente la estrategia de Meliodas! No era nada similar a la original, ¿cuál era la probabilidad que el de ella funcionara? No podía ser peor ¿cierto? Bueno, también se atrevió a improvisar.
Estaban más que perdidos, Uther no querrá volver a cruzar líneas con Demon; o eso creía el de cabello blanco.
El hombre de cabellos oscuros carraspeo dando una mirada que no daba para más e hizo temblar ligeramente a la platinada.
—Señora Demon, estoy más que impactado. — Suspiró alzando ambas cejas al tallar sus ojos por debajo de sus gafas antes de mirar con una sonrisa a la platinada. —¿Cerramos el trato, Demon?
Una sonrisa y una mueca de incredulidad fue lo que se mostró en ese momento que vio su mano extendida.
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Bueno, hay muchas que abarcar en estos primeros capítulos antes de que se venga lo feo, pero no diré nada más >:3
Eli ya tuvo su primer logro y contando que tiene que hacerse cargo de todo y cuidar de Meliodas enfermito ^^
¿Qué les pareció?
No se me alteren, los momentos Melizabeth vendrán a su tiempo, de mientras les daré Geldris ;w;
Sin más, gracias por leer y nos vemos el viernes o si no, el sábado.
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