Capítulo I
Si leyeron el epílogo del libro anterior, van a entender esto.
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Origen de La Señora de Demon. P.2
Meses de anticipo, su compromiso fue legal frente a los testigos y virtuoso de dar a conocer a Perséfone como su mujer. Unos murmuraban que sería desdichada, otros que su "amor" solo era negociable, pero la verdad era que solo eran simples complementarios en función a sus ambiciones. Un dúo sin igual que logró lo que pocos estuvieron esperanzados a ver: la empresa Demon volvió a funcionar gratificantemente con una satisfacción del 65% y con vacantes ansioso por aportar con ellos.
—No sé cómo lo estas logrando muchacho, pero las corporaciones empezaron a elevarse de nuevo y a un buen ritmo. — Felicitó el director al rubio que mantenía sujeto a la cintura de su ahora mujer de mirada serena. Melías tomó un vaso de licor para la ocasión y tratar de amortiguar los nervios que hacían temblar sus cuerdas bucales; estaba igual que nervioso y algo ansioso.
—Qué bueno que les alegra, pero lamento decir que están despedidos. — Enunció firme. Los hombres se miraron entre ellos incrédulos y pasmados, solo debía estar bromeando, el muchacho nunca tuvo cara para dar a conocer su lugar.
—¿Qué? No puedes hacer eso. No me hagas reír, muchacho. — Pero por su mirada oscura y severa, podría decir que no bromeaba al respecto; estaba harto, hastiado de solo ser el pilar que sostuvo sus fraudes. Esta vez fue la azabache quien tomó la palabra al mostrar los documentos renovados.
—Por herencia de su padre, a la edad de 23 y si se encuentra casado, deberá tomar todo cargo. Creo que no hay que discutir esto, señores. Tengo también las evidencias necesarias para demostrar que incluso ustedes son quienes derrocharon las ganancias, así como manipular los contratos no autorizados con las compañías; Fayri, Pendragon, Goddess, Lionés, Archangel, Gigant... — vacilante y agobiado, esa mujer los tenía justamente donde los quería: arrinconados con sus propios negocios. —¿Son conscientes que eso viola los derechos del propietario? — el más mayor de todos sudó en frío.
—S-Señor Demon, déjenos explicarle... — Para sorpresa de la mujer, fue el blondo quien tomó esta vez la palabra para enfrentar cara a cara a esos que lo llamaron iluso.
Se dio cuenta en un principio, pero cegado por su propio dolor lo ignoró o simplemente no le importó lo que sucediera con la compañía de su padre; por otra parte, ese dolor solo se consumió con el odio y el rencor, adquiriendo de poco en poco una actitud asocial.
—Es demasiado tarde para eso. — no mostró compasión alguna, solo transmitió peligro si te atrevías verle directo a los ojos. Su primer legado fue ejecutado, dejar a los astutos con las sobras de su carroña; sin embargo, anhelaba más.
Poco a poco, Melías tomó un gusto extraño por ver esos rostros de esperanza caer en desesperación. Como jugar con su víctima dándole falsas de ganar para al final sacar su golpe que le haría caer y eso haría con todos.
—Perséfone, necesito que me ayudes. — La mujer de hermoso cabello azabache le miró con ligero reproche, a la vez interesada por su repentino llamado.
—Claro, ¿cuál es la ambición de hoy, señor Demon? — No necesitó pensarlo más de dos veces antes de mirarle con la barbilla apoyada por encima de sus dedos entrelazados.
—Quiero romper todos los lazos que se hicieron y hundirlos a todos. — pestañeó un par de veces algo pasmada. —No importa que se tenga que hacer, pero cualquiera que quiera una alianza con Demon estará bien siempre y cuando al final quede en la ruina.
—¿Hablas de fraude? — El contrario asintió sin más.
—Si es necesario, sí. — Tomó un largo suspiro antes de girar sobre su eje en esa silla hasta darle la espalda a su mujer. —Sobre todo, quiero ver a Goddess derrocada. — estaba molesto con mencionar su apellido; claro estaba que no la podía odiar ni un poco, como si una parte de lo que sintió aún se mantuviera iluso, pero la manera en que solo lo utilizó cuando el más confío en su palabra era imperdonable, no dejaría pasar la oportunidad para pagarle con la misma moneda.
Perséfone; por su parte, lo meditó un largo rato; cometer fraude con todas las empresas a la vez era algo ilícito del cual serían fácilmente señalados y difícilmente volver a tener contacto con alguna otra empresa, pero sonaba tentadoramente ambicioso que incluso ella no podía resistirse a tanto.
—Entonces comenzaré con mi trabajo, señor Demon. — Murmuró con coquetería mientras se marchaba sonriendo de oreja a oreja dejando a su cónyuge pensando, o eso trataba.
—Señor Melías... — ingresó el hombre de cabello verde a la oficina de su ahora jefe. — ... ¿me necesitaba?
—Si, Chandler. — le volteó a ver con una actitud muy jovial y despreocupado. —Llama a Isabel Goddess.
[...]
—Oh, Melías. Tenía mucho que no nos vemos desde la última vez. — Ahí estaba de nuevo aquella mujer que le jugó una buena treta. Sus mismos resplandecientes ojos dorados y labios duraznos curvados. —Veo que todo por aquí a prosperado de manera asombrosa. Te felicito.
—Ya lo creo. — Carraspeó ligeramente. —Te traje aquí para cerrar un contrato contigo, Isabel. — La mujer sonrió más que satisfecha de su propuesta. — Saldríamos beneficiados los dos, ¿te parece discutirlo? — la mujer no dudó ni un segundo.
—Claro.
Encerrados en el despacho, Demon fue franco y directo con la mujer de ojos dorados que, atenta se mantuvo escuchándolo como repasando meticulosamente cada palabra de dicho documento, buscando cómo contraatacar con su mismo trato; sin embargo, esa pequeña mente no era nada comparada contra la mujer de Demon.
Fría, calculadora; Isabel cometió el ingenuo error de ayudar a su enemigo a forjar la obra que sería su misma ruina.
—¿Cuánto tardará todo esto? Cuestionó algo vacilante. Le constaba que ese miedo por tener que recurrir a medidas extremas; sin embargo, estaba reacio al dolor y el rencor que simplemente no podía dejar las cosas como si nada.
—No es nada fácil, pero si queremos lograrlo, esperar a que prosperen de poco a poco. Explicó la de ojos esmeraldas. La empresa se está alzando en una posición alta que en unos años nos desharemos de todos al mismo tiempo. Soltó una risita baja, misma que mantuvo a Demon esperanzado y más que confiado.
—Perfecto, pero lo que no contaba era que su esposa tenía más que simples intenciones que engañar a todos y dejarlos en un abismo. Retaría a quienes la atacaron por ser ingenua e ilusa en una época machista. Daría a entender que una mente ambiciosa venía a veces con una hermosa e inocente sonrisa en color carmín.
[Años después]
La empresa Demon poco a poco ganaba prestigio, más del que nunca había tenido. Muchos deseaban un hilo de sus títeres y ser igual de manipulados, pero Melías era muy firme, no aceptaba más de las pequeñas sucursales que solo deseaban a aprovecharse de esa cara que su esposa había logrado. Un trato muy codicioso como para resistirse a someterse.
Sin embargo, entre ellos solo existía algo del cual eran señalados por el resto: su relación. Tal vez Perséfone y Melías no tuvieron un romance del que te roba suspiros, pero la convivencia entre ellos no faltaba las risas como sus mentes buscando estafar las mismas leyes; sin embargo, por ser casi obligación para continuar la dinastía, la mujer azabache le dio un descendiente, mismo que solo era un deliberado rebelde y desinteresado por los negocios.
La medianoche sobrepasó sus estrictos horarios empleados por su madre, pero poco le importó al rubio de brillantes ojos verdes que llegaba de puntillas y en silencio a la vivienda de tenues luces que apenas dejaban escapar a las sombras. Jamás esperó que su padre estuviese en la sala con una mirada exigente de excusas.
—¿Sabes la hora que es? — Comentó el rubio de ojos al joven rubio de ojos verdes que, al parecer logró escapar de su hogar para salir por algún lugar concurrido entre sus compañeros de Universidad.
—Lo siento, pero andaba pasándola bien que no me fije de la hora. — Melías suspiró, bien no era un padre estricto y mucho menos controlador, pero en veces debía ajustar las cuerdas de ese joven revoltoso. Soltó un suspiro negando un par de veces.
—Froi, solo quiero que seas más responsable ¿es mucho pedir? — Su hijo solo soltó un chistar con su lengua.
—Tranquilo papá, lo soy. — Pero solo recibió una mirada interrogativa y dubitativa. —No me mires así.
—Solo... concentrarte en lo tuyo y en lo que sea que hacen los jóvenes de tu edad. Y no vuelvas a llegar tarde. — Soltó exasperante. —Tu madre estaba preocupada y agradece que yo no sea tan controlador como ella. — Sin quererlo, ambos ladearon una mueca a la par, esa mujer los tenía entre cuerdas de disciplina como de estrictos modales.
—Por cierto, quiero presentarte a alguien mañana, ¿crees que puedas? — Melías se vio intrigado por la actitud de su único hijo. Estaba tan ido y perdido con pensar en la persona desconocida, ¿acaso sería una pareja sentimental?
No se negó, algo en su intuición decía que era alguien importante; por otro lado, debió suponer en la paradoja del mundo en un pañuelo. Tan pequeño el mundo o tan irónicas las coincidencias como para cruzar en su camino a una joven de cabellos plata y unos ojos azules tan infinitos como el cielo y esa chispa persuasiva tan familiar que no se le iba a escapar.
—Un placer en conocerlo señor Demon, me honra su invitación. — Extendió su mano educadamente que no dudó en corresponder el gesto de manera serena.
—Tu nombre señorita. — La jovencita aludida solo jugueteo un poco con sus manos antes de decir:
—Inés Goddess.
—Ya veo. — Debió suponer que ese rostro tan familiar lo había presenciado. Estaba incomodado, el lugar era asfixiante cerca de aquella portadora del apellido Goddess. —Si me disculpan, debo atender unos asuntos. Hablamos después, Froi. — Dicho esto, se retiró sin decir más, solo pensando en lo irónico que era la vida.
Tanto Inés como Froi se vieron algo inquietos al verse entre sí; el rubio estaba confuso del comportamiento instantáneamente cortante de su padre después de cruzar palabras con aquella jovencita; sin embargo, lo dejó pasar de lado. Después lo discutiría con él.
Más no esperó que Demon tenía unas exigencias inteligibles.
—Mi última exigencia; no vuelvas a acercarte a esa niña. — Respondió simplemente una vez pedida la explicación del porque su actitud gélida.
No podía simplemente pedirle que la dejara así y perder su amistada, sobre todo cuando Froi solo esperaba el momento adecuado para confesar sus sentimientos por ella. Sin embargo, ahora, inexplicablemente le pedía que se alejara de ella.
—Ni la conoces padre. — Se negó. —Ella me...
—Ella... ¿qué? — No dijo nada, se limitó a apretar sus labios a la vez que fruncía el ceño. —Es mi punto final; obedece.
—Mamá... — Buscó ayuda en su progenitora, pero en esos verdes no existía la compasión.
—Lo siento, todo lo que dice el señor de la casa se cumple. —El joven rubio no escuchó más, solo se retiró con enojo latente en su cuerpo y totalmente confuso por la repentina postura defensiva de su padre.
No entendía como con todas sus amistades fue totalmente indiferente, pero cortés; sin embargo, con Inés la miraba como una especie de enemigo que acechaba. La curiosidad por descubrir lo que el rubio mayor ocultaba se volvió una extraña prioridad.
—Deberíamos comenzar a cerrar puertas. — Mencionó la mujer llamando la atención del cónyuge. —Todo está en donde debería estar; comencemos con Goddess.
[...]
No dudo en comenzar con el mandato una vez dado la luz verde; empresa por empresa fue cayendo de poco en poco. Las masas se inflaron de manera drástica y la devaluación atacó sin piedad dejando a uno por uno en la ruina o solo colgando de los hilos, a la vez que Demon se las ingeniaba para mantenerse a flote y elevarse de manera monstruosa.
Apellidos reconocidos a cayeron en el olvido y Demon solo se hizo notar; tal como ella lo había planeado, su cometido se logró antes de soltar su último aliento. La señora de Demon comenzó a ser la tendencia de boca en boca de todos los contadores, hablaban de ella con temor y admiración hasta llegar a oídos que se negaban a aceptar la verdad.
—Papá, ¿es cierto lo que me dijo Inés? — El rubio entró al despacho exigiendo una respuesta concreta al de ojos ónix. Arqueo la ceja.
—No sé qué podría haberte dicho. — Gruño a su indiferencia. ¿Tan cínico era para no admitir lo que estaba haciendo?
—Tu y mi madre están rompiendo alianzas con todos. Los estas dejando en la ruina. — Melías no se molestó en negarlo. —¿Por qué no puedes dejar las cosas como deberían ser y dejar ese absurdo odio que tienes por los demás? ¿Por qué mi madre lo haría? — Entrelazo sus manos soltando un suspiro perezoso y una mirada que daba pavor.
—Si quieres caminar bien, primero debes quitar las piedras del zapato y patear lo que se atraviese en el camino. — El contrario arrugó el entrecejo. —No puedes retroceder a los hechos.
Enojo e desdén era lo que sentía, no comprendía ni sabía que había pasado para que todo tuviera que suceder así; sin embargo, antes de que pudiese exclamar sus pensamientos al respecto, Chandler entró al pequeño espacio con una faz de desdicha.
—Señor Demon, la salud de la señora ha empeorado. — No tuvo de otra que ignorar a su hijo para ir a la habitación donde dicha mujer se mantenía postrada.
Hacía un poco comenzó con una pequeña tos y fatiga que solo se agravó considerablemente; algo que ella llamaba su karma después de años de ambición y descuido personal por lograr lo que por fin tenía, más no se arrepentía en lo absoluto.
—Perséfone... — llamó suavemente el rubio tomando la mano pálida de la mujer. —¿Segura no quieres ir al médico? — a pesar de saber que estaba en su lecho de muerte, la de cabellos azabaches negó con esa misma sonrisa de confianza.
—Sabes lo que opino de una vida artificial. — Se burló ligeramente soltando una bocanada y una mirada perdida en el techo. —Mi trabajo está hecho, puedo estar en paz.
Tal vez no era un enorme cariño lo que sintió por ella, pero fue la única persona en la que pudo confiar después de Chandler, cuando estaba en los suelos y desorientado. Ella supo cómo tomar su debilidad para impulsar sus fortalezas y, sobre todo se mantuvo firme con él en estos años. Le tenía una afecto único y desconocido.
No deseo discutir con ella su decisión, era como pelear contra una pared.
—Agradezco todo lo que hiciste por mí. Prometo que nuestro hijo tendrá alguien digno, aunque no creo que alguien logre igualarte. — Ella negó con cierta ironía.
—Querido, no creo que nadie pueda, pero alguien me superará. — Relamió sus labios. —El día en que una mujer ágil se haga cargo del negocio, será porque Demon ha tocado fondo. — Fue lo último que dijo antes de perderse en sus pensamientos y sin explicar esas palabras inciertas.
Melías se encontraba tan confuso con lo que ella decía, hablaba en un sentido tan humorístico y sarcástico que era difícil adivinar cuando hablaba en serio o en broma.
«Presiento que aquella única capaz de llevar sobre sus hombros el peso laboral y familiar, es una digna mujer de Demon. Esa mujer será nuestra ironía.» Pensó para sí misma. Sus ojos verdes brillaban sin vacilación alguna; estaba más que segura que tarde o temprano la unión que Melías tanto aborrecía se daría, el día en que seguramente Goddess y Demon sus lazos volverían a aferrarse para esta vez no soltarse.
[...]
Fue un día no tan caluroso, pero tampoco era invierno. Era un día tan neutro y a la vez agradable, justo como ella; insípido y satisfecho, hacía mucho que adentraba un pie en un fúnebre panteón desde la muerte de su familia y, ahora estaba de nuevo ahí bajo la lluvia como ese día en que creyó que todo terminó de escombros sobre sus pies.
No sentía tristeza, pero tampoco le era indiferente a ella; fue su pilar más confiable y como todo lo demás, se fue para no volver. Solo dejó en aquella placa de su nombre tallado un singular clavel rojo mientras su primogénito se mantenía cabizbajo con los labios apretados, sintiendo el dolor descomunal de perder a su madre; sin embargo, ese enojo seguía en su padre por no permitirle mantener contacto con su mejor amiga.
—Padre, he decidido tomar mi lugar en la empresa... — enunció con cierto abatimiento tomando por desapercibido al rubio de ojos negros. Sí estaba dispuesto a derrocar a todos de sus casillas, él sería quien volvería a construir la dinastía a base de pedazos del resto; sin embargo, para ello recurrió a una opción que seguramente no le gustaría. —Pero me voy a casar con Inés te guste o no. — Dicho esto, se marchó de su lado de regreso al auto donde el chofer esperaba.
Melías no mostró su enojo por la rebeldía del de ojos verdes; igual que su difunta esposa, un terco que no escuchaba a los demás y solo actuando por impulso por un beneficio propio. Debía tomar medidas drásticas para mantener a Goddess lejos de ellos y evitar que volvieran a salirse de las suyas.
—Chandler, la familia de esa jovencita... — el hombre de cabello verde que sostenía el paraguas ladeo una mueca al escuchar su indicación. No significaba nada bueno. —Llámala.
—¿Estás seguro Melías? — Incluso el vacilaba, pero no había más opción; sería sencillo ahora que tenía a todos en sus manos. Esbozó una sonrisa victoriosa.
—Están desesperados para no caer en bancarrota, accederá a cualquier cosa que pida. — Soltó un largo suspiro antes de tensar la mandíbula. —Y de paso llama a Isabel Goddess.
Habían pasado algunos años antes de volver a cruzar palabras con esa mujer de suasorios ojos; hizo lo que ella en el pasado antes de engancharlo con sus propios sentimientos ingenuos. La atrapó por medio de un falso contrato antes de absorber sus bienes y poco a poco dejarla en la miseria y sobras de su linaje; cortó el contacto con ella para dejarla en su propia trampa.
En un punto, Isabel fue más audaz y por poco logró voltear la jugada; sin embargo, Perséfone fue más rápida en cuestión de acciones. La manipuló de manera sorprendente que incluso logró sacar más información de lo que planeo, sobre todo teniendo un esposo tan mediocre como interesado solo por el dinero, fue fácil para Demon engañarlos.
Esta vez se mantenía con una sonrisa cínica que no se inmutaba a mostrar su triunfo, su satisfacción por verla tan derrotada y caída; aunque debía admitir que Isabel tenía aun dignidad para mantener la cara en alto a pesar de su situación económica, social y sentimental.
—Es bueno volverte a ver. — Adquirió un tono jovial y una risilla que mantenía como en esos tiempos en que la conoció. Isabel rodó los ojos.
—Se directo, ¿qué quieres, Melías? Es suficiente con esta humillación. — Soltó sin ánimos y en un punto entre la decencia y la desesperación que incluso, Melías casi siente compasión.
—Reitero. — Comenzó entrelazando sus manos entre sí sin despegar la mirada de los dorados de la albina. —Parece que los Goddess tiene una persuasión única que confunde a los Demon, incluyéndome. — Tensó una mueca antes de optar una postura erguida. —Salvaré a tu familia de la miseria con una condición simple. No soy un monstruo ni tan codicioso como tu después de todo, pero pediré que firmes esto.
—¿Qué es esto? — su ceja plateada se alzó levemente al momento que por la superficie de la madera se deslizaba una perfecta hoja con escrituras.
—Un tratado de paz entre Goddess y Demon, pero jamás volveremos a tener nada en común. Ningún otro contrato ni firma nos mantendrá en común. — La mujer tomó la hoja y comenzó a leerla minuciosamente. —Todo trato que se haga entre estos apellidos será nulo mientras este contrato exista. No hay trucos, lo prometo.
—En pocas palabras, no existiremos para el otro. — Asintió. Le tomó algunos otros minutos para leerlo con mucho cuidado y una vez confirmada que no haya trampas en esta, simplemente tomó una pluma y deslizó con una envidiable caligrafía su nombre correspondiente sobre la línea. —Ahora cumple, Demon. — le retó con una mirada que fascinó al hombre, pero no para caer nuevamente.
—Solo otra cosa. — La mujer no tuvo de otra que mantenerse absorta a sus palabras. —Mantén a tu hija alejada de mi hijo, no quiero que se vea involucrado con alguien que pueda sacar ventaja de él. — No necesito repetirlo, solo tomó su bolsa y salió de aquel asfixiante e intenso ambiente que el rubio producía en ese despacho; lo que ambos acordaron quedó grabado en tinta y papel, Demon y Goddess rompieron todo hilo entre ellos.
—Chandler... — Rápidamente entró su fiel mejor amigo con una mirada totalmente hostil por la presencia previa de la mujer de cabello plateado. —Envíale una advertencia a esa niña; solo un pequeño susto para que lo piense dos veces antes de acercarse a Froi. — Tampoco se rebajaría al asesinato, a menos de ser completamente necesario, pero no tenía razones para desaparecer a nadie... aún.
—Si señor Demon. — Antes de cruzar la puerta, se detuvo a mirarlo. —Por cierto, ya está aquí.
—Déjala pasar. — El de cabellos salió para dejar en privacidad al señor Demon con una temerosa joven de cabello azabache y ojos esmeraldas. —Señorita Briar, ¿cierto? — Asintió tratando de calmar su agitación. Escuchó los rumores de aquel hombre por parte de sus padres en sus juntas de trabajo, mismos que también fueron presas de la codicia de la señora de Demon.
—S-Si señor Demon. — Tropeando, tomó asiento frente el escritorio a la vez que tallaba sus manos en su falda tratando de limpiar el sudor. Hizo un par de ejercicios de respiración antes de atreverse a mirarle a los ojos y tragar saliva. —Si me lo permite señor, quiero preguntar ¿cuál es la razón de mi presencia?
—Un contrato.
—¿Contrato? — Frente a ella vio deslizar un par de hojas engrapadas con un curioso titular que apenas logró leer. —L-La... ¿La señora de Demon?
[Actualidad]
Ahí estaba de nuevo, frente a frente a la misma puerta de la que cruzó para no volver hacía 20 años atrás. Todo recuerdo del pasado se disolvió en un predominante miedo de su cuerpo que solo la llevo a actuar; si no mal lo recordaba; el mayor de sus hijos, Meliodas, estaría celebrando su natalicio. ¿Qué sería de él? ¿Estaría casado ya?, ¿en qué clase de hombre se convirtió? Su pequeño Zel ¿estaría bien?, ¿cómo estuvieron todos estos años? Todas esas preguntas estaban atascadas en su cabeza y solo serían respondidas si tocaba el timbre.
Escuchaba algunas tenues voces dentro de la vivienda y solo eso la colocaba en un punto entre miedo y nervios. Respiró profundo y tocó el timbre, siendo en seguida atendida por una reconocible mujer cuya sonrisa se deformó en una mueca de incredulidad al verla en esa puerta.
—T-Tu... Tu no..., pero que... — La vio retroceder con las piernas flanqueando y titubeando.
—¿Me extrañaste, Inés?
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Empezamos donde nos quedamos ahora, falta la reacción de Meliodas y Zeldris (es obvio que no será un buen momento para ellos)
La vida de Demon es importante, porque tanto ellos como Goddess han sido rivales y eso sigue entre ellos en varios aspectos, así es cómo afectará a la pareja. Ya les di un punto importante, espero no se les escape por ahí. ¿Tienen teoría?
Sin más, gracias por leer y nos vemos el miércoles a la misma hora.
P.D. Gracias a los que siguen aquí, no creí que la mayoría apareciera ^^
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