~Capítulo 51~

Camino Real, proximidades de Los Gemelos, aproximadamente dos meses más tarde

Bastet contemplaba desde la grupa de su caballo el gran puente fortificado, acompañada por Drogo, Marie, Jon y Arya. Ellos no podían saberlo, pero se habían detenido en el mismo lugar donde, años atrás, Robb Stark había esperado las noticias provenientes de su madre.

El Joven Lobo, al igual que el grupo de Bastet, había pretendido cruzar el puente, el único camino rápido para superar el Forca Verde, con el objetivo de liberar Aguasdulces del sitio de los leones. La enviada para parlamentar con el viejo Walder Frey había sido lady Catelyn, la madre de la camada más joven de los Stark, una Tully de nacimiento. El grupo de Bastet también había decidido mandar a otra mujer de sangre Tully, Sansa, con su correspondiente escolta para pedirle al líder de la Casa Frey su venia para cruzar el río.

A cada lado, la construcción estaba resguardada por dos torres casi idénticas, de ahí el nombre del castillo: los Gemelos, aunque a veces se le llamaba también el Cruce. Necesitaban pasar por allí para llegar lo antes posible a Aguasdulces, donde esperaban hablar con el tío de Sansa y Arya, lord Edmure Tully, y convencerlo de que se uniese a su bando, o al menos intentarlo.

Sansa se estaba retrasando más de lo esperado. Después del largo viaje hasta allí, la paciencia de Bastet no estaba en su mejor momento. Bastet miraba la construcción con hastío. Quería pasar ya y seguir avanzando. Esperaba que el viejo Frey tuviera dos dedos de frente y les permitiese continuar su camino, pero ya conocía de sobra cómo actuaba. Había vendido a los Stark a los Lannister con la más vil estratagema, a pesar de que en un principio eran aliados suyos. Ahora, Bastet también estaba con los Lannister, por lo que esperaba que no hubiera un cambio de bando de última hora.

En caso de que el señor del Cruce no les permitiese el paso tenían tres opciones. Una de ellas era cruzar el río allí mismo, pero aquella sección del Forca Verde era la más profunda y donde las aguas fluían con mayor velocidad. Otra, aunque Bastet se negaba a esa posibilidad, era dar un rodeo, pero no quería perder más tiempo. La última, tal vez la preferida por Arya Stark, era deshacerse de Walder Frey y su numerosa prole.

«Sansa se está retrasando, a estas horas ya deberíamos haber cruzado el río y haber perdido de vista esa monstruosa estructura. Como Walder Frey se niegue, lo perderá todo y solo podrá escapar del fuego de Viseniam ahogándose en el maldito Forca Verde. Sí, una vez que hayamos pasado haré que Viseniam queme todo con ellos dentro. Todos me toman por tonta, pero se olvidan de lo que hizo el Aegon Conquistador en Harrenhal, y yo soy de la sangre del dragón; es hora de que me empiecen a tomar en serio».

—Volvamos a nuestro campamento —dijo Bastet mientras tomaba las riendas de Legolas y lo hacía girar—, ahora mismo. Dejaremos a alguien para que espere la salida de Sansa y Asha.

—Yo me quedaré —dijo Marie, como siempre, lista para cumplir las palabras de su señora.

Bastet espoleó a su caballo.

«Walder Frey no va a aceptar tan fácilmente nuestra oferta», pensó Bastet. «Puede que aparte de atacar ese maldito puente, necesitemos sacar a Sansa y Asha de ahí»

—Ha pasado demasiado tiempo, más del necesario para decir que sí —dijo Bastet una vez que estuvieron en su tienda.

La más joven de los Stark intuyó la dirección que tomarían las palabras de Bastet. Todos rodeaban una mesa.

—Mis guerreros no pueden hacer mucho, a no ser que los Frey sean tan imbéciles como para enfrentarnos a campo abierto —dijo Drogo, que también había pensado lo mismo que Bastet. ¿Cómo puedes fiarte de alguien que ya ha matado a traición?

Jon se dirigió un momento a un baúl y rebuscó un momento por su interior. Cuando hubo encontrado lo que buscaba, se levantó y a continuación volvió a la mesa para extender un viejo mapa de la Tierra de los Ríos.

El pergamino estaba plagado de ríos, bosques y colinos. La Tierra de los Ríos recibía su nombre debido a que el mayor río de Poniente, el Tridente, lo atravesaba junto con todos sus afluentes (el Forca Roja, el Forca azul y el Forca Verde, aquel que debían atravesar). No poseía grandes ciudades, pero sí muchas aldeas y núcleos de población dispersos.

—El khal tiene razón. Pienso que la mejor manera de atacar sería dividir en dos nuestra fuerzas. —Jon señaló a uno y otro lado de las orillas del Forca Verde—. A ambos lados los castillos están protegidos por murallas y fosos anchos.

Bastet pensó un momento en su propuesta. Un ataque desde el otro lado podía pillar desprevenidas a las fuerzas Frey.

—Puedo cruzar el río con Viseniam por la noche. Los Frey no se darán cuenta si nos alejamos lo suficiente. Atraería su atención y os daría la oportunidad de atacar por esta orilla.

—Y una vez nos hagamos con los castillos gemelos, hacernos con la Torre del Agua del centro del puente no debería dar problemas —concluyó Jon.

Bastet se volvió a fijar en el mapa, dando un largo suspiro. Sentía cansancio en sus músculos, incluso ahora sin luchar, pero durante el asedio la adrenalina la mantendría activa. Centró su atención en Aguasdulces, la fortaleza ancestral de la Casa Tully, situada entre el Forca Roja y el Piedra Caída. Se imaginó cómo hubiera sido crecer allí, rodeada de ríos y con un clima suave. Los días llenos de risas de niños jugando en el agua, sin ninguna preocupación más que divertirse. Un lugar idílico sin duda...

Su mirada siguió el curso del Forca Roja hasta que este se reunió con sus otros hermanos para formar el Tridente. Allí, en la unión de los tres ríos, escritas con una tinta más clara que el resto, un nombre hizo hervir su sangre: Vado Rubí. Allí había muerto su hermano Rhaegar.

El visualizar a su hermano muerto acrecentó la ira de Bastet.

«Viseniam y yo quemarenos ese maldito puente. Las aguas correrán rojas por la sangre derramada hasta el mismísimo Vado Rubí. Ahora el pueblo por fin tendrá un buen motivo para llamar así a ese sitio».

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Invernalia, Bosque de Dioses

—La ira de Bastet ha aumentado, está decidida a atacar y acabar con todo lo que se ponga al alcance de Viseniam —informó Bran, volviendo de su visión.

La noche comenzaba a llegar y con ella su sus fríos dedos de muerte, cuyas uñas arañaban los huesos de uno y volvía azul la piel antes rosada o pálida. Bran estaría mejor en el interior de la fortaleza, edificada allí por la aguas termales que yacía bajo la nieve; pero necesitaba un poco de privacidad, porque si uno de sus sirvientes se enteraba de quienes eran sus interlocutores habría sido imposible parar los rumores.

—¿Atacarán esta noche o esperarán a la mañana? —preguntó Isatra.

—No lo he visto. Bastet piensa aprovechar la noche para desplazarse con Viseniam, pero desconozco el resto. Lo siento, Isatra.

Isatra, que hasta entonces contemplaba junto con su acompañante el Arciano, se giro para mirar a Bran.

—No tienes porqué disculparte, Brandon Stark —lo tranquilizó—. Tu entrenamiento no está completo, no ha sido censurable tu desenvolvimiento hasta entonces.

A veces, la esencia de Isatra desconcertada a Bran. Podía mostrarse dulce, pero en sus ojos ardía una llama inexplicable de poder, tanto que sentía que lo desgarraba por dentro si se quedaba mucho tiempo mirando. Había visto su historia, pero no entera. Había momentos de su vidas que Isatra ocultaba deliberadamente y, por mucho que lo intentase, Bran no podía acceder a esos retazos.

—¿Las cosas marchan de acuerdo con tu plan? —se atrevió a preguntar Bran. Con Isatra se sentía pequeño, más pequeño de lo que en realidad.

Isatra no le había contado todos los detalles (y sospechaba que lo que sabía era la parte imprescindible), pero a veces compartía pequeños trozos.

—Sí.

El silencio volvió al Bosque de Dioses. Poco a poco, los ruidos de la naturaleza llenaron el aire nocturno. El frío creció.

—Hay algo más... —Bran había visto algo que enfureció a Bastet, pero no se atrevía a decirlo con ellos allí—. He visto algo más...

Esta vez se giraron los dos. Bran deglutió, nervioso por los tristes ojos añiles que lo miraban. Ese hombre lo ponía nervioso, irradiaba un aura de poder gigantesca y entendía porqué todos los que lo habían conocido vivo lo adoraban tanto.

—Bastet vio en un mapa Vado Rubí y al pensar en ti muerte se enfureció más.

Rhaegar Targaryen hizo una mueca de disgusto. Después, miró hacia el pequeño lago.

—Un nombre demasiado poético para lo que ocurrió allí —dijo—. El martillo de Robert...

—¡Ahora no, Rhaegar! —lo interrumpió Isatra—. Estoy harta de esa historia.

—Lo siento, Isis. —Rhaegar miró a su alrededor—. Es un lugar precioso, ojalá lo hubiera vistazo antes.

—Debemos irnos ya —informó Isatra—. Volveremos, Brandon Stark, mantente alerta.

—Hasta otra ocasión, Brandon, si Isis nos deja te contaré la historia del Tri...

—¡Rhaegar!

—Intentaré que no esté ella presente, entonces. Adiós, Stark.

Bran cerró los ojos. Inspiró y expiró profundamente. Cuando los volvió a abrir, Isatra y Rhaegar habían desaparecido.

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La luz del día ya arañaba la cúpula nocturna.

Bastet ya estaba junto con Viseniam en el aire, listas para atacar.

Antes de partir, Drogo y Arya Stark había salido a despedirla.

—Luna de mi vida...

—Volveré, mi sol y mis estrellas —se despidió de Drogo—, hace falta algo más que un puñado de hombres Frey para matarnos a Viseniam y a mí.

Arya miraba miraba maravillada a la dragona como el primer día, ignorando a los dos amantes que se despedían.

—Bastet, antes de que te vayas quiero recordar una cosa —la detuvo Arya—. El invierno ha llegado para la Casa Frey, pero la mano del invierno viene acompañada del colmillo del lobo. Recuerda eso.

Bastet asintió. Sería ella quien daría muerte al patriarca Frey, no se lo iba a impedir.

Después había subido a la dragona y se había marchado.

Estaban listas las dos.

—Viseniam, eres mi hija, yo te di la vida en aquel fuego, en aquel día tan lejano —dijo, acariciando las escamas rosas—. Hoy te pido que rujas, ruge fuerte, que se enteren en la capital quién está atacando, quién está enfadada y queire que por fin la tomen en serio. Me llaman loca, pero ya dejó de importarme. ¡Ruge fuerte, Viseniam! ¡Que todos se enteren de que los dragones han vuelto!

Y Viseniam, como una afxíthiques que era, compartía la furia de su jinete.

Y Viseniam rugió.

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La comitiva que Bastet había mandado para parlamentario apareció en las mazmorras de uno de los castillos idénticos.

Los Gemelos cayeron, y rápido. El ataque sorpresa de Bastet había tenido efecto y unos pocos guerreros intentaron salir a su encuentro solo para encontrar la muerte en el fuego de Viseniam.

Bastet cumplió su palabra y dejó en manos de Arya Stark el destino de los hombres Frey, pero no permitió que cumpliese su venganza en las mujeres.

Dejarían a un lord del Norte a cargo del puente y se le prohibió cobrar un peaje a aquellos que deseasen atravesarlo.

Cuando Bastet se reunió con Drogo, lo primero que le llamó la atención fue una herida en su muslo, producto del tajo de una espada.

—Los Frey sí resultaron ser imbéciles —contestó Drogo cuando Bastet le preguntó hacer a de la herida—, un pequeño grupo intentó huir, pero les dimos caza mientras los hombres del Norte y Velaryon tomaban el puente.

—Parece profunda —comentó preocupada Bastet—, y un poco infectada.

—Los sanadores dicen que no es grave.

Bastet dudaba de que con ese aspecto no fuese grave, pero ella no sabía del arte de la sanación, solo lo justo.

—¿Cuál es el siguiente paso? —preguntó Drogo—. ¿Partimos ya a Aguasdulces? Te noto con prisas de continuar.

Y así había sido, pero tras la adrenalina de la batalla la impaciencia se había diluido un poco.

—Vamos a hacer un pequeño desvío antes de llegar a Aguasdulces. Quiero ir al Vado Rubí.

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