~Capítulo 5~
—Voy a ir a la boda y demostrar que nada puede hundirme.
—Pues sí que es buena consejera la almohada. —Asha sonrió—. Me alegra que no dejes que nada te derrumbe.
Bastet estaba feliz de que su mejor amiga la apoyarse, pero no podía decirle que su hermano muerto se le apareció en sueños para darle consejos. No había hablado con nadie de Rhaegar, ni con sus hermanos cuando se le apareció las primeras veces, ni siquiera con Nana Cotha. Los sueños con Rhaegar eran algo especial para ella. Cuando era niña eran lo único que la hacía sonreír tras las maldades de la vida. Eran su escapada del mundo.
Apartó a su hermano de sus pensamientos, lo importante era la boda. Tenía que conseguir que aquel no fuese el mejor día de su hermana melliza. Aquel iba a ser su día.
—Asha, quiero ser el centro de las miradas en la boda —le dijo Bastet a su amiga.
—Tranquila, Bastet. Creo que tengo lo que necesitas.
Asha siempre parecía preparada para todo. Y en esta ocasión necesitaba que lo estuviera.
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Su amiga estaba rebuscando entre cajas en el almacén que tenía su casa para las mercancías.
—¿Qué buscas, Asha? —preguntó Bastet-. ¿Qué es lo que hay en estas cajas que me haga deslumbrar?
Su amiga no hacía más que murmurar entre cajas y más cajas.
—Creo que necesitas empezar a organizar un poco todo esto —le comentó Bastet.
Asha no contestaba.
—Debería estar por aquí... —masculló entre montones de cajas—. ¿Será esta? No... ¿O esta? Espera... ¡Ya lo tengo!
Asha sacó un caja del montón.
—Aquí tengo algo que hará que atraigas las miradas de todos en la fiesta —le dijo con una sonrisa.
Y sacó algo de la caja.
—Oh, Asha, es precioso! —contestó Bastet, anonadada.
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Bastet no podía de dejar de mirarse al espejo.
—¡Asha, tenías razón! —Bastet seguía encantada.
Su amiga asentía con una sonrisa sentada en la cama.
—Sabía que te gustaría —contestó Asha.
Era un vestido de color rojo, sin mangas, con una apertura a cada lado de la cintura y con bastante de escote. La parte de delante le llegaba hasta casi la rodillas mientras que la de atrás era más larga. Resaltaba su palidez pero no de una mala manera, y hacía que sus ojos violetas brillasen más.
Asha salió un momento y volvió con algo en la mano.
—Cierra la boca, ya sé estás encantada, pero no es bueno que te pongas a babear sobre tu nuevo vestido —dijo mientras le pintaba los labios—. Ahora, ya puedes abrirla y decirme que he hecho un trabajo perfecto.
Había dado un poco más de color a su cara, ocultando algunas imperfecciones.
—¿Y que vas a hacer con el pelo? ¿Vas a seguir llevando las trenzas?
No había pensado en eso. Siempre se ponía trenzas, pero no creía que le quedasen bien con ese conjunto.
—No, voy a levar el pelo suelto —contestó Bastet, tras pensar un momento.
—Ya verás, vas a estar espectacular. Ese khal no sabe lo que se va a perder.
«Eso espero...», se dijo Bastet para sus adentros.
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Llegó el día de la boda. Asha no podía acompañarla por asuntos comerciales.
—Lo siento, pero esos idiotas pueden estropear mi mejor mercancía y no puedo permitirlo.
Bastet no se iba dejar amilanar por no poder contar con su amiga. Era de la sangre de conquistadores, no de la de cobardes.
La boda se celebraría a las afueras de Pentos. Era una tradición entre los dothrakis que todo lo importante en la vida de una persona ocurriese en el exterior, bajo el cielo.
Se construyeron gradas para la ceremonia. Dependiendo de la importancia del invitado, se colocaba más cerca o más lejos de la nueva pareja. Durante el banquete nupcial se serviría primero a la pareja y luego se ofrecía al resto todo los que ellos no aceptaban.
Mientras paseaba todos se fijaban en ella. Tanto hombres como mujeres ponían sus ojos sobre ella a su paso.
Bastet caminaba sin saber muy bien qué lugar le correspondía allí.
De repente alguien la llamó entre la multitud.
—¡Bastet! —la llamó Richard.
«¿Por qué siempre me encuentro con Richard?»
Bastet le dirigió una sonrisa.
—Me alegra que estés aquí —le dijo Richard—. Ven te acompañaré a tu sitio.
Y ambos se pusieron a andar. A Bastet le extraño que fueran a las gradas centrales. Aquel lugar estaría ocupado por la pareja, los jinetes de sangre y la familia de la novia. Pero pocos sabían que la novia era su hermana...
—¿Por qué razón se me concede un puesto de honor, Richard? —preguntó extrañada.
—Eres la protegida de la venerable Cotha. Te mereces un puesto de honor —contestó él.
Ambos ocuparon su lugar en sus respectivos lugares, Richard un puesto más elevado dada su condición de jinete de sangre.
—Vaya,vaya... si mi hermanita a decidido venir al gran día de su hermana —dijo Viserys al ocupar su sitio al lado de Bastet.
Ella no le prestó atención. No era el día de su hermana, era el de ella.
Los novios ocuparon su lugar. Bastet no miró a Drogo. Estaba ocupada mirando a su hermana. Daenerys no estaba ni de lejos tan hermosa como ella ese día (o eso le pareció a Bastet).
La fiesta siguió el típico desarrollo de las celebraciones dothrakis. Nana Cotha no le dejaba asistir a muchas fiestas de compromiso. Y ahora entendió la razón. Se consideraba que una celebración era buena si morían las menos tres personas. Los hombres dothrakis se peleaban por las mujeres dothrakis allí presentes. Si dos hombres ansiaban a la misma se peleaban hasta la muerte.
«Ls boda de Daenerys es todo un acontecimiento, aún no ha llegado el tercer plato y ya han muerto siete hombres».
Bastet tenía cuidado de no mirar a Drogo. Quería que él notase su indiferencia, pero parecía que tenía sus ojos clavados en su nuca.
Viserys no estaba contento. No entendía la razón de que se le sirviese en tercer lugar a él, a todo un rey.
Bastet no prestaba atención, se entretenía mirando a los invitados.
Todo transcurría medianamente bien hasta que alguien se dirigió a ella.
—Bastet, qué... sorpresa. No te esperaba aquí, pero, en fin, me alegro mucho de que estés aquí en un día tan importante.
Bastet le dirigió su mejor sonrisa.
—¿Cómo me perdería el gran acontecimiento del año?
La nueva khaleesi había bajado a hablar con ella. Estaba como la recordaba. Los años no habían borrado su mirada maliciosa y su sonrisa de hielo.
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