~Capítulo 40~
Bastet y Sansa ya habían visto el cuerpo de Nephertum Azinun caer antes de que un grito de horror saliese de su séquito. Sansa intentó gritar ella también, llevarse las manos a la boca en gesto de terror, pero no fue así. Puede que su antiguo yo se hubiese horrorizado, pero ya antes de que reunirse con Bastet tuvo claro que el destino de Nephertum Azinun era la muerte.
Aún así, sentía un poco su muerte.
—Era el afentikó Nephertum Azinun, según los rumores era uno de los pocos de sangre noble que quedaba — contó Sansa sin mirar a Bastet.
—¿Lo conocías?
—Él me ayudó en varias ocasiones, la última hoy mismo.
Bastet asintió. Juntas entraron en el antiguo palacio. Si todavía alguien no les era leal, sin duda ya se habría escapado o rendido. Bastet salió al balcón desde el que momentos antes Nephertum Azinun había rogado el perdón. Abajo, cientos de ojos esperaban expectantes.
—¡Pueblo de Érinos ya no os ahogan las cadenas! La tierra que pisais vuelve a ser vuestra, el cielo que veis ya no es el techo de una jaula. —Bastet levantó los brazos, haciendo el gesto de abarcar todo lo que los rodeaba—. Ya no sois simples mercancías sin nombre. Sois libres.
Viseniam voló alrededor del palacio, maravillando a todos con su esplendor. Estaba más grande desde la última vez que Sansa la había visto y sus escamas más brillantes. La multitud empezó a corear una consigna. Al principio fue un murmullo apenas entendible. Luego, las distintas voces se fueron uniendo hasta ser solo una.
—¡Viva la reina Bastet Targaryen! ¡Viva la reina Bastet!
Bastet sonrió como si pudieran verla con claridad.
—Os equivocáis. —Sansa pudo apreciar un brillo triste en sus ojos que no acompañaba a su sonrisa—. No soy vuestra reina, soy la Reina de las Cadenas, como bien me llamaban vuestros verdugos. Y ahora no tenías cadenas... He sabido que el último descendiente de la familia Neferbah aún vive. Vuestra Diosa así me lo aseguró.
Otro murmullo de sorpresa volvió a correr de boca en boca.
—¡Os prometo por la Diosa, de la cual recibo mi nombre, que lo encontraré!
Las personas no dejaban de aplaudir. Bastet se retiró satisfecha. Cogió a Sansa del hombre y se adentraron otra vez en el interior de la construcción.
—Tenemos muchas cosas de las que hablar. —Sansa necesitaba saber qué había pasado en su ausencia. Algo andaba raro. Apenas había visto dothrakis entre las huestes de Bastet y ni rastro de Drogo.
—Sí, demasiadas...
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—¡Cuenta el cuento otra vez! ¡Porfa! —Zhaerys apenas tenía 4 años, pero ya hablaba bastante bien.
Le encantaban las historias sobre dragones y en especial le encantaba la que Aerys contaba sobre Drogon. Los dos hermanos se llevaban bien. Aerys ya no recordaba que no quería una hermana y Zhaerys adoraba a su hermano mayor.
—Y entonces un rugido llegó desde la más profundo de los siete infiernos. ¡Era Drogon, la reencarnación del Terror Negro! —Aerys simuló cómo el dragón había bajado del cielo con un muñeco de trapo—. Aquellos que intentaban atacarnos a nuestra madre y a mí parecieron bajos sus llamas sin remedio. Aquel día, el pueblo comprendió lo qué era un dragón, uno de verdad. Y nosotros, los Targaryen, somos de la sangre del dragón.
Zhaerys aplaudía a la representación de su hermano.
-Así es. -La voz de su madre les llegó por su espalda-. Esas son las consecuencias de despertar al dragón: fuego y sangre.
-¡Cuando seamos mayores nosotros volaremps en dragón! -Zhaerys gritó mientras cogía uan figura de madera-. Yo seré la como la reina Visenya con Rhaegal.
-Y yo con Viserion cuando sea rey.
-¡Y yo seré tu Mano!
-Las mujeres no pueden ser la Mano del Rey.
-¡Pues yo quiero! ¡Soy una Targaryen y de sangre noble del Antiguo Ghis!
Daenerys negó para sus adentros. «Al menos de nombre».
Daenerys daba las gracias a la Madre por que su hija hubiera heredado los rasgos valyrios. Si Zhaerys no hubiese tenido el pelo de plata y los ojos como amatistas, algunos habrían señalado aquello. Ese mismo tipo de rumores corrían detrás de los hijos del Usurpador, pero ella era la reina. Que sus hijos se pareciesen a ella no ocasionaba preguntas.
-¡Pues llevaré la capa blanca!
-Tampoco puedes.
-¡Mamá! ¡Aerys no me deja hacer nada! Que rey más aburrido vas a ser.
-Aerys sí será un rey aburrido si no va a sus lecciones -señaló Dany-. Aerys, tú maestro te está esperando.
Aerys asintió y se fue, no sin cierta burla de Zhaerys antes de salir. Daenerys rio ante la burla de su hija.
No había tenido que apartar a Daario de su hija, él mismo la evitaba o solo estaba con ella lo necesario. Hizdarh era otra historia. Adoraba a la que creía su hija, o la menos lo fingía muy bien. A Daenerys le divertía que le ocultase que sus dos hijos bastardos vivían en la pirámide. Permitía que viviesen allí, pero no que se acercaran a sus hijos, mensaje que les hizo llegar a los niños.
-¡Papá! -Zhaerys corrió a abrazar a su padre.
No tendrían mejor relación de ser de la misma sangre.
-Deja que tu madre y yo hablemos.
Zhaerys salió directa seguramente a unos de los balcones o a ver a los dragones.
-Nuestra hija es preciosa -dijo Hizdarh viendo marchar a Zhaerys.
«Mi hija es preciosa. Seguro que Daario reaccionaría mal si te oyese».
Por mucho que el capitán Naharis se resistiese y se enfadase, ella era la reina y se hacía lo que ella ordenaba. Por eso se veía obligado a acudir a su llamada, aunque desde hace un tiempo piensa que tendría que mandarlo lejos. Se ha vuelto más... molesto, al igual que zo Loraq, cada día más orgulloso. Su noble esposo de sangre de ghiscara no había solo insistió durante un tiempo lo de otro posible heredero, pero ella se negó.
-Sí, es hermosa, como todos los que portan la sangre de Valirya. -Dany tuvo que resignarse a contestar-. ¿De qué querías hablar?
-De Zhaerys.
El tema ya la sacaba de quicio. Hizdarh quería ver a su hija como una reina y no sé conformaría con que fuera le segunda en la línea de sucesión por el momento. Cuando se lo dijo, él sugirió que Aerys y Zhaerys se casaran al tener la edad suficiente siguiendo la tradición de los Targaryen. Dany se negaba todas las veces que él venía con la misma charla.
-Te lo repito por última vez: no. Mis hijos no emularan a sus antecesores. Aerys será el rey y Zhaerys su heredera mientras no engendre hijos.
-Un rey nacido de la misma tradición que tanto od... -Hizdarh no pudo continuar porque Daenerys le golpeó con todas sus fuerzas en la cara.
«Contrólate. Contrólate. Contrólate», pero un lugar de eso dio otra golpe para demostrar su enfado, pero Hizdarh cogió la mano antes de que llegase a su cara.
—Antes de que llegaras se consideraba de mal gusto que una mujer pegase a su marido. Incluso se castigaba tal comportamiento.
—Lástima que no sea como las otras mujeres.
—¿Te enfadas por recordarte la verdad? ¡Aerys es tu hijo y el del Rey Mendigo! ¡Por muchos que la ignores, no hay otra verdad!
«¡Me forzó! ¡Todo por la pureza de sangre!» . Quería llorar, pero no delante de él.
-Vete. ¡He dicho que te vayas! ¡Y ten bien claro que Zhaerys no reinará antes que Aerys! ¡Y no quiero volver a saber nada al respecto!
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-No te van a gustar muchas de las cosas que vas a oír, pero es necesario que sepas que todo lo que hicimos fue necesario. ¿Qué quieres saber primero?
-Decían que ejecutabas a niños -dijo Sansa-. Nunca quise creérmelo, pero muchos rumores tienen algo de verdad.
-Ese es verdad. Todos los niños de los afentikós capturados en Paideia fueron quemados por Viseniam tarde o temprano.
Sansa se sintió desfallecer al oír eso. Bastet no era así, la Bastet que ella conocía no era así.
-¿¡Ma-taste a niños inocentes!?
-Tenían en sus manos la llave para detener todo: te tenían a ti. Les di mi palabra de que si te devolvían junto a mí todos acabaría. Mientras no cedieran, con cada luna llena, uno de los símbolos de la Diosa, ordenaría a Viseniam que acabase con un niño.
-¿Cu-cuántos? -Sansa había perdido la noción del tiempo mientras estaba cautiva.
-Cuarenta.
-¿Y Drogo? -Sansa formuló su otra pregunta-. ¿Estaba de acuerdo?
-Después del primero, Khal Drogo y la mayor parte de su khalasar se marcharon a la costa. El resto se quedó conmigo...
Sansa fue preguntado todo lo que quería saber sobre la situación durante su encierro. Bastet buscaba la marca de los Neferbah en cada nuevo persona que veía. Pero nada.
-Acabo de recordar. Nephertum me dijo que te pidiera perdón.
-No conocí a ese afentikó que saltó desde el balcón. ¿Por qué tendría que pedirme perdón?
-No era un afentikó de nacimiento, era un noble. Y no lo sé. Dijo que te dijera perdón, que tenías razón.
-Desvaríos de alguien que ve cercana su muerte. Nephertum Azinun era la cabeza del Consejo Afentiki. -Bastet se extrañó al ver la cara de Sansa-. ¿Acaso no lo sabías?
-Pensaba que era el sucesor del...
-Y así fue hasta hace menos de un año. Luego subió al poder.
Siempre había sido bueno con Sansa y resulta que era su enemigo. Para Sansa Stark aquello era inconcebible, pero nunca se vio obligada a convivir con los demonios de Nephertum Azinun. Demonios que lo persiguieron hasta el día de su muerte y solo lo abandonaron cuando la Diosa fue a buscarlo. Solo lo abandonaron cuando volvió a abrazar a su hermana y a su amiga.
-Asha viene con Elisaerys y Tyrion para aquí -informó Bastet.
Aquella noche Bastet volvió a soñar una revelación. Pero aquella vez tampoco fue Rhaegar. Isatra Neferbah volvió a parecer delante de ella. En sus ojos, una luz de alivio y esperanza.
-Se llama Aucaman, ese es el nombre que pensaba ponerle su padre.
-¿Quién? ¿De quién hablas?
—Dale las gracias a Sansa. Sabía que ella tampoco me fallaría.
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-Aerys, ¿crees que los dragones nos entienden cuando les hablamos? -Zhaerys estaba acariciando las escamas de Rhaegal-. Si es así quiero decirles que son muy fuertes y bonitos y espero ser una buena jinete.
-Pues claro que sí. Los dragones son muy listos, Zhar -contestó Aerys mientras se marchaban.
-¿Sabes una cosa? Mi papá me ha dicho que voy a ser una reina. ¡Ya no puedes decirme que no!
-Puede que te cases con algún rey. -Aerys se encogió de hombros-. Eres una princesa y así podrías ayudarme cuando tenga el Trono de Hierro.
Aerys tenía el trato justo con Hizdarh, había algo que no le gustaba en él. Al principio se comportaba como un padre, pero después algo cambió.
-Aquí estáis los dos. Os llevo buscando un rato. -Hizdarh zo Loraq apareció por enfrente de ellos-. Aerys, tu madre quiere hablar contigo, te espera en el salón del trono.
-¿Puedo ir yo? -preguntó Zhaerys a su padre.
-Dijo que necesitaba hablar con Aerys a solas. Venga, despídete de tu hermano.
-Hasta luego, Aerys. ¡Te quiero mucho!
-Yo también te quiero mucho Zhar. -Aerys revolvió el pelo de su hermana jugando.
Aerys empezó a caminar hacia donde estaba su madre esperando. Los años no pasan en balde y el joven príncipe daba muestras de llegar a ser muy apuesto en el futuro.
Aerys Targaryen caminaba tranquilamente. Los pasillos estaban muy silenciosos, demasiado.
-¿Príncipe Aerys?
Aerys se giro hacia el lugar del que venía la voz.
-¿Qué puedo hac...?
-Por la Reina.
El cuchillo se movió demasiado rápido para que pudiera reaccionar. El hombre tenía órdenes de no dañar la cara del muchacho para que su madre lo reconociese, pero eso no impidió dejar diez rosas rojas sobre el cuerpo del muchacho. Antes de caer, Aerys creyó distinguir un brillo rosado
Aerys Targaryen puede que estuviera destinado a ser rey. Pero el hilo del destino fue cortado demasiado pronto.
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