~Capítulo 28~

—¿Bastet? ¿Es acaso una broma? —quiso saber Áschimo.

—Es el nombre que me concedió mi madre, la reina Rhaella Targaryen, al nacer —contestó Bastet erguida.

La revelación de su nombre dejó desconcertados a los afentikós y causó cierto revuelo entre los esclavos.

—¿Y a qué debo el honor de tener a una representante Targaryen en mi casa? —preguntó Áschimo.

—Llegó a mis oídos cierto rumor de un continente olvidado. Las historias que me llegaron no eran precisamente felices —comenzó Bastet voz tranquila—. Historias de hombres obligados a trabajar hasta que caen, mujeres violadas y niños maltratados, entre muchas más cosas horribles. Una nación entera de esclavos. Generaciones que nacen, viven y mueren durante la esclavitud. He venido para acabar con esa práctica.

Los dos afentikós rieron de mala manera.

—¿Y pensaste que venir y decir eso era suficiente? —dijo Ammos entre risas—. ¿Por pedirlo amablemente te haríamos caso?

—¿Qué pensabas hacer? —preguntó Áschimo riendo—. ¿Comprar todos el contiente de esclavos? ¿O luchar?

—Tengo un ejército por si las cosas van por el mal camino —dijo amablemente.

—Nosotros tenemos a miles de mercenarios,  ¿tú que tienes?

Bastet sonrió para burlarse de ellos. Fue junto a Drogo.

—Este es mi marido, el gran Khal Drogo. Su khalasar es de los más grandes conocidos en la historia dothraki —dijo Bastet obviando la pérdida de algunos hombres en la huida de su hermana. Seguía siendo uno de khalasares más poderosos. «Pero no lo suficiente ante el ejército creciente de mi hermana», pensó Bastet. No quería imaginar qué podría hacer con su ejército—. Han cruzada el mar por su khaleesi y lucharán si es necesario. Por si fuera poco, al khalasar de mi amado esposo hay que sumar el también numeroso khalasar de mi hermano Ordon, aquí presente. 

—Bárbaros a caballo —negó Ammos.

Bastet fue junto a Asha.

—Entre mis aliados se encuentra Asha Greyjoy. Su flota también está a mi disposición y, según tengo entendido, los barcos que poseéis no superan en número ni en eficacia a los míos.

Los afentikós estaban cada vez más nerviosos y lo ocultaban con dificultad.

—Barcos y bárbaros con caballo —dijo Áschimo ocultando su temor—. ¿Algo más?

Bastet los miró desafiante.

—Sí, algo más.

Un rugido estremecedor llenó el aire. En el cielo azul se vio la figura de un dragón rosado.  Nadie podía creer a sus ojos. Los esclavistas miraron horrorizados a la gran bestia descender. Bastet descendió del palco donde se encontraban hasta el jardín. El dragón se posó a su lado y miró a los esclavistas amenazante. Bastet colocó su mano izquierda en Viseniam. Su sonrisa se agrandó al ver la cara de los esclavistas.

—Esta es Viseniam, mi hija —dijo con una mirada dura.

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—Su majestad, Daenerys de la Tormenta, de la casa Targaryen, La que no arde, Rompedora de cadenas, Madre de Dragones, Khaleesi de los Dothraki y del Gran Mar de Hierba, Reina de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señora legítima de los Siete Reinos y protectora del Reino, Reina de Meereen, ha convocado a todo el pueblo para dar una gran noticia. 

Daenerys estaba en su trono esperando a que Missandei terminase de nombrar todos sus títulos. 

Había convocado aquello para anunciar a Aerys. Las principales personalidades de Meereen y de los alrededores estaban allí. Muchos habían acudido solo por curiosidad. Todavía existían nobles rencorosos, desprovistos de sus privilegios.

—Quiero agradecer su presencia hoy aquí —comenzó Daenerys—. Muchos se preguntarán por qué los he convocado. La razón es muy simple.

Daenerys se levantó del trono. Los eunucos empezaron a abrir paso a Aerys desde el otro lado de la estancia. La gente se apartaba sorprendida. Aerys subió los escalones que lo separaban de su madre y dio la cara a la multitud. Dany puso las manos en los hombros de con actitud protectora. Toda la sala se quedó muda al ver a aquel niño tan parecido a la reina.

—Este es mi hijo Aerys de la casa Targaryen, príncipe legítimo de Rocadragón y de Meereen— dijo con voz alta y clara.

Un murmullo recorrió la sala.


—Habéis sido llamados para ser los primeros en jurar lealtad al nuevo príncipe —continuó la reina—. Os encontráis ante el futuro rey y, como tal, hoy tenéis el honor de conocerlo.

La sala se quedó en silencio. Nadie parecía dispuesto a arrodillarse ante un niño. Hasta que un hombre se adelantó. Lucía uno de los elaborados peinados de Meereen: su cabello rojo y negro estaba peinado de tal forma se asimilaba a las alas de una harpía. El hombre se arrodillo en el inicio de los escalones que daban al trono.

—Mi reina, quiero ser el primero en jurar lealtad al joven príncipe —dijo el hombre—. ¡Meereen ha sido bendecida con otro hijo de dragones!

Dany sonrió.

—¿Tú nombre?—preguntó.

—Hizdahr zo Loraq, decimocuarto poseedor del nombre —contestó el hombre—. Mi familia antaño era de sangre noble pero ahora me siento orgulloso en ser su representante ante vos y el príncipe.

—Has obrado bien —contestó Dany—. Deberías ser un ejemplo ante todos. El príncipe Aerys será tratado como su sangre de dragón obliga. Mañana se celebrará una fiesta para celebrar su llegada. 

Cuando la reina volvió a callar, más personas siguieron el gesto de Hizdahr. Daenerys sonrió. La gente se postraba ante el príncipe dragón.

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—Veo que os habéis quedado sin palabras —dijo Bastet—. No temáis. Mi antepasado Aegon el Conquistador primero ofrecía la posibilidad de rendirse a su enemigos. Yo os ofrezco lo mismo. Rendiros y saldréis vivos. Si decidís luchar, a vuestros guerreros les aguarda fuego y sangre. Os doy un día para reflexionar.

Cuando Bastet acabó, dio la señal a su grupo para que se fuera. Ella se fue volando con Viseniam. Los afentikós no intentaron detenerla. Pero su plan no había acabado. Voló hasta el campamento, donde la esperaban Sansa y Tyrion.

—¿Y bien? —preguntó Tyrion.

—Han quedado impresionados —contestó Bastet—. Ahora queda la segunda parte del plan. ¿ Lo has traído, Sansa?

Sansa le dio a Bastet la máscara de plata. Bastet se la puso y volvió a la ciudad. Justo en el momento en el que los fieles se reunían en el templo. Aterrizó a las puertas. Todos miraban con asombro y temor al dragón.

—¡Hombres, ya seáis libres o esclavos, escuchad mi llamada! —gritó sin bajar de Viseniam—. ¡Mi nombre es Bastet Moonborn de la casa Targaryen!

Todos reaccionaron asombrados.

—¡He venido para liberaros! —continuó—. ¡Dejad Eirini antes de esta noche! ¡He dado la oportunidad a los afentikós Áschimo y Ammos de rendirse pero no lo harán! ¡Mañana mi ejército os librará de su yugo en caso de que quieran guerra!

Bastet miró a su alrededor. ¿Su mensaje había funcionado? Empezaba a temer que no estuvieran de su lado cuando de pronto...

—¡La Diosa ha escuchado nuestras plegarias !—gritó una mujer— ¡Ella nos salvará!

Bastet sonrió. Mientras se marchaba, podía escuchar a la gente dándole gracias a la Diosa.

Aquella noche (miles de esclavos llegaban hasta el campamento y puede que muchos otros también escaparan hacia otras direcciones), Rhaegar volvió por primera vez en mucho tiempo.

—¿Rhaegar?

—Estoy impresionado, hermanita. No todos hubieran obrado como tú —le dijo—. Pero escúchame bien. No siempre podrás actuar así en una guerra. La guerra siempre segará víctimas inocentes.

—¡Salvaré a todas las que pueda! —contestó Bastet.

—No siempre podrás.

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Aerys jugaba con su dragones entre risas.

—Mamá, ¿cómo se llama el verde?—preguntó Aerys.

—Ese es Rhaegal y el otro es Viserion—explicó.

—¿Y el tercero dónde está?

«Desaparecido».

—Drogon está cazando.

Aerys aceptó esa respuesta.

—¿Por qué los llamaste así? Yo les hubiera puesto otros nombres como Baelor o Meraxes.

Dany sonrió.

—Por las personas que conocí.

«Por los errores que cometí. Son un recordatorio constante para que no lo olvide» quiso decir realmente, pero no podía contarle a su hijo eso. 

Tres errores. Si hubiera nacido antes, Rhaegar se habría casado con ella y olvidado a la loba Stark. No se defendió contra Viserys. No pudo ganarse a Khal Drogo. Errores que marcaron su vida. Estaba tan atenta a sus pensamientos que notó que Daario se acercaba.

—¿Así que este el nuevo príncipe?

—Sí, señor. ¿Y usted quién es? —respondió Aerys.

—Daario Naharis es un amigo, Aerys —le dijo Dany. Tampoco podía decirle la verdad, por el momento—. Capitán de los Cuervos de la Tormenta y mi consejero. No tienes que tener miedo de él.

Al día siguiente, la fiesta de Aeyrs fue bien acogida. El pueblo aceptó bien a su nuevo príncipe. Hizdhar acudió a hacerle un regalo a su hijo: una túnica de Meereen de los colores Targaryen. 

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Las puertas de la ciudad estaban tranquilas. Bastet montaba a Viseniam, esperando una respuesta. El enorme portón se abrió. De él salieron varios hombres con armas.

—¿Y bien? —preguntó Bastet.

—Nuestro gran señor Áschimo dice que la Reina de Cadenas solo es una niña con aires de grandeza y que más le vale irse con su lagartija —respondió uno.

—¡Entonces ha escogido fuego y sangre! —gritó Bastet mientras ascendía con su dragona.

Podía ver que los mercenarios se agrupaban dentro la  ciudad. Abajo, los dothrakis cargaban contra el grupo que había salido. Tenía que abrir la entrada... Voló más abajo, justo por encima de las murallas.

—¡Dracarys! —le ordenó a Viseniam.

Viseniam empezó a quemar las murallas que separaban al khalasar de sus enemigos. Una línea de fuego pronto quemó la débil muralla, que no estaba pensada para recibir esos ataques. Lo que siguió después fue un espectáculo de sangre y gritos. Bastet y Viseniam abrían paso a la caballos quemando a sus enemigos. Los que se atrevían a enfrentarse a los dothrakis recibían un tajo de arakh que si no acaba con ellos, pronto lo haría la pérdida de sangre. La batalla ya estaba perdida para los afentikós antes de empezar. Esperaban un rebaño de corderos y se encontraron con una manada de lobos.

Antes de que cayera la noche, Eirini estaba ocupada por los dothraki. Ammos desapareció por la noche, previendo el destino de la batalla. Áschimo fue capturado intentando huir.
Por la noche se llamó a todos aquellos a la plaza central para ver el destino del esclavista.
Bastet descendió del cielo asombrando a todos. Áschimo estaba atado a un poste en el centro.

—¡Ciudadanos de Eirini! En la batalla de hoy el afentikó Áschimo fue capturado intentado huir —decía desde la grupa de Viseniam—. ¡Le doy una última oportunidad! ¿Te rindes o mueres?

—¡Solo eres la ramera de un bárbaro! —contestó Áschimo escupiendo hacia Bastet.

—Entonces muere —concluyó Bastet—. ¡Dracarys!

Viseniam escupió fuego otra vez sobre el antiguo esclavista. Los gritos de Áschimo retumbaron por la ciudad.

—¡Ciudadanos de Eirini! ¡Yo, Bastet de la casa Targaryen, os libero! ¡Sois libres para decidir si queréis seguirme o no! —gritaba Bastet mientras todos veían cómo su antiguo amo perdía la vida— ¡El mismo destino de Áschimo les espera a todos mis enemigos! ¿Queréis liberar esta tierra? ¿Queréis liberar este lugar? ¡Sabed que luchamos por liberar a Érinos, vuestro nuevo hogar! ¿Quién vendrá conmigo?

Los gritos no se hicieron esperar. Todos querían luchar por la enviada de su Diosa. Bastet miraba orgullosa desde lo alto. Sentía algo nuevo, algo desconocido. Ahora sentía el poder. Y le gustaba.

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