~Capítulo 27~

Por fin la herida quedaría sanada. La madre por fin volvería con su hijo. El tan esperado momento llegó para Daenerys. Ahora que nadie podía impedirle nada se reuniría con su hijo, Aerys. Primero fueron las amenazas las que los separaron y luego no sabía la razón por la que había tardado tanto en mandar a buscarlo. ¿Sus ansias de poder se volvieron más fuertes? ¿O fue su sed de venganza? ¿Tenía miedo?

Ahora daba igual. Los dragones estaban otra vez juntos.

El barco que traía a su hijo cada vez se acercaba más al puerto de Meereen. Daenerys lo veía acercarse desde la gran pirámide. A su lado estaban Missandei, Jorah y ser Barristan. Daario no había visto correcto que él fuera a recibir Aerys. 

El barco por fin llegó al puerto. Sus otros hijos, Viserion y Rhaegal, parecían notar su emoción. Los había encadenado tras ver los huesos de aquella niña pero, tras un tiempo prudencial, volvían a estar libres. Eran la máxima representación de su poder. Solo quedaba el tema de Drogon, que estaba desaparecido desde aquel día. Aunque fueron muchos los hombres a los que envió para buscar pistas sobre su dragón, su pista se esfumó rápido. Pronto llegaría el carruaje. Dany sintió una mano en su hombro.

-Todo saldrá bien -la calmó ser Jorah.

Missandei se pusó a su lado asintiendo. Dany centró su mirada en el vasto azul donde estaba el barco de su hijo.

-Syt se mōris jā lenton —dijo Daenerys sonriendo.

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El ambiente en el mercado estaba más animado que la última semana. Bastet caminaba con Marie y Richard entre los puestos. De no ser por su misión y el estado de esclavitud de la mayor parte de la población, Érinos era un lugar que hubiera fascinado a Bastet. Su cultura la fascinaba más allá de buscar información sobre la Diosa. Sus edificaciones eran tremendamente bellas y bien construidas. Incluso existían artistas (la gran mayoría de ellos esclavos) que cultivaban todos tipo de artes: música, pintura, literatura... Pero, sobretodo, estaba fascinada con la relación entre Érinos y la Antigua Valyria.

-¿Por qué crees que hoy está tan animado todo? -preguntó Richard.

-No sé -respondió Marie-, voy a preguntar a algún tendero.

Tras intercambiar un par de palabras, Marie volvió.

-Buenas noticias -anunció-. El afentikó Ammos se dirige a parlarmentar con Áschimo. ¡Bastet, dos importantes miembros del Consejo Afentiki estarán aquí! ¡Puede ser una gran oportunidad!

Bastet reflexionó durante unos segundos.

-¿Para cuándo está prevista su llegada? -preguntó.

-Una semana.

-Bien -dijo Bastet-. Manda un mensaje al grupo-se dirigió a Richard-, por medio de aves o ve tú en nuestro caballo más veloz, me da igual cómo. Diles que se preparen y que se mantengan lo suficiente cerca de Eirini pero sin llamar la atención.

-Sí, khaleesi -contestó Richard adoptándo una actitud más seria de lo normal-. Con un buen caballo puede llevar el mensaje y volver en menos de cuatro días.

Bastet asintió y Richard se perdió en la multitud, dirigiéndose hacia donde se alojaban. 

«Ahora veremos cómo empieza todo», pensó Bastet. Solo había dos caminos a tomar: el de las palabras o el otro. 

Y Bastet estaba lo bastante segura como para asegurar que la diplomacia no tendría ningún valor.

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Solo quedaba una semana para que su pequeño Tommen se casase con la zorra de Altojardín. ¿Virgen en su matrimonio con Renly? ¡Qué le fuera a otros con ese cuento! 

Cersei sabía que la Pequeña Rosa no era un dulce e inocente doncella por mucho que lo fingiera. Un lobo con piel de cordero, eso era lo que se le venía a la mente cada vez que la veía. Una digna nieta de la Reina de las Espinas. Embaucaba a todos con gran rapidez. Primero Renly, luego Joff y ahora Tommen. Aquella niña no le arrebataría todo lo que le quedaba.

-¿Todo bien, su alteza? -le preguntó aquella rosa podrida una vez que se encontraron en el jardín.

Cersei puso su mejor sonrisa. Nadie la tomaría en cuenta por ser mujer pero ella era, ante todo, una buena jugadora.

-Lady Tyrell, por supuesto. ¿A qué debo el honor de su visita? No suele separarse mucho de su grupo.

-Dentro de una semana tendré el honor de llamarla madre -contestó alegremente. «Casi podría creer tu aparente bondad», pensó Cersei-. Me gustaría pasar más tiempo con usted, ya que es la madre de Tommen.

-Del rey Tommen -dijo Cersei sin hacer ningún esfuerzo por alejarla.

-Pronto seré su reina. No veo el inconveniente de dirigirme a él por su nombre -respondió Margery caminando al lado de Cersei.

-Pero da la casualidad de que todavía no lo eres. No deberías tener tantas libertades con él ni con el resto. 

-Siento oír eso. -Margery seguía con una radiante sonrisa en su rostro-. Intentaré no tener esos errores esta semana.

Ambas siguieron caminando por los jardines. El silencio era cada vez más cortante.

-¿Su abuela, lady Olenna, se encuentra bien? Apenas hay noticias suyas desde su marcha.

La Reina de las Espinas se fue pocos después del asesinato de Joffrey. Lamentablemente no se llevó a su jardín dorado con ella.

-La capital no le sienta bien, me temo -respondió Margery-. Sin embargo en sus cartas me dice que todo transcurre con normalidad en Altojardín.

-Me alegro.

-¿Puedo hacerle un pregunta? -preguntó de pronto la maldita joven.

-Claro, después de todo, en unos días serás mi hija -asintió Cersei sin perder la compostura.

-¿Es cierto que también seremos hermanas? Corre el rumor de que va a desposar a Loras. ¿Puedo llamarle hermana? Me es más familiar que «madre».

Su matrimonio con Loras solo era una patraña ideada por su tío, quien se creía con el poder y la posición para obligarla. Tal vez Tommen lo hubiese nombrado regente, pero Cersei estaba en un escalón más alto. Y todos sabían el gusto de Loras por sus compañeros de armas.

-Escúchame atentamente -replicó Cersei volviendo su voz más dura-. La Reina de las Espinas te enseñó bien, pero no lo suficiente. Ni voy a casarme con Loras, ni tú tendrás más importancia que yo. Solo eres una flor creciendo en mal terreno.

-No si le doy un heredero al reino -rio Margery-. ¿Qué papel ocuparás después de que nazcan mis hijos? ¿Abuela real?

Después, la reina y la futura reina siguieron caminos distintos. 

«Otra más joven y más bella para derribarte».

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-Khaleesi la comitiva casi ha llegado -informó un eunuco.

Dany asintió. Estaban en la gran entrada de la pirámide. 

Se detuvo en lo alto de la escalinata que llevaba a su exterior. Vieron al carruaje acercarse. Medio centenar de eunucos protegían al joven príncipe. Dany no pensaba más que lo que pasaría a continuación.

La comitiva se detuvo. Daenerys contuvó el aliento. 

¿Y si no se reconocían? ¿Y si Aerys le tenía rencor por abandonarlo tanto tiempo? ¿Y si...? 

Sus dudas se detuvieron al abrirse la puerta del carruaje. Un niño de pelo plateado salió acompañado de una mujer.

Dany comenzó a bajar las escaleras más despacio de lo que le decía su corazón. Aerys estaba más mayor. Se parecía a ella. Dany pudo apreciar los rasgos tan similares de su hijo mientras descendía. Cuando por fin lo tuvo enfrente de ella, se puso su altura. 

«Mi hijo», pensaba mientras veía aquella cara angelical. Las lágrimas de la reina comenzaban a caer. Nadie habló ni se movió. Dany tocó la cara de su hijo para asegurarse de que fuera real, de que no fuera otro de aquellos sueños que la acosaban por las noches. Aerys solo sonreía al estar delante de su madre.

-Mami, te he echado de menos -dijo el niño con su frágil vocecita.

Dany se quedó sin palabras. Aerys abrazó a su madre y Daenerys hizo lo mismo. Las lágrimas caían por su rostro. Se levantó con su hijo en brazos. Nunca más lo dejaría irse.

-Mami, ¿no estás contenta de verme? -preguntó la inocente criatura al ver que su madre lloraba.

-Lloro porque estoy muy contenta de verte -dijo Dany mirando a los ojos de su hijo-. Tu mami te quiere mucho Aerys, más de lo que puedas creer.

-Y yo a ti.

Algo se arregló en el mundo. 

Por fin algo estaba bien.

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El Gran Septo de Baelor no estaba tan concurrido como en la boda de Joffrey. Dada el nefasto desenlace de la anterior, esta boda se planeó de una manera más sencilla. Cersei llevaba un vestido rojo, el color de los Lannister. Miraba la tragedia avecinarse. Junto al septón, su hijo y Margery estaban contrayendo matrimonio. No tenía dónde apoyarse. Le faltaba el aire y su hermano Jaime no estaba a su lado.

-Ante la mirada de los Siete, yo por este medio sello éstas dos almas, atándolas como si fueran una por toda la eternidad. Véanse el uno al otro y digan las palabras..

Tommen cambiaba la capa de doncella de Margaery (de color verde) y la ataviaba con la capa de los colores de los Baratheon. Joffrey había usado la capa de los Lannister.

-Padre, Herrero, Guerrero, Madre, Doncella, Anciana, Desconocido. Yo soy de ella, y ella es mía, desde éste día, hasta el final de mis días -decía Tommen sus votos con cara de enamorado.

-Padre, Herrero, Guerrero, Madre, Doncella, Anciana, Desconocido. Yo soy de él, y él es mío, desde éste día, hasta el final de mis días -decía Margaery al mismo tiempo con una sonrisa radiante.

Las personas presentes aplaudieron a sus nuevos reyes, todas menos Cersei. 

Acababa de perder a su hijo.

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-Disculpen, mis grandes amos -anunció un esclavo-. Pero hay alguien que desea una audiencia con ustedes. ¿Permito que entre?

Áschimo y Ammos se miraron sorprendidos. Se reunían en un palco al aire libre con la única compañía de su servicio. No esperaban a nadie más.

-¿Quién es y qué quiere? -preguntó Áschimo.

-Mi gran señor, no me ha dado su nombre, pero viste ricamente y dice que es importante.

Áschimo hizo un gesto para que dejase pasar a su invitado inesperado. El criado volvió con una comitiva bien vestida. Una figura encapuchada se adelantó a los demás. Áschimo supuso que era de Poniente por su ropa.

-¿Quién eres y qué has venido a hacer en mi casa? -preguntó de malas maneras en Lengua Común.

La encapuchada dejó su rostro al descubierto. Una cascada plateada quedó a la luz del sol y los ojos violetas brillaban como antorchas en la oscuridad.

-Mi nombre es Bastet Moonborn de la casa Targaryen.

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