~Capítulo 2~
¿Nana Cotha podía llegar a ser muy estricta? Sí.
¿Le había dicho cientos de veces que controlase su lengua y no llamara la atención? Sí.
¿Se había pasado esta vez con el castigo? Sí.
¿Se lo merecía? No. Bueno... tal vez sí... ¡Pero obligarla a limpiar toda la casa durante una semana era demasiado!
Tras su gran entrada y su justa llegada a la recepción del khal, Nana Cotha parecía uno de los dragones de las historias de antaño.
Tras una minuciosa vigilancia durante unos días, Nana Cotha dio por terminado su injusto (pero puede que merecido) castigo.
—Y espero que aprendas para que tengas un poco más de sentido la próxima vez —finalizó Nana Cotha.
Con su libertad de vuelta, lo primero que hizo Bastet no sorprendió a nadie: salió con su caballo Legolas a cabalgar.
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«Por fin aire puro», pensó Bastet.
Desde su salida de la ciudad había cabalgando sin descanso. Hizo parar a Legolas un momento en una pequeña colina verde para que tomase aire.
«Desde aquí hay unas grandes vistas de Vaes Dothrak. Todavía me sigue pareciendo igual de impresionante»
Vaes Dothrak era la única ciudad dothraki. Se edificada más allá del gran Mar Dothraki (o Mar de hierba) entre dos lugares sagrados para este pueblo: la gran Madre de las Montañas ( cuyo pasa solo se permitía a hombres) y un lago conocido como el Vientre del mundo en el que, según la tradición, había nacido el primer dothraki hace más de mil años.
La ciudad estaba gobernada por el Dosh Khaleen, grupo conformado por las khaleesis viudas de todos los khales caídos. Eran mujeres muy poderosas y eran respetadas por todos, incluso los más sanguinarios khales se sometían a sus veredictos. Cuando Nana Cotha la encontró, la mujer ya había perdido a su marido y era una de las viudas más respetadas por su sabiduría.
Además de Bastet, las ancianas del Dosh Khaleen y sus esclavos eran los únicos residentes permanentes en Vaes Dotherk, si bien estaba preparada para albergar a todos los khalasares si decidieran volver a la vez. Dentro de la ciudad estaba prohibido portar armas y derramar la sangre de un hombre libre (pero Bastet conocía varios casos de muerte por estrangulamiento).
Bastet seguía maravillada cada vez que entraba en ciudad a través de la Puerta del Caballo, formada por dos gigantes caballos de bronce alzados sobre sus patas traseras. Tras la puerta se extendía otro de sus lugares favoritos: el Camino de los Dioses. Allí estaban las estatuas de dioses y héroes de las ciudades saqueadas.
—¿Contemplando las vistas, protegida de la venerable Cotha? —una voz que apenas la reconoció la asustó por no esperarla.
Y allí estaba el Khal Drogo, montando a su caballo negro y con un arco cargado en mano. No lo había visto desde la fiesta de recepción.
—Así es —le respondió Bastet—,
¿y usted, khal? No parece hombre de pararse a admirar las vistas.
—Salí a cazar. ¿Estáis sola, hija de Cotha?
—Mi madre no cree necesario que lleve escolta —respondió Bastet.
—¿Y cómo vais a defenderos sin saber luchar?
Bastet iba a responder que nunca le había pasado nada cuando, más veloz que un rayo, una sombra se aproximó a ellos. Intentó abalanzar contra Bastet, pero se detuvo a poca distancia de ella. Una flecha sobresalía de su espalda. Era un gran felino propio de las praderas cercanas a la ciudad.
—Por razones como esta tendrías que portar un arma o tener escolta —le reprendio el khal—, si no llego a estar, te habría devorado.
—Esta bien —contestó Bastet aún sobresaltada. Había visto a los felinos de ese tipo, pero nunca tan cerca de Vaes Dothrak—, pero no hay personal cualificado en la ciudad para enseñarme.
Y tampoco tenía ganas de aprender.
—Hablaré con la venerable Cotha de este asunto —contestó Khal Drogo.
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El resultado de la conversación de Khal Drogo con Nana Cotha tuvo un resultado muy distinto al esperado. Nana Cotha sí estuvo de acuerdo en que Bastet debía aprender a defenderse y que pronto lo solucionaría. La respuesta de Khal Drogo fue lo más sorprendente.
—¡Dobla más el brazo! ¡Manten lo posición! ¡Mira al frente!
Resultó que el khal se estaba tomando muy en serio su educación guerrera.
Llevaban ya dos semanas practicando y aún no había acertado en el centro de la diana. Bastet se preguntaba por qué seguía asistiendo a sus lecciones y por qué Khal Drogo seguía intentando enseñarle algo.
—¡Ya basta! —vocifero Baste—. ¡Está claro que no valgo para esto!
—En la tierra de vuestro padre se enseña a las mujeres a luchar, ¿qué clase de preparación reciben?
La mirada del khal la había inquietado al principio: ojos negros como una noche sin luna. Aquello a Bastet le parecía un aviso sobrenatural; no concibía una noche sin luna como segura. Conforme más veía a Khal Drogo, más acostumbrada se sentía, pero esa mirada de animal salvaje seguía ahí, listo para saltar en cualquier.
Su nombre, el que le había dado su verdadera madre, se debía que la luna la había acompañado en su llegada la mundo. Por eso, para Bastet, solo podía estar segura bajo el manto de plata del disco del cielo; era parte de ella, desde siempre y para siempre.
—Solo tienes que pensar que arco y flecha son extensiones de tu cuerpo y fijar la mirada en el blanco. ¿Cómo entrenan a las mujeres en la tierra de tu padre?
No lo hacían, le había mentido porque era siempre tenía algo que decir. Cuando era niña había oído historias de mujeres guerreras como la reina Visenya o el escudo juranentado de la reina Alysanne.
Bastet decidió que le sería mejor estar callada y hacer caso al khal. Respiró profundamente, siguió las instrucciones lo mejor que pudo, soltó la flecha y... esta voló justo al centro.
—¿Ves? , no era tan difícil —dijo el khal.
Quería darle las gracias la khal; el hombre la había soportado como pocos, pero un intruso llegó a interrumpirlos. Ese intruso era Richard, uno de los jinetes de sangre del khal.
—Sangre de mi sangre, te necesitan en el Consejo —informó el recién llegado en el peor momento.
—Está bien —gruñó—. Continuaremos mañana.
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No hubo un mañana: el khalasar de Drogo se marchó esa misma noche.
Nadie se despidió de Bastet, ni nadie le explicó la razón de tan brusca marcha.
A pesar de haber perdido a su profesor, Bastet no paró de practicar el tiro con arco. Salía pronto por la mañana, volvía a comer y regresaba por la noche. Sus manos pronto parecieron las propias de una mujer que trabaja en un campo.
Bastet se sentía dolida. Su rutina de sol a sol le impedía pensar en Drogo por el día. Por la noche, cuando cielo se volvía oscuro como los ojos del khal, se preguntaba la razón por la que no se había despedido.
En poco tiempo se convirtió en un gran arquera. Nana Cotha estaba orgullosa de su gran avance, pero también preocupada por su salud. Ella pensaba que su rutina no era muy buen para su cuerpo y mente.
Un día decidió mandarla a Pentos en su lugar, una de las nueve Ciudades Libres, para que comerciase y consiguiese cosas necesarias para la vida en Vaes Dothrak.
Baster aceptó.
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Bastet partió al poco, junto con unos pocos esclavos. Estaba feliz por salir de la ciudad en la que había demasiados recuerdos en ese momento.
No era la primera vez que dirigía las actividades comerciales del Dosh Khaleen porque ella comprendía lo que era el dinero: los dothrakis no compran y venden solo dan y reciben regalos. Pero a pesar de esto último, las ancianas khaleesis necesitan cosas para su ciudad. Pero no dejaba de preguntarse la razón por la que Nana Cotha la manadaba a ella sola.
Cotha sólo era medio dothraki, y se decía que en su juventud había sido una gran mujer de negocios antes de que, al parecer, un khal se ganase su mano (o fuera vendida por su padre, Bastet no sabía todos los detalles).
En Pentos se encontró con la única amiga que tenía: Asha Greyjoy. La había conocido tiempo atrás, cuando había hecho un viaje similar con Nana Cotha. Asha era una socia de comercio de su protectora, y habían congeniado bien desde le primer momento.
Con Asha solo hablaba la Lengua Común. A veces sentía que aquel idioma sonaba raro con su voz después de tanto tiempo de sólo hablar en dothraki, pero era agradable sentir, aunque sólo fuera un poco, una del hogar más allá del mar que no había conocido.
—No me puedo creer que no se despidiera de ti —decía Asha—. ¡Qué maleducados son los dotharkis! Me esperaba algo más de tu khal.
—No es mi khal —contestó Bastet—, y seguramente sólo se ofreció a ayudar para ganarse al Dosh Khaleen.
—Tal vez lo vuelvas a ver.
—¿Has escuchado algo de lo que te dije? Me usó para tener contenta a Nana Coth...
«No».
Un destello plateado entre la multidud. Una cara conocida a pesar del tiempo separados.
«No. No. No».
Bastet se quedó de piedra en ese momento. No se esperaba ver lo que estaba viendo.
—¿Qué ocurre?—preguntó Asha preocupada—. ¡Bastet, responde!
Pero Bastet estaba muda.
«¡Él no debería estar aquí!», pensó, aterrada. «Él no, por favor...».
La última vez que había visto a su hermano Viserys fue antes de escaparse.
Nota de las autoras:
Antes de nada, sí sabemos que Richard puede ser cualquier cosa menos un nombre para un dothraki.
Su nombre es una pequeña broma que tenemos entre nosotras y más pequeñas bromas van a aparecer, pero aunque en algunos puntos estos personajes-chiste van a tener un poco de atención no significa que todos los demás personajes sean así.
Gracias por la comprensión
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