~Capítulo 18~

—¿Cuánto tiempo dices que lleva ahí encerrada? —preguntó Sansa, preocupada.

—Toda la noche —respondió Drogo.

Otra vez Rhaegar. Ella tenía razón, últimamente solo se aparecía para comunicarle malas noticias. Y estas eran muy, muy malas.

—Voy a entrar —dijo Sansa.

Entró cerrando la puerta tras ella.

Bastet estaba con varios libros abiertos encima de la mesa. Viseniam estaba sobre su regazo, como si entendiera que ponían los libros.

Bastet dirigió su mirada a ella. Sus ojos estaban rodeados de ojeras y parecía que había estado llorando.

—Sansa, vete —dijo Bastet—, no quiero hablar.

—Pero lo necesitas. Así me ayudaste tú. Cuando necesitaba a alguien, tú apareciste. ¿Cómo puedo ayudar?

—Nada que tu puedas comprender...

—Bueno, pues ayúdame a comprender —contestó Sansa mientras se sentaba a su lado en el banco de madera.

Bastet la miró. No sabía por dónde empezar.

—¿Estabas muy unida a tus hermanos? - le preguntó Bastet.

—No tanto como me hubiera gustado.

—Yo con los míos no, excepto con Rhaegar.

—Pero Rhaegar murió en la Rebelión de Robert —dijo Sansa sin comprender.

Bastet sonrió. Abrazó a Viseniam y le contó sus sueños.

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Sansa tenía razón: a veces la palabras nos aligeran la carga del corazón. No hay mayor sufrimiento que cargar con ellas en tu interior. Puede que las palabras sean armas al usarlas, pero no hacer uso de ellas te daña igual.

A Sansa le costó asimilar todo lo dicho por Bastet, pero lo logró. Juntas le contaron todo lo revelado por Rhaegar al resto.

—¿Un ejército? —preguntó Ordon sorprendido- Los guerreros y armas cuestan oro.

—Se hace llamar Madre de dragones, puede que muchos intenten ganarse su favor.

—Pero tú también tienes un dragón —contestó Ordon.

—Hijo mío, tras dragones impresionan más que uno solo —habló Nana Cotha esta vez.

—Daenerys piensa preparar a su ejército en la Bahía de los Esclavos — intervino Sansa—. Necesitamos tener algo para defendernos según la visión de Bastet.

—Mi khalasar todavía no se ha recuperado de la sangría de hombres —dijo Drogo.

—¿Y si compramos esclavos? —sugirió Ordon.

—Daenerys controla la Bahía de los Esclavos —recordó Bastet.

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Los rumores del nacimiento de un dragón habían corrido como el fuego valyrio y ahora todos querían verlo.

Bastet no podía caminar tan libremente como antes por Vaes Dothrak porque todos querían verla a ella y a su dragona.

Tyrion había llegado con esa marea de curiosos.

—Siento tardar había mucho tráfico marítimo —dijo Tyrion a modo de saludo.

—¡Te he echado mucho de menos! — dijo Bastet haciendo caso alguno a su burla.

—¿Y a mí qué? —dijo Asha—. Me juego el pellejo tratando de traer a este y no me haces caso.

—Mi esposo os recibirá a ambos —dijo Bastet.

—Así que por fin lo conoceremos —dijo Asha—. ¿Has dicho que era tu marido? ¿Y tu hermana?

—Larga historia —respondió Bastet.

—Ya que estamos de presentaciones, yo también tengo a alguien que presentarte —informó Asha—. ¡Mueve el culo hasta aquí sabandija!

Bastet no tenía ni idea de a quien le gritaba.

—Este es mi amigo Jack, del que hablé por carta —le presentó Asha.

—No es Jack. Jack Spárrago. Capitán Spárrago para servirle.

—A veces es un poco insufrible pero es de fiar —comentó Asha—. Siempre y cuando no ande borracho.

—¿Spárrago? —preguntó Bastet.

—Es que soy extranjero —contestó él y se dirigió a Bastet—. Para pagar mis servicios solo necesito ron. ¿Dónde puede comprar?

—Aquí no bebemos ron —contestó Bastet.

—¡¿Qué no qué?! ¡¿A dónde me has traído, Asha?! ¡No tienen ron!

—¡Pero si hemos traído una carreta de ron! —le contestó Asha—. ¡Fue lo primero que hiciste al tocar puerto!

—Espero que lo único que escasee aquí sea el ron —comentó Tyrion.

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Lo primero que hizo Bastet fue llevarlos a conocer a Viseniam.
La encontró con Sansa y Nana Cotha.

—¡Lord Tyrion! —gritó Sansa—. Por fin ha llegado.

—También me alegro de ver que estás sana y salva.

Fueron presentados entre todos y Asha y Tyrion se quedaron embobados con Viseniam.

—¿Cómo se llama? —preguntó Asha.

—Viseniam.

—¿Por qué ese nombre? —preguntó esta vez Tyrion.

—En los libros que me regalaste había un poema de la reina Visenya que me otorgó la manera de hacer que naciera.

—No recuerdo haber leído nada de eos, pero soy una genio —comentó Tyrion, quien tenía ojos para el pequeño dragón—. ¿Qué problema hay esta vez?

—¿Cómo sabes que hay un problema? —se sorprendió Nana Cotha.

—Me enorgullezco de la capacidad de mi mente. Y tu hija atrae problemas como la pirita a los tontos.

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Con Asha y Tyrion llegaron también noticias de Poniente. El nuevo niño rey era mejor que el anterior, pero el hermano menor de Robert seguía reclamando el trono.

—Los mercenarios son muy caros y de lealtad cambiante —dijo Tyrion ante la propuesta de Ahsa.

—Entonces no convienetener un ejército formado en exclusiva por mercenarios! —sentenció Bastet.

—Tal vez podamos reclutar a algún navegante libre para formar añadir barcos a mi flota —propuso Asha.

—No podemos tener un ejército solo marítimo, ¿cómo piensas luchar en tierra?

—Creo que puedo ayudar con el problema —dijo Jack—. Eso sí, la solución nos queda lejos, así que tenemos otro porblema.

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