Cersei no le había vuelto a dirigir la palabra pero si las miradas matasen (habilidad que según Bastet era necesaria y de la que Cersei sería todo una maestra) ya estaría muerta.

El gran Tywin Lannister la consideraba una simple marioneta que podría usar a su disposición. El niño rey la había estado tratando diferente desde que acogió a Sansa bajo su protección.

El día anterior a su partida ocurrió algo que tenía atemorizada a Bastet: su decimonoveno día del nombre.

No salía celebrar su día del nombre por todo lo alto, de niña lo compartía con Daenerys y no tenían mucha lujos. Cuando se fue con Nana Cotha las cosas cambiaron, pero no le gustaban las cosas demasiado fastuosas por ese día.

Así que le pareció sorprendente que los dothrakis le preparasen una celebración.

El banquete fue digno de dioses. Habían preparado comida típica de allí e incluso dothraki.

«Se ve distinta, más viva», pensó Bastet de Sansa al estar con ella aquel día.

Drogo se levantó y dio dos palmadas.

—Hora de empezar a dar los presentes a la Khaleesi.

Richard fue el primero que se acercó.

—Esto es para ti, querida amiga —le dijo mientras le daba una nueva silla de montar para Legolas .

—Gracias, Richard.

Tyrion le dio un lote de libros: Historia del Feudo Franco, Fuego y Sangre: historia de los señores dragón, e Historias de Essos.

—Por tu gusto por los dragones —le dijo Tyrion.

Jamie acompañó a Tyrion aquel día y también le hizo un regalo: un espada con empuñadura decorado con dragones.

—Mi hermano me comentó que te gustaban los dragones. Esta es una réplica de Hermana Oscura, la espada de la reina Visenya. Todavía no tiene nombre.

-Gracias. Se llamará Fuego Naciente.

Sansa se mostró un poco apenada al llegar su turno.

—Sé que no es mucho pero quería daros algo —le explicó mientras la daba un colgante de plata azulada con forma de flor—. Es una rosa del invierno, una flor propia de mi hogar. Perteneció a mi tía y decían que era una mujer fuerte y hermosa, justo como vos.

Bastet la abrazó.

—Será un gran honor llevarlo en su recuerdo —le dijo al oído, aunque otros considerarían un insulto al trataras de Lyanna Stark, la mujer que inició la caída de Rhaegar.

La reina me hizo llegar  un vestido rojo y dorado, los colores del león.

—Esto ha llegado por un mensajero —comentó Drogo mientras le daba una caja con una carta.

Querida Liontari, ¿pensabas que me olvidaría de tu día del nombre? Estaré ocupada con mis problemas familiares, pero no olvidaría algo así. En la caja hay algo que me ayudó a conseguir mi amigo Jack

A.

Bastet sonrió. Hacía tiempo que no sabía nada de Asha, pero ella debía de tener todo controlado. Dentro de la caja había un barco con una botella. Volvió a reír; típico de Asha.

Finalmente, Drogo le dio su regalo.

Una capa con los dos caballos de Vaes Dothrak.

La fiesta del día del nombre se convirtió en una inesperada celebración de boda.

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—Vaya, vaya. Mi hermanita ya es una mujer casada —dijo Rhaegar, alegre.

Cuando su hermano se fijo en su collar algo cambió en su cara.

—¿Rhaegar? —preguntó Bastet alarmada.

Él tocó su colgante.

—Eran su flores favoritas...

—¿Las de Lyanna?

Y Bastet se despertó sin poder escuchar su respuesta.

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Con la mañana llegó le día de volver a casa.

Había decidido llevarse a Sansa con ellos. Le ayudaría a huir de los Lannister y luego la reunirían con su familia.

El último problema era Joffrey. Por suerte, logró hablar con él  y Sansa en privado.

—Escucha atentamente, niño- le dijo —. Vas a decir que anulas vuestro matrimonio y ella será libre. ¿Entendido? Si no diré a la horda de jinetes dothrakis de mi marido que ataquen.

Joffrey estaba pálido.

—¿Algo que decir? — preguntó la nueva khaleesi con una sonrisa.

—El compromiso queda anulado —dijo con voz apenas audible el pequeño rey.

Bastet se dirigió a Sansa.

—Nos vamos.

—De acuerdo.

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El viaje de regreso no fue tan mal (Richard seguía mareandose pero nada más).

Una vez en el barco Bastet se lavó el pelo para quitar la mezcla que volvía negro su cabello.

Le confesó a Sansa su verdadera identidad cuando su pelo plateado volvió a la normalidad.

Sansa no se enfadó, estaba en deuda con ella y no le importaba su verdadero nombre.

—Te veo como si fueras una hermana mayor —le confesó Sansa—. Nunca tuve una, pero me gustaría que fuese como tú

Eso conmovió el corazón a Bastet.
Esperaba que Sansa se adaptase bien a Vaes Dothrak.

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Nana Cotha se tomó mejor de lo esperado la boda de Bastet. Ahora que Bastet se había casado se marcharía con el khalasar de Drogo.

—Sólo queda que os caseis por el rito dothraki —les dijo—. Debe estar presente una sacerdotisa del Gran Semental.

Bastet le explicó todo a Nana Cotha la historia y ella la trataba como si fuese otra hija.

Se escribia continuamente con Tyrion. Según su amigo, el niño rey ahora estaba comprometido con una Tyrell y pronto se casarían.

«No vaya a ser que tengamos otra novia a la fuga», le escribió en una de sus cartas.

Seguían sin encontrar una manera de hacer despertar a su dragón.

La última carta de Tyrion que hizo que se alrmase. Decía que el rey había muerto y que Cersei lo había acusado de matarlo. Se vio obligado a matar a su padre para escapar y decía que iba a ir junto a ella.

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Últimamente había oído noticias acerca de su hermana que la asustaba. La Bahía de los esclavos poco a poco estaba cayendo bajo el control de Daenerys y sus dragones.

Tenía que despertar a su dragón ya por si su hermana volvía a por ellos.

Un día leyó algo en uno de los libros de Tyrion que le dio una idea.

—Que se haga un gran hoguera —le pidió a Drogo.

Así se hizo.

Todos se congregaron allí para ver qué ocurría. Bastet apareció con el huevo cuando se encendió el fuego.

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Drogo.

Pero Bastet corrió al fuego sin hacer caso a nadie.

—¡Bastet! —gritó Sansa.

Pero Bastet se adentró en el fuego sin que nadie lo evitase.

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Salió del fuego con las ropas totalmente calcinada. En sus ojos se veía la luz de saberse fuerte y entre sus brazos un pequeño dragoncito rosa dormía plácidamente.

Ella le sonrió.

—Que todo el mundo venga a conocer el milagro. Esta es Viseniam.