~Capítulo 14~
Bastet contempló el inmenso mar azul que bañaba las costas de Desembarco del Rey. Fijó su mirada en el lejano horizonte, como si fuera capaz de contemplar su hogar. Su preguntó como estaría allí todo y que harían sus gentes. Tan ensimismada estaba que no se percató de que alguien se acercaba a ella.
—Buenos días, Bastet —le dijo el hombre—. ¿Te apetece desayunar juntos hoy?
Bastet se giró hacia su interlocutor y le sonrió.
-Por supuesto- le respondió-. Siempre es un placer poder hablar contigo, Tyrion.
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El viaje había sido largo y fatigoso. El problema no había sido cabalgar hasta desde Vaes Dothrak durante días y noches. El problema había sido cómo embarcar a los dothrakis.
Los dothrakis por lo general desconfían del agua que sus caballos no pueden beber, pero había que hacer una excepción. Drogo obligó a su reducido khalasar a hacerlo porque no podía dejar que Bastet fuese sola a Poniente por orden del Dosh Khaleen.
Bastet no se había subido nunca a un barco desde que huyó siendo tan solo un bebé.
La travesía fue tranquila. Bastet descubrió que le encantaba el mar y navegar; Richard descubrió que el mar le mareaba. Llegó un punto en el que Bastet perdió la cuenta de las veces que vómito Richard. Y casi todos estaba ella allí para ayudarlo (o aguantar sus quejas). Drogo por su parte se adaptó sorprendentemente bien.
—Khal Drogo se adapta bien a todo —le dijo un día a Bastet mientras contemplaban el mar—. No le tengo miedo a nada.
—Solo a Nana Cotha —rio Bastet—. Y a los oráculos.
Su relación ya era un secreto a voces.
El khalasar que consideraba a Bastet como su nueva khaleesi. Nadie se sorprendió ni protestaron ante esa.
Bastet se había llevado el huevo de dragón con ella. Había tenido el impulso de llevarlo.
Esperaba sentir algún tipo de impulso similar cuando vio Desembarco del Rey por primera vez.
Sobre la ciudad se alzaba imponente y majestuosa la fortaleza roja, el sido edificado por sus antepasados, símbolo de su poder.
No sintió nada.
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Si era la hija de una familia ha perdido una guerra y ha sido despuesta de su trono, no era buena idea presentarse con su verdadero nombre.
Bastet ya había pensado en eso. Nana Cotha se lo advirtió y antes de partir entre las dos crearon su nueva identidad: Liontari Taftótita.
Se presentaría como la hija bastarda de Nana Cotha y también se inventaron el origen de sus características: su padre procedía de una familia de Lys, y había heredado sus ojos de él, mientras que el pelo negro lo había heredado de Cotha
Recorrió las calles encabezando la marchar a lomos de Legolas. Llevaba un traje dothraki más adornado de lo habitual y el pelo trenzado. Mantener el color negro sería fatigoso, pero al menos nadie que la veía gritaba «Targaryen» a su paso.
-¡Mira, hijo mío, ese es el Gran Semental! —le dijo una mujer a un niño.
Bastet sonrió. Legolas causaba muy buena impresión.
En la fortaleza fueron recibidos por los guardias que no respondieron con tanto estusismo como los ciudadanos.
Serhat parecía emocionado ( no habían podido impedirle ir con ellos).
—Sigue tal y como estaba.
-¿Ya habías estado aquí? —preguntó Bastet.
—Sí. Gran parte de mi formación musical la realicé aquí —le contó Serhat.
Qué el gran Semental de apiadase de todos.
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—Estáis en presencia del Joffrey de las casas Lannister y Baratheon, el primero de su nombre, legítimo rey de Poniente —anunció un heraldo cuando entraron en el salón del trono.
Bastet miró al niño rey. Estaba sentado en el gran trono que Aegon I había forjado.
El trono de sus antepasados la dejó sin aliento un momento, había escuchado las historias de Viserys sobre él, pero nunca lo habría imaginado así.
Forjado por miles de espadas de enemigos caídos, se elevaba por encima de sus cabezas con algunas de esas espadas sobresaliendo por todos lados. Y arriba estaba sentado el niño que supuestamente era un bastado. Algunos escalones más abajo estaba una mujer rubia que sería su madre, Cersei Lannister.
Madre e hijo miraron a Bastet con curiosidad.
—¿A quién tenemos aquí? —preguntó el niño rubio.
Baatet se adelantó.
—Liontari Taftótita, hija de nuestra venerable Cotha del Dosh Khaleen, khaleesi del khalasar del gran Khal Drogo. Se presenta ante vos como representante electa de nuestro pueblo. Es un placer poder representar a mi pueblo ante vos.
—Para mí es un placer contar con la presencia de tan bella enviada —le contestó el rey—. Espero que encuentre mi reino a la altura de sus espectativas. Le presento a mi madre, la reina regente, Cersei de la Casa Lannister.
—Mi señora. —Bastet hizo una reverencia.
—Si no os es malestar —preguntó Cersei—, ¿cómo es que una dothraki presenta los ojos típicos de los antiguos señores dragón?
—Mi padre también presentaba estos ojos. Procedía de Lys.
Se adelantó un hombre con una cadena al cuello.
—Algunos habitantes que proceden de las Ciudades Libres pueden trazar su linaje hasta Valyria sin pertenecer a los Targaryen, mi señora. Mismo en Poniente todos recuerdan la belleza de Ashara Dayne, de ojos violetas.
Tras las presentaciones fueron llevados a sus habitaciones. Una doncella guió a Bastet hasta la suya.
—Tenéis suerte, mi señora. Está fue la habitación del antiguo príncipe Rhaegar.
Bastet se alegró al oír eso.
Al entrar sintió la presencia de su hermano como si estuviera en un sueño.
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Los días al principio fueron un poco caóticos.
Los dothrakis no estaban acostumbrados a esa vida, pero daban los mejor de ellos. Bastet evitaba lo mejor que podía al niño rey pero había ocasiones que no era posible: compartía algunas comidas con la familia real, así como otros eventos importantes.
—Mi señora Liontari, déjeme presentarle a mi prometida Sansa Stark —le dijo la primera mañana.
La chica pelirroja le pareció una niña muy bella, pero de ojos terriblemente tristes. Casi podía imaginarla huérfana, acompañada por dos hermanos viviendo en las calles de la bondad de la gente.
Sansa Stark tenía la misma expresión que Bastet en su niñez.
—Rey Joffrey, si no os parece mal quisiera ir a la biblioteca. Me encanta leer —le pidió Bastet al acabar el desayuno.
El rey Joffrey rio.
-Pues claro, pero tened cuidado: un ser horrible acecha entre las estanterías.
«¿Qué tendrán en la biblioteca tan horrible? ¿Libros feos?», pensó Bastet, divertida
No le costó mucho dar con ella. Bastet se vio deslumbrado ante tantos libros. La biblioteca estaba vacía.
—¿Os habéis perdido? —le preguntó una voz a sus espaldas.
Bastet se giró y se encontró con un enano rubio con ojos dispares.
—Soy Liontari Taftótita, enviada de los dothrakis —contestó Bastet—. Quería ver qué maravillas esconde la biblioteca de un rey
—No es habitual encontrar alguien que no sea yo aquí. Los habitantes de esta ciudadela son alérgicos a la lectura.
—Un desperdicio, si puedo opinar.
—Tyrion Lannister, hermano de amada regente —le contestó el hombre—. Y opino igual que vos
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Tyrion y Bastet no tardaron mucho en ser amigos. Pasaban mucho tiempo juntos en la biblioteca o hablando mientras daban paseos a caballo. Drogo a veces se les unía, pero está a muy ocupado con el control de su khalasar (no podía permitir que se comportaran como hacían en Essos).
—Sabes, Tyrion, me encantan los dragones —le confesó Bastet un día mientras hablaban sobre un libro de historia.
—Si quieres puedo enseñarte sus calaveras.
—¿Aún las tienen? —preguntó Bastet algo más emocionada de lo debido. Aquello era lo que quería saber.
Juntos bajaron a los sótanos de la fortaleza. Llegaron a una estancia donde las calaveras estaban guardadas.
—Son preciosas —murmuró Bastet mientras tocaba una de ellas.
—Esa es la del dragón que perteneció a la reina Visenya, Vhagar, el último de los tres dragones del Conquistador en morir —dijo Tyrion—.Últimamente he estado pensando algo.
—¿El qué? —preguntó Bastet sin despegar la mirada del cráneo.
—Eres una Targaryen.
Bastet palideció.
—Lo sabía. Tranquila, no voy a contárselo a nadie. En este poco tiempo te has convertido en una gran amiga, casi nadie en este agujero inmundo puede decir lo mismo.
Bastet sabía que aquellas palabras era de verdad.
—Gracias.
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—¿A dónde se supone que me llevas? —le preguntó Bastet a Drogo.
-Es una sorpresa--le contestó.
—Tu sorpresa me ha tenido caminado medio día —se quejó ella—. Ni siquiera he cenado.
Se había empeñado en que esa noche con que quería enseñarle algo.
—Ya estamos.
La había llevado a algo parecido a un coliseo.
—Aquí criaban a los dragones —dijo Bastet—. Viserys nos hablaba de este lugar. Es Pozo Dragón.
—Pensé que te gustaría.
Bastet se tiró a los brazos de Drogo y lo besó.
—Gracias.
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Es noche Bastet soñó con su hermano.
—No creía que Ponienteme fuera a tan grande como Viserys decía. ¿Sabes que estoy en tus antiguos aposentos?
—Sí, ya lo he visto —le dijo Rhaegar con una sonrisa—. Me alegra que disfrutes, Liontari.
–Tenía que buscar un nombre —se quejó Bastet riendo—. No podía presentarme como Bastet Targaryen.
Ambos hermanos rieron.
—Estás en peligro otra vez —advirtió Rhaegar—. Es Daenerys. No se cómo lo ha conseguido, pero...
—Estará lejos, disfrutando de su libertad.
—Y ha conseguido tres dragones para disfrutar de su compañía.
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