|Capitulo 24|
Todo fue demasiado rápido, tanto que apenas se le hacía creíble y después de dar vueltas terminaba cuestionandose si no había sido un sueño.
Ella, que tan solo quería respuestas y explicaciones, terminó siendo destrozada sin un perdón de por medio.
Cuando Benjamín cerró la puerta de aquella habitación, no supo el daño enorme que le había causado al alma de esa pobre joven.
Violetta se quedó ahí, mirando la madera, esperando a que él volviera para tomarla fuerte y estrechara entre sus brazos, pero no lo hizo.
La dejó sola, y no miró atrás.
La dama, con el corazón herido, salió corriendo de la mansión, sabiendo que ningún medico podría curar el corte sangrante que había lacerado aquel órgano palpitante que pedía tregua. Corrió hasta que el viento de la noche golpeó su rostro y el verde jardín recibió su huida. Anduvo hasta que los pies le dolieron y ya no hubo para donde más correr.
Quería desaparecer, regresar el tiempo unos quince minutos atrás, para volver a ser la dama comprometida que dentro de una semana disfrutaría el sabor de la libertad.
Se sentó en el césped, detrás de unos enormes arbustos. La tierra manchó su vestido y la noche bañó su rostro. En el horizonte se extendía el mar salado, y el muelle, en su expresión de abrigo, apreció con lastima la escena de la joven que sufrió sus penas.
Violetta enterró la cabeza entre sus manos y se rehusó, con los dientes apretados, a soltar una sola lagrima. No quería llorar, no quería volver realidad aquella perdida. No deseaba sentir que lo tenía y después le fue arrancado sin consideración alguna.
Todo fue tan rápido, que no supo identificar en qué momento dejó de ser suyo.
—¡Maldito seas, Benjamín Matthew!—gritó con los dientes apretados, como si su pecho escupiera los trozos de corazón que le obstruían la garganta.
—¿Quiere whisky? Es la mejor medicina que existe para las penas, y se lo digo yo, que sé de ellas.
La dama se tensó.
Todos sus músculos se volvieron una piedra mientras volteaba a su izquierda y se encontraba a un muchacho que se había tomado la libertad de sentarse a su lado.
"¿En qué momento apareció?" Se cuestionó mirando los ojos calidos que le ofrecían una pequeña botellita.
—¿Y usted es...?—soltó la pregunta al aíre, mientras sentía que el pecho le ardía y los ojos le picaban.
—Julian Craig, ¿va a querer?—insistió meneando la botella.
—Un gusto—habló con ironía aceptando el trago, solo porque su sistema estaba deseando aquel líquido ámbar.
Se la empinó sin prever que el whisky sería como fuego en su garganta. Terminó tosiendo y haciendo gestos raros mientras su cuerpo se recuperaba del golpe amargo que le dió el licor.
—Beba otro poco, es mejor la segunda vez.
Violetta volvió a tomar, no porque él se lo dijera, sino porque prefería fingir que el pecho le ardía por el alcohol.
—Con todo respeto, señor Craig, vine aquí para estar sola— carraspeó para aliviar el ardor de su garganta.
El hombre asintió mientras tomaba la botella que la dama le devolvía.
—Entiendo, pero la verdad es que usted se ve triste y nadie merece estar solo cuando el corazón arde.
Violetta parpadeó varias veces mirando sus grandes ojos cafés. Llevaba el cabello pulcramente peinado hacía atrás y un traje mal acomodado que parecía haber sido puesto a la carrera.
¿Quién era ese hombre?
—A mí me gusta estar sola.
Julian volvió a asentir.
—Entonces finja que no estoy.
Achicó los ojos mirándolo. ¿En verdad no se iría?
Después un par de minutos, dio por hecho que no.
Pensó en entrar a la mansión y decirle a su madre que se sentía mal para que la llevara a casa, pero aún no había agarrado el suficiente coraje para volver a ver a Benjamín bailando con esa otra mujer.
"Lady Lamb", recordó su nombre mientras se movía un poco más a la derecha, buscando alejarse del hombre para que no sufriera un buen golpe causado por la ira que comenzaba a crecer en su estómago.
¿Desde cuando el conde había dejado de sentir todo lo que le había prometido?, ¿En qué momento comenzó a ver a otras con aquellos ojos coquetos que eran de ella?, ¿Qué diablos había hecho mal para que jugara así con sus sentimientos?
Se llevó, inconscientemente, la mano a su muñeca derecha y sintió el brazalete de esmeraldas que contrastaba con su piel.
¿En verdad todo había sido una mentira?
—¿Quiere escuchar algo divertido?
Respiró profundamente llenándose el pecho de aire y se volteó hacia el hombre que la veía con una sonrisa en el rostro.
Quizás fue que no notó que estaba colorada, roja de ira y llena de decepción, porque el hombre, después de ver sus ojos penetrantes, volvió a hablar como si ella tuviera ganas de escuchar sus comentarios.
Julian se acercó a ella, como si fuera a decirle un secreto y susurró con la voz de un espía experimentado:
—Acá entre nos, no traigo ropa interior.
Violetta frunció el ceño, sintiéndose repentinamente asqueada, y se alejó más a la derecha para no estar cerca de él.
—No creo que sea algo que me importe.
El hombre se encogió de hombros. Parecía gustarle ese gesto.
—Usted quiere que me vaya para seguir maldiciendo al tal Benjamín Matthew, pero no ha visto el panorama completo. Hace unos minutos yo estaba cómodamente con mi amante, hasta que su marido llegó con un arma y tuve que saltar por la ventana—el ceño de Violetta se frunció y él siguió hablando—. Necesito esconderme, y usted ocupa otro trago de whisky, así que, ¿Qué le parece si usted deja deja que me quede y yo le regalo mi botella?
Examinó al hombre con sus ojos avellana y llegó a conclusión de que le había dado más información de la que necesitaba.
Tomó el whisky porque fue lo único que le importó en aquel momento.
—Solo cierre la boca, por favor, o me veré obligada a entregarlo yo misma.
Julian Craig sonrió con aquellas típicas sonrisas suyas que mostraban el alma buena que tenía.
—De acuerdo, pero deje de verme como si quisiera matarme.
Se tragó un bufido de frustración mientras le daba un largo trago a la botella.
—Si no se calla, me veré obligada a hacerlo.
Definitivamente no traía nada de ganas de socializar, y agradeció enteramente que el hombre terminara guardando silencio. Pasaron un buen tiempo ahí sentados, escuchando las olas golpear con el muelle, hasta que las penas de Violetta fueron tan grandes, que decidió armarse de valentía para volver con su madre.
No se despidió del hombre, solo dejó la botella vacía a su lado y anduvo sacudiendose la falda hasta que entró en el salón. No levantó la cabeza porque sabría que no resistiría volver a encontrarse la misma escena que la recibió en el baile, solo caminó hasta que dio con su madre y le rogó que partieran.
No podía soportar por más tiempo el dolor que había en su alma, ese que, ni siquiera el whisky, pudo eliminar del todo.
-Katt
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