|Capitulo 23|

Esa fue la última noche que Benjamín fue a su habitación en la madrugada.

Violetta aun sentía sus besos danzándole por el cuello y perdiéndose en su boca. Podía jurar que en su piel yacían los fantasmas de sus caricias y en su alma permanecía la frialdad con que se fue.
Ambos se habían quedado dormidos en la cama, y para cuando el sol salió y ella despertó, su presencia fue tan solo un vago recuerdo que quedaba entre su mente y los poros de su cuerpo. No se despidió, ni dejó una nota para justificar su huida.

A los días le llegó la noticia, por parte de su padre, de que el conde había partido a Londres para estar presente en los inicios de la temporada, algo sobre un cierre de negocios antes de la esperada boda.
Quiso creerle, en verdad que quiso, pero si era sincera consigo misma, sabía que había algo que quizás no le estaba contando. Llevaba días muy serio, perdido en sus pensamientos y con el rostro caído.

¿Qué era importante que se fue sin siquiera decirle adiós?

Y esa cuestión navegó por su cabeza hasta que, un día, ellos también tuvieron que partir a Londres a tan solo una semana de la unión matrimonial, para asegurarse de que todo estuviera en orden y nada se saliera del rumbo que exactamente debía de llevar.

No se puede negar, de ninguna forma, que la dama se estaba muriendo de ganas por verlo. Su cuerpo le rogaba que fuera a buscarlo y que lo abrazara. Tenía antojo de decirle que lo extrañaba, que no había una sola fibra de su ser que no gritara su nombre buscándolo con desesperación en cada persona que veía pasar por la calle. Pero, después de pasar un par de días en Londres, él nunca llegó para saludarla o decirle que también la había extrañado.

Sentía un nudo en el pecho que tenía por nombre "desilusión". Que Dios la perdonara por pensar mal de Matthew, pero tenía miedo de que, a fin de cuentas, se marchara y la dejara sola en aquel infierno del que solo él sabía cómo sacarla para sambutirla en el oasis de sus brazos.

La paz en Violetta volvió, tan solo un poco, cuando le hicieron una prueba con el vestido de novia que le habían mandado a hacer a la medida, y que, sin exagerar un poco, le quedaba perfecto, hermoso, deslumbrante.

Aunque fuera por el poco tiempo que duró con la prenda puesta, la cita con la costurera sirvió sanar sus pensamientos de aquellos oscuros que le rondaban como demonios. El vestido era lo suficientemente grande como para hacerla sentir una reina, y lo adecuadamente brillante, para saber que, por primera vez, iba a ser quien llevara el protagonismo. 

Y lo que más le dio gusto, fue que no tenía que aflojar el corsé, ni preocuparse por si éste estaba muy ajustado, porque hacia muchísimo tiempo que el barón no le ponía una mano encima.

Estaba por abordar un barco que la llevaría por las aguas del futuro que la esperaba con los brazos abiertos. Sabía que al lado de Benjamín todo estaría bien. No habría más dolor, ni desdicha, ni sufrimiento, ni angustia. En sus brazos existía la cura de todos sus males. No cabía duda de que en su pecho se ocultaba la paz más pura del mundo y en sus labios, la felicidad que ella deseaba como si fuera miel.

Pero el tiempo seguía pasando y un nudo de temor se incrustaba en su estómago al sospechar lo que ocurría con él. ¿Y si se estaba arrepintiendo de casarse con ella?, ¿Y si al final le decía que no?

Puede que sonara egoísta y que se le criticara por pensar de aquella manera, pero tenía miedo de que, con él lejos de su vida, el diablo la volviera a tomar con sus garras afiladas para seguirla torturando en su infierno personal. Temía que la felicidad que llevaba meses teniendo, se fuera corriendo junto a él, lejos, a un lugar en el que no los pudiera alcanzar.

"¡No, estas siendo muy pesimista!", se dijo una noche que no podía dormir por pensar en Benjamín y su lejanía.

"Quizás solo está ocupado. Probablemente está terminando unos asuntos pendientes antes de la llegaba de la boda. Recuerda que luna de miel abarcará varias semanas en Francia y últimamente, con la situación de su empresa, quizás tenga varias cosas que arreglar antes de partit", intentó consolarse, y al final, decidió mandarle una nota para terminar de una vez por todas con esos pensamientos pesimistas que la estaban matando.

Querido Lord Matthew:

Hace ya tiempo que no lo tengo cerca, y si le soy sincera, su presencia me ha hecho mucha falta. Es imposible para mis días no incluirlo a usted en la rutina. Mis noches lo echan de menos, milord.

¿Sería posible que nos pudiéramos ver?

Releyó la carta un par de veces y al final decidió guardarla debajo de su almohada para entregarla mañana a primera hora. Ya no había forma de arrepentirse, debía de hacerlo.

Pero claro que se arrepintió. Después de entregarle la nota a un sirviente y pedirle que la entregara en la residencia del conde cuanto antes, le comenzó a temblar el mundo cuando se llegó media mañana y no recibió una respuesta.

Decidió salir a Hyde Park para aligerar los pensamientos que se amontonaban sobre sus hombros causándole un peso que casi la llevaba al suelo, allí, donde estaban comenzando a caer sus esperanzas.

¿Por qué no le había contestado?, ¿por qué llevaba tantos días evitándola?, ¿por qué carajo se había ido sin despedirse y sin avisar, y ahora ni siquiera pasaba a saludar cuando era bien sabida su llegada a Londres?

¿Es que la estaba evitando?

¿Es que había hecho algo mal la última noche que se vieron? ¡Pero por Dios que podía jurar que él también lo había disfrutado y lo deseaba tanto como ella!

Mil dudas le comieron la cabeza hasta que, volviendo de su paseo, por ahí pasado el mediodía, el mayordomo le tendió un sobre con la respuesta que tanto había anhelado.

Lady Whitman:

Lamento mucho mi ausencia, pero tengo tanto trabajo que no puedo hacer tiempo.

Le dolió que hubiera sido tan seco y frio. Le habría gustado un "yo también te extraño" o un, "también necesito verte", pero había dejado bien en claro que estaba ocupado con sus asuntos.

Violetta decidió dejar de seguirse torturando con sus pensamiento y finalmente se dispuso a arreglarse para el baile que daría inicio a la temporada.
Eva le puso el último vestido de debutante con que la sociedad la vería, pues pronto saldría a la calle de la mano de su esposo.

El peinado fue elaborado con precisión artística y el maquillaje parecía haber sido hecho por el mejor pintor de parís, pero ni siquiera esos arreglos y detalles, la prepararon para lo que se encontraría al llegar a la fiesta.

En ningún momento se imaginó toparse a su prometido bailando en medio de la pista de baile con una rubia que a kilómetros se le notaba que no era más que una debutante.

Quiso salir corriendo. Se le aferró en la garganta un nudo imperturbable al ver cómo Benjamín le sonreía a la chica y la veía con esos ojos que Violetta conocía muy bien, porque eran exactamente los mismos que ponía cuando le decía a ella que se veía hermosa.
El mundo se le partió en mil pedazos y se sintió caer al vacío.

¿No que no tenía tiempo?

"Respira" se dijo Violetta mientras se aferraba con fuerza a la falda de su vestido.

No podía armar un escándalo en la fiesta, pero tampoco podía traicionarse a sí misma quedándose con los brazos cruzados.

Finalmente decidió esperar a que Matthew terminara de bailar con la chica para llamar su atención.

Seguro había una justificación razonable para aquello.

―Mire lo que trajo la temporada. Hasta que la futura condesa se deja ver.

Violetta se volteó levemente hacia su izquierda, intentando no apartar del todo la mirada de la pista de baile, y se encontró con unos ojos azules muy amistosos. Hunter Paradig ya se había hecho extrañar después de lo bien que se había portado con ella.

―Un gusto verlo a usted también, milord―le respondió dandole una pequeña reverencia.

El duque inclinó la cabeza y le sonrió en respuesta mientras la dama seguía hablando―. Creí que no le gustaban las fiestas.

Hunter se encogió de hombros mientras bebía del whisky que tenía en la mano.

―Ésta es una ocasión especial.

Violetta volteó un poco hacia donde bailaba la pareja, de hecho, el duque también lo hizo, y ambos se quedaron con la vista clavada en ellos mientras seguían conversando.

― ¿Lo es?

Hunter asintió.

―Por supuesto. Hoy es la presentación en sociedad de Lady Lamb, una buena amiga mía.

La respuesta de Hunter fue acompañada con un pequeño gesto que señaló a la mujer que bailaba con lord Matthew. Violetta apretó con más fuerza la falda del vestido.

―Ya veo.

Fue la única respuesta que dio mientras se limitaba a respirar. El pecho le ardía como los mil demonios.

―Es hermosa, ¿no lo cree?―siguió hablando el duque, mientras alagaba a la dama que había sido su amiga desde la infancia. Lady Madeline Lamb era su cómplice en muchos aspectos de su vida, tantos que ni siquiera los podía contar.

―Lo es― la boca le supo amarga después de responder.

Claro que era bonita, Benjamín siempre se fijaba en las de su tipo, y Violetta, cual tonta, decidió creerle cuando él le dijo que jamás tendría ojos para alguien que no fuera ella.

La música terminó seguida de una ronda de aplausos y el corazón de la morena se desató en su pecho cuando se encontró con los ojos del conde, quien ahora desocupado, la había encontrado en el borde la pista hablando con Hunter.

―Ha sido un gusto saludarla, milady. Si me disculpa, iré a pedirle un vals a Lady Lamb―se despidió el duque, pero Violetta apenas y le hizo caso por andar perdida en unos ojos verdes que la miraban con sorpresa.

Le hizo un gesto a Benjamín para que la siguiera.
Anduvo por los pasillos buscando un lugar seguro para charlar o mandar todo al carajo y partirle la cara. Escuchaba sus fuertes pisadas detrás de ella, mientras lo único que podía hacer era intentar contener las lágrimas que estaban asaltando a sus ojos como si fueran agujas.

"No llores frente a él. No llores frente a él. No se merece verte débil ni destruida".

¡¿Pero quién diablos se creía el tipo para ilusionarla, para protegerla y después desaparecer durante días sin dejar migajas para que ella las siguiera!?¡¿Por qué diablos le había dicho que estaba ocupado para después aparecer bailando con otra mujer frente a sus narices?!

¿Es que estaba jugando con ella?, ¿es que acaso no sabía que también tenía sentimientos?

Entró a una de la salitas escuchando como Benjamín cerraba la puerta en su espalda.

Violetta se limitó a apreciar el lugar mientras sus emociones se volvían una piedra en su estómago.
Las paredes y el tapiz se le hicieron tan conocidos, que no cabía ni la menor duda de que ese había sido el mismo lugar donde se quitó el corsé para dejarlo ver sus heridas.

Ella se desnudó el alma ante él, y ahora, sentía como si se estuviera aprovechando de su vulnerabilidad para hacerla trizas.

― ¿Necesitas algo...?

― ¡Sí, necesito saber qué diablos te pasa!―le contestó la mujer explotando completamente todas las emociones que se estaban acumulando en su garganta desde que había comenzado a evitarla.

― ¿Qué me pasa respecto a qué?

Violetta no lo volteó a ver. No tenía la fuerza que se requería para apreciar aquellos ojos que la habían traicionado.

―Llevas semanas evitándome. Te fuiste de Kent sin antes haberte despedido, y al llegar yo aquí, ni siquiera te molestaste en pasar a ver cómo estaba. ¡Llevo días extrañándote y pensando que estabas muy ocupado trabajando!―las palabras se le trabaron por un momento en la boca―. Tú... dijiste que no tenías tiempo para verme, pero al parecer si lo tienes para estar con otra.

―Fue solo un baile, Violetta.

Y aquella respuesta no hizo más que atascar los dedos en la herida que ella ya tenía en el pecho.
La dama lo volteó a ver y se encontró con su mirada infiel, que la veía reflejando inocencia, como si estuviera exagerando deliberadamente la situación.

―Lo volveré a repetir―habló apretando los dientes―, ¿qué diablos está pasando contigo, Matthew?, ¿acaso te estas arrepintiendo de casarte conmigo?

A lady Whitman le dolió el gesto con que la miró, el suspiro que soltó tras sus palabras y aquellos ojos en los que brilló la pena. Le dolió de tantas formas la manera en que reaccionó, que supo que solo había una respuesta a sus preguntas.

"No llores frente a él. No llores frente a él".

― ¿Por qué?―siguió hablando. Las palabras le salieron en medio de un sollozo que intentó reprimir, pero ninguna lágrima bajó por su mejilla. Se estaban guardando para cuando él no estuviera para verla flaquear.

Benjamín cerró los ojos, y por primera vez en esos momentos, bajó su rostro neutro y mostró una pizca de emociones.

―Iba a decírtelo, lo juro, pero no tenía la fuerza para hacerlo.

Cuando la vida te da la oportunidad de amar con locura, es difícil descifrar cuando termina el amor. Violetta podía jurar que, la última noche que compartieron, él la había besado con ternura, con devoción, con amor...con emociones fantasma que al parecer se habían desvanecido de un día para otro, porque ahora él estaba ahí, frente a ella, tirando a la basura todo el futuro que la dama se había imaginado a su lado.

"Uno jamás olvida en un chasquido a la persona que ama " recordó las palabras que una vez le había dicho Eva hacía ya varios años, y no pudo evitar cuestionarse, si eso quería decir que él nunca la amó de verdad.

― ¿Por qué?―le volvió a preguntar.

Se sentía entumida, como si no creyera lo que en verdad estaba ocurriendo en esa habitación.
Benjamín se encogió de hombros, como si fuera totalmente obvia la respuesta.

―Cuando nos comenzamos a tratar te advertí que iba a hacer que calleras ante mí. No estabas conmigo sin saber a lo que te atenías, y yo, ya tuve todo lo que quería de ti―quien hubiera jurado que las palabras no matan, es porque no le habían dicho exactamente eso que el conde le había restregado en la cara―. He conseguido lo que quería, Violetta.

― ¿lo que querías?

El mundo le estaba dando vueltas.

Benjamín asintió.

―Te he enamorado, y ahora, solo me falta esperar a que vengas a mí y me des el premio mayor.

Ella sabía bien lo qué se refería. Recordaba perfectamente cuando lord Matthew la quería solamente para ser su amante, para pasar una noche de esas que se olvidan a la mañana siguiente.
Apretó los puños con furia.

―No seas cobarde, Matthew. ¡Tú me prometiste qué harías las cosas bien conmigo!

El hombre le sonrió con malicia, mientras soltaba una pequeña risa ronca.

― ¿Y me creíste?

Cuando alguien te cuenta que un corazón roto duele, omiten la parte donde te sientes morir, como si por un momento tu alma saliera de tu cuerpo y apreciaras la escena en tercera persona sintiendo pena por la mujer a la que están dejando. Olvidan mencionar que duele como los mil demonios, que al principio crees que no es verdad, que es una broma cualquiera que después sanará a besos, pero estos nunca llegan, y en cambio, se presentan sus ojos mostrándote que todo ha acabado, que ya no hay chispa cuando te mira, que ya no le pones el mundo de cabeza, que ya no eres en quien piensa, o quizás, nunca lo fuiste.

"No llores frente a él. No llores frente a él".

― ¡Yo te dejé entrar en mi vida!―le gritó con rabia, con dolor, como si le escupiera todos los trozos de corazón que le había hecho trizas―, ¡¿Por qué mierda ahora me sales con ésta estupidez!?
―Violetta...

― ¡Me enamore de ti, te abrí mis brazos, te enseñé mis cicatrices!

―Tienes que calmarte...

― ¡Yo confié en que a tu lado nadie me iba a volver a hacer daño y fuiste tú quien me atascó el puñal por la espalda!

Sentía el rostro caliente. El cuerpo le temblaba de impotencia, de rabia, de coraje, de ganas de partirle el rostro de un buen golpe, pero ella jamás se aterecería a lastimaría a alguien a quien amaba.

―Lamento mucho haber dejado que las cosas llegaran tan lejos―Le habló con pena y una pisca de lastima.

Y fue todo. Ya no hubo nada por lo que luchar porque era evidente que el corazón de Benjamín no le pertenecía.

¿Y si le decía que lo amaba, que no había nadie que la hiciera sentir que el mundo se detuviera, que a su lado todo dolor desaparecía, que si él se marchaba... por Dios, que si él se marchaba ya no quedaba nada de ella?

Pero no podía decirle aquello, porque solo haría que sintiera que había ganado más de un trofeo en aquel juego.

― ¿Es todo?―le preguntó ella con la voz más calmada.

El hombre la miró de pies a cabeza, sin saber que, por dentro, Violetta se sentía desmoronada en el suelo.

―Lo es.

Y se dio la vuelta para marcharse.

Con cada paso que dio para alejarse, Lady Whitman apreció cómo se marchaban todos los sueños que se había imaginado a su lado.  Adiós al hijo que le daría y que tendría los ojos verdes del conde, adiós a la niña de cabello oscuro y ojos avellana, adiós a los besos mañaneros y a las noches largas, adiós a sus labios, a sus manos, a sus brazos, a su todo.

Ya no le quedaba nada más que los trozos en los que la había roto.

―Lo lamento mucho, Violetta.

Fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta.

―También yo―susurró ella bajito.

Lamentaba mucho haber creído que tenía una oportunidad de ser feliz a su lado.










***

¡HOLA CORAZONES!

Ya se vienen mis partes más deseadas muajajajajajaja

Les cuento que como esta historia ya se va a comenzar a enlazar con La Debilidad De Un Caballero, (antes enséñame a besar), he decidido subir los primeros 21 capítulos de esta, omitiendo el final, para que quienes no la alcanzaron a leer, puedan echarle un ojo y ver un poco de que trata, aun cuando, como ya he dicho, no es necesario leerla para entenderle a esta, es solo una sugerencia para que conozcan más a fondo a unos personajes que están por llegar a la trama.

¡Y por cierto! Hablando de la primera historia (¡QUE YA CUMPLIÓ UN AÑO!), estaba viendo imágenes esta tarde y me encontré con la foto de una niñita que en cuanto la miré, supe que era perfecta para ser Lilian (por favor no mencionen mucho de ella para no dar spoiler)

Si quieren verla, la he publicado en instagram. Me pueden encontrar como @katt_wallas.

¡NOS LEEMOS PRONTO, MIS CORAZONES BELLOS!

-Kathia.

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