|Capitulo 12|
―Me estás apretando mucho el corsé―se quejó Violetta mientras Eva le ajustaba las cintas del atuendo.
―Nunca está demasiada apretado el corsé― rechistó la mujer.
No es que a la dama le doliera la espalda, pues sus heridas ahora solo eran cicatrices rosadas que hacían juego con muchas más, sino que sentía que cada que tiraba de las cintas el aire entraba menos a su cuerpo.
La noche anterior había sido su presentación y, a partir de entonces, sabía que no saldría de las calles de Londres hasta que un hombre se fijara en ella. Así que esa mañana, la misión primordial del día era pasear por Hyde Park, aun cuando ni siquiera hubiera desayunado.
Todos debían poner los ojos en ella, era necesario. Su nombre debía pasar de boca en boca hasta que no hubiera un solo rincón en el que no hubiera sido pronunciado. En definitiva, debía volverse tan famosa como el vino, para así, poder llegar a encandilar a Londres.
―Escuché que lord Perth quedó fascinado contigo.
La voz de Eva la sacó de sus pensamientos. Sintió como finalmente ataba el corsé al final de su espalda.
― ¿Lord Perth?
―Bailaste con él anoche.
―Ah.
No tenía ni idea de quién era.
Había bailado con muchos hombres en aquella velada, y la verdad es que se la había pasado muy bien. Rio con todos y se dio cuenta de que había muchas clases de personas: Algunos le seguían los juegos y reían por sus chistes, mientras a otros, se los tenía que repetir dos veces si acaso, y finalmente terminaban prefiriendo posar sus ojos en las telas finas del vestido, justo allí en sus brazos, donde la seda era algo transparente.
Había conocido a gente que transmitía paz con los ojos, y eso le dio la esperanza de que en el mundo también hubiera ángeles, y no solo demonios.
En definitiva había bailado con hombres muy guapos y caballeros que la respetaron en todo momento, pero eso no había cambiado sus planes. La meta seguía siendo el conde de Montesquieu. Y es que, de alguna forma u otra no lo iba dejar con la idea de que ella iba a ser suya, porque en todo caso, sería él quien terminara perteneciéndole a ella.
Benjamín la quería para ser su amante, y algún día, terminaría de rodillas con una sortija en la mano.
―Estás lista―anunció Eva con una sonrisa.
~~~
Todo Londres estaba hablando de Violetta Whitman, y cómo no, si hasta lord Matthew aceptaba que era hermosa. Y diablos, lo era.
Podría fantasear toda su vida con pasar sus dedos por aquella melena oscura y larga que ya había visto bailar entre el agua. Le daba su pésame a cualquier mortal que se atreviera a posar sus ojos en su mirada avellana, esos que si veías de lejos eran café oscuro, como el que estaba bebiendo para calmar la resaca que le perforaba el cerebro, y si te acercabas un poco, tan solo unos cuantos pasos, te dabas cuenta de que eran claros y retadores. Eran jodidamente seductores y aún estaba sorprendido de que su carne de mortal no se hubiera consumido después de haber sido apreciado directamente por esa mirada.
Y ni hablar de sus labios, que si lo hacía, perdería completamente la cabeza en aquel momento. Su boca, esa rojiza natural y suave, era lo que más le gustaba de ella. Estaba perdido por la forma en la que le valía un cuerno contestarle o decirle en la cara todo lo que quería. Lo seducía sin siquiera tener la consideración de ocultarlo.
¿Y se han tomado el tiempo de apreciar el pequeño lunar que tiene junto al labio, ese que parece como una pequeña peca? Dios, ese era exactamente el lugar en el que debía ir una mordida.
Y sí, con todo eso y más, no le sorprendía a Benjamín que hubieran quedado fascinados con ella. Se había movido por el salón con una elegancia extraordinaria y bailó con tantos hombres que perdió la cuenta de a cuántos debía irles a partir la cara.
Los rumores decían que la dama daría un paseo esa mañana y otros tantos contaban que varios caballeros ya habían puesto sus ojos en ella para el cortejo.
Maldito fuera todo, todo, porque ahora debía actuar apresurado. No había tiempo para dudar. Él era muy celoso con sus cosas, y ella, ya tenía un cartel con su nombre en la frente.
~~~
―...y no es de extrañarse, digo, es usted la debutante más hermosa que he visto esta temporada.
Violetta le agradeció con un asentimiento.
―Los halagos no son lo mío, milord. Las acciones sí.
Lord Perth le sonrió mientras abrazaba la mano que Violetta tenía en su brazo.
―Bueno, he venido aquí solo para encontrármela, ¿acaso eso no cuenta cómo una acción?
A la dama le entraron ganas de rodar los ojos y soltarse del hombre para salir corriendo.
―Sí, en definitiva es una acción― la voz le salió cansada.
Apenas y había puesto los pies en Hyde Park cuando lord Perth se plantó frente a ella para darle un pase, condenándola a pasar la mañana dentro de una charla completamente aburrida.
Ya se había acordado de quien era él. Lo reconocía como quien la había estado pisando durante todo el vals, ese que tenía casi la misma edad que su padre.
―Y dígame, milady, ¿ya fue invitada al baile que daré ésta noche en mi residencia?
¡Qué alguien la salvara de aquel infierno!
―La invitación llegó esta mañana―respondió la dama asintiendo suavemente con la cabeza.
―Oh, me alegro mucho, y en verdad espero que me conceda el primer vals de la noche.
Las palabras sonaron tan empalagosas que casi terminó soltando una arcada. Lo sentía mucho por el hombre, quien debía de admitir que era muy amable, pero no podía convivir con alguien que le recordaba a su padre. El alma se le helaba de solo pensar que sus cuerpos se tocarían al bailar.
― ¿Sabe que más es una acción, milord?―habló cambiando de tema y deteniendo sus pasos.
Lord Perth se detuvo también y la miró con un aire de curiosidad en sus ojos.
― ¿Qué más es una acción?
Violetta puso la cara más inocente que se encontró.
―Los helados―los ojos le brillaron y la voz se le tornó dulce―. ¿Sería tan amable de comprarme uno?
El hombre la miró con el ceño fruncido y después asintió rápidamente. Haría lo que fuera por ganársela.
―Por supuesto, lady Whitman. No me tardo.
El caballero salió disparado con el paso apresurado. Violetta se lo imaginó cayendo y rodando con su gran barriga.
―Pobre hombre. Ninguna de las damas que ha intentado conquistar le han hecho caso, y que pena que tampoco sea dueño de tu atención.
La dama sintió un mariposeo en su vientre tras sentirlo detrás de ella. Cientos de cosquillas le bajaron desde la base del cuello hasta el final de la columna, y se quedaron allí, torturándola dulcemente al igual que la voz de Benjamín en sus oídos.
Se volteó lentamente, intentando parecer que no estaba ansiosa por verlo, y se encontró con esos ojos verdes que la veían abrazadoramente y con una intensidad tal, que tuvo que morderse el labio para tragarse un suspiro.
Benjamín se perdió en esa acción.
―Es un gusto encontrarla aquí, milady―la saludó como si en cuanto se enteró que la dama iría, no hubiera tomado su sombrero y salido despavorido para cuidarle la espalda de esos caballeros levanta faldas―. Parece que el destino quiere que nos sigamos encontrando.
Tomó la mano de la dama y besó suavemente su dorso quedándose ahí unos segundos más de lo que la etiqueta dictaba. Sus labios eran fuego. Lord Matthew era un incendio, y Violetta una chispa, que no tardaba en encenderse.
―Que grata sorpresa, milord―saludó la dama con una sonrisa amistosa.
―Debía aprovechar que su compañero fue por una "acción"―soltó una risa burlona que daba a enteder que los había escuchado, y en definitiva, le causaba gracia tal estupidez.
Violetta se quedó callada, escrutándolo con los ojos, sabiendo que aún le quedaba algo por decir. Y no se equivocó, pues después de soltar aquello, lo vio cambiar el gesto por uno juguetón.
― ¿En serio te interesa la posibilidad de ser cortejada por lord Perth?―preguntó el hombre con la voz un poco más baja, en susurros, para que nadie escuchara.
La dama se encogió de hombros.
―Es el único que ha mostrado interés en mí. Y me refiero al de verdad, milord.
Soltó las palabras con rabia, como si ocultara la charla que había escuchado en su despacho. Apretó los puños para contenerse. Estaban en un lugar público y lord Perth yacía a poca distancia. Sería muy sospechoso que le soltara un golpe ahí.
Benjamín apretó la mandíbula. ¿Dijo que el imbécil aquel había mostrado interés en ella?
Muy dentro suyo sonrió haciendo que el mismísimo infierno temblara. Interés era eso que él sentía en sus manos por querer tomarla y tocarla con una tediosa lentitud embriagante.
Levantó una ceja y se relamió el labio antes de replicar.
―Ambos sabemos que te atraigo más yo que él.
Habló el hombre, tragándose los modales y el filtro, solo lo hizo, lo soltó al viento haciendo que las palabras llegaran a las orejas coloradas de la dama, sí, coloradas, porque después de escuchar tal afirmación, todo su rostro se tornó del color de las rosas.
Violetta soltó una pequeña carcajada.
― ¿A caso cree que el interés es suficiente?―le dedicó la mirada más penetrante que pudo―. Lord Matthew, la simple atracción jamás lo es todo.
― ¿Entonces admites que te atraigo?
La dama asintió que su estómago daba un vuelco.
―No niego nada.
El hombre se contuvo y se tragó la ganas de devorarle la boca y mostrarle el fuego que podía arder entre sus pieles. Optó por acercarse un poco, tan solo lo necesario para que sintiera su calor penetrante, ese que le erizó la piel a Violetta, ese que le hizo recordar lo mucho que le encantaba el conde.
― ¿Entonces yo también debo hacer "acciones" para que la atracción pase a más?―la voz le salió ronca y tan bajita, que solo el corazón desbocado de la dama lo pudo escuchar.
Lady Whitman tomó su estómago para que dejara de seguir removiéndose por las mariposas que habitaban en él e ignoró el cosquilleo que la atacó entre las piernas.
Levantó la cabeza para ver directamente esos ojos verdes que la tenían hipnotizada.
―No creo que un hombre de su calibre haga eso por una mujer―las palabras le salieron con un deje de desprecio―. Es más, no creo que un hombre como usted haga cualquier cosa por una mujer como yo. Punto.
Lo estaba desafiando. Matthew sabía claramente que esos ojos claros le estaban calando para que respondiera, para que siguiera con aquella seducción latente, suave y excitante, que a ambos los tenía fascinados.
―Creo que me tiene puesto en un estatus muy bajo...
―En él se ha puesto solo.
―.. Porque yo por usted podría hacer lo que me pidiera.
La dama se cruzó de brazos, no creyéndole del todo.
― ¿Y si le pido una "acción"?
Lord Matthew apretó sus manos para que no lo traicionaran y la tocaran. En definitiva no era el lugar.
―¿Cuenta cómo acción si la tomo suavemente de la cintura y me la llevo a un lugar desolado?
Violetta sintió que la piel se erizaba.
― ¿Desolado?
―Se sorprendería de la cantidad de lugares que hay disponibles en las fiestas.
Ella dio otro pequeño paso al frente.
― ¿Cómo cuáles?
La voz le salió con pizcas de inocencia. Tenía conocimientos sobre el tema del que hablaban, pero no experiencia.
Sería tan divertido corromperla...
―Como los jardines.
― ¿Y qué haríamos allí?
Benjamín sonrió haciendo que las piernas le temblaran.
―Se me ocurren muchas cosas que...
―Milady, aquí está su helado.
Los jóvenes se separaron abruptamente al escuchar la llegada de lord Perth
Se aclararon la garganta, casi al mismo tiempo.
La energía que desprendían aún se sentía en el aire. Era latente la atracción que había surcando el espacio que lamentablemente ahora los separaba.
―Oh, buenos días, lord Matthew. Que sorpresa encontrarlo por aquí―Saludó el acompañante de la dama mientras escudriñaba a Benjamín con la mirada.
―Encontrarlo también ha sido una sorpresa para mí, señor.
Violetta notó una chispa peculiar en los ojos del conde. Se veía molesto y eso quizás se debía a la interrupción del hombre. Ella también estaba molesta.
La dama, buscando aligerar el ambiente, se acercó a su acompañante para tomar el helado que le tendía.
―Muchas gracias, milord. Tenía mucho antojo―habló dando una pequeña probada.― De hecho, mientras usted iba por él, le estaba contando a lord Matthew sobre la fiesta que dará esta noche.
Benjamín la miró confundido, con el ceño un poco arrugado, pero después, los ojos traviesos de la dama le revelaron el secreto que escondían sus palabras.
En las fiestas hay jardines...
― No me va a decir que aún no lo ha invitado, ¿cierto?―siguió hablando Violetta con la mirada inocente puesta en el rostro.
Lord Perth se comenzó a arreglar el corbatín, un poco sudoroso por los nervios que lo embargaban cada que ella lo veía fijamente.
―No lo he hecho, p-pero...―la voz le salía atropellada. El hombre miró a Benjamín para dirigirse a él―. ¿Le gustaría ir, milord?
Lord Matthew escuchó las palabras de una forma intensa mientras su mirada estaba puesta en la joven que le guiñaba coquetamente un ojo.
―Será un placer.
"Oh, Violetta, no sabes a lo que estás jugando".
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