Epílogo

Venus y Caden se casaron muy pocos meses después de que a ella le dieran el alta, y cuando aún la panza no se le notaba, en una ceremonia íntima y sencilla, los únicos que estaban presentes eran los padres de ambos, y Taylor.

Por otra parte, Begoña, había sido encarcelada y condenada a varios años de prisión por intento de homicidio. Los padres de la mujer, tuvieron que recluirse por varios meses del entorno que los rodeaba solo por la mala imagen que su hija les había dado, sobre todo a la firma de arquitectos del padre.

La pareja de recién casados, se instaló por definitiva en la casa que Caden tenía en Newport, en donde él iría a trabajar desde allí para estar cerca de su esposa, la cuál aún continuaba con la carrera de decoración de interiores, mientras que en los días que no cursaba, ella se encargaba de la agenda de él, como lo había hecho de un principio en Kansas.

El pequeño estudio de arquitectura que se había diseñado Caden, de a poco se iba expandiendo, ya que en pocos meses comenzó a tener varios clientes importantes.

Aquella misma tarde, Venus, quien estaba en el cuarto que le habían armado al bebé, estaba terminando de acomodar algunos adornos infantiles sobre la repisa amurada contra la pared, cuando sintió un fuerte dolor en su bajo vientre. Se sujetó con fuerza la panza y caminó como pudo hacia la entrada del cuarto.

—¡Caden! —le gritó.

El hombre, estaba tan concentrado en la realización de un plano, que al escuchar el grito de su mujer, curvó el trazo perfectamente recto, estropeando así completamente el plano.

—¿Qué tienes? —le preguntó acercándose a ella.

—Creo que rompí bolsa.

—¿¡Qué!? ¿Ya? —le preguntó casi histérico.

—Sí, ya —le respondió, apretando uno de sus brazos ante una nueva contracción.

—¡Ay! —le dijo, frotándose el brazo—. Tomaré las cosas y nos iremos al hospital.

—No, no lo creo. Creo que lo tendré aquí, ahora mismo.

—¿Por qué? —le preguntó asustado.

—Porque si he roto bolsa, es seguro que lo tendré en el camino.

Caden ayudó a su mujer a caminar hacia la cama, y la acostó con delicadeza, mientras ella comenzaba a respirar aceleradamente.

En aquellos minutos, mientras Venus intentaba normalizar la respiración y estar calmada, el hombre aprovechó en llamar al obstetra, el cuál iba en camino apenas cortó la llamada.

Venus había pasado veinte minutos entre gritos por las contracciones, y sudor por el dolor que le estaba produciendo el bebé en querer salir del vientre de ella. Caden la asistía como un caballero sin quejas, y tratando de acomodarla lo mejor que podía y refrescándole la frente, hombros y pecho con una toalla húmeda mientras ella apretaba los brazos de él y gritaba ante una nueva contracción.

Muy pocos minutos después, el bebé comenzó a salir gracias a los pujos de Venus.

—El obstetra viene en camino.

—De acuerdo. Caden, creo que siento su cabeza.

—¿En serio me lo dices?

—Sí.

—¿Qué hago? —le preguntó para ayudarla.

—Mientras el obstetra llega, ayúdame, por favor. Tengo miedo.

—Quédate tranquila, cariño. Todo estará bien, el bebé casi sale —le respondió con lágrimas en los ojos mientras se ponía de rodillas frente a ella, para traer al mundo a su hijo—. Un esfuerzo más y sale, Venus.

La joven empujó por última vez para que su bebé naciera, la criatura lloró y gritó con impulso. Caden lo limpió y fue en aquel momento cuando el obstetra llegó a la habitación.

—¿Qué es? —preguntó ella.

—Un hermoso niño —le dijo su marido.

El médico, los revisó a ambos y los felicitó por el recién nacido. El pequeño se encontraba muy bien al igual que su madre. Pronto, el obstetra se retiró y él volvió a la recámara.

La pareja de enamorados y su bebé recién nacido yacían sobre la cama, el pequeño en los brazos de la madre, mientras que Caden detrás de ella, abrazándola con afecto y amor.

—¿Cómo quieres llamarlo? —le preguntó ella mirando al bebé con total fascinación.

—El nombre que tú quieras, Venus.

—Me agrada Jimie.

—Suena muy bien. Será entonces, Jimie Wayland —le dijo él a ella, besándole la frente.

—Hay que llamar a tus padres y a los míos también —le respondió ella.

—Me parece bien, lo haré enseguida.

Dos horas y media después, ambas familias y los nuevos padres junto con el bebé, se relajaron dentro de la sala principal de la casa de Caden, brindando por la nueva felicidad.

—Quisiera hacer un brindis por los nuevos padres, y sobre todo por Venus —expresó Bill—. Nunca pensé que tú y mi hijo llegaran hasta aquí, y haberlo visto me puso muy feliz, y comprendí que tú eras la correcta para mi hijo. Y me alegro mucho por eso. Por eso, brindo por ti hoy —le dijo con sinceridad, y chocó la copa de él con el vaso de jugo de ella.

—Gracias Bill, amo a tu hijo y estoy feliz de estar en su vida.

—Lo sé, y eso me gusta. Y cambiando un poco de tema, Jules y yo volvemos a irnos de luna de miel —les comentó a todos mientras miraba a su esposa.

Todos volvieron a brindar contentos y felices. Caden y Venus se besaron frente a sus padres y el bebé comenzó a llorar.

—De acuerdo, Jimie. Tranquilo, dejaré a mamá tranquila para que tenga toda tu atención —le dijo a su pequeño hijo besando su frente.

Venus rio ante tales palabras y luego ella besó a su hijo en una de sus rosadas mejillas.

Los padres de la pareja, levantaron las copas de la pequeña mesa de la sala, y prepararon juntos el almuerzo, dejando a la joven pareja y al nuevo integrante tranquilos.

—Me haces la mujer más feliz del mundo.

—Y a mí el hombre más feliz del mundo, gracias, por todo, por tu paciencia, y por abrirme los ojos cuando debí apurarme con mi vida anterior. Sin ti a mi lado no lo hubiera conseguido. Te amo —le respondió con total sinceridad y ella le sonrió.

—Te amo yo también a ti, Caden.

Ambos se besaron mientras el bebé dormitaba en los brazos de la madre.

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