Capítulo 17

Mientras miraban la televisión, conversaban también.

—La próxima vez que vengas tendrás una botella de vino tinto, porque yo en verdad no bebo alcohol.

—Deberías de probar el vino, aunque sea un poco.

—¿Por qué? ¿Quieres pervertirme estando ebria? —le preguntó sarcástica y ambos se rieron a carcajadas.

—¿Estás dispuesta a que te ponga ebria y te seduzca?

—No lo lograrás por más que lo quieras, Caden —le respondió, y los dos volvieron a reírse.

Siguieron riéndose con bromas entre ambos, y Venus se sintió demasiado cómoda.

—Hace mucho tiempo que no me reía como ésta noche, me gusta mucho tu risa —le dijo él y ella se quedó mirándolo perpleja.

—Muchas gracias.

—En fin, ha sido excelente ésta noche, pero creo que me voy.

—¿Ya te vas?

—Sí, tengo que levantarme temprano, ¿recuerdas?

—Es verdad, lo siento.

—Descuida, no pasa nada, Venus, hasta mañana.

—Hasta mañana, Caden, y gracias por la tela, y sobre todo por tu compañía.

—No fue nada, ha sido todo un placer para mí el haberte acompañado ésta noche.

Le abrió la puerta del departamento, él se inclinó hacia ella y le dio un beso en sus labios, beso que ella correspondió de la misma manera que él.

Por la mañana del siguiente día, ninguno de los dos se vio, porque ella estaba muy segura que Caden se encontraba con el señor Clark arreglando aquel viejo plano, que tenía el jefe actual de ella, y que Caden le había mostrado el nuevo plano que le había hecho durante todo el día el día anterior.

Recién por la noche se volvieron a ver, cuando Caden la pasó a buscar por la universidad.

—¿Qué haces aquí?

—He venido a buscarte. Sabía que vendrías, eres terca.

—¿Por qué has venido?

—Porque he tenido ganas de hacerlo, y porque el tiempo sigue mal, y no quiere que te pase algo. Hola.

—Gracias. Hola, ¿cómo has estado?

—Muy bien, ¿y tú?

—Muy bien.

—¿Qué has hecho durante todo el día?

—Preparar las cosas para la universidad y mandar curriculum a varias empresas, ¿y tú?

—Estuve con el señor Clark, y le mostré el plano que había hecho para su cafetería. Y sobre lo que me has dicho antes, te dije que puedes volver a trabajar conmigo si me pongo el estudio de arquitectura en casa.

—¿Y qué te dijo? Y sobre lo que me dijiste, yo no voy a esperar tanto, necesito conseguir cuanto antes trabajo para poder pagarme los estudios y el departamento.

—Le gustó mucho, y te dije antes que puedo costearte tus cosas.

—Es muy bueno que le haya gustado, y ya te dije antes que no tienes porqué hacer eso, ni siquiera eres mi novio.

—¿Perdón? Los besos que nos hemos dado dicen lo contrario.

—¿Le harás la remodelación? —le preguntó ella, esquivando la contestación de él.

—Sí, con la condición de pagarme solamente los materiales que necesitaré. Porque no se lo quise cobrar, y él me insistió en que lo hiciera, así que, arreglamos en que solo me pague los materiales.

—Está bien.

—¿Te sirvió la tela?

—Sí, gracias, éramos muy pocas personas las que la pudimos conseguir, incluyéndome.

—Me alegra haberte ayudado con tan poco.

—No tienes porqué ayudarme en lo absoluto, Caden, pero cuando necesite cosas y materiales y saber ciertas cosas de la carrera, me gustaría que me ayudes.

—Con mucho gusto te ayudaré, Venus.

—Gracias.

—Mañana a la noche tenemos cena en la casa del señor Clark.

—¿A que se debe?

—Por no haberle cobrado la mano de obra, aquí en Newport la mayoría de las personas se conocen, no es una ciudad superpoblada y les gustan ayudar a los demás y te lo agradecen si no les quieres cobrar algo.

—¿Solías veranear aquí?

—Sí, de chico, pero cuando terminé la secundaria dejamos de venir aquí.

—Fue una lástima, el lugar me encanta.

—El lugar es increíble, y por demás tranquilo. Vamos a cenar, yo invito.

—Te agradezco, pero...

—Pero por favor, acepta la invitación.

—Está bien, Caden, te acepto la invitación.

Alguien llamó al teléfono móvil de Caden mientras iban caminando hacia un restaurante del centro, y atendió.

—¿Hola?

—Hola, Caden, ¿cómo estás?

—Todo bien, mamá, ¿y ustedes?

—Todo bien, también, en verdad no iba a llamarte, pero tu padre tuvo la culpa de decirle a Begoña que estabas en Newport.

—Lo sé, mamá, Taylor me lo ha dicho.

—La verdad es que no sé cuándo irá allí, pero es seguro que tarde o temprano aparecerá por la casa.

Venus escuchaba atenta la conversación y supo bien que cada vez iba a ser más difícil la relación amorosa con su ex jefe.

—De acuerdo, si ella quiere guerra, se la voy a dar.

—Tu padre no quiere que te divorcies de ella, hijo, pero yo quiero que seas feliz y no quiero que sigas estando con tu esposa, pero sé que piensas como tu padre y no tengo manera de hacerte cambiar.

—Si supieras lo cambiado que estoy, te sorprenderías.

—¿Por qué lo dices?

—Ni siquiera te imaginas a quién tengo a mi lado en estos momentos.

—¿Venus?

—Así es.

—¿Cómo la encontraste?

—Fue una casualidad.

—Estoy sola, tu padre se fue a dar una ducha, dime más, por favor.

—La encontré el mismo día que llegué aquí.

—Eso es grandioso hijo mío, ¿cómo está ella?

—Muy bien y preciosa por demás.

—Exagerado —le dijo la joven por detrás.

—Pásamela, por favor, Caden.

—De acuerdo, mamá, toma —le respondió él a Venus—, mi madre quiere hablar contigo.

—Está bien —le dijo tomando el teléfono móvil en su mano—, hola, Jules, ¿cómo estás?

—Hola, Venus, muy bien, ¿y tú?

—Muy bien también, ¿cómo está tu esposo?

—Bien también, gracias. Sé que mi marido tuvo un altercado contigo el día del compromiso de Caden con Begoña, pero no permitas que te acobarde, ama a su hijo y lo quiere ver feliz, y en el fondo, muy escondido, Bill, es un excelente hombre.

—Lo sé, Jules.

—Sé que lo sabes, Venus, pero quería recordártelo, no quiero que por las cosas que te ha dicho Bill, tú te alejes de Caden, mi hijo te necesita y sé que su esposa es capaz de cualquier cosa con tal de no darle el divorcio a mi hijo, y Bill hará otro tanto por no romper esa unión que fue un desastre desde que comenzó aquella relación amorosa, en fin, te dejo porque no quiero que Caden sospeche que te he dado una cátedra de sus problemas.

—De acuerdo, Jules —le dijo riéndose y ella se rió otro tanto.

Se despidieron las dos, y luego le pasó el teléfono móvil nuevamente a Caden.

Cortaron sus llamadas, se metió el teléfono en el bolsillo de su cardigan, y la tomó de la mano para seguir caminando hacia el restaurante más cercano.

Entraron a un bonito y sencillo restó, en donde ellos se sentaron en un rincón del lugar, en una mesa cuadrada con dos sillas enfrentadas.

Y cuando terminaron de pedir los platos y las bebidas, Caden volvió a hablarle.

—Nunca le conté acerca de la casa que tengo aquí. Porque jamás confié en ella —le contestó de la nada, y queriendo dejarle saber a la joven que era el pequeño refugio de él.

—Era obvio que tu padre se lo iba a contar. Tu padre me odia, supongo porque no tengo una excelente posición social como la tiene su nuera.

—Mi padre ni siquiera ha mantenido una charla contigo.

—Lo ha hecho la noche de tu compromiso.

—¿De qué me perdí? ¿Qué es lo que no me estás contando, Venus?

—Nada, Caden.

—La manera en cómo me has dicho las cosas, deduzco que es lo contrario. Si mi padre te ha hecho algo, te aseguro que...

—No me ha hecho nada. Tranquilo.

—Te dijo algo entonces —le respondió y ella se quedó callada—. Lo ha hecho, ¿qué te ha dicho, Venus?

—No tiene importancia.

—Para mí sí la tiene. Y quiero que me lo digas, ahora.

Venus lo miró con atención a los ojos, y se sintió acorralada por la mirada azul que la miraba.

—Me dijo que no iba a permitir que yo impidiera que te casaras con Begoña, y le dejé claro que no tenía ninguna intención de detener el casamiento.

—¿Por qué lo ha hecho?

—No lo sé —le mintió.

—Yo creo que lo sabes y no quieres decírmelo, que es diferente.

—Solo no le caigo bien.

—Una razón debe de haber.

—El que no soy como Begoña, no tengo una buena posición social. Soy una simple secretaria.

—Mi madre lo era también. Sin embargo él cayó rendido a sus pies. Si me estás diciendo esto, es como si mi padre se arrepiente de alguna forma el haberse casado con mi madre y no quiere que yo cometa el mismo error.

—Perdóname, pero creo que tu padre es un cerrado de mente. Sin embargo, no creo que se arrepienta de haberse casado con Jules. Tu madre es encantadora, y estoy segura que él se enamoró perdidamente de ella cuando la conoció.

—Por lo que sabía, en aquella época, ambos eran iguales, es decir, los dos empezaban desde cero.

—Quizá por eso me odia, tú ahora tienes un nombre en el mundo de la arquitectura, y yo soy solamente una secretaria. Tu padre es importante al igual que tú, y no quiere que te mezcles conmigo.

—Eso es una locura.

—Pero tu padre piensa eso y nadie le hará cambiar de opinión, ni siquiera tu madre.

Una vez que la cena terminó, salieron del restaurante, y él la acompañó hacia el departamento mientras iban charlando.

—No iré a Jamestown.

—¿Por qué no?

—¿Qué haré allí, solo, si no te tengo como compañía? Será una perdida de tiempo.

—Puedes divertirte sin mí, Caden, no estás atado a mí.

—Tampoco me siento atado a mi esposa, pero me siento más llegado a ti que la mujer que está buscándome.

—Gracias por el cumplido.

—Es en serio lo que te digo, jamás me sentí tan cómodo con una mujer, con Begoña era de ponerme cada dos minutos histérico y furioso, me reprochaba todo y encima me pedía más y más.

—Así son cierta clase de mujeres, y perdóname que te lo diga, pero no puedo evitar mi repugnancia hacia ella.

—Cualquier persona con sensatez se da muy cuenta de la clase de mujer que es Begoña.

—¿Qué piensas hacer?

—Lo que corresponde hacer, pedirle el divorcio.

—Jamás te lo dará.

—Su padre podrá sobornar a cualquier abogado de divorcios, pero no a uno que hace años que está dentro de la familia.

—¿Tienes un pariente abogado?

—No precisamente es pariente, pero hace años que nos conocemos y es como de la familia ya, bueno, en realidad es un sobrino segundo de mi madre, casi ni parentesco tiene conmigo, pero es un gran amigo para mí.

—Me gusta la manera en cómo hablas de tu familia.

—Soy de los pocos hombres que quieren una vida hogareña tranquila.

—Pues, te salió el tiro por la culata con tu esposa —le respondió muy sincera y ambos se rieron a carcajadas.

—Sí, ¿verdad?

Unos cinco minutos más, les tomó el camino hacia el departamento de Venus, y apenas llegaron, ella le preguntó algo que jamás habría pensado.

—¿Quieres quedarte a dormir? —le preguntó a él.

—¿Quieres que me quede a dormir en tu departamento?

—Sí, ¿por qué no? Ya he dormido en tu casa.

—Sí, pero no juntos. Y tú estás teniendo tantas dudas que no quiero que luego te arrepientas por haber compartido la cama conmigo.

—Te aseguro que no me arrepentiré.

—Entonces, me quedaré a dormir contigo.

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