Capítulo 10

Venus estaba creída que había escuchado mal, pero estaba equivocada.

—¿Nosotros? —volvió a preguntarle, tragando saliva con dificultad.

—Sí, muy tarde me di cuenta la manera en cómo me mirabas en el estudio, y aunque intente negarlo, la forma en cómo yo te miraba también.

—No sé de lo que me estás hablando. Gracias por acompañarme, buenas noches.

—Sabes muy bien de lo que te estoy hablando, Venus —le dijo, sujetándola del brazo, y mirándola a los ojos.

—Habiendo tantos lugares en Estados Unidos, ¿por qué tuviste que venir aquí?

—Tengo una casa aquí.

—Eso no es una justificación.

—Me gusta la casa que tengo aquí particularmente. Ni sabía que te iría a encontrar aquí.

—Pero lo hiciste, y yo intenté mucho para poder reanudar mi vida y así intentar olvidarte.

—No pensé jamás que sentías algo por mí.

—Tú lo dijiste, sentía. Dejé de sentir algo por ti, desde el día en que te casaste. Lamentablemente, eres prohibido para mí.

Mientras tanto, en Kansas, en la casa de los padres de Caden, se estaba llevando a cabo una discusión entre sus padres.

—Siempre te había dicho que Begoña era una arpía, y lo confirmó abandonando a Caden y encima de todo robándole parte de lo que nuestro hijo había recaudado para un proyecto en puerta, siempre te metiste en donde no te llamaban Bill, siempre quisiste manejar la vida de nuestro hijo, y mira cómo ha terminado todo.

—Sí, veo cómo ha terminado todo, Caden se escapó para no dar la cara.

—No seas cínico, Caden me contó lo que le hizo Begoña recién hace menos de una semana, cuando la muy desgraciada desde hacia más de un mes que lo había dejado, si hablamos de escapes, tu querida nuera fue la inconsciente, tanto que le pedías a gritos que se casara con ella para que él estuviera en la firma del padre de ella, mira cómo te ha pagado la malparida y toda su familia.

—Solo espero que pronto aparezca nuevamente, tendrá que dar muchas explicaciones, porque no permitiré que joda con el apellido Wayland.

—Y yo solo espero que por fin Caden la deje definitivamente, no se merece a nuestro hijo, jamás se lo ha merecido esa embustera de Begoña.

—Pues tampoco Caden se quedará con esa secretaria suya.

—No te preocupes, su secretaria ha renunciado el lunes posterior a la boda.

—Eso es fabuloso.

—Eso es terrible, Bill, no puedes contentarte con algo así, fue su secretaria personal desde hacia tres años atrás, cuando leyó su renuncia no le ha hecho ninguna gracia.

—Se conseguirá otra mejor y más calificada para el puesto, Jules.

—Hablar contigo es como hablarle a una pared, jamás entrarás en razones.

En Newport, Venus y Caden seguían charlando.

—He cometido un error al haberme casado con Begoña, y me he dado cuenta tarde de lo que te había hecho a ti.

—A mí no me has hecho nada. Por favor, ya todo está dicho entre nosotros dos. Solo quiero continuar mis estudios junto con mi trabajo, aquí. Pero no me pidas que sigamos hablando, porque no vale la pena.

—¿Mañana puedo verte de nuevo?

—No tengo más un horario de oficina.

—Eso quiere decir que no.

—Exactamente, gracias por todo, buenas noches.

La joven abrió la puerta de su departamento, y la cerró a sus espaldas, dejando a su exjefe en la entrada del lugar. Si habría podido, se hubiera cambiado de ciudad, para no volver a verlo y tener que recordar siempre que era un hombre casado, y que para ella era todo lo prohibido.

Media semana después, Venus, volvió a verlo, pero ésta vez, dentro del supermercado.

—Volvemos a encontrarnos.

—Hola.

—¿Cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Bien también, ¿tienes un minuto aunque sea, para mí?

—Estoy apurada.

—¿Encontraste las cajas de cereales, Venus? —le preguntó Malcom.

—Sí, las acabo de encontrar, Malcom, te presento al señor Wayland, mi exjefe en Kansas, señor Wayland, le presento a Malcom, un amigo.

—Mucho gusto —le dijo Caden estrechando su mano con la suya, solo por cortesía.

—Igualmente, ¿nos vamos ya?

—Sí, hasta luego —le dijo ella.

La joven, y su amigo, salieron del supermercado, y él, pronto, la llenó de preguntas.

—¿Ese era tu exjefe?

—Sí.

—Eres una tonta, Venus, ¿por qué te fuiste de allí entonces?

—Por cosas que no vienen al caso, y no quiero recordar tampoco.

—Te has ido por cobarde entonces.

—No soy ninguna cobarde, no pude quedarme más porque no tenía más nada que hacer ahí, el hombre se terminó casando con otra mujer, y no tenía intenciones de verlo todos los días.

—Tonta, está mucho mejor que comer el pollo con las manos.

—Exagerado.

—¿Exagerado, yo? Venus, tu exjefe o lo que sea, está de muy buen ver —le dijo muy sincero y ella se rió.

Aquella misma tarde, la muchacha pudo tomarse un descanso e ir a la playa, puesto que había salido temprano del trabajo y no tenía que cursar ninguna materia para los exámenes que tenía que rendir para entrar a La Universidad tampoco.

Se había vestido, de manera ligera ya que hacía mucho calor, y tomó el bolso para salir del departamento.

Se había llevado una botella de jugo por si le daba sed, y la metió dentro del bolso de playa, y decidió empezar a caminar por la orilla del mar.

Había muchas casas de playa, muy bonitas, pero sobre todo, una de ellas, le llamó la atención. Vio a un hombre sentado en la arena seca con la cabeza gacha. Se acercó al hombre, preocupada al verlo así.

—Oiga —le emitió desde lejos—, ¿se encuentra bien? —le preguntó preocupada, sin darse cuenta que era su exjefe—, ¿Caden?, ¿qué haces aquí?

—Vivo aquí —le contestó ladeando su cabeza en dirección a la casa, que minutos antes a ella, le había llamado la atención.

—¿Estás bien?

—Sí.

—Bueno, entonces, seguiré caminando.

—De acuerdo.

Giró sobre sus talones para seguir la caminata, pero algo dentro de ella, la tiraba hacia él. Giró en redondo, caminó hacia él, y se sentó a su lado.

—¿Quieres hablar? —le preguntó y él negó con su cabeza—, ¿quieres que me vaya entonces? —le volvió a preguntar y él volvió a negar con la cabeza—, ¿qué quieres entonces?

—Un abrazo, ¿puede ser?

—¿Un abrazo? —le preguntó desconcertada.

—Sí, te aseguro que no intentaré nada.

—No es por si intentas o no algo. Es porque... bueno, la última vez que nos vimos, no terminamos muy bien que digamos.

—Lo sé, perdón si te he ofendido, no suelo hacer ese tipo de cosas, pero...

—Pero sé que quieres decirme algo más.

—Sí, pero no quiero que te asustes ni mucho menos.

—¿Qué podrías llegar a decirme?

—Creo que nada que ya no sepas, Venus.

—¿A qué te refieres?

—Veo que me expresé bien.

—Me gustas, Venus. Creo que siempre me has gustado.

—¿No quieres el abrazo? —le volvió a preguntar ella, intentando esquivar la declaración anterior.

—Está bien —le respondió él, riéndose y esperando el abrazo.

Ella lo abrazó por su cuello y él, por su espalda. Era la primera vez que lo abrazaba y que él se lo pedía también. Siempre había sido su seria, recatada secretaria, a la que no le gustaban las bromas de mal gusto. Era la aburrida para él. La mujer sencilla y que no era para él en lo absoluto, la mujer en la cuál jamás se fijaría, eso era ella era para él.

—¿Estás mejor?

—Sí, gracias, lo necesitaba, Venus. La última vez que me abrazaron fue hace semanas atrás, y fue mi madre.

—¿Tu esposa no te abrazaba?

—Era una pérdida de tiempo para ella.

—¿Por qué? Siempre es bueno sentir los brazos de alguien que conoces o que quieras mucho, alrededor tuyo, y no una pérdida de tiempo, lo que no entiendo es, ¿por qué terminaste casándote con ella? —le preguntó, intrigada, y luego se dio cuenta que había preguntado algo íntimo, e intentó re-formular la frase—. Bueno, creo que te he hecho una pregunta tonta, ¿verdad? Es obvio que la amas mucho.

—Es obvio que no, Venus. Si la amara no estaría diciéndote que me gustas, tengo mi cabeza confundida.

—¿Cómo dices? No te entiendo.

—¿Qué cosa no me entiendes? No amo a Begoña, hace mucho tiempo que he dejado de amarla, yo fui el único idiota de terminar casado con ella.

—¿Por qué?

—Porque si me casaba con ella iba a formar parte de la firma del estudio de arquitectura de su padre, era lo que quería mi padre y yo también.

—Tú ya tienes un estudio de arquitectura muy importante, no te hacia falta más nada, tenías proyectos por delante, más el proyecto que ibas a construir en Chicago, ¿dónde iban a quedar tus empleados, si formabas parte de esa firma?

—Se iba a reducir el personal.

—Y yo estaba incluida en la reducción.

—Si Begoña se lo pedía a su padre, sí.

—¿Y tú no tenías voto en ese asunto?

—No, porque pasaba a ser parte de su firma, y no su socio.

—O sea que, tu apellido no aparecería en la firma.

—Así es.

—Lo bueno es que he renunciado antes de todo eso, y tú te ahorraste de pagarme por echarme del trabajo.

—Lo cierto es que jamás fui parte del estudio de arquitectura de su padre, me casé con ella, pero terminé sin ser parte de esa firma, y robado por mi propia esposa, Begoña cuando me dejó se llevó más de la mitad de lo que había recaudado para un nuevo proyecto, supongo que me lo tengo merecido.

—Ninguna persona se merece algo semejante, y para serte sincera, a mí jamás me ha gustado tu esposa.

—Y a mi esposa tampoco le gustabas tú.

—Lo sé.

—¿No cursas hoy?

—No, curso solamente los martes y jueves, todavía estoy rindiendo los exámenes de ingreso.

—¿Y ya has hecho alguno?

—Sí, varios, he tenido cuatro exámenes desde que he entrado a hacer el curso de ingreso a La Universidad.

—¿Y cómo te han ido ya?

—Bastante bien, he sacado muy buenas notas, ocho y nueve en los cuatro exámenes.

—Excelente, seguro que entras.

—Eso espero.

—Piensas quedarte, si consigues entrar a La Universidad como me habías dejado dicho en la nota, ¿verdad?

—Así es.

—No he venido hasta aquí a pedirte que regreses al trabajo, ni siquiera sabía que estarías aquí en lo absoluto, Venus.

—Ni yo tampoco Caden, jamás me imaginé que te encontraría aquí también, entonces, ¿a qué ha venido a Newport, aparte de lo que ya me has dicho?

—De vacaciones, ya te lo he dicho el primer día que nos volvimos a encontrar, necesitaba respirar aire fresco y puro —le dijo acostándose en la arena seca cuán largo y enorme era.

—Me parece muy bien.

—¿Por qué no te recuestas también?

—De acuerdo —le dijo y se acostó a su lado.

—¿Adivina a quién deje a cargo de mi estudio?

—No lo sé, pero puede que tenga una mera idea de quién es.

—Estás en lo cierto.

—¿Hutson?

—Así es —le dijo y los dos se rieron a carcajadas.

Ella volvió a reírse por algo más que él le dijo, y luego quedaron mirándose a los ojos, sin decirse absolutamente nada.

—¿Por qué me miras de esa manera?

—Porque jamás te vi reír estando en el estudio, siempre eras la seria secretaria que hacía su correcto trabajo, jamás te vi divertida en el horario laboral.

—Pues... se supone que en el horario laboral hay que cumplir con el trabajo y no bromear —le respondió, sentándose, porque no le estaba gustando nada la manera en cómo él la miraba, y ni tampoco el rumbo que estaba tomando la situación entre los dos.

—No siempre hay seriedad en el trabajo, mis empleados siempre estaban bromeando con algo, siempre se divertían, y eso no les quitaba ni tiempo ni eficiencia en su labor, Venus.

—Pues... yo no comparto eso.

—Eras aburrida y demasiado.

—Sí, no te mentiré, tú siempre has sido egocéntrico y superficial, he vivido por y para ti los últimos tres años, "Señorita Avner, hágame esto", "Señorita Avner, hágame tal otra", "Señorita Avner, tráigame la gargantilla", "Señorita Avner, si no va conmigo a Chicago, no obtendré el trato", "Señorita Avner, si no hace lo que le digo, me conseguiré otra secretaria mucho más eficiente que usted", todos mis tres años laborales te he servido, y tú jamás me viste como una posibilidad para ti, era más que obvio, ¿no? Siempre he sido para ti la sencilla y aburrida mujer que jamás te fijarías en mí —le dijo todas aquellas palabras, porque ya estaba cansada de retenerlas dentro de su ser.

La joven, tomó el bolso, y se levantó para seguir su camino. Se había quitado un peso de encima en decirle todo lo que pensaba de él, no tenía ninguna intención de confesárselo, pero ya lo hecho, hecho estaba y no podía volver sus palabras hacia atrás. Jamás tuvo la intención de que se enterara lo que sentía por él. Y sin embargo, se le soltó por demás la lengua, y terminó confesándole sus verdaderos sentimientos hacia él.

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