Capítulo 09

Caden se desperezó alrededor de las cinco de la tarde, en donde se lavó la cara, se arregló un poco el pelo, y salió a caminar, por la playa con rumbo al centro de la ciudad. Se dirigió a una cafetería con idea de merendar algo, ya que no había almorzado. Al entrar, se sentó en la terraza del lugar, la cuál daba a la playa.

La joven mujer que estaba detrás del ventanal, se sorprendió al verlo.

—¿Me harías un favor? —le preguntó al joven que trabajaba junto a ella.

—¿Qué quieres?

—¿Atenderías al hombre que acaba de llegar?

—¿Por qué? —le preguntó mirándolo—. Es de buen ver.

—Sí, sí. Solo atiéndelo, ¿sí?

—Tendrás que cubrirme en algún horario.

—Sí, lo que quieras, Malcom.

Su compañero de trabajo, la cubrió, y ella se dedicó a atender las mesas del sector interno. Minutos antes de las siete de la tarde, su turno había acabado, y estaba pronta a salir.

El hombre que ella no quiso atender, se había quedado todo aquel tiempo, pensando y meditando lo que haría a partir de aquel momento en adelante. Se levantó de la silla, y dejó propina.

Desde hacía media hora atrás, sabía bien quién era la persona que estaba atendiendo dentro de la cafetería, y por eso mismo, aprovechó en salir al mismo tiempo que ella. En la calle siguiente, la abordó.

—Venus.

—¿Caden? Digo, señor Wayland.

—Puedes decirme Caden si quieres. Veo que trabajas aquí.

—Sí, así es.

—¿Preferiste trabajar aquí antes que ser mi secretaria?

—Sí ha leído la carta, sabe bien que apliqué en la universidad de aquí.

—Esa no es excusa. En Kansas tienes una universidad que tiene la carrera que querías.

—¿Es una indirecta? —le preguntó mirándolo atentamente a los ojos.

—Digamos que sí —le dijo, cruzando los brazos.

—Creo que no tengo nada que hablar con usted.

—¿Eso crees? Tenemos que hablar y lo sabes bien.

—No tenemos nada de qué hablar, no tengo porqué darle explicaciones del porqué trabajo aquí, supo que vine por estudios. Usted no sé qué hace aquí.

—He venido para despejarme. Y ya que te encuentro aquí, me gustaría hablar contigo.

—¿De qué quiere hablar?, porque creo que no tenemos nada que decirnos. Es solo mi jefe. Y se me está haciendo tarde.

—¿Tienes que ir a alguna parte?

—Tengo que cursar.

—¿A qué hora sales?

—Tarde.

—¿No me lo puedes decir?

—A las once.

—¿Puedo esperarte?

—Yo prefiero que no me espere.

—¿Por qué no, Venus?

—Porque no quiero tener problemas con su esposa, y porque no tenemos nada que hablar. Me fui de su estudio por una carrera aquí, no puede pretender que le siga obedeciendo.

—Te aseguro que no tendrás problemas con ella, y solo quiero charlar contigo, porque quiero saber cómo estás.

—Me acaba de ver, estoy bien y trabajando, y ahora, necesito ir a clases.

—¿Puedo pasarte a buscar por La Universidad? Siento que me estás evitando y me gustaría saber el porqué. No eras así en el estudio.

—Lo siento, no era mi intención ser así con usted.

—¿Puedo ir a buscarte?

—Está bien, señor Wayland.

—Gracias.

—Ahora me tengo que ir, estoy llegando tarde a la clase, nos vemos luego.

—Hasta pronto —le dijo él, y ella se giró para seguir caminando.

Venus no podía creer que su ex-jefe estuviera allí también. Había puesto su mente en otras cosas más importantes y ahora, volver a verlo en la misma ciudad en la que ella estaba, había sido todo en vano. Porque volvió a recordarlo tal cuál era en el estudio de arquitectura.

Jamás pudo concentrarse en las dos clases que tuvo aquella noche, y le intrigaba saber el porqué estaba en Newport también.

Había salido un rato antes de la última clase de la noche, y vio a lo lejos, que su ex jefe la estaba esperando en la entrada de la universidad.

—Buenas noches —le contestó, él.

—Hola.

—¿Quieres ir a cenar? Sé de un restaurante cerca de aquí.

—¿No tiene que estar en su casa?

—No, no te preocupes. Yo no he cenado aún, te estaba esperando.

—Yo... bueno, lo acompañaré.

A pocas calles de allí, se encontraba un restaurante, en aquel horario no había mucha gente, y él la hizo pasar primero. Se ubicaron en una mesa que daba a un amplio ventanal y esperaron en silencio para que los atendieran.

Luego que ordenaran y esperaran sus platos, mantuvieron el silencio, Venus miraba las luces de la ciudad a través del ventanal, y él la miraba a ella.

—¿Me vas a decir porqué te viniste casi hasta la otra punta del mundo?

—Por estudios.

—Esa no es una explicación, Venus.

—Para mí, sí.

—Me gustaría que me llamaras Caden y me tutearas, porque no estamos más en el estudio.

—No me siento cómoda llamándolo por su nombre y menos tutearlo.

—¿No te sientes cómoda o no quieres por miedo?

—¿Por miedo a qué? —preguntó ella.

—No lo sé, dímelo tú.

—¿Y tú, qué haces aquí? —le preguntó, Venus, sintiéndose más colorada que nunca, al haberlo tuteado.

—Me tomé un descanso, y no sé cuándo volveré a Kansas.

—¿Sucedió algo? Perdón, por meterme en tu vida.

—No te preocupes, y sí, sucedió algo. Begoña me abandonó.

—¿Por qué?

—Porque creo que siempre debí esperarme algo así de ella. Siempre quiso más mi dinero que a mí.

—Creo que tu esposa está loca completamente, yo jamás te abandonaría si tú fueras mi marido —le respondió y se dio cuenta que había hablado de más, ella abrió los ojos, y él le sonrió—, es un suponer —le contestó, intentando enmendar el error cometido.

—Sí, aún así, no tengo dudas de que sería tal y como me lo respondiste, Venus —le respondió él, y ella una vez más, se ruborizó por completo.

Posterior a la cena, él la acompañó hasta el departamento donde la joven vivía.

—Gracias por la cena.

—No fue nada —le dijo él—. Venus, mañana, el siguiente día, o en algún otro momento, tú y yo vamos a tener que hablar bien.

—¿Sobre qué? —le preguntó ella.

—Sobre nosotros —le respondió y ella lo miró con los ojos bien abiertos.

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