Spina
Damián Valero miraba pensativo el televisor sin prestar atención a su estéril cháchara. Al final optó por apagarlo y subir el volumen de sus pensamientos.
Y sus pensamientos se centraban en Mara, esa joven que tanto le intrigaba.
Se daba cuenta de que era un viejo a su lado. Tenía el doble de años que ella, pero eso no era un impedimento para fantasear con un podría ser o un tal vez si.
Tal vez ¿qué?
Había pasado ya mucho tiempo de la muerte de Gloria, su esposa y no sentía que esos pensamientos fuesen una traición. Todo el mundo tenía derecho a rehacer su vida, ¿no era así? Una vida que no eran más que espinas clavadas en su alma. Heridas sangrantes que nunca dejaron de supurar y que parecían aliviarse ante la mirada azul y luminosa de esa joven: Mara.
Si tal vez pudiera.
No. Era algo imposible. Un sueño. La fantasía de un corazón adolescente incrustado en el caparazón de un viejo reptil como él. Un reptil sin fuerzas ya para morder y sin otro ánimo que descansar, pero que aún podía sorprender con un último coletazo.
Atrapar a ese asesino era para él, tan importante como rejuvenecer veinte años y poder mirar a los ojos de esa joven maravillosa de tú a tú, sin diferencias y sin trabas. Con toda la honestidad de su carácter, con toda la frialdad de su inteligencia y basándose en la experiencia adquirida a través de muchas lides.
Pero antes de eso debía hacer algo y ese algo era lo que más temía.
De todas formas iba a hacerlo. No podía echarse atrás, no cuando el final estaba ya tan cercano.
...
Mara descansaba un rato después de que su hijo Rubén se hubiese dormido. Pensaba en Damián y en la conversación que esa misma tarde tuvieron ambos. Pensando en la forma en que la miraba, sorprendido e impresionado y en lo mucho que a ella le había gustado esa mirada.
Todavía era capaz de sorprender a un hombre. Todavía se veía con fuerzas para intentarlo una vez más, después de su sonado fracaso.
No es un cobarde quien cae, se dijo, sino quien no tiene el valor de levantarse de nuevo tras la caída. Esa máxima se la enseñó su padre, tan parecido a ella en el fondo. Siempre orgulloso de sí mismo incluso cuando no había motivos para estarlo.
Tras la conversación con Damián, Mara recordó algo que su mente había silenciado. Un hecho ocurrido tiempo atrás y en el que su padre se vio envuelto: El asesinato, sí, podría llamarse así, de una joven que había ingresado en el hospital con heridas de diversa gravedad y que sin embargo encontró la muerte por la negligencia de un médico y su cuadrilla. El médico fue Rodrigo Guzmán, su padre; con sus capacidades disminuidas por el alcohol y negándose a dejar la vida de esa jovencita en manos más competentes solo por su orgullo. La joven había muerto, eso lo recordaba, pues su padre se vio envuelto en un serio escándalo y nunca más volvió a ejercer de cirujano. Fue a partir de ese incidente cuando Rodrigo Guzmán dejó la medicina activa para convertirse en directivo. Su fama, su categoría profesional y su dinero cerró muchas bocas y ocultó la verdad sobre lo sucedido. Una verdad que pesaba como una losa en la conciencia de su hija. Todo aquello sucedió ocho años atrás, Mara lo recordaba perfectamente porque por esa época ella también estuvo ingresada en el hospital de su padre por una enfermedad coronaria que gracias a Dios pudo superar. El corazón que ahora latía en su pecho no era el suyo. Lo había tomado prestado como quien dice. El trasplante fue realizado con éxito y ella pudo seguir con su vida como si nada hubiese sucedido. Unos meses después nació Rubén sin problemas.
...
El teléfono sonó en el apartamento de Lucas Garzón. Al descolgarlo escuchó la voz de Damián, su amigo, que parecía algo alterada y nerviosa.
—¿Puedo ir a verte? —Preguntó.
—¿Ha sucedido algo? —Preguntó a su vez, Lucas.
—No es lo que ha sucedido, sino lo que está a punto de suceder, amigo mío —respondió Valero, misterioso —. Se trata de Mara.
Lucas asintió, aun cuando se daba cuenta de que era un gesto que su amigo nunca podría ver.
—Puedes venir cuando quieras —dijo—. Te estaré esperando.
—En media hora estoy ahí.
Lucas Garzón no sabía aún que el destino, por lo menos para él, estaba a punto de cambiar de una forma irremediable.
...
El comisario Feijoo escuchaba atentamente a su interlocutor a través de su teléfono móvil. Apenas podía asentir al escuchar lo que el forense había descubierto tras unos nuevos análisis al cuerpo de Verónica.
—¿Y qué significa todo esto en realidad? —Preguntó Feijoo.
—Significa que esa joven no murió de un disparo como las otras. El análisis de sus órganos sugiere que murió hace bastante tiempo y todo da a entender que fue tras una intervención médica. Su corazón no está, comisario. Al principio creí que pudo ser debido a la acción del fuego. Algunas partes son más afectadas que otras por la acción de las llamas, pero luego llegué a la conclusión de que había sido extirpado quirúrgicamente.
—¿Murió en un quirófano? ¿Le extirparon el corazón?
—Así lo creo. Su cadáver ha sido conservado durante todo este tiempo en unas condiciones óptimas, he encontrado trazas de formol y de otros productos químicos.
—¿De cuánto tiempo estamos hablando? ¿Cuánto hace que esa joven murió?
—Entre cinco y diez años. Es muy difícil averiguar la fecha exacta.
—Eso significa.
—Significa que Erebus no la mató. A no ser que fuese médico y trabajase en un hospital. Creo que sería posible rastrear la muerte de esta joven. Debe de quedar algún registro en alguna parte.
Feijoo dio las gracias al forense y colgó el teléfono. Su siguiente llamada fue para Damián, pero su teléfono comunicaba.
¿Cómo explicarle lo que acaba de descubrir? ¿Cómo decirle que su sobrina murió muy poco tiempo después de su desaparición y que todos sus esfuerzos por buscarla habían sido una pérdida de tiempo?
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