Innocentia
El comisario Feijoo parpadeó confuso cuando Damián Valero entró en comisaría cubierto de sangre y posiblemente en estado de shock.
—¿Qué ha sucedido, Damián? ¿Estás herido?
El policía jubilado negó con la cabeza.
—La sangre no es mía... —dijo en voz muy baja—. Es de Lucas...
—¿Qué demonios ha sucedido? —Preguntó el comisario, haciendo pasar a Valero a su despacho.
—Es él, Carlos. Lucas es el asesino. Lo confesó todo...Después trató de matarme y no tuve más remedio que disparar. Conseguí herirle, pero escapó...
Feijoo hizo sentarse a Damián Valero en su confortable sillón.
—Mandaré de inmediato una unidad a su domicilio... —dijo descolgando el teléfono y marcando una extensión. Una vez hubo solicitado una patrulla, interrogó de nuevo a Damián.
—Explícame qué ha sucedido.
—Lucas me llamó ayer por teléfono. Dijo tener una nueva información sobre el caso que uno de sus contactos le había filtrado. Le noté nervioso, casi fuera de sí. Me comentó que no podía darme más datos por teléfono y que debería ir a verle a su casa esa misma noche. Así lo hice. Llegué a eso de las once y encontré la puerta de su domicilio abierta. Temí que hubieran hecho daño a Lucas y entré en la casa, pero no era así. Me estaba esperando y estaba armado...
—Dices que confesó sus crímenes, pero, ¿por qué lo hizo? Nadie sospechaba de él. No lo entiendo.
—Tarde o temprano habríamos sospechado de él. En su casa encontrarás todo tipo de pruebas de sus crímenes. Me las enseñó, Carlos, jactándose de lo que había hecho y de nuestra ignorancia. Se dedicaba a coleccionar pequeños recuerdos de sus víctimas.
—Sigo sin entender por qué te confesó sus crímenes.
—Creo que su intención era matarme después de contármelo todo, soy uno de los guardianes contra los que debía luchar, ¿recuerdas? —Explicó Damián—. Creía conocerle bien, Carlos, era mi amigo, pero me equivoqué. Deberíamos avisar a Mara. Puede que ella esté en peligro, no sé lo que Lucas pensará hacer ahora —dijo Damián y Feijoo asintió.
—La avisaré de inmediato.
—Dile que iré a buscarla —dijo Damián.
...
Mara le esperaba junto a la puerta de su domicilio, la joven no parecía asustada, aunque sí algo preocupada.
—¿Estás bien? —Le preguntó Damián y ella asintió.
—Siento lo de Lucas, Feijoo me lo contó...
—Gracias; creía que era mi amigo...
—¿Crees que vendrá a por nosotros?
—No lo sé, Mara. Debemos estar prevenidos. Se trata de Erebus y no es alguien con quien se pueda bajar la guardia. Creo que lo mejor sería que vinieras a mi casa con tu hijo. Allí estaríais seguros hasta que todo esto haya pasado.
—Gracias, Damián, pero no soy de las que salen huyendo.
—No, no lo eres. Eres una mujer muy fuerte, eso ya lo sé.
Mara sonrió.
—Tú también lo eres, Damián. Yo no creo que hubiera sido capaz de pasar por todo lo que has pasado. La muerte de tu mujer, la desaparición de tu sobrina... Ahora encontramos su cuerpo carbonizado y su autopsia demuestra que murió mucho tiempo atrás y que su muerte tuvo lugar en el quirófano de un hospital. Pobrecilla, además su corazón fue extirpado. ¿Qué monstruo podría haber hecho algo así? Debes sentirte desolado.
Damián asintió desconcertado.
—¿Cómo sabes tú eso? —Preguntó.
—Feijoo me leyó el informe de la autopsia. Lo siento mucho, Damián. Es algo horrible.
—Sí, lo es...
—Tan horrible como lo que les sucedió a esas otras jovencitas. A las víctimas de Lucas... De Erebus. He estado pensando en ello y creo que he logrado encontrar una conexión entre esas jóvenes.
—¿Sí?
—Sí, así es. Hasta ahora todos nos habíamos preguntado qué relación podría haber entre ellas. Por qué su asesino las había escogido. Y claro está, no encontramos nada. ¿Sabes por qué?
Damián negó con la cabeza. No sabía a dónde quería llegar Mara.
—Pues porque en realidad no existe tal conexión entre ellas... Salvo en lo referente a los trabajos que desempeñaban sus progenitores. Todos ellos trabajaban en un mismo hospital. Que necios fuimos al no darnos cuenta de ello.
—¿Cómo has averiguado eso? —Preguntó Damián.
—Repasando el expediente del caso. Nadie se preocupó por investigar a qué se dedicaban los padres de esas jóvenes y si alguien lo hizo, no le dio mayor importancia. En realidad no era tan importante saberlo, ¿verdad?
—Carecía de importancia —reconoció Damián—. Lo que importaba era conocer por qué Erebus se había fijado en ellas. Tal vez por su constitución física, por el color de su cabello o porque compartían algo en sus vidas, quizá el azar tuvo mucho que ver con ello o tal vez no. Lucas no llegó a contarme por qué lo hizo.
—Así es, lo obvio. Lo primero que siempre se tiende a averiguar. Ellas en realidad no se conocían, pero nadie sospechó que sus padres sí pudieran conocerse, es más, que incluso trabajasen juntos en el mismo hospital...
—No dejas de sorprenderme, Mara —dijo Damián y ella aceptó el cumplido—. Claro que eso no es del todo cierto. No todos trabajaban en el mismo hospital, dos de ellos no conocían a los demás. Yo también leí el expediente.
—Te equívocas, Damián. El padre de la sexta victima: Julián Pardo y la madre de la víctima número dos: Candela Sotomayor sí llegaron a trabajar en ese hospital, que por cierto es el mismo en el que trabajó mi padre, pero dado el revuelo que se originó después nunca llegó a notificarse su ingreso. Esas dos personas venían de otros hospitales. Las hicieron llamar para suplir unos puestos vacantes. Eso fue lo que me despistó. Hasta que vi la conexión.
—Un trabajo excelente, Mara. Tu padre debería sentirse muy orgulloso de ti.
—Sí, así debería ser, pero por desgracia tú y yo sabemos que eso es algo imposible.
—Una vez más llevas razón. Tu padre es una persona insensible, pero también es alguien que haría cualquier cosa por salvar la vida de su propia hija. Incluso robar y asesinar. Yo también he podido averiguar algo, Mara.
—No sé a qué te refieres.
—¿No? ¿No has caído en la cuenta, Mara? ¿Cuánto tiempo hace que fuiste operada del corazón?
—Fue hace ocho años —contestó la joven con sorpresa.
—Ocho, sí. Y fue tu padre quien te operó, ¿verdad?
—Sí, fue él.
—Y después ocurrió algo por lo que fue cesado por el colegio médico, ¿no? Algo relativo a una negligencia médica, ¿no fue así?
—¿A dónde quieres llegar? —Preguntó Mara. Damián Valero vio como la joven llevaba inconscientemente sus manos al pecho, dejando entrever una fina cicatriz a través de una abertura en su blusa.
—Mi padre y su cuadrilla médica se encargaron de realizar mi trasplante.
—Sí, lo sé. También hace ocho años que Verónica murió y da la casualidad de que también fue tu padre y su cuadrilla quienes la atendieron. Como tú has dicho, solo un monstruo pudo asesinar a Verónica de esa forma. Un monstruo que nunca fue acusado por ello. Un monstruo que le quitó lo más preciado que tenía para dárselo a otra...
—¡No! ¡No puede ser!
—Es lógico que te cueste reconocerlo—dijo Damián—. También yo dudé al principio...
Mara dio un paso atrás, todas sus sospechas acababan de confirmarse.
—Lucas no es Erebus, ¿verdad, Damián?
—No, no lo es...
—¿Por qué elegiste ese nombre: Erebus? —Preguntó la joven tratando de ganar tiempo.
Damián sonrió al escuchar la pregunta. Era lógico después de todo, atar los cabos sueltos para llegar a la verdad.
—Quizá porque me gusta, o tal vez porque eso es lo que soy: Oscuridad.
—Eres una persona muy enferma, Damián.
El ex policía no hizo caso del comentario.
—Tienes que estar orgullosa, Mara. Tú sola has resuelto el caso...
—Lo que siento es mucha tristeza, Damián. Creo que entre nosotros podría haber llegado a suceder algo muy bonito. Es una lástima que tu interés no sea otro que matarme. Por eso has venido, ¿verdad?
—¿Matarte? ¿Quién te ha dicho que pienso matarte, Mara?
—¿Cómo dices?
—Digo que nunca he pensado en matarte a ti. Son los hijos quienes al final pagan las deudas de sus padres, ¿no es así siempre? Y tú tienes un hijo, Mara...
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