La inconsecuencia es la falla de los débiles. Pero yo no soy débil.
El resultado de mi trabajo está a punto de dar sus frutos y ya falta muy poco para su final.
Tan solo existe un molesto obstáculo en mi camino y es algo que sé que no podré evitar.
Demasiadas preguntas y demasiada curiosidad. Nadie sabe hasta que punto la curiosidad puede llegar a ser mortal. Nadie lo sabe, pero lo sabrán.
Mi gran obra puede peligrar por ese insaciable deseo de buscar en el pasado una verdad que ya no existe. O que quizá nunca existió.
¿Quién era yo antes de conocer a mi amada?
Nada. Nadie.
¿En qué me convertí tras su muerte?
En la sombra de su venganza. En la propia oscuridad que reclama mi alma.
Mi vida no me pertenece, pues una causa más elevada la reclama.
Mi verdad prevalecerá sobre sus verdades y algún día el mundo conocerá su maldad, que no la mía.
Soy Erebus y descubrirán mi verdad en la sangre de los inocentes.