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La imagen de ahí arriba me la paso mi queridísima abuelita ♡ giño giño codo codo ♡ te quiero mucho y espero que disfruten este capítulo jajajajaja

– Odio dermatología. – La cabeza de Natasha choco contra la mesa haciendo que un poco de su capuchino se derramara en la mesa, demasiado cerca de sus libros.

Las cuatro nos encontrábamos estudiando en nuestra cafetería favorita, bueno, tres de nosotras escuchaban los lamentos de Natasha que tenía su libro de dermatología con tantos apuntes diferentes que terminaba mareándome, las demás estudiábamos lo que nos correspondía. Este era mi último cuatrimestre de neurocirugía, pronto obtendría mi título y podría trabajar en el hospital privado al cual mi tío asiste como "el cirujano estrella".

Clara, tan dulce como siempre, estaba tratando de consolar a nuestra amiga que por poco entraba en un estado depresivo. La forma en la que habla y su tratamiento con las personas era capaz de calmar hasta al más histérico de nuestros "pacientes", por lo tanto la cirugía pediátrica le iba como anillo al dedo. Después de todo ¿Cómo no ser buena con los niños si es que tiene siete hermanos, con uno en camino? No creo que yo podría cuidar a tantos mocosos, no soy tan paciente como ella.

– Oye, no digas eso de mi amada dermatología, el que tu no entiendas no es su culpa. – La voz de Abby siempre imponía tanto que hacia callar de una los lamentos de la pelirroja. Era un poco impaciente, pero buena amiga, siempre dispuesta a hacer planes de estudios y ayudarnos mutuamente. Le decimos "mama loba" por cómo nos trataba a todas.

Natasha se incorporó como si nada hubiera pasado y le dio un largo sorbo a su café mientras reía por lo bajo y volvía a mirar sus libros. Termine mi ensayo de examen, y tras pegarle una rápida ojeada a las respuestas que el profesor me había entregado me di cuenta que el 99% estaba correcto. Entrecerré los ojos, no me gustaba esa calificación. Tras mirar mejor que era en lo que había fallado y recalcular un poco me di cuenta que me confundí en algo pequeño de la parte de Enfermedad Vásculo-cerebral Isquémica. Mordí con fuerza mi lápiz para luego dejarlo junto a las hojas mientras me quitaba mis lentes, tendría que practicar más si quería aprobar perfectamente bien el examen.

– Tal vez sea porque estoy nerviosa.

– Te falta tu hombre amiga, no hay nada mejor que el sexo para relajarte.

El comentario tan fuera de lugar de Natasha hizo que la pobre Clara tomara un brillante color rojo por todo su rostro mientras que ocultaba su cara en los libro de pediatría. Obviamente, la pelirroja no dejo de molestar a nuestra pobre compañera con ese tipo de cosas. Rodé los ojos mientras tomaba mi taza de café.

– Tal vez ese aborto de mono tendría razón – no había visto a Risotto en un par de semanas y lo extrañaba como no había extrañado a otra persona en mi vida.

Mire nuevamente el reloj que estaba pegado en la pared de la cafetería con insistencia, habían pasado más de treinta minutos de la hora que solía llamar y aun mi teléfono no había vibrado. Siempre solía ser puntual, a lo largo de las tres semanas en el que había estado ausente, siempre me llamaba a las ocho en punto de la noche, preguntarme si ya había cenado y como es que había ido mi día. Salvo, ayer y en estos momentos.

¿Tendría que llamarlo yo? ¿Estará ocupado? ¿Estará bien? ¿Se molestó por algo? Aun tenia carga en ese pesado ladrillo que me había acostumbrado a llevar a mis secciones de estudio con mis amigas, solo para poder escuchar su voz al otro lado de la línea. No llamo a lo largo del día ¿tendría que ir a su casa y preguntar qué ocurre? ¿Estoy siendo paranoica?

– Tierra llamando a _______(Noccioline), responde _______(Noccioline). – La mano de Abby se agitaba de arriba abajo frente a mí, haciéndome despertar de mi pequeña ensoñación. Finalmente cuando me vio parpadear varias veces dejo de mover su mano mientras suspiraba con un poco de fastidio.

– Y ahora ¿Por qué tienes esa cara? – Pregunto Natasha juntando el chocolate que quedaba al final de su bebida con una larga cuchara.

– ¿Qué cara? – Pregunte un poco molesta.

– Esa cara de culo que tienes.

– Abby, por favor. . .

– Lo siento Clari. – Dijo nuestra compañera. – ¿Porque la cara larga? – Volvió a pregunta con un tono tan meloso y forzado que parecia que su sonrisa se caería de su rostro en cualquier momento.

Le devolví la sonrisa igual de forzada que ella me había dado. Las tres comenzaron a tirar temas al azar para tratar de averiguar lo que me sucedía, sin mucha suerte claro.

– Cancelaron un concierto de Evanescence para el cual tenías entradas.

– No.

– ¿Te duele la tripa?

– No Clara, estoy bien.

– Tu madre te está molestando.

– No, ni siquiera me ha hablado hace más de tres meses, casi extraño sus críticas y gritos sin sentido alguno, casi.

– ¡Ya se! Romeo trato de secuestrarte pero tu noviecito le rompió la cara con un súper poder mágico que contra en tirar rayos x con forma de arcoíris por las tetillas

– ¿Qué diablos le ponen al café en este lugar? – Estire el brazo lo suficientemente rápido como para quitarle su taza, esto tenía que ir a un laboratorio para ser analizado a profundidad. No entiendo cómo es que se le ocurres ese tipo de cosas.

Enojada, Natasha tomo mis libros con apuntes sobre el sistema inmunológico mientras me amenazaba con quitar todas los memories que tenía pegados a diestra y siniestra por todo el libro. Una intensa batalla de miradas comenzó, sus ojos café miraban los míos fijamente esperando el menor movimiento de mi parte para arrancar una a una las hojas. Poco nos importaba que casi todas las personas en la cafetería habían girado sus rostros hacia nuestra mesa tan bulliciosa. Ninguna de las dos bajábamos la guardia en cualquier momento, analizando cada punto ciego de la otra para poder atacar como era debido. Una lucha entre la vida y la muerte, un solo destino, el asesinar o no a una de mis amigas tras haber destrozado mis apuntes.

Rápida como una cobra llevo con velocidad mi mano hasta el libro, pero ella lo mueve rápidamente hacia arriba logrando esquivar con maestría mí ataque. Sorpresa para ella, mi mano izquierda va si temor hacia sus costillas, lo suficientemente rápida como para hacer un ataque desenfrenado sobre esta. Ahora, mi enemiga se encontraba retorciéndose en sus propias carcajadas, casi lo tenía entre mis dedos, había logrado rozar ligeramente la tapa pero un rápido movimiento suyo me lo había quitado de las manos. Su sonrisa de oreja a oreja era opacada por sus constantes risas, quería mostrar que seguía enfocada en su objetivo a pesar de mi furioso ataque, y tras un par de segundos más logro zafarse de mis manos. Me rodeo el cuello con su brazo, y luego uso el nudillo de su mano libre para lastimarme un poco la cabeza. Era más pequeña que ella y menos fuerte, no podía escapar de su agarre con facilidad.

Pero parecia ser que mis suplicas al cielo habían sido respondidas. De un rápido manotazo alguien tomo mi libro y lo dejo en un lugar seguro para luego reír con delicadeza. Se trataba de Esteban, el novio psiquiátrico de Abby que tenía su propio consultorio en el centro de la ciudad. Nos separó a ambas para después besar la mejilla de su amada novia y sentarse cerca de nosotros saludándonos con cortesía a las demás mientras me devolvía el libro con una pequeña sonrisa.

Esteban había sido voluntario para unas prácticas, allí conoció a Abby y están saliendo juntos desde hace tres años, casi cuatro. Como nosotras nos habíamos conocido en la universidad, comenzamos a molestarle un poco por haber estado saliendo con un hombre que era diez años mayor que ella, pero era todo un caballero en pleno siglo xx. Era amable y educado, con una sonrisa encantadora en el rostro y muy responsable y apasionado hacia su carrera. Abby callo plenamente enamorada de él, como si de un príncipe azul se tratara. Parecia una niña encantada, diciendo cosas como que había sido amor a primera vista y que ambos se llevaban muy bien. No podría haber pareja más dispareja que esos dos, y aun así funcionaban muy bien. Porque, siendo sincera, no es nada fácil manejar el carácter de mi amiga. Es mandona y un poco gruñona, lo que dice se hace cuando y como ella quiere, es terca y determinada, pero eso es lo que pienso que a él le encanto. Son tan diferentes en tantas cosas e iguales en otras que me da ternura. Siempre tiene una sonrisa boba en el rostro cuando lo ve, no me sorprendería que esos dos terminen casados y con hijos. Si tan solo los padres de Abby lo quisieran, seria todo un cuento de hadas de color rosa para ella.

Tome la mano de Abby acompañada de una sonrisa, ella me devolvió el gesto aún más deslumbrante que nunca. No había necesidad de decir palabras, podía leerlo en mis ojos –estoy feliz por ti– no creo que podría ser así de empalagosa nunca, me daría diabetes por todos el nivel de glucosa en mi torrente sanguíneo.

Nos quedamos hablando un rato más, Esteban nos contaba las cosas que había hecho el día de hoy. En su consultorio pasaban cosas extrañas, así que era un poco interesante el saber de ellas. Nos contó que hoy una señora mayor de noventa años le pregunto sobre algún encantamiento para alejar las malas vibraciones que le hacían doler la cabeza. Él ya le había explicado que no era necesario un encantamiento, que con el cuidado y atención a su medicación estaría bien, pero ella hacia oídos sordos, además que su nieto (que media maso menos 1.90 tantos y parecia recién salido de una prisión) lo había presionado para darle una respuesta a la anciana.

– ¿Y qué hiciste? – Pregunto Clara sin soltar su taza con chocolate caliente, atenta a la historia de la pareja de nuestra amiga con los ojos como plato, seguramente temía que le hayan hecho algo.

– Cerré los ojos, extendí mis manos, y comencé a recitar: Aserejé ja de je de jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi. Aserejé ja de je de jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi. Aserejé ja de je de jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi.

Literalmente escupí el café que había estado tomando. No solo yo había dejado escapar una gran carcajada con su historia, también Natasha que era la que más fuerte se reía, al igual que Clara e incluso Abby quien le pedía perdón a su amorcito mientras trataba de respirar con normalidad. La mejillas de Esteban se enrojecieron pero el también soltó una risa mientras bebía un poco de su te de tilo. Finalmente tocaron las diez, nos despedimos en la cafetería. Iba a tomar el bus, pero el último había pasado ya y tendría que esperar hasta la mañana del siguiente día, así que decidí caminar. Como plus extra, comenzó a llover de un momento a otro empapándome hasta el apellido.

Me sentía exhausta, tanto que le hice una visita rápida a la señora Esposito anunciándole de mi llegada para recoger a mi gata, para ir derecho a la ducha y luego meterme en las calentitas sabanas de mi cama. Aun así, el tema Risotto siguió rondando una buena parte de la noche por mi cabeza, al cabo de dos horas de esta preguntándome si lo mejor sería llamar o no, decidí hacerlo pero no a él.

Tome el teléfono de línea entre mis manos, rogando que no estuviera dormido a estas horas. El timbre al otro lado sonaba y sonaba, pero nadie contestaba, pensé en rendirme pero una voz familiar medio adormilada respondió el teléfono.

– Melone al hablaba. . . . Digo al habla ¿Qué necesita? – Parecia destruido al otro lado de la línea, me arrepentí un poco de haberlo molestado con mi paranoia, pero colgar en este momento sería muy descortés.

– Melone. –

Pero ni siquiera me dio tiempo a contestar. Su voz de cansancio cambio drásticamente a su habitual tono y comenzó a hacerme miles de preguntas diferentes, todas con un poco de preocupación en su voz por haber llamado tan tarde. Tardo cinco minutos en calmarse, y cuando finalmente le dije porque había llamado hubo un pequeño silencio al otro lado de la línea.

– . . . –

No sabía si es que la llamada se había cortado, porque tanto silencio viniendo de él me parecia extraño. Tras un minuto de espera mi angustia ya estaba por los cielos ¿Le habrá pasado algo? ¿Estará bien? ¿Tiene que ver con su trabajo? No solía ser tímida o nerviosa, pero el repentino silencio de mi extravagante amigo comenzaba a dejar que terribles ideas aparecieran en mi mente como si de una catarata se tratara.

– ¿Melone? – Volví a llamar y este pareció reaccionar. – ¿Todo?. . . ¿Todo bien?

– Si, si, si, no te preocupes. – Contesto rápidamente. Había escuchado un quejido del otro lado de la línea, no había reconocido la voz pero no parecia estar solo. – Descuida, Ris está bien, mañana lo veras. Ciao bella, besos. – Y tras esa repentina frase colgó el teléfono.

Okey, algo malo estaba pasando, tenía un mal presentimiento sobre esto que no hacía más que crecer y crecer, logrando formar un terrible nudo en mi estómago. El sueño no venía a mí y había comenzado a volverse molesto.

De golpe me di cuenta de lo traspirada que estaba, de hecho, me daba asco el simple hecho de tocarme por lo mojada que estaba. Puse mi mano en mi frente, no había duda alguna, tenía fiebre y una muy alta por lo que podía apreciar. Sentía como mi mundo giraba a mí alrededor, lo suficiente como para hacerme tropezar en cuanto quise llegar a la cocina por un poco de agua. Con lo pequeño que era mi departamento no debía ser una tarea tan difícil, más parecia todo lo contrario. Unos simples pasos hasta la canilla me hicieron desvanecerme de la faz de la tierra.

Desperté con la sensación de algo rasposo y húmedo chupando la punta de mi nariz. Abrí los ojos con dificultad, aun me dolía la cabeza y el sol en mis ojos no había hecho más que agregar otra molestia a mi lista de malestares.

Sam comenzó a maullar, la no tan pequeña gata se sentó en mis piernas mientras trataba de llamar mi atención. Parecia ser que le había pegado un buen susto al haberme desmayado en medio de la noche. La acaricie con una mano mientras que con la otra tocaba mi frente adolorida por un golpe que me había dado. Mi marca de nacimiento ardía por algún motivo, y aunque la fiebre había bajado un poco aún tenía una horrible sensación creciendo por mi cuerpo.

Me levante con la gata en brazos mientras le servía un poco de comida en su plato, pero por muy extraño que pareciera, había ignorado el plato y seguía mirándome fijamente por todo el cuarto. Tomando mi temperatura con el termómetro que tenía en casa y mirando la hora.

– Oh, mierda. – Mi asistencia perfecta había quedado horriblemente arruinada. Hace tres horas que debía haber empezado las clases, pero ni modo ahora. No iría tarde, mucho menos en el estado de salud que me encuentro. Lo que significaba fin de semana largo para mí, ya después pediría los apuntes.

Comencé a preparar mi desayuno mientras masajeaba un poco mi cuello, nota mental, dormir en el piso no era lo mejor para mi columna. Mi cuerpo estaba cansado, anhelante de cafeína y un respiro para mi cerebro. El día de hoy no estudiaría nada, necesitaba relajarme sea como de lugar. Así que con un par de tostadas y el café en mano me dirigí a mi cama para recostarme y mirar alguna película en la pequeña T.V que había en mi cuarto.

La pequeña Sam se acurruco a mi lado, y luego comenzó a lamer su sedoso pelaje tan negro como la noche más oscura. Negro como sus ojos, Risotto tenía una mirada intimidante, pero aun así no podía apartar la vista de esas hermosas esferas de oscuridad y carmín. Lo extrañaba, tal vez demasiado. Su presencia era silenciosa, pero el calor reconfortante de su cuerpo compensaba cualquier palabra. Solía mostrarme su amor abrazándome por los hombros mientras que con su pulgar me hacía un pequeño cariñito.

¿Cuándo es que me había enamorado de él? Recuerdo que cuando lo conocí me resulto sumamente atractivo, con un aura de misterio cubriéndolo como si de neblina se tratara, una espesa que aún no había logra disipar por completo. Creí, en ese momento que sería la primera y última vez que lo vería. Una historia pasajera de una noche.

No soy una persona romántica. Nunca pensé que eso del amor existiera, ni mucho menos lo buscaba. Pero el llamo nuestro encuentro "café" por qué daba menos miedo que pedirme una cita. Cine, biblioteca, una tienda de música, una visita casual a mi lugar de trabajo, Risotto había jugado bien sus cartas y ahora sentía finalmente lo que tantos años había estado buscando pero no encontraba.

Los chicos me querían, sabía que disfrutaban de mi compañía tanto como yo disfrutaba de la de ellos, a pesar de que Prosciutto parecía no faltarle ganas de saltarme al cuello. Y Risotto, no podía pensar en algo que me molestara de él, y si lo había era opacado por su forma de sonreír solo para mí.

Ante aquellos pensamientos sentí como mi corazón palpitaba con fuerza, atraje mas mis piernas hacia mí hasta hacerme una bolita roja en mi cama, el café con leche de entre mis manos se estaba enfriando, pero sin lugar a dudas me gustaba mucho más sentir esto recorrer mi cuerpo. Era una emoción pura y dulce, muy diferente a la adrenalina que corría por mi cuerpo cuando jugaba con mi tío Cioccolata con sus "malos" pacientes.

– Debo olvidarme de eso. – Mi voz me sorprendió incluso a mí. No podía evitar pensar en lo bello que eran los agonizantes rostros de gente tan podrida, que la única manera de hacerlos bellos era el revisar su interior. – Que. . . ¿Qué tan bello seria el rostro de Risotto? – Casi daba un vuelco a mi pecho con solo imaginármelo. Suplicante. . .tan rojo. . . .Esos ojos tan bellos mirándome. . .

Negué con la cabeza, me había prometido a mí misma no hacerle nada de eso. No, la belleza de Risotto se perdería si es que lo transformara en una simple muñeca. Él era algo único que me pertenecía a mí, ni Cioccolata o alguien más tendría el placer de verle de esa manera, ni siquiera yo.

Risotto es especial, si llegara a hacerlo, su esencia se perdería. – Pero no puedo negar que sería entretenido. Rojo, brillante, sudoroso. . . – Tal vez tendría que calmar mis ansias de Ris con otra cosa. De solo imaginármelo allí hace que mis tripas se retuerzan. ¿Asco? ¿Miedo? ¿Deseo? ¿Repulsión? Era un sentimiento extraño, uno que no había experimentado nunca antes en mi vida y que me hacían tener ganas de devolver lo que recién había comido.

No, Risotto no se vería hermoso si fuera una muñeca, su apariencia no es lo único que me interesa. Es verdad, tal vez, si lo hubiera conocido mucho antes si me hubiera parecido sumarlo a mi colección favorita, pero ahora, la sola idea hacia que mi piel se erizara de miedo.

La sola idea de su muerte me aterraba. A manos mías, a las de mi tío o incluso a las de otro. Risotto tenía que seguir con vida. Porque, él era ahora mi corazón. Tal vez comience a desarrollar una obsesión enferma con él, justo como Cioccolata la tiene con su mujer, o tal vez sea un amor más puro e inocente como tienen Esteban y Abby.

No quiero un amor podrido. No quiero un amor empalagoso. Solo quiero estar con él, deseo abrazarlo y luego besarlo. Quiero hacer el amor con él. No, no solo sexo. Hacer el amor es tomarle de la mano, quedarme a su lado las noches que haya frio, hacerle sentir seguro, protegido entre mis brazos. Si puedo caminar a su lado, quiero hacer el amor con Risotto.

Alguien intento abrir la puerta de mi apartamento para luego ser tocada un par de veces al ver que no se movía la perilla, luego, una voz conocida llamo del otro lado. Abrí, era la dulce señora Esposito que me preguntaba que me había pasado. Llevaba una larga falda negra con un montón de flores estampadas en ella y una camiseta blanca con un pequeño sobrero del mismo color e igual de estampado en flores. Iba a hacer las compras pero escucho la televisión de mi departamento y se asustó al ver que no estaba en la universidad. Tras preguntarme si necesitaba algo volvió a su marcha, lenta pero audaz caminando hacia el ascensor mientras me saludaba con la mano.

Cerré la puerta con una pequeña sonrisa, coloque la llave y volví a tirarme a la cama. Sam estaba estirando sus patas para luego bostezar, puse mi dedo dentro de su boca y ella lo mordió, así comenzó una pequeña pela entre nosotras dos. Sus garras no eran tan afiladas pero aun así dolía. Finalmente se hizo la ofendida y salto de la cama a la mesa para enrollarse y dormir un poco antes del almuerzo.

No había nada interesante para ver en la tele, así que la apague para poner un poco de música en mi pequeño estéreo que me acababa de obsequiar Risotto. Puse un poco de Metallica, y tras ir saltando de canción en canción aleatoriamente, no pude evitar cantar a todo pulmón un par de letras. Tenía que aprovechar ya que todos mis vecinos estaban en sus escuelas o trabajos a esta hora, así que nadie podía reclamarme el volumen de la música.

Una vez que las doce tocaron me encontraba en un gran dilema. No sabía si es que sería mejor salir afuera para comer algo, o tratar de no quemar todo el edificio mientras cocinaba. También estaba el hecho de que no había mucho dentro del refrigerador, solo una bolsa de papas a medio terminar y un poco de queso de cabra y salame.

– Con eso me vasta.

Y tras tomar todo y cortar un poco de pan comencé a degustar mi almuerzo finamente elaborado, destacando el sarcasmo. Pero antes de poder acomodar mi trasero en las incomodas sillas de madera, el teléfono de línea comenzó a sonar.

Prácticamente me había lanzado en su dirección, esperando escuchar su voz del otro lado. – ________(Noccioline) – Mi respiración se cortó por un breve momento, escuchar mi nombre salir de sus labios era un deleite auditivo. – ¿Qué haces en casa? ¿Hoy no tenías clases? ¿Paso algo? – Se oía preocupado, no podía escucharlo bien por culpa de los murmullos al otro lado de la línea, también autos pasaban cerca, incluso vendedores que anunciaban su mercancía a todo pulmón.

– ¿Dónde estás?

– En las puertas de la universidad, me recorrí todo el campus buscándote, tengo el almuerzo listo.

– ¿Qué hice yo para merecerte?

– ¿Dónde estás?

–. . .– Pobre, había hecho toda una odisea para verme y yo aquí en mi departamento apenas comiendo porque me daba pereza ir a comprar algo al mercado.

– ______(Noccioline), si estas ocupada lo entiendo, te visitare en otro momento.

– ¡NO! – Ups, creo que exagere, seguro que le debió haber dolido el tímpano. – Disculpa, pero, no, no estoy ocupada. Ven a casa, te estaré esperando.

Tras una afirmación de su parte colgó del otro lado. Me tire a una almohada y grite de felicidad, finalmente lo vería de nuevo tras tanto tiempo. Estaba emocionada, demasiado feliz para darme cuenta que mi casa estaba hecha un desastre.

Calcule que le tomaría unos treinta minutos venir a pie hasta aquí, 10 si es que tomaba algún bus que lo dejara cerca. Sin tiempo que perder me levante para comenzar a ordenar un poco mi caos, guarde en bolsas la ropa sucia, luego la pondría a lavar. Barrí lo más rápido que pude y limpie la mesa, para luego hacer mi cama. Al mirar el reloj vi que me quedaban como 15 minutos antes de que llegara, tal vez una ducha rápida no me vendría mal.

Vi como Sam me seguía con la mirada de un lado a otro, curiosa por todo mi jaleo. El agua no llego a calentarse, así que olvide la idea del baño y simplemente me tire a la cama recién hecha, me había bañado ayer a la noche así que no creo que importe mucho aunque me molestara el leve olor a sudor que tenía.

La puerta fue tocada un par de veces y como un rayo fui a abrir. Risotto estaba un poco mojado, al mirar hacia la ventana me di cuenta que había comenzado a llover recientemente. No me importo y me colgué a su cuello para darle un beso de bienvenida, por su parte debió sostenerse a una pared para no caer sobre mí.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras levantaba una ceja. – ¿Me extrañaste? – Pregunto con picardía aunque conocía bien la respuesta. Rodé los ojos y volví a unir nuestras bocas, tenerlo tan cerca me hacía sentir bien. Su lengua se había atrevido a comenzar a merodear dentro de mi boca y yo se lo permití gustosa, había extrañado tanto el sabor de su saliva y sus vivaces besos que solo tenía ganas de él.

Ya no pensaba en el almuerzo, solo quería comérmelo a él y parecia que sus intenciones eran las mismas. Tras cerrar la puerta con su pie detrás de su espalda levanto mi pequeño cuerpo para aprisionarme contra la pared sin siquiera titubear dejando las bolsas con comida de lado.

Separo su boca de la mía, comenzando a bajar por mis mejillas hasta mi cuello robándome varios suspiros. Mis dedos se enredaban en sus platinados cabellos y tiraban un poco de él sacándole un leve gruñido, le gustaba, y a mí también. Sentía tanto calor por dentro que no pude evitar morder un poco su cuello, escuchando un silbido de aprobación por su parte.

– Cuidado, viejita, eso me gusta mucho.

– ¿A quién le dices vieja, mocoso?

Lamí lentamente el lugar en donde había quedado impregnada la marca de mis dientes, viendo por el rabillo del ojo como él se estremecía ante mi toque de su sensible piel, para volver a morder con un poco más de fuerza. Su jadeo me llamo la atención.

– Nunca pensé que sería de ese tipo. – Mi burla pareció ofenderlo un poco, pero no le deje hablar mientras jugaba un poco con él. – Eres una caja de sorpresas, señor Nero.

– No sé si odiar o amar que me digas así. – Esa sonrisa traviesa con su rostro levemente sonrojado, era simplemente magnifico. Me hechizaba de una manera tan despiadada con sus ojos que hacia extreme ser cada fibra de mi ser, pensando que otras expresiones podía sacar de este hombre tan misterioso, anhelando verlas para dejarlas grabadas en mis recuerdos.

Esta sería un día bastante largo, después de todo teníamos que recuperar lo que no habíamos hecho durante el par de semanas de su ausencia. 

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