Prólogo

El sol había desaparecido en el lejano horizonte, las estrellas empezaron a mostrarse, la luna apareció en el cielo...la noche acababa de llegar sobre aquel monte. En el bosque que se hallaba a los pies del mismo, un misterioso ser de luz salía de entre los árboles camino hacia arriba para poder tener mejores vistas.


Se trataba de una especie de zorro blanco y rojo, con un collar de cuentas doradas, nueve colas esponjosas y suaves, ojos que desprendían un atemorizante brillo carmesí, y sobre uno de los costados de su cuerpo, descansaba una funda que contenía una espada.


Los humanos que vivían en las cercanías, lo llamaban 'kitsune', aunque nadie nunca vio antes su aspecto y vivió para contarlo. Todos los hombres que ingresaban en su territorio, jamás regresaban. Aquel lugar, que recibía el nombre de 'Aokigahara', era el destino final de muchos ingenuos que se aventuraban allí sin más. A todos les pasaba lo mismo, ingresaban y no regresaban...a excepción de una niña.


Un día bastante cálido, son un sol que estaba pegando muy fuerte, una infante que rondaría los diez años, se adentró en el bosque mientras cargaba un plato de cerámica con un almuerzo de salmón y arroz. También en uno de los bolsillos de su ropa, llevaba un cuaderno con una pluma.


Cuando la chica llegó hasta una parte muy profunda de aquel bosque, dejó tanto la comida, como el cuaderno sobre el suelo, y se arrodilló sobre la tierra esperando la llegada de alguien que no tardó en aparecer. Aquella criatura conocida como 'kitsune', se apareció ante la niña lentamente hasta que la reconoció, y entonces corrió hacia ella con alegría. Le lamió el rostro, refregó su cuerpo, y empezó a dar pequeños saltitos a su alrededor antes de empezar a comer.


—Mamá, ­¿te encuentras bien? —El zorro blanco de nueve colas respondió con lo que parecía ser un movimiento vertical con la cabeza. Tal vez, queriendo afirmar.


Tras un momento de silencio, cuando el kitsune terminó su comida, tomó la pluma con la boca y empezó a escribir algo en el cuaderno.


"いいお母さんでなくてごめんなさい".


—Mami, sabes que aún no sé leer. Por cierto, el abuelo está bastante enfermo, y no podemos pagar sus hierbas medicinales, asi que papá pensaba realizar el ritual del Ubasute, ¿podrá traerlo aquí? —preguntó la niña tímidamente.


La criatura nuevamente hizo un intento de asentir con la cabeza.


—Es una lástima tenerte así, seguramente hubieras sido una gran mamá. —Ante estas palabras, el kitsune soltó algunas lagrimas.


La niña quiso ponerse de pie, pero el zorro la detuvo. Llevo su boca hasta la espada que tenía sobre su costado, y se la entregó.


—¿Es un regalo? —preguntó la niña.


La zorra blanca asintió nuevamente.


—Me debo ir nuevamente. No sé cuando vuelva, porque papá se va a la guerra con el Daimio y yo tengo que quedarme todo el tiempo en casa. Bueno, adiós. —La kitsune nuevamente refregó su cabeza en la niña, tal vez como una forma de saludo, y se fue caminando hacia fuera del bosque con el cuaderno en la mano.


Mientras la veía partir, la zorra soltó más cantidad de lágrimas y empezó a realizar un sonido agudo. Estaba llorando de verdad. Tal vez porque sentía que al sacrificar su humanidad y convertirse en lo que era ahora, había fracasado como madre.

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