Capítulo 24: Triada infernal

Araki avanzaba por delante de los demás. Hiroshi estaba muy alerta, sentía una presencia demoníaca cerca, y no se trataba de su nueva e inesperada aliada, sino de algo más. Algo verdaderamente malvado. 


Por otro lado, Hokano siempre estaba con su arco tensado, listo para disparar. Las heridas no parecían afectar directamente hacia la atención que le prestaba a todo su entorno. Ella iba rodeada por los demás por doble propósito, para poder protegerla hasta que sus heridas sanasen del todo y para evitar que los enemigos se acercaran demasiado, para que así pueda mantener la distancia y combatir con su arma de mejor forma.


Fukugawa mantenía su katana desenfundada, a pesar de saber el peligro que eso podía representar, ya que, después de todo, es un arma que le robó al daimio que gobernaba las tierras donde ahora estaba pisando. Aunque ahora, ya no sentía miedo de luchar contra lo que sea que se pusiera en su camino.


—Delante hay un grupo de samurais de Nakamura. Kaneko, reconocerán tu arma. ¿Te parece proceder a luchar si se complican las cosas? —consultó Araki, al ver el grupo de hombres armados, aproximadamente, a unos cincuenta metros delante de ella.


 —Por mi, no hay problema. Luchemos. —respondió firmemente la joven.


Tras unos pocos segundos, avanzaron lo suficiente como para que sean notados por esos hombres, quienes al ver la katana de Fukugawa, se lanzaron al combate inmediatamente. El primero de ellos, se vio rápidamente atravesado por una flecha de Hokano. El segundo de ese grupo, recibió varias puñaladas de parte de los kunais de Araki. El tercero, se vio derribado y luego su cabeza fue aplastada por un pie de Hiroshi. 


Quedaba uno más, el más agresivo de ellos. Atacó a Hiroshi y le generó una herida pequeña. Se acercó a la arquera, pero Fukugawa la salvó justo de una estocada, gracias a una patada que lo alejó. Luego, la joven pudo decapitarlo con un rápido movimiento de su katana.


—Uf, eso estuvo muy cerca. Muchas gracias. —Hokano soltó un suspiro.


—Guárdate las gracias. Ya me las podrás dar cuando terminemos con todo este problema. —respondió rápidamente, Kaneko.


El grupo continuó hasta que se vieron forzados a separarse. Ahora no quedaban dudas de que Hori aún mantenía, o al menos recordaba sus poderes demoníacos, ya que repentinamente, aparecieron monstruos de un aspecto infernal.


Uno de ellos, se acercaba a la ciudad, en la misma dirección en la que llegó el ejército de Chimamire. Era una especie de gato con cinco cabezas y diez ojos por cada una. Los ojos eran todos de color celeste brilloso, menos los de la cabeza central, los cuales tenían una tonalidad rojo sangre. Su pelaje lucía un degradado que comenzaba rojizo en sus cabezas, y culminaba con un morado en el final de su cola puntiaguda de acero.


Otro más se acercaba desde el lugar por donde se suponía que aparecería el ejército de Kyoto, lo que da a pensar que Yoshida y Fiki, podrían estar teniendo problemas. Este lucía como un gran ojo carmesí, cuya pupila tenía la forma de un pentagrama invertido. Desde sus costados, se desprendían unos diez tentáculos conformados por sangre, carne putrefacta y algunos huesos molidos, que desprendían un aroma fétido que se podía sentir a muchísima distancia. Por encima de él, presentaba una especie de capa de algún material muy resistente, que utilizó para embestir las murallas de la ciudad y destruirlas sin ninguna dificultad.


El tercero se acercaba al grupo por detrás de ellos. Presentaba un aspecto humanoide, tenía la apariencia de una mujer muy bella y esbelta. Su completa desnudez, dejaba ver su hermafroditismo. Tenía aproximadamente, unos veinte metros de altura, lo que la volvía muy intimidante a pesar de no tener un aspecto tan monstruoso como los otros dos. Su cabello era lacio y muy largo, de un color verde oscuro, su piel presentaba una tonalidad entre rosa y rojo. Su rostro estaba oculto por una máscara de tengu. En cuanto se percató de Araki y los demás, desenfundó un arco yumi que guardaba detrás de su máscara, y redujo todo su cuerpo al tamaño de un humano promedio. 


—Yo me encargo de ella. Ustedes vayan a por los demás, y alguien que vaya a por Hori. ¡Rápido! —exclamó Hokano mientras preparaba su arco para combatir contra esa mujer demoníaca. 


—Bien. Yo iré al castillo a por Hori. Fukugawa, ¿podrás con el lindo gatito? Hiroshi, entre demonios se entienden, ve por ese ojo infernal. —Todos asintieron y fueron en dirección a los monstruos que les fueron asignados. 


Antes de que todos se alejaran mucho unos de otros, Fiki llegó y llamó a Araki con un fuerte grito. Los demás también se acercaron por curiosidad, antes de ir directo a su combate.


—¿Hay novedades, Fiki? —preguntó Araki, alarmada.


—Yoshida murió, junto con la mayoría de sus soldados. En manos de ese horroroso ojo con tentáculos. Es demasiado fuerte, sumado a que tiene el tamaño de un castillo, no sé que haremos con él. —respondió el pequeño dragón, con la voz muy agitada. 


—Debemos eliminarlo como sea. —agregó Araki.


—Yo ayudaré a combatirlo. No soy un combatiente excepcional, pero puedo ser de gran ayuda. ¿Quién va por él? —Fiki se acercó hasta su amiga. 


—Yo me encargaré de ese monstruo. He visto muchas cosas, su grotesca apariencia no me intimida en lo absoluto. Intentaré destrozarlo, o al menos aguantar el tiempo suficiente como para que ellas lleguen para ayudarme. —Hiroshi desprendió un aura oscura, que generó cierta reacción de temor en el pequeño dragón. 


—Está bien, déjame ir contigo. —Fiki aprovechó su reducido tamaño para posarse sobre uno de los hombros del chico. 


Y una vez más, todos marcharon a enfrentar a aquellos monstruos. Hokano, tensó su arco una vez más. Fukugawa cargó su katana con energía lunar. Hiroshi inició el llamado a sus demonios. Fiki, generó un aura de fuego alrededor de su cuerpo. Araki se adentró en el castillo para buscar a Hori, pero lo primero que encontró al ingresar, fueron los cuerpos muertos, tanto de la madre como de la pequeña hermana de Kaneko. 


—Ellos...son...

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