Capítulo 22: Regreso a Osaka

—Bien, entonces debemos movernos rápido. Viajaremos hacia Osaka lo antes posible. Retiren las cosas que les sean necesarias rápidamente y nos iremos. —comentó Hori intentando mostrarse tranquila para no alarmar a los demás.


—El ejército de Kyoto es bastante numeroso. Tampoco puedo ir y distraerlos para darnos tiempo. Moriría, y además sería en vano —dijo Hokano, intentando pensar en alguna forma de ganar tiempo—. Por cierto, yo siempre llevo todas mis cosas encima, asi que estoy lista. —Hokano mostró a la rubia un pequeño bolsito que ocultaba en sus ropajes.


—Ahora, más que nunca debemos estar todas unidas. —exclamó la maestra kunoichi, con energía.


—¿Puedo sumarme a combatir junto a ustedes? —preguntó tímidamente HIroshi, acercándose a ambas damas, mientras esperaba a la salida de Fukugawa, quien se encontraba en el interior de la solitaria casa, preparándose para partir.


—No veo, el por qué negártelo. Mientras mas seamos, mejor. De todas formas, seguimos siendo pocos para combatir a todo un ejército. 


—Ya pensaremos en algo cuando estemos allá. Por lo pronto, deberíamos partir. Aprovechemos nuestro reducido número. Al ser menos, nos moveremos mas rápido que un ejército que requiere de la organización de miles de personas. Asi que podremos llegar antes a Osaka a pesar de todo. —comentó Kaneko mientras abandonaba la pequeña casa. 


Entonces la marcha comenzó. Hori cada tanto volteaba la cabeza y veía con algo de tristeza aquella solitaria vivienda que fue su hogar por mucho tiempo. ¿Alguna vez podría regresar? Ella no lo sabía. Pero muy en el fondo, tenía la certeza de que el ejército de Kyoto la destruiría en su paso camino a Osaka. 


El viaje se alargó durante unas cuantas semanas, debido a que prefirieron evitar aquel bosque para no luchar innecesariamente, de nuevo, con aquel demonio. La arboleda era demasiado extensa, por lo que llevó mucho tiempo rodearlo. Por suerte para ellos, el ejército de Kyoto, también decidió rodear aquel bosque, aunque en el caso de ellos, fue por la dificultad de mover un grupo grande de hombres por entre esa vegetación. 


La comida y el agua, comenzaba a escasear. Llevaban consigo pocas provisiones, y no esperaban que el viaje se alargara tanto. Por suerte, había algunos animales cerca que podían cazar gracias a la agilidad de Hokano con el arco, y un río cercano sirvió para aliviarles la sed, pero detenerse para esto les costó que el ejército de Kyoto redujera las distancias. 


Tanto Fukugawa como la kunoichi arquera, se encontraban algo intranquilas al lograr oír los pasos de los muchos soldados a las órdenes del señor Yoshida. Ellos marchaban al ritmo de una canción, posiblemente escrita por las mujeres que viven en el palacio de Kyoto. 


"Los niños no gobernarán. Nuestro señor pertenece ahí.

La insensatez no gobernará. Nuestro señor estará ahí.

El miedo no gobernará. Nuestro señor nos salvará.

La valentía debe gobernar. Nuestro señor lo hará."


Lo cantaban con notable furia. Se podía percibir en la distancia. Aquél ejército estaba bastante violento, y sediento de sangre. Seguramente matarían y destruirían todo lo que se cruzara a su paso. 


Los cuatro decidieron continuar el camino hacia Osaka tan pronto como pudieron, acelerando el paso para alejarse de los hombres de Kyoto. Ya se encontraban cerca de su destino. La ciudad ya  podía verse perfectamente a simple vista. Repentinamente, algo detuvo el avance del cuarteto. 


—¡Fiki! ¿Qué estas haciendo? —preguntó Hori sorprendida.


—Cierren la boca y continúen hacia Osaka. Yo me encargo de retrasar el ejército de Yoshida. —El pequeño dragón extendió sus alas, y quedó parado de frente al ejército de Kyoto, el cual se aproximaba a gran velocidad, incansablemente. Los ojos del reptil alado se clavaron profundamente sobre aquellos hombres armados hasta los dientes.


—¿Qué hay del ejército de Chimamire? —preguntó Fukugawa rápidamente mientras se preparaba para correr hacia la ciudad.


—Ya está llegando a Osaka, sino es que ya llegó. Asi que, vayan, rápido. La gente corre peligro. —Los cuatro que viajaban hacia aquel lugar, asintieron y continuaron su camino con el paso muy acelerado. 


A medida que se acercaban al destino, se empezaban a escuchar los gritos y el pánico de la gente. Es alarmó al grupo, ya que eso significaba que la gente de Chimamire, posiblemente liderados por Araki, ya se encontraba dentro de Osaka.


Empezaron a correr para intentar llegar lo antes posible, pero esto era algo imposible. Sus cuerpos estaban ya bastante agotados, y les estaba costando siquiera caminar a paso de tortuga. 


Con muchas dificultades, lograron aproximarse hasta la entrada de la ciudad. Fue extraño no encontrar absolutamente ningún guardia vigilando el acceso, y no había ningún soldado en las cercanías. 


Realizaron un último esfuerzo para intentar llegar hasta lo que fue el hogar de Hori mientras estuvo, subieron las varias casas apiladas. Hasta llegar a la correcta. Una vez ahí fueron capaces de detenerse para descansar un momento. Desde una de las ventanas, la rubia logró ver a la gente de Chimamire luchando contra los samurais de Nakamura, para lograr ingresar efectivamente a Kyoto.


—¿Por qué Fiki decidió ayudarnos? Según recuerdo, él era amigo de Araki. —comentó Hori sorprendida por lo que acababa de suceder momentos antes. 


—Los dragones son criaturas sabias y justas, seguro que ya encontró su verdadero camino. —respondió Fukugawa acercándose a ella y apoyándole una mano en su hombro.


—Lo importante es que logró ralentizar el movimiento de los hombres de Kyoto. No se encuentran a la vista. Me pregunto qué habrá hecho para retrasarlos. —HIroshi observó el ingreso a la ciudad por donde llegaría el ejército de Kyoto, pero no se los veía. 


—Eso nos da algo de tiempo. Por ahora debemos preocuparnos por descansar bien mientras los samurais resisten el ingreso de Chimamire. Después nos sumaremos nosotros para ayudar. —La rubia continuaba observando el combate, pero debido a que el sol ya estaba cayendo, tuvo problemas para seguir viendo, por el descenso en el nivel de luz. 


—¡Cuidado maestra! —gritó Hokano, acto que le permitió a Hori esquivar una flecha que atravesó la ventana y casi se clava en su cuello. 


—Un momento, ¿dijiste maestra? —preguntó Kaneko mostrándose algo confundida. 

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